lunes, 24 de mayo de 2010

Habitación en Roma


Título original: Room in Rome
Año: 2010
Nacionalidad: España
Dirección: Julio Medem
Guión: Julio Medem
Producción: Alvaro Longoria & Julio Medem
Fotografía: Alex Catalán
Música: Jocelyn Pook
Montaje: Julio Medem
Dirección artística: Montse Sanz
Vestuario: Carlos Díez
Reparto: Elena Anaya, Natasha Yarovenko, Enrico Lo Verso, Najwa Nimri
ordenado medem 
¿Qué sentido tiene rodar una película española en inglés si total acabamos viéndola doblada? No lo entiendo. Puedes contarme lo que quieras sobre los objetivos comerciales de rodarla en inglés, que en este caso no es enteramente así sino que hacen por coherencia no hablar uno de los personajes español y entenderse en inglés.  ¡¡¡PUES PORQUÉ COÑO LA DOBLAN SI FRANCO MURIÓ!!! No es que quiera creer que me hubiera gustado si la hubiera visto en su versión original. Puede que sí, cosas más raras se han visto. Pero ahora tendré que esperar para su lanzamiento en DVD y sacarla de la biblioteca ---no vuelvo a pagar--- para verla ¡por fin! del modo en que fue concebida.
Aunque el primer tercio de la película funciona bastante bien, me veo obligado a decir que es de lo más previsible. Todos sabemos antes de entrar al cine lo que vamos a ver: una noche de amor entre dos desconocidas en una habitación de hotel… luego no tiene mucho sentido jugar al quiero y no quiero, me quedo dormida, me escapo a hurtadillas si todos sabemos que vas a acabar comiendo melocotón, guapa, nena, bonita. Resulta molesto porque algunos momentos son realmente estupendos, como el momento en que ambas se desnudan en un ejercicio que parece ---no estoy tan seguro de que Medem lo hubiese concebido así como de que yo quiera darle esa interpretación--- querer acercarles como personas, dado lo lejos que estaban la una de la otra con su normal apariencia de lesbiana y niña pija, en esto se aprecia la labor de un diseñador de vestuario tan atento al street wear como Carlos Díez.
Una vez se resuelve el tonteo de me quedo me largo ---más que freudiano lo del móvil es obvio--- empieza realmente la película, que igual que en el primer tercio vuelve a suceder lo mismo, parece que vamos a aventurarnos en un juego de historias, reales o no, pero que estimulan la imaginación del espectador, como si de Las mil y una noche se tratara. Alba emociona con la historia que explica su nombre, un relato estupendo que Elena Anaya transmite maravillosamente en un ejercicio absolutamente cinematográfico, llamado en literatura deíxis de la fantasía, al obligar al espectador a imaginar la historia que ella cuenta, mientras comprobamos lo que sucede entre ellas. Tremendamente elocuente es el momento del mapa, el misterio y planteamiento místico sobre el lugar en el que se encuentran, además, apoyarse en un mapa ---casi un pergamino--- de la Roma imperial en lugar de hacerlo en uno actual, confiere a la historia ---hasta el momento--- un maravilloso halo romántico presente en todos los filmes precedentes de Medem. Particularmente mi problema llega cuando del místico mapa se convierte en Google Earth, cuando los clásicos cuadros de la pared se convierten en el vídeo de un móvil, cuando encienden la tele, cuando buscan ofrecer credibilidad a sus respectivas historias a través de Internet. No es que esté en contra de las nuevas tecnologías es que, en este contexto, me sacan de la película. No de cualquier película, sino de ésta película. La sensación que me transmite, o bien es que Medem se ahoga en la habitación o tiene miedo de que nos ahoguemos nosotros.
No me aclaro con el momento Enrico Lo Verso, lo que puede quedar en una gracia lo alarga, lo exprime y lo agota. Tampoco ayuda que Elena Anaya sea estupenda y transmita más allá de su personaje y que Natasha Yarovenko se limite a repetir un texto aprendido, tengo que hacer un esfuerzo para saber qué es lo que me quiere contar su personaje, porque o ella no llega o yo no le oigo. Puede que en inglés sea otra cosa, pero lo que no cambia seguro es la falta de química entre los personajes, echo en falta esa supuesta pasión que las envuelve y arrebata, no la siento, no la veo. Pero hay una cosa que de ninguna manera me encaja: si la rusa no es lesbiana y esta es su primera experiencia, no me creo que se quede tan pancha; si la química que surge entre ellas es física y pasional, la rusa se mantiene demasiado fría, sobre todo para no ser la lesbiana, lo hubiera entendido mejor al revés; si lo que les comienza atrayendo es la parte racional, intelectual, a través de las historias que se cuentan la una a la otra sobre las vivencias traumáticas vividas con otras personas no entiendo que empiece con ambas desnudas.
La campaña de publicidad se ha empeñado en vendernos una historia de amor de una noche en un hotel de Roma entre dos desconocidas… ¿A quien no le vienen a la mente películas como El último tango en París (Last tango in Paris, 1972, Bernardo Bertolucci), Nueve semanas y media (Nine 1/2 weeks, 1986, Adrian Lynne) o Una relación privada (Une liaison pornographique, 1999, Frédéric Fonteyne)? A quien no las haya visto, claro. Estas tres historias son historias de amor entre dos personas que no se conocen, follan como salvajes y, al final, cada uno sigue su camino como si nada estando una de ellas vinculada a una romántica ciudad, la siguiente limitada por un espacio de tiempo y la última desarrollada, prácticamente, en una habitación de hotel. Y todo esto sin ver En la cama (2005, Matías Bize), la película original que rehace Medem, porque no nos olvidemos que esto no es más que un remake. Que sea más o menos diferente porque en la primera era un hombre y una mujer y en esta son dos mujeres, eso sólo afecta al vestuario, no al sentimiento. 
Por lo menos la cámara sí es lo que era, los planos de Medem, sus encuadres, la manera en que muestra el espacio y enfrenta los cuadros presentes en la habitación, enfrentando dos épocas, dos mundos, uno relacionado con la española y el otro con la rusa ---al menos cada una de ellas se refiere a uno o al otro--- es de lo más acertado del filme. No soporto la banda sonora, no me refiero a la música de Jocelyn Pook, que pasa bastante desapercibida, sino a los tres o cuatro momentos en los que suena la ---ya odiosa--- canción de Russian Red ¿La elección de la banda es una broma sobre el origen de una de las protagonistas? No me pongas la canción otra vez, por Dios, que van cuatro veces. No me la pongas.

domingo, 16 de mayo de 2010

Alicia en el país de las maravillas


Título original: Alice in wonderland
Año: 2010
Nacionalidad: USA
Dirección: Tim Burton
Guión: Linda Woolverton, basado en las novelas de Lewis Carroll
Producción: Joe Roth, Jennifer Todd, Suzanne Todd & Richard D. Zanuck
Fotografía: Dariusz Wolski
Música: Danny Elfman
Montaje: Chris Lebenzon
Diseño de producción: Robert Stromberg
Dirección artística: Tim Browning, Todd Cherniawsky, Stefan Dechant, Andrew L. Jones, Mike Strassi, Christina Ann Wilson
Decorados: Karen O'Hara & Peter Young
Vestuario: Colleen Atwood
Reparto: Mia Wasikowska, Johnny Depp, Helena Bonham Carter, Anne Hathaway, Crispin Glover, Matt Lucas, Stephen Fry, Michael Sheen, Alan Rickman, Barbara Windsor, Paul Whitehouse, Timothy Spall, Marton Csokas, Tim Pigott-Smith, John Surman, Peter Mattinson, Lindsay Duncan, Geraldine James, Leo Bill, Frances de la Tour, Jemma Powell, John Hopkins, Eleanor Tomlinson, Rebecca Crookshank, Michael Staunton, Christopher Lee, Mairi Ella Challen…
a través del espejo siguiendo el camino de baldosas amarillas 
En la esquina izquierda del cuadrilátero se encuentran los admiradores del cineasta gótico californiano que tratan, por todos los medios, de encontrar algún eslabón perdido en la cadena de producción, una cabeza de turco, a través de la que exculpar las responsabilidades de su admirado freak ante el evidente desengaño que supone esta Alicia en el país de las maravillas. En la esquina derecha se encuentran aquellos que llevaban anunciando la decadencia del cineasta-anteriormente-conocido-como-artista, desde que entrara en la cadena de producción de la industria norteamericana con Sleepy Hollow (1999) y, sobre todo, de la absurda El planeta de los simios (Planet of the ages, 2001). Me encuentro, clara y obviamente, en el segundo grupo. 
Me llama la atención el rotundo primer crédito de la película con ese espectacular Walt Disney Pictures presents a toda pantalla, como si en vez de las aventuras de Alicia a través del espejo fuéramos a presenciar las de Clark Kent y su alter ego, Superman, en Metrópolis. Unos créditos que podrían ser un corte de mangas que Tim Burton lanza a los famosos estudios de producción de películas infantiles que le despidieran por raro, freak y oscuro, allá por los años ochenta. Si así fuera podríamos determinar, sin lugar a equívocos, que en lugar de desarrollar su creatividad y su fantasía en libertad, se hubiera dedicado en los últimos años a urdir un estúpido plan de venganza personal contra los estudios Disney. Sólo así se podría explicar la sumisión y adormecimiento en los últimos títulos de tan peculiar director que de las oscuros, macabros y tortuosos personajes como Bitelchús, Batman, Eduardo Manostijeras y Edward D. Wood Jr., ha pasado, progresivamente, a las inocentes, coloridos y casi victorianos retratos de Ed Bloom, Charly o la novia cadáver. Pero esta teoría sólo se puede dar por válida si en su próxima película Burton retoma su carrera artística donde la dejara con Mars atacks (1996), de no ser así, está claro que Alicia en el país de las maravillas representa en la filmografía de Burton lo que Hook (1991, Steven Spielberg) representara para la del de Ohio: su prematuro envejecimiento fruto del abuso de viajes al país de Nunca Jamás.
Con respecto a aquellos que buscan desesperadamente un responsable ante el revestimiento clásico, aburrido y previsible que caracterizan a esta Alicia -que casi consigue poner aquella Alicia en el país de las maravillas (Alice in Wonderland, 1951, Clyde Geronimo, Wilfred Jackson & Hamilton Luske) de Disney en el podio del esplendor- les diría que, al fin y al cabo, Tim Burton no es un autor capaz de llevar a su terreno las historias que otros le encargan. Burton no es más que un artesano laborioso y oportunista que, más que dotado de una original creatividad, se limita a pintarlo todo de negro -casi de la misma manera que la reina roja pinta las rosas de rojo- y añadir espirales a diestro y siniestro. Sobre todo a siniestro y siniestra. De hecho, aparte de sus espléndidos cortometrajes, Mr. Burton no ha escrito más que dos guiones en toda su carrera cinematográfica, uno el que pone en evidencia sus propios traumas y frustraciones personales: Eduardo Manostijeras (Edward Scissorhands, 1990); y aquel que llevaría definitivamente a la pantalla, el mucho más personal, Henry Selick en Pesadilla antes de Navidad (The nightmare before Christmas, 1993). Lo que deja fuera de toda responsabilidad a la guionista, Linda Woolverton, habitual en otros títulos Disney como la espléndida La bella y la bestia (Beauty and the beast, 1991, Gary Trousdale & Kirk Wise) o la odiosa El rey león (The Lion king, 1994, Roger Allers & Rob Minkoff). Si acaso resulta curioso que Alicia, que se niega a ocupar el sitio que le corresponde socialmente, represente todo lo contrario que Simba, que asume obediente y sumiso lo que le dicen que tiene que hacer… casi igual que Tim burlón, parece.
Para aquellos que opinan que la responsabilidad del descalabro artístico está oculto en las imposiciones estéticas de un malvado y opresivo productor, decirles que esa teoría no tiene sentido, no se sostiene. Generalmente las imposiciones del productor se producen cuando hablamos de un director novato que todavía no tiene el respaldo del público ni la demostrada rentabilidad en taquilla. Este sería justamente el caso contrario de Burton que, quizás mientras se produce a sí mismo, desde Eduardo Manostijeras hasta Mars attacks es cuando no goza del clamor del público aunque sí de la crítica -siendo sin ninguna duda su mejor etapa- y en cuanto la industria descubre el filón económico y le acoge en su seno, desde y a partir de Sleepy Hollow, comienza su inevitable declive artístico aunque, eso sí, su indiscutible aceptación entre el público. Es una historia que, lamentablemente, se repite mucho en la historia del cine, cuando se le ponen las cosas difíciles a un cineasta se activa su creatividad y en el momento en que se lo das todo se pierde en la abundancia.
Si por teorías fuese, me quedaría con la sentimental, la que dispone artística y estéticamente las obras de un cineasta en función de sus parejas sentimentales, que no indicaría más que Helena Bonham Carter incrementa la demanda de Tim Burton por satisfacer su, al parecer, insaciable necesidad gótico estética bañada en púrpura, rojo y todos los colores de la Semana Santa. Algo que no le pasaba cuando se le relacionaba sentimentalmente con la espléndida Lisa Marie, o con su primera mujer, Lena Gieseke.
Aunque sí he leído la primera de las novelas sobre Alicia de Lewis Carroll, Alicia en el país de las maravillas (Alice's adentres in wonderland, 1865), no así su secuela, Alicia a través del espejo y lo que encontró allí (Through the looking-glass, and wat Alice round there, 1871), pero no creo que esta se aleje tanto de su predecesora como la película de Burton de cualquier otra película sobre Alicia. La propia Alicia se encarga de recordarnos que el tiempo es un concepto extraño dentro del imaginario surrealista y onírico que propone la historia, al igual que la ausencia todo control ejercido por la razón fuera de cualquier preocupación estética o moral… Reglas que se salta Tim Burton en favor de un discurso clásico, predecible, ¿comprensible?, explicable, (in)coherente, en definitiva, que traiciona todos los preceptos de la vanguardia estética que liberara Luis Buñuel. Por otro lado y volviendo a mi carencia ante la lectura de la secuela literaria de Carroll, resulta imposible que el británico, por fechas, plagiara la famosa novela que escribiera Lyman Frank Baum, El maravilloso mago de Oz (The wonderful wizard of Oz, 1900), pero es que las similitudes son tantas que encuentro realmente innecesario perder el tiempo explicándolas aquí. 
Poco hay que señalar del reparto, aparte de la insoportable variedad de gestos amanerados con los que nos tortura Anne Hathaway, ningún acierto interpretativo, ningún actor o actriz, real o animado, que resalte sobre los demás. Lo de animado no lo digo por decir, sino porque esta Alicia no forma parte de los títulos de imagen real de Disney, sino de aquellos que mezclan animé con imagen real, como hicieran antaño Mary Poppins (1964, Robert Stevenson) o La bruja novata (Bedknobs and brommsticks, 1971, Robert Stevenson), en lo que resulta ser una cierta tendencia del cine actual que disfraza títulos de animación como películas fantásticas o de ciencia-ficción, quizás para evitar los prejuicios que, todavía, algunos espectadores anticuados tienen por el maravilloso y arriesgado mundo de la animación. Me refiero, claro está a títulos como Avatar (2009, James Cameron) o Furia de titanes (Clash of the Titans, 2010, Louis Leterrier). Por otro lado es de agradecer que no se popularicen como cine de animación, así no se desmerece tan ilustre género.

jueves, 13 de mayo de 2010

Ingrid


Título original: Ingrid
Año: 2009
Nacionalidad: España
Dirección: Eduard Cortés
Guión: Eduard Cortés & Marta Puig
Producción: Xavier Atance
Fotografía: Bet Rourich
Música: Micka Luna
Montaje: Jorge Macaya
Dirección artística: Fernanda Chali
Vestuario: Aina Rigol & Olga Rodal
Reparto: Eduard Sarelo, Elena Serrano, Victòria Pagès, Jürgen Müller, David Alandí, Iris Aneas, Marc Brrachina, José María Blanco, Oscar D'Aniello, Lourdes Hernández, Micka Luna, Edgar Manjares, Guille Milkway, Helena Miquel, Marta morera, Mürfila, Nubla…
perriflautas que van de modernos
Nadie puede negar que Ingrid sea un filme con un aspecto visual espléndido. Atrevido. Arriesgado. Moderno (bueno lo de moderno es lo que quisieran creerse su director y la pandilla de indies que secundan sus delirios artísticos)… Pero ahí queda todo, porque no se puede negar nada más. Nadie puede negar que la película llega con, al menos, cinco años de retraso, pues MySpace ha quedado reducida, hoy en día, al ámbito de los profesionales del audiovisual, la red social que impera en la red es, como bien saben todas las señoras del mundo, facebook, que no aparece en ningún fotograma. Tampoco nadie puede negar la incapacidad de Eduard Cortés para contar una historia cuando se le podría hacer la siguiente pregunta de clase de cine: ¿quién es el protagonista él o ella? ¿qué historia nos quieres contar la de un pringado que se enamora de una sadomasoquista o la de una flipada que finge dejarse seducir por un palurdo? No lo tengo claro y eso, evidentemente, impide mi empatía con cualquiera de los dos personajes. Sobretodo cuando ambos me caen fatal. 

No se trata de que me caigan antipáticos o no me guste su corte de pelo -que, sobretodo, el de ella resulta altamente desafortunado, de hecho el pelo suele ser una de las señales por las que se reconoce a modernos, indies, perrifluatas, rockeros, skeaters, surferos, gays, lesbianas, pijos y cualquier colectivo que se precie, siendo el de Ingrid absolutamente inapropiado para la credibilidad de esta historia- es que me parecen unos farsantes: actores disfrazados para que creamos que son artistas, pintores, escultores, performers, cantantes… incluso los que se interpretan a sí mismos -que son la mayoría- son también unos farsantes, porque, en el cine, no se trata de ser algo y mostrarlo, sino de representar que se es algo. Por un lado está Álex, interpretado por, Eduard Sarelo -que debería haberse quedado en el anonimato que proporciona la profesión del actor de doblaje- se muestra absolutamente inverosímil en su personaje de… de… ¡¿de qué?! ¿qué mierda es su personaje? un tipo que abandonado por su pareja se muda al piso que esta misma ex-pareja le ofrece, en una clara estrategia para que el guión pueda avanzar y conocer a su antagonista. No doy crédito. ¿Acabamos de salir de la escuela de cine o es que nos perdimos las últimas clases? Por otro lado está Ingrid, interpretada por Elena Serrano, un personaje demasiado complejo para una principiante -y para los guionistas, el director y, sobre todo, el equipo de maquillaje y peluquería (pobres)-, que se limita a aguantar primeros planos poniendo caras con la mirada perdida y un corte de pelo imposible para cualquier sadomasoquista que se precie. 
Sí. Lo reconozco. Ingrid me pone enfermo, me altera, me saca de quicio, se me hinchan las venas, se me acelera el corazón, me da dolor de cabeza, me entran ganas de vomitar, desata mis instintos más básicos y primarios, pero eso es, sobretodo, porque Ingrid es básica y primitiva… 
Eduard Cortés es responsable de algunos de los episodios de la serie de televisión Hay alguien ahí, una serie que sistemáticamente homenajea (¿o plagia?) el mejor cine de terror desde La casa encantada, (The haunting, 1963, Robert Wise) hasta El círculo (Ringu, 1998, Hideo Nakata), algo que un servidor se tomaba con humor al pensar que era uno de los códigos que utilizaban los creadores de la serie para conectar con el espectador televisivo. Pues no. No era más que la prueba evidente de un equipo de directores y seudo-creadores sin ideas que sólo pueden expresarse artísticamente a través del trabajo de otros. Puede que si tienes 23 años (los que tiene Ingrid) no seas capaz de percibir que la tontería del anagrama de Ingrid es una referencia a La semilla del diablo (1968, Roman Polanski); o que no reconozcas la premisa del personaje que interpretara Juliette Binoche -una auténtica actriz- en Herida (Damage, 1992, Louis Malle), cuyo personaje era capaz de enfrentarse al dolor por la perdida de aquel hermano-amante y hacer sucumbir a cualquier varón que se le ponga por delante. Lo que no te va a costar es reconocer las múltiples referencias al universo del moderno por excelencia: David Lynch: con esas habitaciones a las que acude Ingrid en su sonambulismo -Twin Peaks: fuego camina conmigo (Twin Peaks: firme walk with me, 1992, David Lynch)-, con esos supuestamente inquietantes personajes -Mulholland Dirve (2001, David Lynch)- que la someten a no sé que tonterías sexuales -el momento Álex ve a través de un televisor lo que le hacen a Ingrid es de Videodrome (1983, David Cronenberg)-, cuya presencia no se explica en ningún momento, el tatuaje 'You'll never cacth me' -prácticamente una frase de Carretera perdida (Lost highway, 1997, David Lynch), esos efectos de sonido que no hacen más que poner en evidencia la falta de recursos de Cortés, las ridículas performances de principiante, los momentos lesbos, los personajes pintorescos, la banda sonora que intenta estar conectada emocionalmente con los acontecimientos… (PUAG). Pero lo peor de todo, lo que no se puede aguantar, es ese plano final que pretende emular la que fuera obra maestra de la modernidad española: Arrebato (1979, Iván Zulueta), una obra que contiene, entre otras maravillas de la expresión artística, un plano que cada vez que lo veo me transmite unas emociones y sensaciones que estos payasos -ninguna intención de ofender aquellos que se dedican a la profesión de clown- emulan, o copian, o desdibujan -diría yo- con una ligereza digna de juzgado de guardia. ¿Alguien ha avisado a SGAE para que le cobren los derechos de autor por utilizar material de otros autores? Porque esto sí debería ser reprobable.
Y luego está lo del doblaje. Ingrid es una película -sólo porque es el soporte en el que está realizada- en la que se habla inglés, alemán, francés, catalán, español y no sé que más… ¿Y porqué doblan el catalán? No lo entiendo. Si además el catalán es una lengua española, ¿porqué la doblan? ¿Para ahorrar en subtítulos? ¿O es que los modernos no hablan catalán? No creo que sea una estrategia comercial, porque total yo creo que donde más se va a ver la película es en Cataluña, más que nada porque todos los que salen avisarán a sus amigos en lo que, ciertamente, me parece una de las pocas virtudes de la película: su campaña de marketing a través de unas estupendas páginas electrónicas y esa nada gratuita convocatoria hacia todos los artistas, diseñadores y músicos que salen en la película, para que puedan luego verse y utilizarles para hacer promoción, aunque en realidad aprovechas para promocionarte tú. Y de paso si alguno te cae un poco peor, como La casa azul pues le dedicas toda una secuencia absolutamente antimoderna y antialternativa que no va a conseguir más que provocar náuseas la próxima vez que escuches la misma canción en otro contexto. Yo no quiero ni intentar recordar la canción. 
Que la historia esté basada en un hecho real, inspirada diría yo -por cierto igual que hicieran antaño Román Polanski y Gérard Brach en Repulsión (1965, Roman Polanski)-, en una Ingrid que tenía un MySpace y que se dedicaba a impresionar a palurdos, no hace más que reafirmar la incapacidad de Eduard Cortés para contar una historia y su astucia para el marketing, pues probablemente se escudará en este hecho para contrarrestar lo que opinen auténticos modernos y alternativos como yo.

domingo, 2 de mayo de 2010

Fantástico Sr. Fox


Título original: Fantastic Mr. Fox
Año: 2009
Nacionalidad: USA & Reino Unido
Dirección: Wes Anderson
Guión: Wes Anderson & Noah Baumbach, basado en una novela de Roald Dahl
Producción: Allison Abbate, Wes Anderson, Jeremy Dawson & Scott Rudin
Fotografía: Tristan Oliver
Montaje: Alexandre Desplat
Diseño de producción: Nelson Lowry
Dirección artística: Francesca Berlingiere Maxwell
Reparto: George Clooney, Meryl Streep, Jason Schwartzman, Bill Murray, Wallace Wolodarsky, Eric Chase Anderson, Michael Gambon, Willem Dafoe, Owen Wilson, Jarvis Cocker, Wes Anderson, Karen Duffy, Robin Hurlstone, Hugo Guinness, Helen McCrory, Roman Copola, Juman Malouf, Jeremy Dawson, Garth Jennings, Brian Cox, Trstian Oliver, James Hamilton, Steven M. Rales, Rob Hersov, Jennifer Furches, Allison Abbate, Molly Cooper, Adrien Brody…
mr. anderson encuentra su camino o de cómo la imperfección y la diferencia se convierten en maravillosas señas de identidad 
Aunque no he podido disfrutar de toda la filmografía de Mr. Anderson -quizás me falte la que parece ser su mejor y más personal obra, Academia Rushmore (Rushmore, 1998), algo que remediaré en cuanto se me presente la ocasión-, haciendo gala de un irresponsable atrevimiento, voy a dirigirme directamente a él para protestar ante aquello que, probablemente, no tardará en producirse: su retorno a la imagen real. ¡¡¡NOOOOOOOOOOO!!! ¡¡¡No hagas eso Wes, tu medio es, indiscutiblemente, la animación!!! En la animación cobran sentido tus estáticos planos, tus desorbitados ángulos, tus lentos movimientos de cámara, tu sentido del humor, tus temas, tus historias. ¡¡Eres un cineasta que ya utilizaba el lenguaje de la animación para sus filmes de imagen real -cuantos no habrán dicho lo raras que les parecían tus películas- porque no te habías dado cuenta de que tu medio natural era la animación!! 
Sé que mis ruegos caerán en el olvido, pero yo ya le he dicho a Wes lo que pienso y me encuentro mucho mejor. Espero que, aunque vuelva a la imagen real, sí tenga la gentileza y delicadeza de deleitarnos, alguna que otra vez, con otro fantástico filme de animación tan delicioso como este. Tan delicioso, que incluso podría proponerse para un ciclo de cine y gastronomía. ¡Me encanta cuando comen en la película!
Wes Anderson es un cineasta norteamericano, nace, de hecho, en uno de los más profundos estados de la América profunda: Texas -quizás no sea gratuito que Mr. Fox y su familia pasen tanto tiempo bajo tierra. Pero igual que nos referimos a los cineastas españoles que más nos gustan con aquello de que no parecen españoles, podemos afirmar que Mr. Anderson no parece norteamericano. Salvando el hecho de que la historia original de Fantastic Mr. Fox procede del autor británico Roal Dahl y de que estemos ante una coproducción entre los Estados Unidos y el Reino Unido, su estética, más que ninguna de sus anteriores películas, está muy cercana a un reducido colectivo de cineastas contemporáneos que se caracterizan por su globalización artística y cultural. Me refiero a que son cineastas de los que no nos importa su país de origen, ni el medio que utilizan para expresarse, ni el público al que van dirigidos. Tan sólo importa su obra. Un colectivo que, igual que Mr. Anderson, se mueve como pez en el agua entre el cine, la publicidad, el videoclip o la televisión y que alguien debería bautizar, ya, dentro de un grupo o movimiento artístico-estético, pues es lo que son. Este grupo incluye al guionista-director Charlie Kaufman, el cineasta-videocreador-realizadortelevisivo-productor Spike Jonze, el cineasta-animador-videocreador Michel Gondry, la actriz-musa-directora Sophia Coppola, el actor-guionista-videocreador Roman Copolla o el director-videocreador Mike Mills, entre otros. No creo que haga falta entrar en las comparaciones entre ellos ni la proximidad entre sus obras y sus planteamientos estéticos, anotado queda y pendiente para un estudio aparte.
Coherente con el resto de su filmografía y a pesar de que el título haga referencia a un único personaje, el argumento de Fantastic Mr. Fox gira en torno a la familia. Un núcleo familiar visto como una unidad en la que todos sus componentes dependen irremediablemente del otro, en el que todos contribuyen a la personalidad y toma de decisión de los demás miembros, ya sea por que les coartan o porque les animan. Los sutiles dardos de Mr. Anderson se centran, primero, en los cónyuges y, después, en la relación que mantienen con su hijo. Mrs. Fox quiere a Mr. Fox, pero le obliga a comprometerse a dejar de hacer aquello que más le divierte con el tradicional chantaje emocional de que van a tener un hijo. Mr. Fox accede, pero de la misma manera que si resulta apropiado para un zorro vivir en una madriguera también lo es que cace gallinas, no va a ser más que cuestión de tiempo que su naturaleza salvaje le dirija de nuevo hacia su realización personal. Por otro lado Ash, el pequeño Fox, se siente frustrado porque le gustaría ser como su padre (no el oprimido por el compromiso sino aquel que fuera libre antes de nacer él mismo), cosa que logra, precisamente, en el momento en que acepta aquello que le diferencia de su progenitor, destacando sus propias aptitudes y cualidades, tal y como le aconseja su madre. La diferencia personal está fabulosamente reivindicada en la secuencia en la que Mr. Fox pregunta a todos sus compañeros de asedio su especialidad personal, aquello que mejor saben hacer, pues siempre habrá un momento propicio para que cada uno de ellos lo demuestre. Asimismo, la película contiene una crítica hacia la sociedad de consumo, la que obliga al individuo a vivir bajo lo que socialmente está aceptado y no como a él le gustaría vivir, por eso Mr. Fox no se siente cómodo viviendo en una madriguera, ni se siente realizado escribiendo su columna,  y necesita volver a ser él mismo, igual que Ash necesita aceptarse a sí mismo.
Cine familiar el que nos ofrece Mr. Anderson muy distinto, afortunadamente, al estilo de las propuestas de Walt Disney como, por ejemplo, El rey León (The Lion king, 1994, Roger Allers & Rob Minkoff) en el que cada uno tiene que ocupar impepinablemente el lugar que ocupaba su padre, guste o no guste; o  al de Tim Burton, quien al final ha conseguido hacer realidad sus pesadillas y convertirse en una rara avis de Disney gótico en el que quien viste de negro y dibuja espirales es tan común como el que sigue los pasos de Hannah Montana; o aquellas familias que propusiera Steven Spielberg, descanse en paz, ay no, que sigue vivo y haciendo cine, como hace tanto tiempo que no veo una película suya, pensaba que ya no… El caso es que al final van a resultar más estables y longevas las familias "disfuncionales" como los Addams, los Monster, los Simpsons o los X-men, precisamente porque aceptan a los demás tal y como son, con sus defectos y sus virtudes, permitiendo la realización personal, aunque no sea la que papá y mamá deseaban para ti.
Ni que decir tiene lo lamentable que es no poder disfrutar de la película en su versión original, no ya por la posibilidad de escuchar las voces de George Clooney, Meryl Streep, Willem Dafoe, Michel Gambon, o los habituales en las producciones de Mr. Anderson, Jason Schwartzman, Bill Murray, Owen Wilson o Adrien Brody. Lo más lamentable es que no hayamos podido disfrutar del esfuerzo realizado al incorporar las voces de estos actores, en lugar de en un estudio de grabación, en lugares parecidos a los que transcurre la acción con la intención de dotarles de la mayor naturalidad posible. Una naturalidad que se acerca, lógicamente, a la imperfección, a la suciedad. Pero precisamente por eso, porque la imperfección que impregna esta obra de Mr. Anderson, es totalmente deliberada. Por eso, en lugar de utilizar técnicas digitales utiliza el stop motion, por eso realiza 12 fotografías por segundo, en lugar de las 24 que debieran ser. El ser humano es un ser imperfecto y Wes Anderson quiere que su obra sea humanamente imperfecta, lo que curiosamente la acerca más a la perfección que otras obras recientes que habiéndolas enmarcado dentro de la ciencia-ficción, debieran haberse tratado como muestras de cine animación por la cantidad de efectos digitales que incorporan, me estoy refiriendo, evidentemente, a Avatar (2009, James Cameron).
Es obligatorio destacar la maravillosa banda sonora compuesta por Alexandre Desplat, un destacado y prolífico compositor francés que comenzara a hacerse internacional gracias a títulos como La chica de la perla (The grill with a peral earring, 2003, Peter Webber), Syriana (2005, Stephan Gahan), La reina (The queen, 2006, Stephen Frears), Deseo, peligro (Se, jie, 2007, Ang Lee) o El escritor (The ghost writer, 2010, Roman Polanski), convirtiéndole en uno de los compositores contemporáneos indispensables e imprescindibles de cualquier cinéfilo musical. Entre sus cualidades destaca una portentosa capacidad para escoger el tipo de instrumento adecuado para cada partitura en función del estilo visual de cada director y el género o estilo estético de las imágenes que impregna con sus fascinantes y fantásticos sonidos. 
Por último, un reconocimiento al origen del trabajo de Mr. Anderson, el también fantástico escritor británico Roal Dahl. Un escritor muy cinematográfico, no sólo porque participara en el guión de títulos como Sólo se vive dos veces (You only live twice, 1967, Lewis Gilbert) o Chitty Chitty Bang Bang (1968, Ken Hughes), sino porque sus relatos y novelas han sido llevadas innumerables veces al cine: 36 horas (1965, George Seaton), Un mundo de fantasía (Willy Wonka & the chocolate factor, 1971, Mel Stuart), La maldición de las brujas (The witches, 1990, Nicolas Roeg), James y el melocotón gigante (James and the giant peach, 1996, Henry Selick), Matilda (1996, Danny DeVito), o la lamentable versión "Disney" de Charlie y la fábrica de chocolate (Charlie and the chocolate factor, 2005, Tim Burton); en televisión: 6 episodios de la serie original Alfred Hitchcock presenta (Alfred Hitchcock presents, 1955), así como de las revisiones de los años ochenta, o de la serie Tales of the unexpected (1979-1988), entre otras no editadas en España; y de ser el inspirador no confeso de una de las más elogiadas obras de ese imperfecto manchego universal, Pedro Almodóvar,  pues siempre se ha dicho que bien el relato original de Dahl, Lamb to the slaughter, bien el episodio que realizara Alfred Hitchcock sobre el mismo relato, "inspirara" al "original" cineasta español para su ¿Qué he hecho yo para merecer esto!! (1984).