Título original: The Private Lives of Pippa Lee
Año: 2009
Nacionalidad: EE. UU.
Dirección: Rebecca Miller
Guión: Rebecca Miller, basado en su propia novela
Producción: Dede Gardner & Lemore Syvan
Fotografía: Declan Quinn
Música: Michael Rohatyn
Montaje: Sabine Hoffmann
Diseño de Producción: Michael Shaw
Decorados: Cherish Magennis
Vestuario: Jennifer von Mayrhauser
Reparto: Robin Wright, Mike Binder, Alan Arkin, Winona Ryder, Ryan McDonald, Cornel West, Maria Bello, Arnie Burton, Tim Guinee, Drew Beasley, Madeline McNulty, Beckett Melville, Zoe Kazan, Billy Wheelan, Shirley Knight, Keanu Reeves, Joan Copeland, J. R. Horne, Blake Lively, Adam Shonkwiler, Richard DeDomenico, Robin Weigert, Julianne Moore, Christin Sawyer Davis, Dan DeLuca, Adam Grupper, Sean-Michael Bowles, Audrey Lynn Weston, Sean Casey, Monica Bellucci, Angela Trento, Teresa Yenque, Lola Pashalinski, Myra Lucretia Taylor, Annie Purcell…
la gran mujer detrás del gran hombre
The Private Lives de Pippa Lee es una excelente muestra de la reciente proliferación de cine realizado por mujeres que profundiza, con responsabilidad, en uno de los perfiles femeninos más infravalorados: la esposa, a la vez que nos regala una estupenda interpretación de Robin Wright.
Pippa Lee (Robin Wright Penn) está casada con Herb Lee (Alan Arkin), un editor retirado que, con tres infartos a sus espaldas, decide mudarse a Conneticut, “una defensa contra la decrepitud”. Pippa, esposa abnegada, se adapta perfectamente a su nuevo entorno, a pesar de ser treinta años menor que su esposo, diferencia de edad que también lleva con el resto de la urbanización. Un pequeño problema de sonambulismo aflora de repente en su vida y Pippa Lee se cuestiona su vida, las decisiones que ha tomado hasta llegar al punto en el que se encuentra, tratando de reencontrarse consigo misma.
Rebecca Miller, directora y guionista de la película, que adapta de su propia novela, adquiere para su exposición cinematográfica el estilo de algunas películas europeas, como El tambor de hojalata (Die Blechtrommel, 1979, Volker Schlöndorff), haciendo un recorrido por la biografía del personaje que comienza en el mismo momento de su nacimiento. A través de la alternancia entre presente y pasado —que enlaza siguiendo un estilo utilizado numerosas veces por Woody Allen, mezclando ambos tiempos dentro del mismo plano—, nos ofrece los acontecimientos más importantes de la vida de Pippa Lee para llegar a entender su presente.
No cabe duda que el excepcional reparto de la película es uno de sus grandes alicientes, desde su protagonista, Robin Wright Penn, que nos ofrece una Pippa tan cercana como misteriosa, tan sensata como salvaje, al contrario que Blake Lively que resulta bastante superficial; hasta la serena presencia de Alan Arkin, que consigue disipar la diferencia de edad con su esposa a base de carisma y personalidad o la breve pero siempre estimulante presencia de Monica Bellucci, como la segunda esposa de Herb —que casualmente parece bastante inspirada en la que hiciera Penélope Cruz en Vicky Cristina Barcelona (2008, Woody Allen)—; o incluso Keanu Reeves y Winona Ryder que interpretan dos personajes que parecieran caricaturas de la imagen distorsionada que el espectador parece tener de ellos.
Algunos personajes pueden parecer un poco estereotipados, tanto los masculinos como los femeninos, y algunas situaciones están demasiado forzadas, particularmente las relacionadas con los años setenta y ese ambiente artístico, las drogas, la moda, los peinados, las actitudes que y tan sólo parecen mostrar gente disfrazada —también es cierto que toda esta parte coincide con la aportación de Blake Lively, que ya he dejado claro no me ha impresionado en absoluto—, nada que ver, por ejemplo, con la autenticidad de las mismas fiestas en las películas de Woody Allen, al igual que el diseño de producción que sí es igual de verosímil y efectivo que el de las del cineasta neoyorquino. La tía lesbiana y las secuencias que Pippa protagoniza con la amante de su tía, Kat (Julianne Moore), me parecen algo gratuitas, tan sólo aportan que sepamos de la libertad sexual o tolerancia por parte de Pippa, pero poco más, aunque sean presentadas de una manera fresca y divertida.
Pero aún así el discurso plantea dilemas y relaciones muy interesantes, como la que Pippa mantiene con su madre, Suky (Maria Bello), y esa crítica a la drogadicción a la que algunas mujeres han estado sometidas a causa de la tiranía del cuerpo en esta sociedad consumista. También es cierto que parece, por lo menos tal y como se presenta en la película, algo inverosimil que Pippa, tras huir de casa a causa de la drogadicción de su madre, caiga en el mismo infierno, aunque sea por otros motivos. De hecho esta situación no se plantea directamente, sino que se expresa a través de Pippa, no vemos en imágenes el momento en que Pippa ingiere su primera droga, tan sólo se nos muestran diversas situaciones “salvajes” que no llegan a explicar nada. Pareciera que a Rebecca Miller, le diera miedo profundizar en esa faceta, quizás no sea su objetivo, pero entonces podría habérselo ahorrado o contarlo de otra manera.
Lo que sí es efectivo y muy interesante, porque se expone con claridad y efectividad, es el momento en que Pippa Sarkissian se convierte en Pippa Lee. Una metamorfosis que va más allá del cambio de apellido de Pippa, convirtiéndola en una nueva persona, de la misma manera que tiene su nuevo nombre que le relaciona con su nueva realidad. Los últimos treinta y cinco minutos de película, que coinciden con este cambio, difuminan las incoherencias anteriores y compensan cualquier carencia de autenticidad anterior.
En cualquier caso, resulta un tanto irónico, que vista la reivindicación de la mujer por encima de su apellido que se hace en la película, su propia protagonista, Robin Wright, que pudiendo utilizar profesionalmente su nombre de soltera, decida añadir al suyo el de su marido, Sean Penn, viniendo a denominarse Robin Wright Penn.
Publicado originalmente en EXTRACINE
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