martes, 18 de septiembre de 2012

Total Recall


Título original: Total Recall
Año: 2012
País: EE.UU. & Canadá

Dirección: Len Wiseman
Guión: Kurt Wimmer & Mark Bomback, basado en una idea de Ronald Shusett, Dan O0Bannon, Jon Povill Y Kurt Wimmer a partir de un relato de Philip K. Dick
Producción: Toby Jaffe & Neal H. Moritz  
Fotografía: Paul Cameron
Música: Harry Gregson-Williams
Montaje: Christian Wagner 
Diseño de producción: Patrick Tatopoulos 
Dirección artística: Patrick Banister, Oana Bogdan & Brandt Gordon
Decorados: Carolyn 'Cal' Loucks
Vestuario: Sanja Milkovic Hays
Reparto: Colin Farrell, Kate Beckinsale, Jessica Biel, Bryan Cranston, Bokeem Woodbine, Bill Nighy, John Cho, Will Yun Lee, Milton Barnes, James McGowan, Natalie Lisinska, Michael Therriault, Stephen MacDonald, Mishael Morgan, LinLyn Lue, Dylan Smith, Andrew Moodie, Kaitlyn Leeb, Leo Guiyab, Nykeem Provo, Steve Byers, Danny Waugh, geoffrey Pounsett, Jesse Bond, Warren Belle, Vincent Rother, Matthew Nette, Brooks Darnell, Brett Donahue, James Downing, Simon Sinn, Lisa Chandler, Miranda Jade, Shereen Airth, Philip Moran, Clive Ashbron, Emily Chang, Bill Coulter, Merella Fernandez, Alicia-Kay Markson, Brian Rodriguez, Leigh Folsom, Brian T. Delaney, Cam Clarke, Bridget Hoffman… 

podemos recordarla sin este remake al por mayor

Pocas carreras cinematográficas deben haber sido tan originales como la de Len Wiseman, que pasó de ayudante de atrezzo a atrezzista y de ahí a escribir y dirigir Underworld, creando una franquicia para mayor gloria de su queridísima esposa, Kate Beckinsale -auténtico veneno para la taquilla y ligada muchas veces a fracasos comerciales. Después de dirigir la primera secuela y producir las siguientes, dirigía Live Free or Die Hard, la cuarta de una serie que va a por la quinta y que ahora presenta su primer remake: Total Recall. Personal, lo que se dice personal, no podemos decir que su trayectoria artística lo sea. Por eso un servidor no esperaba gran cosa de su nueva versión de la película homónima que dirigía Paul Verhoeven en 1990.

Conste que los primeros veinte minutos de película no están del todo mal. Las variaciones con su original parecen predecir que estamos ante una auténtica revisión del relato del que parte, We Can Remember It for You Wholesale, titulado en España Podemos recordarlo por usted al por mayor, que tomaría prestada la atmósfera y rasgos estéticos de otras adaptaciones cinematográficas del escritor californiano, como Blade Runner o Minority Report -en la que ya participara Colin Farrell. Pero todo termina en el momento en que Douglas Quaid se sienta en la silla de Rekall, para dar paso a una vulgar película de acción sin humor que se vende al por mayor y de lo que se intuye que ni debe haber ojeado el relato de Philip K. Dick en que realmente se basa.

Si por un lado esta operación estética podría tener como objetivo alejarse de su predecesora, no logro entender los motivos que le llevan a hacer guiños a la película que protagonizara Arnold Schwarzenegger. Desde la joven de tres pechos -cuya mutación en esta nueva versión es incomprensible- hasta la señora que dice que llega para “una semana”. Pero tan sólo se limita a cambiarlos de orden, o utilizarlos para despistar saliendo por peteneras. Bromas que, en cualquier caso, no hacen gracia, ni contribuyen a nada que no sea ratificar las virtudes de la película de Verhoeven.

Para colmo, si hay personajes que se echan de menos, sobran algunos a los que se les han extendido el suyo. Es el caso del que interpreta Kate Beckinsale, que no soy capaz de intuir si el enfado en el que parece instalado su personaje a lo largo de toda la película no es tanto por lo que le han hecho pasar en el desarrollo de la trama, como por el regalo envenenado de su maridito ofreciéndole participar en semejante bodrio. Si Jessica Biel pasa totalmente desapercibida, Colin Farrell continúa en la línea de personajes que pudieron ser algo, pero no llegaron a ningún lado.

Claramente estamos ante un caso de producto realizado para las nuevas generaciones, que no vieron la película de 1990 en los cines, y de esta manera pueden experimentar… algo. Si viste la película en su momento, como un servidor, o has tenido acceso a ella, no te molestes en ver esta. Lo más probable es que sigas sorprendiéndote muy favorablemente con la película anterior, aunque veas esta primero. Sin ninguna duda. Hasta tal punto encuentro insulso y anodino este remake, que incluso considero que el propio Alejandro Amenábar, que ya hiciera una versión velada de la misma historia en Abre los ojos, podría haberlo hecho infinitamente mejor. Y por cierto, espero que Chris Cunningham les ponga una demanda como está mandado, por que claramente han machacado todos y cada uno de sus trabajos como videocreador.

Publicado originalmente en EXTRACINE

Todos tenemos un plan


Título original: Todos tenemos un plan
Año: 2012
País: Argentina, España & Alemania

Dirección: Ana Piterbarg
Guión: Ana Piterbarg & Ana Cohan
Producción: Mariela Besuievski, Gerardo Herrero, Viggo Mortensen & Vanessa Ragone  
Fotografía: Lucio Bonelli
Música: Lucio Godoy & Fereici Jusid
Montaje: Irene Blecua & Alejandro Lázaro 
Diseño de producción: Mariela Rípodas 
Decorados: Uxua Castelló & Lorena Rubinstein
Vestuario: Valentina Bari
Reparto: Viggo Mortensen, Soledad Villamil, Daniel Fanego, Javier Godino, Sofía Gala, Oscar Alegre, Joaquín Daniel, carolina Román… 

el plan de algunos apesta

 A la única persona a la que su plan debe haberle salido redondo es a Ana Piterbarg. Primero consigue escribir un guión con Ana Cohan, la que fuera guionista de Sin retorno (2010, Miguel Cohan). Después se lo endosa a los que fueran productores de El secreto de sus ojos (2009, Juan José Campanella), asegurando el interés mediático. Y por último se las apaña, no sólo para que Viggo Mortensen sea el protagonista de su película, sino para que además también se involucre como productor, logrando una gran repercusión internacional antes incluso del estreno de la que es su ópera prima. Él único que pierde con Todos tenemos un plan es el espectador. Al menos aquel que, como un servidor, vaya perdiendo progresivamente la atención a medida que le explican un plan que resulta ser tremendamente improvisado y excesivamente aleatorio.

Podríamos denominar Todos tenemos un plan como un filme de género con aspiraciones existencialistas. Quizás este sea uno de los únicos puntos en que coincido con la propia directora de la película, además de con el hecho de que es un plan improvisado. Pero es que precisamente es en estos dos puntos donde falla estrepitosamente su propuesta. Aunque claramente utiliza las claves del género, su película carece en absoluta de estilo y estética. Salvo por esos breves y escasos planos en los que muestra el entorno natural en el que se desarrolla la historia, no hay absolutamente ninguna intención ni psicológica, ni narrativa, ni de ningún tipo en la posición de la cámara. Pareciera que las instrucciones de la directora a su director de fotografía, Lucio Bonelli, fuera la de mostrar al personaje que habla en todo momento. Una leve intención psicológica se intuye en el movimiento de cámara que envuelve el encuentro de Agustín (ahora Pedro) con Rubén, rodeados de esos altos y finos árboles que podría hacernos pensar que están tan atrapados el uno como el otro y que sus destinos están, de alguna manera ligados, pero poco o, más bien, nada más.

Y no es que la directora no quiera que sepamos cual su opinión sobre los personajes, al estilo del cine de Michael Haneke, sino que no parece que tenga opinión alguna. De hecho, no entiendo el retrato de lo que, imagino, ella ve como un anti-héroe, cuando en realidad no es más que un pringado que ni sabe lo que quiere, ni tiene plan alguno, ni mucho menos tiene la capacidad de improvisarlo. Es cierto que el planteamiento de la historia es interesante. Promete. Pero si además de que la película adolece de un tremendo problema de ritmo, por mucho que un servidor quiera entender los motivos por los que Agustín hace todo lo que hace, termino igual de frustrado que el propio personaje. Partimos del hecho de que la película promulga en su titulo que "Todos tenemos un plan", un pequeño detalle que ligado al deliberado uso de las claves del género negro, propician la ilusión de que, en algún u otro momento, habrá un giro que responda a los cabos que han ido quedando sueltos.

Quizás sea un error personal pero, sin duda, inducido por las propias características de la película. No entiendo los motivos del hastío que parece asolar a Agustín en su vida en la ciudad, con su pareja y sus planes de futuro. Puedo admitir que se haya cansado o que, simplemente, haya cambiado de opinión. Pero eso no justifica la acción que marca su ruptura con el pasado, ni explica los motivos de su renacer como ermitaño. Tampoco me satisface la ausencia de respuestas sobre ese viaje al pasado que podemos interpretar con un viaje interior. No terminamos por saber qué es lo que le atrae del lugar en el que vivía Pedro, ni los lazos que le unían a él. Ni siquiera creo que sea una cuestión de que quisieran dejarlos a la interpretación del espectador. Es que claramente no les importaban en absoluto y estoy convencido que querrían que fuéramos nosotros quienes les resolvieramos la papeleta.

Lo único bueno que puedo decir de Todos tenemos un plan es que, a pesar de todo, sus actores defienden con uñas y dientes a sus respectivos personajes. Desde la breve pero intensa aportación de Soledad Villamil, hasta la doble y contundente interpretación de Viggo Mortensen, que, eso sí, en algunos casos parece tan perdido como Sean Penn lo estaba errando por el desierto de The Tree of Life. Javier Godino, que también se dejaba ver en El secreto de sus ojos, aporta perfectamente la dualidad e indecisión que su personaje requiere, de la misma manera que Sofía Gala incorpora autenticidad y realismo a un personaje que navega entre las claves de una Lolita a una femme fatale.

Quizás lo único que realmente me ha llamado la atención de la película sea la primera secuencia. Esa en la que Pedro y Rosa buscan a la abeja reina, que no produce como debiera, por lo que deben eliminarla para que nazca una nueva reina que haga que sus zánganos produzcan más y mejor miel. Quisiera entender una lectura política, pero, aparte del despiste que pueda provocar la sola presencia de Viggo Mortensen, la película es tan española como argentina, por lo que no estoy seguro de a quien está dirigida. Ni siquiera si tenía realmente alguna intención porque no parece que tenga nada que ver con el resto de la película. Lo mejor que pueden hacer es salir de la sala, antes de que aparezcan los títulos de crédito.

Publicado originalmente en EXTRACINE

Manolete


Título original: Manolete
Año: 2008
País: España, Reino Unido, Francia, EE.UU. & Alemania

Dirección: Menno Meyjes
Guión: Meeno Meyjes
Producción: Andrés Vicente Gómez  
Fotografía: Robert D. Yeoman
Música: Dan Jones & Gabriel Yared
Montaje: Sylvie Landra 
Diseño de producción: Salvador Parra 
Decorados: Nieves Monterde & Laura Musso
Vestuario: Sonia Grande
Reparto: Adrien Brody, Penélope Cruz, Nacho Aldeguer, Enrique Arce, Fernando Bermejo, Dritan Biba, Pedro Casablanc, Antonio de la Fuente, Berta de la Dehesa, Juan Echanove, Enrique Hernández, Luis Hostalot, Josep Linuesa, Javier Majía, Ann Mitchell, Denise Moreno, Natalia Moreno, Xabier Murua, Omar Muñoz, Pepe Ocio, Sergio Otegui, Tomás Pozzi, Quique, Santiago Segura, Beatriz Webe… 

una faena sin fuste ni gracia

Los caprichosos avatares del destino han propiciado que Manolete, el biopic sobre uno de los más míticos toreros españoles, no fuera estrenada cuando tenía previsto, para hacerlo cuatro años más tarde, en un ambiente político ciertamente mucho más proclive y favorable para la ideología del personaje. Protagonizada por Adrien Brody y Penélope Cruz en sus personajes principales, se trata de una coproducción internacional dirigida por Menno Meyjes, que ni consigue captar la esencia española, ni el ambiente taurino, ni el espíritu melodramático que su historia hubiera requerido.

A pesar de que este sea su cuarto largometraje como director, quizás Meyjes sea más conocido por su labor como guionista para algunos filmes de la segunda etapa de Steven Spielberg, como El color púrpura (The Color Purple, 1985), El imperio del sol (Empire of the Sun, 1987) o Indiana Jones y la última cruzada (Indiana Jones and the Last Crusade, 1989). Una época en la que ya hiciera su primera colaboración con el cine español, en otra producción con aspiraciones internacionales como El sueño del mono loco, que ya fuera producida por Andrés Vicente Gómez. Si bien en aquella ocasión no se le acreditara finalmente, quizás ahora hubiera deseado que borraran cualquier rastro suyo de Manolete.

Es posible que la condición de coproducción de la película no se vea afectada en su aspecto visual. Tanto la detallista dirección artística de Salvador Parra y los decorados de Nieves Monterde y Laura Musso, como el vestuario de Sonia Grande y la prodigiosa fotografía de Robert D. Yeoman son realmente deslumbrantes permitiendo que, en cierta manera, se pueda disfrutar de la película. Pero los inconvenientes surgen primero, de un guión tramposo que quiere ofrecer un lado sensible de un personaje que tuvo poco de humano -no sólo hacia los toros, sino también a los miembros de su misma especie con ideología política contraria- y de una dirección muy poco afortunada que se limita a reproducir las típicas estampas taurinas. El cineasta navega con pinzas por los entresijos políticos que copaban la vida del torero, haciendo algún apunte, pero obviando cualquier compromiso y centrando su discurso en la relación amorosa con Lupe.

Pero el problema de Manolete ni siquiera es ese, sino que por mucho que el parecido físico de Adrien Brody sea extraordinario, no beneficia en nada a la película tener un reparto internacional en el que unos han rodado en inglés y otros en español. Por mucho que tenga un Oscar en la estantería de su casa, el protagonista de El pianista (The Pianist, 2002, Roman Polanski) no consigue disimular esa sensación de no entender nada de lo que sucede a su alrededor. Da la impresión de que se limita a esperar a que le den su pie para soltar su línea, sin la posibilidad de ofrecer una reacción convincente a lo que le están diciendo (¿cómo no se le ocurriría estudiar la interpretación de Bob Foskins en ¿Quién engañó a Roger Rabbit? (Who Framed Roger Rabbit?, 1988, Robert Zemeckis). Y tan sólo pone caras. Perdón, cara, porque sólo tiene una en toda la película. Una cara de pena, de lástima y de víctima que nunca nadie se imaginaría que un papanatas con semejante semblante de imbécil podría ponerse delante de un toro, mucho menos de una mujer de bandera.

Mucho más afortunada y convincente resulta la interpretación de Penélope Cruz, completamente especializada ya en los papeles de putita kamikaze que se estrella contra los hombres que enamora, que precisamente en el mismo año volviera a utilizar para ganar un Oscar por Vicky Cristina Barcelona (2008, Woody Allen). Todo esto propicia que la película sea interesante, única y exclusivamente, para ese público de derechas que no le gusta mancharse las manos, que sin duda disfrutará con la colección de estampas castizas en el más puro estilo “typical Spanish”, que tan de moda se ha puesto últimamente hoy en día en este país que vuelve a ser de pandereta y castañuela. Si al final, realmente, será mucho más apropiado el estreno de la película ahora que hace cuatro años. !Ay! Si Franco levantara la cabeza que contento se iba a poner de que ahora hicieran el cine que le gustaba incluso los directores extranjeros!

Publicado originalmente en EXTRACINE

Los mercenarios 2


Título original: The Expendables 2
Año: 2012
País: EE.UU.

Dirección: Simon West
Guión: Richard Wenk & Sylvester Stallone, según una idea de Ken Kaufman, David Agosto & Richard Wenk, a partir de los personajes creados por Dave Callahan
Producción: Basil Iwanyk, Avi Lerner, Kevin King Templeton, John Thompson & Les Weldon  
Fotografía: Shelly Johnson
Música: Brian Tyler
Montaje: Todd E. Miller 
Diseño de producción: Paul Vross 
Dirección artística: Adam A. Makin, Ivailo Nikolov, Ivan Ranghelov & Sonya Savova
Vestuario: Lizz Wolf
Reparto: Sylvester Stallone, Jason Statham, Jet Li, Dolph Lundgren, Chuck Norris, Jean-Claude Van Damme, Bruce Willis, Arnold Schwarzenegger, Terry Crews, Randy Couture, Liam Hemsworth, Scott Adkins, Nan Yu, Amanda Ooms, Charisma Carpenter, Nikolette Noel, George Zlatarev, Alexander Moskov, Denis Vasilev, Nikola Dodov, Wendo Li, Borislav Zahariev, Penka Kodova, Arkanay Boonsong, Dimo Alexiev, Velislav Pavlov, Liubo Simeonov, Anton Trendafilov, Marii Rosen, Julian Stanishkov, Velimer Velev, Irina Krichely, Lyudmila Slaneva, Silvia Petkova, Alexandra Spasova, Juliana Saiska, Sanya Borisova, Biliana Petrinska, Diana Dobreva, Liubomir Simeonov… 

más maricas que nunca

Una vez una amiga me confesaba, sin demasiada preocupación, que algunas veces le parecía que su padre era un poquito homosexual. Más que nada por la excitación que le producía el cine de acción. Particularmente las películas protagonizadas por Jean-Claude Van Damme en las que siempre se daba buena cuenta de la excepcional anatomía del actor de origen belga. Debo confesar que lo único que me llevó a ver The Expendables 2 fue, precisamente, comprobar si continuaba en la línea de su pedecesora, The Expendables, que se proclamaba, de manera soterrada, como una auténtica película de temática gay. Y debo confesar que si por un lado esta secuela adolece (y adormece) en lo que a acción y desarrollo se refiere, triunfa en ella como pocas veces el amor entre hombretones, que aunque en un principio tiene que leerse entre líneas, acaba siendo tan explícito que podríamos esperar que en la tercera parte saliese la mismísima Ru Paul.

Aunque no sé si estoy preparado para una nueva entrega. Al contrario que la primera parte, que partía de un homenaje a un tipo de cine ya en desuso o que había evolucionado hacia otros derroteros, confirmándose como un vehículo de acción tan entretenido como nostálgico, la secuela acaba convirtiéndose en un festival de autocomplacencia en un ambiente tan carca como el de Indiana Jones y el reino de la calavera de cristal (Indiana Jones and the Kingdom of the Crystal Skull, 2008, Steven Spielberg). Las alusiones a los personajes más famosos de cada uno de los protagonistas, o la presentación llamativa de alguno de ellos, no me llega a hacer ni la mitad de gracia que los escasos gags verdaderamente irónicos, como la respuesta a la declaración de Barney Ross (Sylvester Stallone) cuando le preguntan quienes son y responde “somos americanos”, siendo sorprendido por sus compañeros, que reclaman que también son “suecos… y negros… y retrasados”. Un tipo de bromas que no abundan, para nada, en la película, como tampoco secuencias interesantes de acción.

Pero en el caso de The Expendables 2, no sirve echarle la culpa al guión, responsabilidad del propio Sylvester Stallone en colaboración con Richard Wenk, ni a la dirección de Simon West, porque todos fallan estrepitosamente en su cometido. Los primeros porque se valen de excusas inconsistentes para lograr que avance una trama en la que no se justifica en absoluto ninguna de las decisiones que toman los personajes, con la desfachatez de que parece extrapolar la mayor parte de su trama de Indiana Jones y el templo maldito (Indiana Jones and the Temple of Doom, 1994, Steven Spielberg), y de que no consigue hacer en ningún momento emocionante un MacGuffin totalmente arbitrario e inservible. Y el segundo porque no alcanza a mostrar de una manera mínimamente original, interesante o espectacular, ninguna de las secuencias de la película, como sí lograba con su película previa, The Mechanic (2011).

Tampoco ninguno de los actores protagonistas consigue llamar la atención por su capacidad para captar la atención del espectador, mucho menos para transmitir la psicología de sus respectivos personajes. Ni Arnold Schwarzenegger ni Bruce Willis, que interpretan como si todavía estuvieran en los ensayos. Ni Chuck Norris ni Dolph Lundgren, que se lo toman tan en serio que acaban por parecer caricaturas. Ni Sylvester Stallone ni Jason Statham, uno porque nunca me ha gustado demasiado, y el otro porque no parece terminar de encontrarse a gusto entre tanto macho man (o trabajando con los que parecen la colección de antiguas parejas de su jefe). Para colmo, la mayoría de ellos manejan sus armas como si fueran de cartón.

Por eso, el único aliciente real de The Expendables 2 consiste en buscar todos los momentos que la puedan relacionar con títulos como Ben-Hur, Lawrence de Arabia, Spartacus, Death in Venice, La ley del deseo o Brokeback Mountain. Estos van proliferando a medida que la película llega al final y culminan en una apoteosis en la que (no puedo evitar el Spoiler) el protagonista consigue que su mano derecha abandone a su chica para ¡¡permanecer así junto a él!! Y todo eso después de haber perdido a su amante jovencito, que le iba a abandonar, y de re-encontrarse con un ex que iba por libre. Luego, The Expendables 2 se proclama como el auténtico triunfo del amor homosexual frente al heterosexual. Nunca lo hubiera pensado de Sly. Nunca hubiera esperado menos de Statham. Y sale una chica, pero se deshacen en cuanto pueden de ella, igual que de todas las demás.

Publicado originalmente en EXTRACINE