domingo, 22 de abril de 2012

Intruders


Título original: Intruders
Año: 2011
País: España, Estados Unidos y Reino Unido

Dirección: Juan Carlos Fresnadillo
Guión: Nicolás Casariego & Jaime Marques
Producción: Belén Atienza, Mercedes Gamero & Enrique López Lavigne  
Fotografía: Enrique Chediak
Música: Roque Baños
Dirección artística: Íñigo Navarro
Vestuario: Tatiana Hernández
Reparto: Carice van Houten, Clive Owen, Daniel Brühl, Ella Purnell, Kerry Fox, Pilar López de ayala, Lolita Chakrabarti, Imogen Gray, Mark Wingett, Ella Hunt, Adam Leese, Héctor Alterio, Izán Corchero, Raymond Waring, Craig Stevenson, Matthew Hodgkin, Christian Meinhardt, Chris Wilson… 

sobre el origen de los monstruos

Con un reparto internacional, en el que destacan Clive Owens y Daniel Brühl, hace un par de semanas se estrenaba Intruders en los Estados Unidos. Última película dirigida por Juan Carlos Fresnadillo, tercera de su filmografía y segunda que rueda en inglés, que ya pasara por las pantallas españolas a tiempo de ser incluida en las nominaciones a los premios Goya, en los que Pilar López de Ayala obtuviera una nominación a la mejor interpretación femenina de reparto, así como también compareciera en la categoría de mejores efectos especiales.

Es curioso que cuando muchos cineastas internacionales miran hacia el cine norteamericano, en aras de dotar a sus películas de un aura universal, el director de origen tinerfeño prefiriera fijar su modelo a seguir en el cine británico, no perdiendo por ello su propia identidad española. La influencia es además muy concreta pues si 28 semanas después (28 Weeks Later, 2007) fuera la secuela de una película dirigida por Danny Boyle, 28 días después (28 Days Later, 2002), en el reparto de Intruders interviene también Kerry Fox, que fuera la protagonista de Tumba abierta (Shallow Grave, 1994), la ópera prima del cineasta británicoo. Si Fresnadillo falla estrepitosamente en la selección de su banda sonora, que casi es la mayor virtud de su modelo británico, acierta de pleno en la historia que cuenta y en su aproximación formal, aunque no del todo en la visual.

La dualidad idiomática de las dos historias a través de las que se desarrolla el guión, escrito por el propio director en colaboración con Jaime Marques -responsable de títulos como Noche de reyes (2001, Miguel Bardem) y Ladrones (2007), que también dirigía-, contribuyen a que el cineasta se mantenga fiel a sus orígenes, así como a sus influencias. La dualidad forma parte también del germen mismo de su relato, a mitad de camino entre el género fantástico y el drama psicológico, consiguiendo una simbiosis que permite que si en un principio parece realmente que estamos ante un relato fantástico, cuando asoman las señales de traumas y tragedias familiares, ya no nos importa si estamos realmente ante lo primero o ante lo segundo, de la misma manera que no importa si es más una película española o inglesa.

Puede que en algún momento de la proyección, alguna señal parezca anacrónica o fuera de lugar, también hay algún personaje molesto o situaciones resueltas con algo de celeridad, pero cualquier duda o molestia queda resuelta con un giro de guión que enlaza a la perfección tanto las dos historias que cuenta y las razones y motivos de las dos lenguas y localizaciones, así como sirve de perfecto puente entre lo fantástico y lo psicológico. Por eso Fresnadillo no da demasiados detalles del entorno de sus personajes, fijando la atención muy cerca de ellos y consiguiendo un perfecto clímax para el final de la película.

Una atmósfera que tan sólo es enturbiada por una insoportable y predecible banda sonora de Roque Baños, ausente de total entidad y personalidad y repleta de alusiones a Bernard Herrmann. Más que un auténtica banda sonora, y en oposición a la influencia británica y europea del director, el compositor se empeña en ofrecer una colección de efectos de sonido que pretenden contribuir al espíritu de cada secuencia, es decir, efectos de miedo en las secuencias inquietantes, efectos rítmicos en las secuencias de persecución y este tipo de recursos que tanto predominan en el cine estadounidense.

Casi podría decir que ésta es la única tara de Intruders. Pero entonces ¿por qué pasó sin pena ni gloria por la cartelera española? Probablemente porque el tono visual de la película responde al de una película clásica, más que al del cine contemporáneo, a pesar de que parece estar rodada en escenarios naturales, más que en artificiales decorados. Quizás sea la fotografía de Enrique Chediak -vinculado con Fresnadillo ya en 28 Weeks Later y con Danny Boyle en 127 Hours (2010)- la que no termina de encajar en las dos historias que forman el relato. Probablemente por exigencias del giro final, pero eso ya no lo voy a desvelar. En cualquier caso Intruders es una película muy recomendable que, si se disfruta mejor fuera del contexto de su estreno, todo indica que ganará con el tiempo.


Publicado originalmente en EXTRACINE

Cuenta atrás


Título original: À bout portant
Año: 2010
País: Francia

Dirección: Fred Cavayé
Guión: Fred Cavayé & Guillaume Lemans
Producción: Cyrill Colbeau-Justin & Jean-Baptiste Dupont  
Fotografía: Alain Duplantier
Música: Klaus Badelt
Montaje: Benjamin Weill 
Diseño de producción: Philippe Chiffre 
Decorados: Ariane Audouard
Vestuario: Marie-Laure Lasson
Reparto: Gilles Lellouche, Roschdy Zem, Gérard Lanvin, Elena Anaya, Mireille Perrier, Claire Pérot, Moussa Maaskri, Pierre Benoist, Valérie Dashwood, Virgile Bramly, Nicky Baude, Adel Bencherif, Vincent Colombe, Chems Dahmani, Grégoire Bonnet, Brice Fournier, Patrice Guillain, Max Morel, Diane Stolojan, David Saada, Arnaud Maillard, Leurence Pollet-Villard, Julie Mouamma, Bénédicte Dessombz, Grégoire Guist'hau, Sylvia Anicone, Frédéric Kontogom, Dorothée Tavernier, Bertrand Disset, Jean-Charles Rousseau, Frédéric Dessains, Sebastien Vandenberghe, Jean Selesko, Sylvain Maury, Marie-Catherine Soyer, Léa Philippe, Angelo Aybar, Jacques Colliard, Frans Boyer, Philippe Couerre, Eric Malo, Arnaud Klein, Jade Breidi… 

acción y emoción trepidantes y naturales

El término film noir fue acuñado en realidad por la crítica francesa para referirse al cine policíaco que asimilaba algunas características estéticas del expresionismo alemán en la renovación que el género experimentara en los años cuarenta y cincuenta. Precisamente fueran los cineastas galos los que popularizaron un poco después, en los años cincuenta y sesenta un estilo de cine que retomando los clichés del cine de gángsteres estadounidense, lograban sacar adelante lo que se dio a conocer como el cine polar, en el que las características del cine negro se fusionaban con el naturalismo francés. Casi medio siglo después podemos decir que el género se estuviera renovando con un cineasta como Fred Cavayé, que parece asimilar a su vez, las premisas de la autenticidad y veracidad erigidas con la nouvelle vague, o casi mejor todavía, con el cinéma verité.

Quizás no haya visto ninguna de sus películas previas, pero lo cierto es que experimentando (más que viendo), Cuenta atrás (Point Blank en su título internacional), recordé la misma sensación que experimentara viendo Los próximos tres días (The Next Three Days, 2010, Paul Haggis), que precisamente era un remake de un título previo del cineasta galo: Por elle (2008). En ambas películas tuve la misma sensación de sorpresa, primero, y de angustia, después, al ser arrastrado emocionalmente por una historia imprevisible, pero completamente verosímil y desde luego muy oportuna, al menos en España, después de todo lo sucedido con el juez Garzón.

La fuerza de Cuenta atrás radica en la sencillez de su planteamiento inicial que, tras una primera secuencia de acción resuelta de una manera eficaz en la que, más que la espectacularidad, interviene la imprevisibilidad del azar, nos presenta a la pareja protagonista, Samuel y Nadia Pierret, un celador que se preparar para enfermero y su esposa embarazada. Una pareja normal y corriente que se verá arrastrada por la casualidad a una situación absolutamente límite, que les permitirá descubrir por sí mismos la corrupción del sistema judicial y policial y la facilidad con la que lo que los medios de comunicación (engañados y manipulados) suelen vender como verdad lo que no es más que una cortina de humo en la que la ley y el crimen están separados por una fina línea, invadida por y en ambos sentidos.

Quizás algunos recuerden a Gilles Lellouche por su participación en Pequeñas mentiras sin importancia (Les petits mouchoirs, 2010, Guillaume Canet), que logra en Cuenta atrás un personaje absolutamente desquiciado, pero completamente creíble. La identificación del espectador con él es completa y absoluta desde la primera secuencia. Lo mismo sucede con Elena Anaya, que interpreta a su embarazada esposa y que, aunque tiene mucha menos presencia en la película, ofrece igualmente una interpretación doblemente desesperada, dado que cuando lucha lo hace por dos vidas, la suya y la de su hijo nonato.

Si junto a ellos es obligado destacar la labor de Roschdy Zem, a quien algunos recordarán de títulos como Hors la loi (2010) y London River (2009), ambos dirigidos por Rachid Bouchareb, o la de Gérard Lanvin, entre cuyos últimos se encuentra el drama Le fils à Jo, cabe destacar la interpretación de Mireille Perrier, que si bien no es demasiado extensa, es capaz de transmitir a la perfección todo aquello que su personaje no llega a verbalizar.

Más que una película, Cuenta atrás, es toda una experiencia en la que el espectador que consiga conectar, y se deje arrastrar, llegará a experimentar la misma angustia que sus protagonistas, con el valor añadido de que plantea dilemas a través de situaciones que alguna vez hemos pensado todos, pero que pocas veces se han llegado o se han podido demostrar.

Publicado originalmente en EXTRACINE

Polisse


Título original: Polisse
Año: 2011
País: Francia

Dirección: Maïwenn
Guión: Maïwenn & Emmanuelle Bercot
Producción: Alain Attal  
Fotografía: Pierre Aïm
Música: Stephen Warbeck
Montaje: Laure Gardette 
Diseño de producción: Nicolas de Boiscuillé 
Vestuario: Marité Coutard
Reparto: Jarin Viard, Joey Starr, Marina Foïs, Nicolas Duvauchelle, Maïwenn, Karole Rocher, Emmanuelle Bercot, Frédéric Pierrot, Arnaud Henriet, Naidra Ayadi, Jérémie Elkaïm, Riccardo Scamarcio, Sandrine Kiberlain, Vladimir Yordanoff, Louis-Do de Lencquesaing, Carole Franck, Marcial Di Fronzo Bo, Riton Liebman, Laurent Bateau, Anne Suarez, Anthony Delon, Alain Attal, Maëva Pasqueali, Bine Sarambounou, Audrey Lamy, Sophie Cattani, Laurence Arrouy, Aurélie Braconnier, Nathalie Boutefeu, Chystel Charpentier, Alexandre Carriére, Caroline Attal, François Kraus, Lilou Fogli, Orazio Massaro, Virgil Vernier, Hervé Termine, Albert Igual, Sébastien Farran, Winston Ong, Emmanuel Gayet, Velérie de Monza, Michel Chesneau, Olivier Breton, Jamel Barbouche, Patrick Le Besco, Abdelkader Belkhodja, Amina Annabi, Lou Doillon, Julien Landais, Eric Dupuis, Rabah Loucif, Jérôme Perrot, Arabelle Savu, Jean Fornerod, Arben Bajraktaraj, Alice de Lencquesaing, Malconn Lévana, Gaye Sarambounou, Joseph Créhange, Violante Stillacci, Fiamma Stillacci, Luna Turcat, Carla Guffroy, Manon Tournier, marguerite Machuel, Simone Machuel, Lisa Guibet, Elise Amblard, Denisa Nita, Maïlys Amrous, Nina Rodriguez, Nathan Mamberti, Wendy Nieto, Louis Dussol, Eden Mandereau, Chloé Vaello… 

brutalidad social más que policial

Aunque tenga que contradecir a Nikita Mikhalkov, quien comentaba la buena salud del cine español (quizás no ha visto demasiadas películas españolas recientes), es el cine francés, de entre cualquier otra de las cinematografías europeas, la que goza de mejor salud. Al menos entre los cines de habla no inglesa, pues ya sabemos que el cine británico y hasta el irlandés, se benefician de compartir idioma, reparto y técnicos con el cine hecho en Hollywood, que sigue siendo el que marca la pauta, que no la tendencia. Seguro que habrá muchas películas francesas que sean bodrios tan insufribles como algunas películas españolas (o las made in Hollywood), con la fortuna de que no llegan a estrenarse fuera de sus fronteras. Y de entre las que sí las sobrepasan, me encontré con Polisse, ganadora del premio del jurado en el último festival de Cannes.

Se trata de la tercera película como directora de la también actriz Maïwen, que se reserva uno de los personajes de la película, al igual que lo hace Emmanuelle Bercot, con la que firma el guión. Pero más que una película, su propuesta casi es un ejercicio de reality cinèma, como si de un híbrido entre reality show televisivo se tratara y cine realidad que tiene como objetivo mostrar la vida cotidiana de un grupo de policías de la división de protección de menores que, al contrario de lo que sucedería si estuviéramos en cualquiera de las series estadounidenses que proliferan en las parrillas de televisión, todos ellos tienen los mismos defectos e imperfecciones que aquellos a quienes persiguen.

Al igual que la aproximación visual que realiza Maïwen está totalmente desprovista y desnuda de artificios y elementos añadidos que manipulen al espectador, el relato parece estar construido de manera completamente aleatoria, mostrando un variopinto abanico de situaciones que nos llevan desde la comedia a la tragedia. Seremos nosotros quienes tendremos que decidir sobre lo que está bien o mal, de la misma manera que cada uno de los policías debe sacar sus propias conclusiones de unos casos tan difíciles de demostrar como de creer. Ni siquiera la propia directora se atreve a juzgar ninguno de los casos, de la misma manera que tampoco lo hace con los miembros de la policía a los que sigue incluso en sus vidas cotidianas.

Curiosamente, y aunque en algún momento se alude a la realidad política francesa actual, Polisse no responde a ninguna ideología, a favor ni en contra de la policía, ni de derechas ni de izquierdas. Tan sólo apunta la mirada sobre unos personajes que sí son señalados en función de las políticas que su gobierno ponga en marcha. En ese sentido la apuesta de Maïwen está claramente a favor de las personas e individuos que ejercen esa profesión, pero nunca sobre ideologías políticas, si acaso sociales.

En una propuesta como Polisse era fundamental contar con un grupo de actores que fueran capaces no ya de hacer creíbles sus personajes, sino de hacer que parecieran total y absolutamente reales. Si la propia Maïwen se esconde a la perfección detrás de la fotógrafo que sigue a esta unidad en todas sus operaciones con el objetivo de hacer un reportaje para el ministerio, lo mismo hacen actrices como Karin Viard y Marina Foïs -que ya coincidieran en Cena de amigos  (Le codee a changé, 2009, Danièle Thompson)- en dos de los personajes que mejor desarrollados están. Asimismo, resaltar la magnífica aportación de Joey Starr , anteriormente cantante de hip-hop que se revela como un formidable actor con un personaje tan rotundo como complicado, que quizás sea el que sirve como enlace entre los policías y aquellos a los que tratan de proteger pues en una de las secuencias más demoledoras de la película se sugiere que una vez él pudo haber estado en el otro lado, como se interpreta también del cartel de la película.

Olvídense de superpolicías que reconocen al criminal en cuanto lo tienen delante. No piensen que van a ver a profesionales operando en unas instalaciones megamodernas con las últimas tecnologías a su disposición. Estas señoritas no se planchan el pelo para ir a trabajar. Estos caballeros no visten traje con gafas de sol para ir a detener a nadie. Esto no es la ficción idealizada de los estadounidenses, esto es cine realidad tan polar, que en alguna secuencia se te hiela la sangre.

Por último resaltar que detrás de Polisse se encuentra uno de los más interesantes productores europeos de esta última década, Alain Attal, detrás de títulos como Narco (2004, Gilles Lellouche  Tristan Aurouet), No se lo digas a nadie (Ne le dis à personne, 2006, Guillaume Canet), El concierto (Le concert, 2009, Radu Mihaileanu) o Pequeñas mentiras sin importancia (Les petits mouchoirs, 2010, Guillaume Canet), por lo que deberíamos estar pendientes de próximos estrenos suyos como Populaire, Blood Ties y Möbius, que seguro volverán a traspasar las fronteras francesas.

Publicado originalmente en EXTRACINE

Infierno blanco


Título original: The Grey
Año: 2012
País: EE.UU.

Dirección: Joe Carnahan
Guión: Joe Carnahan & Ian Mackenzie Jeffers, basado en un relato de Ian Mackenzie Jeffers
Producción: Joe Carnahan, Jules Daly, Mickey Liddell, Ridley Scott & Tony Scott  
Fotografía: Masanobu Takayanagi
Música: Marc Streitenfeld
Montaje: Roger Barton & Jason Hellmann 
Diseño de producción: John Willett 
Dirección artística: Ross Bempster
Decorados: Peter Lando
Vestuario: Courtney Daniel
Reparto: Liam Neeson, Dallas Roberts, Frank Grillo, Dermot Mulroney, Nonso Anozie, Joe Anderson, Ben Bray, James Badge Dale, Anne Openshaw, Peter Girges, Jonathan Bitonti, Ella Kosor, Jacob Blair, Lani Gelera, Larissa Stadnichuk… 

laberinto emocional más que infierno

Aunque algunas veces pueda resultar interesante disfrutar de una película sin saber quienes están detrás de su concepción, la mayoría de las veces siempre acabarán por salir a la superficie las carencias y artimañas de un cineasta como Joe Carnahan, que quizás pueda funcionar (para algunos) como realizador de cine de acción como Ases calientes (Smokin’s Aces, 2007), Narc (2002), Sangre, balas y gasolina (Blood, Guts Bullets and Octane, 1998) o El equipo A (The A-Team, 2010), pero que perece desafortunadamente en su intento de proporcionar profundidad psicológica y dramática a los personajes que retrata en Infierno blanco.

Si no fuera por la primera secuencia de la película, en la que un intenso y torturado Liam Neeson se dirige en su pensamiento a la que fuera su esposa, que ya no está a su lado, quizás no sería la misma percepción la que un servidor tendría de un filme, por otro lado, entretenido y casi interesante, pero que acaba perdido en sus propias aspiraciones de la misma manera que sus protagonistas en la nieve. Tampoco ayuda demasiado la imprecisión a la hora de ubicar al espectador en el tiempo en que transcurre la película, pues si por la alusión que hacen a ¡Viven! (Alive, 1993, Frank Marshall), podríamos entender que estamos en nuestro tiempo presente, por las reflexiones de Ottaway (Liam Neeson) pareciera que estamos más en un futuro apocalíptico.

Quizás encontremos también en esa alusión la base de la ineficacia de la propuesta de Joe Carnahan, que pudiera haber buscado mayor y mejor inspiración en una película como Defensa  (Deliverance, 1972, John Boorman). Si en la película que Frank Marshall dirigía en 1993 el interés radicaba en las experiencias personales de un grupo de individuos que quedaban atrapados en una montaña helada tras un accidente de avión, en la película que dirigía John Boorman en 1972 el conflicto era mucho más profundo al enfrentar al hombre urbano frente al rural, así como al ser humano frente a la naturaleza. Si se pueden hallar residuos de estas dos premisas en Infierno blanco, ninguna de ellas está formulada con precisión ni fuerza, demostrando que la única intención de sus artífices era crear un thriller naturalista sin muchas pretensiones psicológicas, aunque sí ¿poéticas?.

Lo expreso así porque pareciera que el interés tanto de Ian Mackenzie Jeffers, autor del relato original, así como responsable de la adaptación cinematográfica junto al propio Joe Carnahan, fuera el mismo, salvo que perecen en favor de la (supuesta) espectacularidad de algunas de las secuencias y el retrato de unos vulgares individuos. Eso sí, todos y cada uno de los actores defiendes a la perfección sus respectivos personajes, comenzando por Liam Neeson, a quien siguen muy de cerca Dermot Mulroney, Nonso Anozie y Ben Ray, quizás los personajes mejor construidos.

En cualquier caso Infierno blanco no deja de tener una cierta espectacularidad, pero más gracias a los fabulosos paisajes nevados en los que transcurre, que indirectamente confieren a toda la película una unidad visual, y a la manada de (súper)lobos que supone el azote de este grupo de supervivientes a un accidente de avión. En esta ecuación podremos encontrar auténticos momentos de terror y gran intensidad emocional, pero le faltarán elementos que nos permitan esperar algo mejor de este Infierno blanco al que alude la película en su título en España.

Publicado originalmente en EXTRACINE

El invitado


Título original: Safe House
Año: 2011
País: EE.UU.
Fecha de estreno: 02/02/12
Título en España: El invitado
Título en Latinoamérica: Protegiendo al enemigo (Argentina)

Dirección: Daniel Espinosa
Guión: David Guggenheim
Producción: Scott Stuber  
Fotografía: Oliver Wood
Música: Ramin Djawadi
Montaje: Richard Pearson 
Diseño de producción: Brigitte Broch 
Dirección artística: Jonathan Hely-Hutchinson, Shira Hockman, Pablo Maestre Galli & Erik Polczwartek
Decorados: Melinda Launspach, Andrew McCarthy & Tom Olive
Vestuario: Susan Matheson
Reparto: Denzel Washington, Ryan Reynolds, Vera Farmiga, Brendan Gleeson, Sam Shepard, Rubén Blades, Nora Arnezeder, Robert Patrick, Lian Cunningham, Joel Kinnaman, Fares Fares, Jenna Dover, Stephen Rider, Daniel Fox, Tracie Thoms, Sara Arrington, Kenneth Fok, Bryan van Niekerk, Nicole Sherwin, Pope Jerrod, Allen Irwin, Jake McLaighlin, Aidan Bennetts, Vernon Willemse, Trayan Milenov-Troy, Dumain Mtya, Thembaletu Tyutu, Oliver Bailey, Roy Taylor, Boris Martinez, Stephen Bishop, Scott Sparrow, Justin Shaw, Fana Mokoena, Jody Abrahams, Dirk Stoltz, Craig Palm, Craig Hawks, Tyrone Dadd, Tilly Powell, Lynita Crofford, Tanit Phoenix, Abdul Ntotera, Ayabonga Mtekeli, Nambitha Mpumlwana, Lelethu Nongalaza, Namhla Tshuka, Simphiwe Mabuya, Louis Gouws, Jerry Mofokeng, Robert Hobbs, John C. King, Bruce Young, Aidan Whytock, Geon Nel… 

el thriller indignado

Contar con Denzel Washington como protagonista de un thriller de acción puede servir para indicarte el tipo de película que estás a punto de ver. Sin duda el ganador del Oscar por Training Day (2001, Antoine Fuqua) y Tiempos de gloria (Glory, 1989, Edward Zwick), escoge cuidadosamente los proyectos en los que participa, que podrían incluso darnos muchas pistas de su propia ideología política y compromiso social. Algo que no sólo se repite en el caso de El invitado, sino que además nos revela que, al igual que la mayor parte de la sociedad occidental, se solidariza con la postura opuesta a la manera de actuar de los gobiernos que se empeñan en mentir y vapulear a los ciudadanos a los que deberían servir.

Si por un lado estamos ante un título de acción que contienen todos los ingredientes que le pedirías a una película de este género, quizás debamos buscar en el hecho de que el director de la cinta sea el cineasta sueco de ascendencia chilena, Daniel Espinosa, la credibilidad y verosimilitud de su propuesta, que marca la diferencia con respecto a otros títulos recientes como la fallida Haywire (2011, Steven Soderbergh), por mencionar un título reciente de características similares, pero totalmente alejado de la realidad.

Puede que el argumento que David Guggenheim desarrolla en el guión de Safe House gire en torno a una entidad con tan mala fama como la CIA, y que sus protagonistas sean espías, agentes y criminales, pero lo interesante es que sus personajes ganan y pierden, sangran, sufren y padecen lo que cualquier otro mortal. Ni son superhombres físicos que se reponen automáticamente ante cualquier pelea, ni tampoco morales que están por encima del bien y del mal.

No resulta, desde luego, nada gratuito que en una de las primeras secuencias de la película, Tobin Frost (Denzel Washington) se mezcle entre una manifestación de indignados de Ciudad del Cabo, o que la resolución de la película tenga tanto que ver con algún caso de plena actualidad que no voy a revelar para no fastidiar a los que no hayan visto todavía la película, pero esas pequeñas pinceladas no están sólo para identificar el momento en el que se desarrolla la acción, sino para confirmar el lado ético y moral con el que se postula y solidariza El invitado. A la vez que se muestra sensible con la situación social y política contemporánea, Daniel Espinosa nos regala un thriller intenso y emocionante que te mantendrá pegado a la butaca desde la primera hasta la última secuencia.

La labor de todos y cada uno de los integrantes del reparto contribuye a la eficacia de la propuesta, comenzando por Denzel Washington y terminando por Ryan Reynolds en el mejor papel que un servidor le ha visto hasta la fehca. Si, como es habitual, el primero está espléndido en su interpretación del peligroso ex agente Tobin Frost, el segundo consigue estar a la altura en la piel de Matt Weston, un aspirante a agente especial que tiene la oportunidad de demostrar su validez profesional… y moral. Junto a ellos hay que destacar las solidas aportaciones de Vera Farmiga, Brendan Gleeson, Sam Shepard, Nora Arnezeder, Robert Patrick y Rubén Blades, estos dos últimos en personajes breves, pero tan efectivos como los anteriores.

Quizás la única pega de la película sea el final, que no la resolución. La última secuencia de la película, cuyos detalles no voy a revelar, se parece lamentablemente demasiado a la última de otra película también de acción, pero sin implicación moral, que se estrenaba a principios de diciembre del año pasado. Aún así, la sensación de satisfacción tanto por la adrenalina generada, como por la manera en la que se resuelve el conflicto de la película es total y completa, al menos para este espectador.

Publicado originalmente en EXTRACINE

martes, 17 de abril de 2012

Todos los días de mi vida

Título original: The Vow
Año: 2011
País: Reino Unido, Francia, Alemania, Australia, Brazil y EE.UU.

Dirección: Michael Sucsy
Guión: Jason Katims, Abby Kohn & Marc Silverstein, basado en una idea original de Stuart Sender
Producción: Gary Barber, Roger Bimbaum, Jonathan Glickman & Paul Taublieb  
Fotografía: Rogier Stoffers
Música: Michael Brook & Rachel Portman
Montaje: Melissa Kent & Nancy Richardson 
Diseño de producción: Kalina Ivanov 
Dirección artística: Brandt Gordon
Decorados: Jaro Dick
Vestuario: Alex Kavanagh
Reparto: Rachel McAdams, Channing Tatum, Jessica Lange, Sam Neill, Jessica McNamee, Wendy Crewson, Tatiana Maslany, Lucas Bryant, Scott Speedman, Joey Klein, Joe Cobden, Jeananne Goossen, Dillon Casey, Shannon Barnett, Lindsay Ames, Kristina Pesic, Brittney Irvin, Sarah Carter, Angela Vint, Rachel Skarsten, Bill Turnbull, Dharini Woollcombe, Rosalba Martini, Jeff J.J. Authors, Roland Rothchild, Jonathan Psaila… 

postales desde el pasado

La proliferación de las denominadas comedias románticas -que de comedias tienen bien poco y de románticas (en relación al romanticismo) mucho menos-, no sólo provocan que cuando surgen versiones opuestas, como serían los dramas románticos, la respuesta del público sea tan favorable sino que, a priori, las premisas que estas establecen sean más interesantes. Quizás por eso Rachel McAdams prefiere acerarse más a este tipo de propuestas, como ya hiciera con El diario de Noah (The Notebook, 2004, Nick Cassavettes), reincidiendo con The Vow en una historia en la que los sentimientos son el principal motor de la historia.

El hecho de que esté basada en hechos reales, no aporta más credibilidad a la propuesta, pues su premisa inicial es lo suficientemente interesante como para motivar a cualquier espectador que no sea habitual consumidor de este tipo de películas. Y es que es en los sentimientos donde radica el punto de partida de The Vow, que plantea la posibilidad de que ante un hecho tan inesperado como una amnesia provocada por un accidente, una persona pueda volver a sentir lo mismo que sentía hacia otra persona antes de tener ese accidente.

A pesar de que la película consigue que nos interesemos verdaderamente por la suerte de los personajes que interpretan a la perfección tanto Rachel McAdams como Channing Tatum, hay algunos aspectos del recorrido que consiguen evitar que The Vow sea tan interesante como su premisa pronostica. De hecho, más que expresarse y explorar verdaderamente su idea, Michael Sucsy tan sólo parece pretender recrear una fórmula rentable, porque aunque sean creíbles todo lo que actores y actrices transmiten, no lo son ni esas arquetípicas caracterizaciones de artistas bohemios entre los que viven Paige (Rachel McAdams) y Leo (Channing Tatum) en su presente, ni esos extraordinariamente rancios republicanos entre los que vivía ella antes. No se trata de que no me crea tanto las caracterizaciones, como que una persona como Paige pueda pasar de un mundo a otro con esa facilidad.

Asimismo encuentro demasiado simplona la relación entre escuchar música a todo volumen con un desarrollo libre y espontáneo de la creatividad, o vestuario informal con profesión liberal. Voy a ahorrarme lo que me parece la boda en museo que, lejos de representar para un servidor la personalidad de una pareja “alocada”, simboliza su falta de originalidad, ¿es realmente a eso a lo que aspiraría una pareja bohemia? ¿en un museo? Quizás este tipo de detalles delatan que estamos verdaderamente ante un producto perfectamente calculado cuya intención final no son realmente los sentimientos, sino la recaudación.

Destacar si acaso la presencia de Jessica Lange, en un personaje encantadoramente odioso, al que no consigue acercarse, como casi nunca lo hace, el suave y liso flequillo de Sam Neil. Por lo demás, si el argumento no deja de ser interesante y el final de la película pueda resultar algo más satisfactorio de lo que se podría esperar, en muchos momentos decae la acción, el ritmo y la atención en general.

Publicado originalmente en EXTRACINE

Tan fuerte, tan cerca

Título original: Incredibly Loud & Extremely Close
Año: 2011
País: EE.UU.

Dirección: Stephen Daldry
Guión: Eric Roth, basado en la novela de Jonathan Safran Foer
Producción: Scott Rudin  
Fotografía: Chris Menges
Música: Alexandre Desplat
Montaje: Claire Simpson 
Diseño de producción: K.K. Barrett 
Dirección artística: Peter Rogness
Decorados: George DeTitta Jr
Vestuario: Ann Roth
Reparto: Tom Hanks, Thoman Horn, Sandra Bullock, Zoe Caldwell, Dennis Hearn, Paul Klementowicz, Julian Tepper, Caleb Reynolds, John Goodman, Max von Sydow, Stephen Henderson, Lorna Pruce, Viola Davis, Jeffrey Wright, Hazelle Goodman, Bernadette Drayton, David Latham, Marty Krzywonos, Jim Norton, Carmen M. Herlihy, Ryka Dottavio, Chloe Roe, Diane Cheng, Gregory Korostishevsky, Adrian Martinez, Marco Verna, Brandon Jeffers, Martin E. Brens, Gustavo Brens, Brooke Bloom, Rene Ojeda, Madison Arnold, Henry Morales.Ballet, Bryse Gregory, William Youmans, Kit Flanagan, Jenson Smith, Ray Iannicelli, Miquel Jarquin-Moreland, Benjamin McCracken, Malachi Weir, John Joseph Gallagher, sam K. Kaufman, Stephen Kunken, Kim Rideout, Chloe Elaine Scharf, Eva Kaminsky, Chris Hardwick, Kate Levy, Stephanie Kurtzuba, Catherine Curtain, Lola Pashalisnki, Clayton James Mackay, Bailey Grey… 

el melodrama terapéutico

Por sí misma, Extremely Loud & Incredibly Close es un melodrama interesante que huye de la sensiblería excesiva y el sensacionalismo sentimental, resultando además muy terapéutico. No hace falta que tu padre haya fallecido en el 11-S para haber pasado por alguna experiencia similar. Y no es que lo diga yo, es que es una de las premisas de la propia película, como se desprende de la resolución de la trama de la llave. Pero si tenemos en cuenta que detrás de ella se encuentra un guionista y un director como Eric Roth y Stephen Daldry, quizás hubiéramos esperado algo mejor.

A pesar de no tener una trama argumental consistente, Extramely Loud & Incredibly Close engancha al espectador gracias a unos personajes muy bien construidos, que se mueven en un mundo diseñado con tanto gusto como credibilidad, desde el diseño de producción de K.K. Barrett, que ya se preocupara de espacios exquisitos en los filmes de Spike Jonze y Sophia Coppola; hasta la fabulosa banda sonora de Alexandre Desplat, con ecos a la que Philip Glass compusiera para Las horas (The Hours, 2002); incluyendo la estupenda fotografía de Chris Menges, que ya colaborara con Daldry en El lector (The Reader, 2008), así como también lo hiciera Claire Simpson, responsable del montaje de la película.

Me quito el sombrero ante la interpretación del joven Thomas Horn como Oskar Schell, un niño inteligente -casi un nerd en toda regla-, pero con problemas psicológicos que sus padres combaten con comprensión y cariño en lugar de con médicos y terapeutas. Si sus padres en la ficción, Tom Hanks y Sandra Bullock, están como se espera de ellos -resaltando quizás la interpretación de ella-, también están estupendas las otras dos parejas de la película, la que forman la maravillosa Viola Davis y Jeffrey Wright, así como la de los veteranos Max von Sydow y Zoe Calswell, una actriz de actividad increíblemente intermitente pero extraordinariamente consistente, que tan sólo ha participado en filmes como La rosa púrpura del Cairo (The Purple Rose of Cairo, 1985, Woody Allen) y Reencarnación (Birht, 2004, Jonathan Glazer), aparte de incursiones televisivas y poner voz a un personaje de Lilo & Stitch (2002, Dean DeBlois & Chris Sanders).

Sin embargo, por extremadamente fuerte que lo digan y por muy cerca que estén de conseguir sus objetivos, la película deja una sensación de que podría haber sido más y de que llega un poco tarde. Al menos un servidor esperaba más de la cuarta película de Stephen Daldry, director de filmes como Billy Elliot (2000), The Hours o The Reader, así como de un guionista como Eric Roth, que si ya había practicado el melodrama con mejor o peor fortuna en filmes como Mr. Jones (1993, Mike Figgis) o El hombre que susurraba a los caballos (The Horse Whisperer, 1998, Robert Redford), también había sido capaz de desarrollar guiones tan elaborados y complejos como los de El dilema (The Insider, 1999, Michael Mann), Forrest Gump (1994, Robert Zemeckis), El buen pastor (The Good Shepherd, 2006, Robert De Niro) o El curioso caso de Benjamin Button (The Curious Case of Benjamin Button, 2008, David Fincher), además de haberse acercado anteriormente al 11-S, aunque fuera desde lejos, en un filme tan arriesgado como Munich (2005, Steven Spielberg).

Si bien no creo que haya ninguna discusión sobre la superioridad de Extremely Loud & Incredibly Close frente a aquella patética muestra de patriotismo recalcitrante que fuera World Trade Center (2006, Oliver Stone), parece que la propuesta llega un poco tarde. O si acaso, que el pretexto del trauma pesa demasiado sobre el verdadero tema de la película, al tratarse de un acontecimiento tan fácilmente reconocible en todo el mundo para hablar sobre los traumas y la necesidad de hablar de ellos para poder llegar a superarlos verdaderamente, que es el auténtico tema de la película y no específicamente los atentados del 11-S. De hecho, el trauma de Oskar no es muy diferente del de cualquier otro de los personajes que visita en su periplo buscando una cerradura. En cualquier caso, el tema de la película resulta perfectamente coherente con la filmografía de Daldry que siempre ha girado en torno a los dramas y traumas emocionales de sus personajes y los problemas tenían para superarlos.

Se agradece que la película eluda la demonización de cualquier colectivo social o cultural, responsabilizando del que fuera para el protagonista “el peor día” a nada ni a nadie, más que al azar, como explica muy bien a Oskar su propia madre. Muy positivo es también el mensaje que obliga al personaje a buscar en sí mismo la respuesta a sus propios problemas y no en los demás, así como a perdonar y olvidar, algo que quizás se deba a que tanto director como la mayor parte del equipo son europeos, que no vivieron en primera persona el trauma del 11-S, pero sí desde luego muchos otros.

Publicado originalmente en EXTRACINE