viernes, 31 de diciembre de 2010

Déjame entrar


Título original: Let Me In
Año: 2010
País: Reino Unido & EE.UU.

Dirección: Matt Reeves
Guión: Matt Reeves, basado en un guión de John Ajvide Lindqvist, basado en su propia novela
Producción: alexander Yves Brunner, Gay East, Donna Gigliotti, Carl Molinder, John Nordling, Simon Oakes & Nigel Sinclair
Fotografía: Greig Fraser
Música: Michael Giacchino
Montaje: Stan Fraser
Diseño de producción: Ford Wheeler
Dirección artística: Guy Barnes
Decorados: Wendy Ozols-Barnes
Vestuario: Melissa Bruning
Reparto: Kodi Smit-McPhee, Chloe Moretz, Richard Jenkins, Cara Buono, Elias Koteas, sasha Barrese, Dylan Kenin, Chris Browning, Ritchie Coster, Dylan Minnette, Jimmy 'Jax' Pinchak, Nicolai Dorian, Rebekah Wiggins, Seth Adkins, Ashton Moio, Brett DelBuono, Gwendolyn Apple, Colin Moretz, Rowbie Orsatti, Brenda Wehle, Galen Hutchinson, Dean Satriano, Rachel Hroncich, Deborah L. Mazor, Frank Bond, Kayla Anderson, Tobin Espeset, Ben Bode, Juliet Lopez, Jon Kristian Moore…

si lo sé atranco la puerta

Fascinado, igual que casi todos los mortales, por la sugerente y estimulante película sueca Déjame entrar (Lat den rätte komma in, 2008), Matt Reeves se embarca en realizar su remake estadounidense, Let Me In, tan sólo 2 años después, fracasando estrepitosamente, por muy buena campaña de promoción que hayan realizado.

No es que considere que su película sea un fracaso, lo que pasa es que teniendo un precedente tan impactante como la película dirigida por Tomas Alfredson, uno espera que se ofrezca algo más, si no en forma, por lo menos en contenido. Más que nada porque el propio guionista, que también es el director, se ha encargado de ir diciendo por ahí que su película es una nueva versión del libro, más que un remake de la película sueca. Como si a John Ajvide Lindqvist, guionista de la sueca y autor de la novela, se le hubiese pasado algo por alto.

Lo primero que hace Matt Reeves es cambiarle el nombre al personaje, Abby (Chloe Moretz) en lugar de Eli (Lina Leandersson). También lo hace con Owen (Kodi Smit-McPhee) en lugar de Oskar (Kåre Hedebrant), pero este tiene menor importancia. Si el señor Reeves hubiera leido con detenimiento la novela habría llegado a la conclusión de que el nombre “Eli”, está escogido, precisamente por su ambiguedad ---podría ser de chico o de chica---, pero definitivamente porque es el diminutivo de “Elyah”, cuyo significado en ebreo es “Dios es exaltado”. Por no hablar del aspecto de su Abby con su precioso pelo y sus falditas, cuando en la sueca, en favor de mantener esa ambigüedad del personaje ---originariamente un varón---, viste siempre en pantalones, llevando una encantadora maraña de pelo que incrementa la sensación asexual del personaje.

No es que yo me empeñe en realizar una comparación con la sueca, es que Matt Reeves no aporta absolutamente nada, tan sólo incluye un flashforward que no tiene ningún sentido dramático ni explicativo, buscando un efecto que enganche al espectador esperando la resolución de la misma secuencia dentro de la película. Por el contrario, se limita a repetir el mismo argumento de la sueca, pero utilizando la obviedad cuando aquella sugiere, y tergiversando el discurso temático pues cuando aquella aportaba dimensión psicológica a los personajes, esta se limita a buscar el efecto visual. Y lo peor de todo es que la sueca sigue siendo mucho más interesante. Espectacular, si me apuran, comparada con la estadounidense. Porque tanto cualquiera de los asesinatos y muertes, como las secuencias relacionadas con el bulliyng, la relación de Oskar con su entorno o la evolución de la relación de Eli y Oskar, es mucho más espectacular visualmente, quizás más estática, pero definitivamente más impresionante que la estadounidense.

Ni siquiera Chloe Moretz consigue cautivar al espectador, esperemos no nos hayamos dejado llevar por la arrolladora personalidad de su personaje en Kick-Ass (2010, Matthew Vaughn) y coronarla como la revelación del año para que luego no sea capaz de sostener la corona. Tampoco Kodi Smit-McPhee logra superar a su precedente, pues una de las cualidades de la versión sueca es la empatía que consigue por parte del espectador, logrando que se interesara por la existencia de Oskar como personaje, más allá de sus actos, siendo atribuidos al efecto de su desmembrada vida familiar y al acoso sufrido en la escuela. Desvaneciéndose esta empatía en el caso de Owen, que parece más un bicho raro que otra cosa.

Sólo una secuencia me parece relevante, precisamente la única que no está en la película sueca, aquella en la que el acompañante de Abby —-que no su padre—- es sorprendido en la parte de atrás de un coche cuando se disponía a su recolecta de sangre diaria, provocando su desprendimiento por un barranco y concluyendo con la mutilación que le lleva al hospital. Por cierto, era Richard Jenkins ¿verdad? Qué desperdicio. También participa Elias Koteas. Otro desperdicio.

Como suele ser habitual en este tipo de comparaciones, nunca llueve a gusto de todos, siendo para algunos más interesante la versión estadounidense. Sólo puedo decir que si no has visto la película sueca y ves esta, tienes que ver la otra, aunque esta no te haya gustado. De verdad. Y si, por el contrario, has visto la película sueca y te gustó, no te molestes. Acabarás enfadado. Y no es broma.


Publicada originalmente en EXTRACINE


The Tourist


Título original: The Tourist
Año: 2010
País: Francia & EE.UU.

Dirección: Florian Henckel von Donnersmarck
Guión: Florian Henckel von Donnersmarck, Christopher Macquarie & Julian Fellowes, basado en el guión de la película “Anthony Zimmer”, escrito por Jérôme Salle
Producción: Gary barber, Roger Birnbaum, Jonathan Glickman, Tim Headington & Graham King
Fotografía: John Seale
Música: James Newton Howard
Montaje: Joe Tsing & Patricia Rommel
Diseño de producción: Jon Huttman
Dirección artística: Susanna Codognato & Marco Trentini
Decorados: Anna Pinnock
Vestuario: Colleen Atwood
Reparto: Johnny Depp, Angelina Jolie, Paul Bettany, Timothy Dalton, Steven Berkoff, Rufus Sewell, Christian De Sica, Alessio Boni, Daniele Pecci, Giovanni Guidelli, Raoul Bova, Bruno Wolkowitch, Marc Ruchmann, Julien Baumgartner, François Vincentelli, Clément Sibony, Jean-Claude Adelin, Jean-Marie Lamour, Nicolas Guillot, Mhamed Arezki, Igor Jijikine, Vladimir Orlov, Vladimir Tevlovski, alec Utgoff, Mark Zak, Neri Marcorè, Gabriele Gallinari, Riccardo De Torrebruna, Maurizio casagrande, Nino Frassica, Gwilym Lee, Steven Robertson, Iddo Goldberg, Renato scarpa, Giancarlo Previati, Giancarlo Esposito, Marino Narduzzi, Tino Giada, Bruno Bilotta, Ralf Moeller…

promocionando venecia

Nominada a tres premios para los Globos de Oro: Mejor Película en categoría comedia o musical, Mejor Actor: Johnny Depp, y Mejor actriz: Angelina Jolie, The Tourist es el ejemplo más claro de que los miembros de la asociación de prensa internacional de Hollywood han perdido el gusto, el juicio y la cabeza.

Me pregunto cuánto le habrán pagado —-o cómo habrán conseguido—- que Florian Henckel von Donnersmark, director de la impresionante La vida de los otros (Das Leben der Anderen, 2006), haya realizado semejante bodrio, que ni divierte ni entretiene, y que parece más deudor del Hitchcock y su característico uso de la deixis en filmes como Con la muerte en los talones (North by Horthwest, 1959) y De entre los muertos (Vertigo, 1958), que de la película original francesa, dirigida por Jérôme Salle, que machaca, El secreto de Anthony Zimmer (Anthony Zimmer, 2005), y que no he visto.

¿Qué puedo decir de la interpretación de Angelina Jolie? Instalada todavía en el registro de estúpida recalcitrante con que abordara su personaje de Salt (2010, Philip Noyce), y que parece que naciera sólo para hacer de personajes internados en hospitales psiquiátricos como los de Inocencia interrumpida (Girl Interrupted, 1999, James Mangold) o El intercambio (Changeling, 2008, Clint Eastwood), no es capaz ni de imitar los andares de Kim Novak en Vertigo, con su glamour y elegancia que parece querer imitar, sin conseguirlo. Desperdiciados quedan también actores como Paul Bettany, Timothy Dalton o Rufus Sewell, que no sé lo que hacen en la película. Tan sólo Johnny Depp resulta simpático como pretendido turista, aunque su personaje no engaña ni al apuntador, pues sus acciones son increíbles tanto en la primera parte de la película como después.

Siguiendo la tónica de títulos recientes como Come reza ama (Eat Pray Love, 2010, Ryan Murphy) , el único interés que The Tourist puede ofrecer es el de catálogo publicitario para Venecia, al mostrar las estampas típicas de las góndolas, el gran canal, el palacio Ducal, el puente de Rialto, el campanario de la plaza de San Marcos, etc.,etc. Aunque mucho mejor les valdría acercarse a la agencia de viajes más cercana, si no se conforman con las imágenes de promoción de la película, pues no se ofrece nada mucho mejor en The Tourist.

Publicada originalmente en EXTRACINE

martes, 28 de diciembre de 2010

Balada triste de trompeta

Título original: Balada triste de trompeta
Año: 2010
País: Francia & España

Dirección: Álex de la Iglesia
Guión: Álex de la Iglesia
Producción: Vérane Frédiani, Franck Ribière & Gerardo Herrero
Fotografía: Kilo de la Rica
Música: Roque Baños
Montaje: Alejandro Lázaro
Dirección artística: Eduardo Hidalgo hijo
Decorados: Federico del Cerro
Vestuario: Paco Delgado
Reparto: Santiago Segura, Antonio de la Torre, Fran Perea, Fernando Guillén Cuervo, Carolina Bang, Sancho Gracia, Carlos Areces, Raúl Arévalo, Terele Pávez, Joxean Bengoetxea, Luis Varela, Javier Bonet, Enrique Villén, Joaquín Climent, Gracia Olayo, Juana Cordero, José Manuel Cervino, Fofito, Manuel Tallafé, Manuel Tejada, Paco Sagárzazu, Alejandro Tejerías, Fernando Chinarro, Diego Calderón, Ignasi Vidal, Juan Viadas, Chusa Barbero, Mikel Bustamante, David Sánchez Calvo…
 
el dedo en la llaga

Álex de la Iglesia tiene la virtud de poner el dedo en la llaga en el momento más oportuno con Balada triste de trompeta, su última película, abordando en clave alegórica temas espinosos y rascando cicatrices todavía abiertas la España contemporánea que demuestran que sigue dividida, como puede verse en las polémicas que ha (y sigue) generado la Ley de la Memoria Histórica.

Sólo en la secuencia de los títulos de crédito, el cineasta vasco consigue que se te pongan los pelos de punta en ese recorrido por los momentos de su infancia y adolescencia en los que ocupan el mismo lugar los monstruos de la Universal y políticos de la dictadura franquista como Fraga Iribarne o el mismo caudillo, dejando perfectamente claro que nos va a hablar de sus propios fantasmas, aquellos que le aterrorizaron de pequeño y que le ayudaron, indirectamente, a distorsionar su visión de la realidad, a vivir la vida como un esperpento.

"No puedo hacer reír porque nunca he tenido infancia"

Haciendo gala de esa capacidad para utilizar iconos populares conocidos por todos, como hiciera con el letrero publicitario de Schweppes y las torres Kio en El día de la bestia (1995, Álex de la Iglesia), el polémico Valle de los Caídos es aquí utilizado, no sólo por la espectacularidad visual que aporta, sino por el significado que tiene dentro de la historia de España, aunque para los payasos tenga uno y para los asesinos otro, y sobre todo por eso —-utilizo los sustantivos payaso y asesino porque son los que utiliza el propio Álex en su película.

"Si no fuera payaso sería asesino"

Balada triste de trompeta es el primer guión que Álex de la Iglesia firma en solitario, prescindiendo por primera vez de su colaborador habitual Jorge Guerricaechevarría, y reivindicando de esta manera lo personal de este recorrido por los momentos claves del período franquista, que si visualmente pueda estar cercano al imaginario de Federico Fellini —-además de por el motivo circense, por lo cercano que pueda estar a Amarcord (1973, Federico Fellini)—-, también rinde un merecido tributo a Luis García Berlanga. Un logro que fue premiado en el Festival de Venecia por partida doble, primero como guionista y después como director.

Una de las virtudes de su película es que, sin dejar de lado su característico estilo exagerado, excesivo y gore, fruto de la poderosa influencia que el cómic ejerce en toda su filmografía, además del cine de serie B, consigue emocionar y sobrecoger con muchos de los momentos de la película como la huida de Javier (Carlos Areces), desnudo, por el bosque o la cacería que Salcedo (Sancho Gracia) organiza para Franco (Juan Viadas). Lo mejor de todo es que lo hace con imágenes, más que con palabras, teniendo la capacidad de evidenciar la humillación con la que el bando de los republicanos ha tenido que aprender a vivir para poder sobrevivir, sin renunciar a la diversión y esa cualidad tan española que le permite reírse de sus propias desgracias.

Es prácticamente imposible pasar de largo ante la impresionante interpretación de Carlos Areces. El actor cómico, conocido por Muchachada Nui, se entrega física y psicológicamente a un personaje que perfectamente podría haber caído en el más absoluto ridículo, logrando una interpretación compasiva y emotiva, capaz de que el espectador empatice con su causa, aunque haya muchos momentos en los que sea difícil prever hacia dónde se dirige. El personaje de Santiago Segura será breve, pero le sienta muy bien volver a trabajar con Álex de la Iglesia.

Pocas dudas tengo sobre las nominaciones que pueda conseguir de cara a los Goya 2011, pero no extraña que no haya sido la película elegida por la academia para representar a España en la carrera por el Oscar. Una cosa es que le haya gustado a Quentin Tarantino y a sus colegas de jurado, pero otra cosa es que más allá de la frontera española vaya a entenderse en toda su magnitud esta alegoría planteada por Álex de la Iglesia en la que el triángulo amoroso que viven Javier, Sergio (Antonio de la Torre) y Natalia (Carolina Bang), representa la enemistad de las diferentes maneras de ser español, que inevitablemente, termina(ra)n por destruir España.

Y es que pareciera que España es un país en el que el circo nunca se hubiera ido de la tele, tan sólo se ha reinventado y cambiado sus personajes, que antes eran payasos, y ahora sólo son patéticos personajes populares.
 
Publicado originalmente en EXTRACINE
 

sábado, 25 de diciembre de 2010

TRON: Legacy

Título original: TRON: Legacy
Año: 2010
País: EE.UU.


Dirección: Joseph Kosinski
Guión: Edgard Kitsis & Adam Horowitz, basado en una idea original de Edgard Kitsis, Adam Horowitz, Brian Klugman & Lee Sternthal, a partir de los personajes creados por Steven Lisberger & Bonnie MacBird
Producción: Sean Bailey, Steven Lisberger & Jeffrey Silver
Fotografía: Claudio Miranda
Música: Daft Punk
Montaje: James Haygood
Diseño de producción: Darren Gilford
Dirección artística: Sean Haworth, Kevin Ishioka, Ben Procter, David Scott, William Ladd Skinner & Grant Van Der Slagt
Decorados: Lin MacDonald
Vestuario: Michael Wilkinson
Reparto: Jeff Bridges, Garrett Hedlund, Olivia Wilde, Bruce Boxleitner, James Frain, Beau Garrett, Michael Sheen, Anis Cheurfa, Seridan Swan, Yaya DaCosta, Elizabeth mathis, Kis Yurij, Conrad Coates, Daft Punk, Ron Selmour, Dan Joffre, Darren Dolybski, Kofi Yiadom, Steven Lisberger, Donnelly Rhodes, Belinda Montgomery, Owen Best, Matt Ward, Zoe Fryklund, Dean Redman, Mi-Jung Lee, Chris Logan, Sheldon Yamkovy, Dale Wolfe, Joanne Wilson, Catherine Lough Haggquist, Thomas Bradshaw, Shafin Karim, Rob Daly, Mike Ching, Michael Teigen, Brent Stait, Shaw Madson, Amy Esterle, Cody Laudan, Jeffrey Nordling, Christine Adams, Kate Gajdosik, Jack McGee, Dawn Mander, Michael Logie, John Reardon, Edie Mirman…


nuevos diseños, mismas realidades

Secuela de la película de culto Tron (1982, Steven Lisberger), no creo que Tron: Legacy, una de las películas más esperadas del año, llegue a defraudar a los admiradores de la primera, aunque tampoco conseguirá entusiasmarles como aquella.
Con guiños y homenajes a su predecesora, TRON: Legacy se plantea como si de una nueva versión de un videojuego se tratara —-de hecho casi es más una versión del juego Tron 2.0—-, más que de una continuación de la película. Aunque también lo sea. Siguiendo los pasos de Kevin Flynn (Jeff Bridges —-al que le queda mucho mejor la barba que la liposucción digital—-), su padre , Sam Flynn (Garrett Hedlund) se introduce en las entrañas de la red dónde juega a los mismos juegos a los que se enfrentara su padre, pero en sus versiones renovadas.


Lo que en un principio pudiera parecer una virtud, dado que es obvio que todos estábamos esperando reencontrarnos con ese universo, podría convertirse en un defecto, pues los guionistas nos obligan, no sólo a jugar una nueva partida de la lucha de discos y la carrera de motos, sino de toda la película previa. Eso sí, echo de menos la maravillosa variedad de sonidos que se asociaban a los movimientos de los personajes y que ayudaran notablemente a la credibilidad de ese universo digital. También echo en falta el color (y un poco más de luz).


Esto no quiere decir que la película no tenga interés, TRON: Legacy es una película entretenida. Mantiene un ritmo trepidante de principio a fin al que ayuda la magnífica banda sonora compuesta por Daft Punk, que encaja a la perfección en este mundo digital. El diseño de producción, el vestuario y los efectos especiales son espectaculares. Tiene nuevos personajes, a la vez que nos reencuentra con viejos conocidos, pero ninguno llega a tener el carisma de sus predecesores, tan sólo Clu (Jeff Bridges). El uso de las 3 dimensiones está plenamente justificado —-aunque sigue produciéndome dolor de cabeza—- e integrado en el desarrollo de la trama. Pero se desinfla a medida que avanza, sobre todo a partir del momento en el que se reconoce que va a seguir el mismo patrón que la anterior.


Joseph Kosinski asimila el cine de ciencia ficción, anterior y posterior a Tron, al que alude en ciertos momentos, como el refugio de Kevin Flynn, en clara referencia a 2001: una odisea espacial (2001: A Space Odyssey, 1968, Stanley Kubrick), o las similitudes que podemos encontrar con Matrix (The Matrix, 1999, Andy & Lana (Larry) Wachowski, en lo que se refiere a la estética, más que otra cosa.


Pero, también es cierto que plantea cuestiones interesantes, que deberían ser atendidas por gobiernos y profesionales de las nuevas tecnologías, pues recogen claramente el espíritu de los usuarios como el uso libre y gratuito de la información a través de la red. Realizando una crítica a ciertas compañías, que todos conocemos, que se empeñan en vender como nuevo lo que, o son copias de compañías mejores, o funcionan peor que sus versiones anteriores. Por no hablar de las conclusiones filosóficas a las que llega Kevin Flynn sobre la búsqueda de la perfección.


Lamentablemente sólo plantea las cuestiones, pero no las desarrolla, yéndose por la vía escapista del entretenimiento, consiguiendo un producto efectivo, pero discreto.
 
Publicado originalmente en EXTRACINE
 

sábado, 18 de diciembre de 2010

NEDS


Título original: NEDS
Año: 2010
País: Italia, Francia & Reino Unido

Dirección: Peter Mullan
Guión: Peter Mullan
Producción: Olivier Delbosc, Alain de la Mata & Marc Missonnier
Fotografía: Roman Osin
Música: Craig Armstrong
Montaje: Colin Monie
Diseño de producción: Mark Leese
Dirección artística: Carolina Grebbell
Decorados: Elaine McLenachan
Vestuario: Rhona Russell
Reparto: Conor McCarron, Martin Bell, Linda Cuthbert, Richard Mack, David McKay, Marcus Nash, Marianna Palka, Steven Robertson, Douglas Russell…



un asincrónico alegato generacional


Que la edición del año 2010 del Festival de San sebastián se caracterizaba por su mediocridad, no es nada nuevo. Pero que la Concha de Oro haya recaido en un filme tan pretencioso, vulgar y desorientado como NEDS no deja lugar a dudas sobre que tan cuidadoso como debe ser la selección de películas que comparecen en un festival, debe serlo la del jurado que las va a premiar.

Conocido a partes iguales por su tan breve como premiada obra cinematográfica como director, que incluye hasta la fecha tres títulos: Orphans (1997) —-premiada en Venecia, Angers y Gijón—-, Las hermanas de la Magdalena (The Magdalena Sisters, 2002) —-León de Oro en el Festival de Venecia—- y NEDS, como por la calidad de sus interpretaciones para otros directores, Peter Mullan parece querer apropiarse de los parámetros sociales de Ken Loach —-con quien ganó el Premio al Mejor Actor por Mi nombre es Joe (My Name Is Joe, 1998) en Cannes—-, más en el tratamiento del guión que en su aproximación visual.

Aunque la verdad es que yo me atrevería a decir que su intento es el de crear una película generacional más a tono con las dos magníficas adaptaciones que Francis Ford Coppola hiciera del universo literario de Susan E. Hinton en Rebeldes (The Outsiders,  1983) y La ley de la calle (Rumble Fish, 1983). Si estéticamente se acerca más a la primera, algunos personajes parecen seguir las premisas de la segunda, particularmente en lo que a la relación entre hermanos se refiere y con la diferencia de que si en aquella Rusty James (Matt Dillon) era el hermano tonto que idealizaba al chico de la moto (Mickey Rourke), aquí el que interpreta Conor McCarron sería el hermano listo, pero que elige volverse más malo que su propio hermano.

Quizás sea esto es lo que echa a perder las pretensiones de Mullan, pues mientras Ken Loach se limita a mostrar la realidad que le rodea, la que conoce, se intuyen unas pretensiones estéticas en NEDS, que no encajan ni con el característico realismo social británico, representado por el director de Sweet Sixteen (2002, Ken Loach), ni con las poses de aquellos jóvenes airados que lideraran el Free Cinema. Me refiero a momentos como la pelea en el puente al compás asincrónico del tema de Louis Armstrong, Check to Check, o al momento, también asincrónico, surrealista de Jesucristo descendiendo del crucifijo, por no hablar de la secuencia de los leones.

No es que el cine británico no tenga derecho a soñar, Orlando (1992, Sally Potter), 24 Hours Party People (2002, Michael Winterbottom) o incluso Trainspotting (1996, Danny Boyle) tienen algún momento de características similares, pero sus directores son más posmodernos (y jóvenes) que realistas, al contrario que Mullan que pretende contar una historia verdadera —-la suya con su padre—-, a la vez que defiende la idea de que la violencia que impera en la Gran bretaña contemporánea no es nueva, sino de siempre.

Precisamente los momentos más auténticos y conmovedores son los que se intuyen más sinceros, aquellos en los que interviene el padre de John McGill (Conor McCarron), interpretado por el propio Mullan, que perturban, aunque no se sepa bien el origen de su conducta. Sin embargo, lo que se refiere al personaje de John, que es presentado de una manera muy clara y rotunda pero que, a medida que avanza el metraje, sus contradicciones, siendo brillante y obstinado, consciente y deseoso de recibir esa educación que marca la diferencia entre el futuro de la vida en la calle y la posibilidad de salir de un entorno violento y salvaje, se enredan hasta caer en lo inverosímil. ¿Y todo porque no le quedó ninguna asignatura pendiente para septiembre y tuvo todo el verano para zangolotear y hacer amistades no recomendables?

Si bien la secuencia en la que se produce la conquista del instinto (animal) por encima de la razón es también clara y rotunda, la evolución del personaje no deja claro por qué elige el lado salvaje de la vida y, aunque el progreso de la historia no deja ser sugerente, llega un momento que deja de interesar. Lo que sí es cierto es que Conor McCarron defiende a su personaje con sangre, sudor y lágrimas, haciéndose valedor de la Concha de Plata al Mejor Actor, recibido también en San Sebastián.

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Poesía


Título original: Shi (Poetry)
Año: 2010
País: Corea del Sur

Dirección: Lee Changdong
Guión: Lee Changdong
Producción: Lee Jundong
Fotografía: Kim Hyunseok
Montaje: Kim Hyun
Decorados: Sihn Jeomhui
Vestuario: Lee Joondong
Reparto: Yun Junghee, Ahn Naesang, Kim Hira, Lee Dawit, Kim Yongtaek…


la belleza de lo cotidiano


La espléndida película coreana, Shi (Poetry), que se alzó con el premio al mejor guión en el pasado Festival de Cannes, se fue, por el contrario, con las manos vacías en el de San Sebastián. Algo sorprendente tras comprobar la maravillosa interpretación de Yoon Jeong-hee, con el permiso de Nora Navas y su premio por Pa negre (2010, Agustí Villaronga).

Poesía, así se ha llamado en España, cuenta la historia de Mija (Yoon Jeong-hee), una entrañable abuela que cuida de su nieto mientras su hija trabaja en otra ciudad. Inquieta y sensible, Mija se preocupa por su aspecto estético, pero no por coquetería, sino en un impulso que le lleva a buscar la belleza de las cosas y a matricularse en un curso de poesía. Mija no deja de hacer su vida a pesar de que le acaban de diagnosticar un principio de Alzheimer, entre otras cosas porque está sobrecogida por un acontecimiento en el que está involucrado su nieto.

Puede que ante una película con un título como Poesía, cualquiera podría esperar ver una película repleta de planos largos, con encuadres precisos y rebuscados, pero Lee Chang-dong se instala en un acercamiento visual opuesto a lo que el título de su película sugiere, tratando de buscar la belleza y la poesía en la mundana y cotidiana realidad, apuntando que la auténtica poesía se esconde, precisamente, en el interior de Mija y su manera de mirar y afrontar la vida. La austeridad del relato y su vocación de veracidad no permite ni que banda sonora, fotografía o dirección artística se interpongan en ese estilo realista buscado por el director, lo que no evita que el espectador se emocione con la historia.

Todo el relato se articula en primera persona, conforme a un inteligente guión que permite que el espectador tome sus propias conclusiones y decisiones con respecto a los personajes y sus acciones. Precisamente, dentro del relato Mija se niega a aceptar algunas de las situaciones que le acontecen, como el diagnóstico de su médico, o la sobrecogida frialdad con la que sociedad acepta un hecho que a elle le parece terrible y con el que no puede vivir.

Asimismo se plantean una serie de cuestiones como la manera de afrontar la enfermedad (con compasión pero sin compadecerse), el bullying y los problemas de la educación actual que produce una serie de monstruos de apariencia completamente normal que no diferencian entre el bien y el mal (o les da lo mismo), o la deshumanización de una sociedad que todo lo arregla con dinero, además de ofrecer un sensible retrato de la tercera edad.


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miércoles, 15 de diciembre de 2010

Megamind


Título original: Megamind
Año: 2010
País: EE.UU.

Dirección: Tom McGrath
Guión: Alan J. Schoolcraft & Brent Simons
Producción: Lara Breay & Denise Nolan Cascino
Música: Lorne Balfe & Hans Zimmer
Montaje: Michael Andrews
Diseño de producción: David James
Reparto: Will Ferrer, Brad Pitt, Tina Fey, Jonah Hill, David Cross, Justin Theroux, Ben Stiller, Jessica Schulte, Tom McGrath, Emily Nordwind, J.K.Simons, Ella Olivia Stiller, Quin Dempsey Stiller, Brian Hopkins, Christopher Knights, Mike Mitchell, Jasper Johannes Andrews, Jack Blessing, Stephen Kearin…

ni los buenos son tan buenos, ni los malos son tan malos

Megamind, la última producción de Dreamworks, dirigida por Tom McGrath, es una película mucho menos inocente de lo que parece a primera vista que, bajo la apariencia de una vuelta de tuerca que convierte al villano en héroe y viceversa, esconde dos interesantes críticas: una sobre la sociedad actual y su excesiva manipulación por los medios de comunicación y otra, mucho más interesante, sobre las actuaciones del gobierno estadounidense que, tradicionalmente, se considera a sí mismo, en el bando de los buenos.

No me cabe ninguna duda de que el deterioro de la ética y responsabilidad que impera en los medios de comunicación españoles, debe ser la misma que en la mayoría de los países occidentales que tan pronto consideran héroe a un individuo un día, como son capaces de hundirlo en la miseria al día siguiente. A la primera de cambio. Por un desliz, un único fallo de conducta. La manipulación ejercida por el cuarto poder lleva a la sociedad a un estado de alienación que no le permite tomar decisiones por sí misma, aceptando aquello que se le cuenta como real. Sin cuestionarlo.

Aunque desde mi punto de vista, la auténtica crítica que subyace en el relato es la que vendría a cuestionar las decisiones tomadas por el presidente de los Estados Unidos de América tras los atentados del 11-S. En una metáfora en la que el ex presidente George W. Bush estaría más cerca de Megamind (Will Ferrer) que de Metroman (Brad Pitt), pues él mismo fuera quien patrocinara y entrenara Osama Bin Laden —-siguiendo las premisas propagadas por Michael Moore en su premiado documental, Fahrenheit 9/11 (2004)—-, que se volviera después en su contra, tal y como le sucede a Megamind con Titan (Jonah Hill). De hecho, no me parece nada fortuita la elección de Superman como base de partida, dada su relación con la ciudad de Nueva York, camuflada bajo el nombre de Metrópolis.

A pesar de que estética y técnicamente la película esté muy lograda, puede que el guión escrito por Alan J. Schoolcraft Brent Simons avance con un poco de torpeza, siendo la presentación de los personajes demasiado estereotipada y la manera en la que se desarrolla la historia excesivamente convencional. (...) La película no consigue atraparme desde el primer momento, siendo demasiado evidentes los giros de guión que favorecen la previsión del relato, algo que le quita alge de fuerza pero que va superando progresivamente, a medida que avanza la historia.

Tampoco le viene nada bien, ese toque tan antediluviano que le confiere la selección musical que recurre a temas de trasnochado rock and roll para acompañar las andanzas de Megamind. No es que no me gusten los temas seleccionados, es que tampoco veo que sean adecuados para una historia que se desarrolla en un tiempo indeterminado, ni en los años en los que evoluciona ese estilo musical ni en los que están compuestos los temas, tampoco existe una vinculación por parte de los personajes con el rock.

Esto me lleva a determinar que se trata, única y exclusivamente del gusto personal de los creadores de la película, a no ser que pretendan identificar el mal con el rock, y el bien con el pop. Algo que se reivindica en ese homenaje final a Michael Jackson, del que seguro a él, le habría encantado.


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domingo, 12 de diciembre de 2010

The Town, ciudad de ladrones

Título original: The Town

Año: 2010

País: EE.UU.



Dirección: Ben Affleck

Guión: Peter Craig, Ben Alec & Aaron Stockard, basado en una novela de Chuck Hogan

Producción: Basil Iwanyk & Graham King

Fotografía: Robert Elswit

Música: David Buckley & Harry Gregson-Williams

Montaje: Dylan Tichenor

Diseño de producción: Sharon Seymour

Dirección artística: Peter Borck
Decorados: Maggie Martin
Vestuario: Chatchai Chaiyon
Reparto: Ben Affleck, Rebecca Hall, Jon Hamm, Jeremy Renner, Blake Lively, Slaine, Owen Burke, Titus Welliver, Pete Ppostlethwaite, Chris Cooper, Dennis McLaughlin, Corena Chase, Brian Dunbar, Tony V., Isaac Bordoy, Michael Yebba, Daniel Woods, Jimmy Joe Maher, Mark Berglund, Ralph Boutwell, Michael Romig, Michael Malvesti, Jack Neary, Ed O‘Keefe, Joe Lawler, Ben Hanson, Brian White, Richard Caines, frank Garvin, Danny Ring, Gary Galone, David catanzazo, Jeremiah Kissel, Malik McMullen, Charles C.Winchester III, adam J. Husband, Danny DeMiller, Susan Rawlinson, Sean Locke, Peter Looney, Lennin Pena, James McKittrick, Ted ardici, Bryan Connolly, Quan Liang Chen, Alex Wilson, Michael F. Murphy, Michele Cressinger, Kimberly Mahoney, Bobby Curcuro, Ginaya Green, Nicole Page, Georgia Lyman, Robert Boyden, Jamie Ghazarian...


el clan de los que no son irlandeses


En su segunda incursión detrás de la cámara, The Town, Ben Affleck, unos de los peores actores de la industria de Hollywood, cae en el mismo pecado que otros actores metidos a directores al reservarse el papelito del bueno, el bondadoso, aquel que sabe mirar en el corazón de la gente y sacar lo mejor de ellos, aquel que te escucha y te entiende, aquel que está por encima del bien y del mal y sabe como reconfortarte en tus peores momentos. Y todo ello a pesar de ser un eficaz delincuente sin escrúpulos, que después de ponerte en una situación límite, trata de enamorarte, tal y como ya se desprendía del tráiler.


Ben Affleck retoma aquel personaje de chico-malo-bueno que se popularizara en la renovación del género de gángsteres de los años cuarenta y que personificara como nadie Humphrey Bogart, particularmente en las películas de John Huston. Con la diferencia de que Bogart no interpretaba exactamente tipo malos, o cuando lo hacía, era consciente de que era un delincuente y acabaría pagando por ello. No como el Doug MacRay interpretado por Affleck, que más parece Robin Hood que un atracador de bancos.


A nivel interpretativo hay que reconocer que Rebecca Hall y Jeremy Renner están muy superiores a Ben Affleck, lástima que a sus personajes no se les permita mostrar más que unos breves bocetos de lo que podrían haber sido si detrás del proyecto estuviera un verdadero director de cine. Otro tanto podría decirse de Chris Cooper o Pete Postlethwaite, delatando este último lo que le hubiera gustado a Ben Affleck hacer con su película, algo del estilo de aquella maravillosa Sospechosos habituales (Usual Suspects, 1995) del magnífico director Bryan Singer.


Aparte de El clan de los irlandeses (State of Grace, 1990, Phil Joanu) y ese rollo del honor familiar que se debe transmitir de padres a hijos —-¡anda, como en El rey León (The Lion King, 1994, Roger Allers & Rob Minkoff)—-, a pesar de que sean delincuentes, se evidencia también la influencia de Katheryn Bigelow, pero no por la participación de Jeremy Renner, sino por la alusión a Le llamaban Bodhi (Point Break, 1991), aunque aquí Bigelow era mucho más responsable en su retrato de los delincuentes, evidentemente.



El momento cumbre de la película, por lo que a la interpretación de Ben Affleck se refiere, es esa secuencia en la que le relata a Claire (Rebecca Hall), la traumática pérdida de su madre —-¿Bambi (1942, James Algar, Samuel armstrong, David Hand, Graham Heid, Bill Roberts, Paul Sttaterfield & Norman Wright)?—-, pero con un sentimiento similar al que podría transmitir una farola. Apagada. Como director tampoco es que saque mucha mejor nota. Tan sólo las secuencias de acción están resultas con algo de chispa, que no de gracia, pero el resto del relato no difiere mucho de un filme televisivo con toques visuales indies, como esas imágenes de la ciudad nublada fotografiados a baja velocidad.


¿Qué más puedo decir? Que me parece muy excesivo aquello de for your consideration.

Publicado originalmente en EXTRACINE

En el camino

Título original: Na Putu
Año: 2010
País: Bosnia y Herzegovina, Austria, Alemania, Crozcia

Guión: Jasmila Zbanic
Producción: Barbara Albert, Karl Baumgartner, Raimond Goebel, Damir Ibrahimovich, Leon Lucev & Bruno Wagner
Fotografía: Christine A. Maier
Música: Brano Jakubovic
Montaje: Niki Mossböck
Diseño de producción: Maglajlic Lada
Decorados: Amir Vuk
Vestuario: Lejla Hodzic
Reparto: Zrinka Cvitesic, Leon Lucev, Ermin Bravo, Mirjana Karanovic, Marija Kohn, Nina Violic, Sebastian Cavazza, Jasna Beri, Izudin Bajrovic, Jasna Zalica, Luna Mijovic, Vanessa Glodjo, Alban Ukaj, Faik Mesic, Mirvad Kuric, Sanja Buric, Damir Kustura, Almir Kurt, Mirna Kreso, Samir Custovic, Mirsad Comaga, Ibrahim Spahic, Ines Erceq, Jasmin Djurovic, Romana Mandic, Brano Jakubovic, Marko Cvitanovic, Adnan Goro…
Dirección: Jasmila Zbanic

diferentes maneras de ser musulmán

Na putu, denominada en España En el camino, es la película dirigida por Jamila Zbanic, que entrara a competición en el pasado Festival de Berlín, y que muestra dos maneras muy diferentes de vivir siendo musulmán, que condicionan la vida de la mujer de acuerdo a unas creencias y no a las de ellas, y que sus ramas más fundamentalistas capta a sus nuevos feligreses como si de una secta se tratase.

Luna (Zrinka Cvitesic) y Amar (Leon Lucev) son una pareja feliz, azafata, ella, controlador aéreo, él. Comparten con intensidad su vida. Practican sexo con frecuencia buscando formar una familia, pero los espermatozoides de Amar son débiles, igual que su carácter. La vida de ambos cambia cuando, por un fortuito accidente, Amar se reencuentra con Bahrija (Ermin Bravo), un antiguo colega, junto al que combatió en los tiempos de guerra, convertido ahora en un musulmán fundamentalista.

Si En el camino comienza pareciendo una drama romántico, en el momento en que la sombra del fundamentalismo musulmán aparece en la pantalla, contagia también a sus protagonistas, para convertirse paulatinamente en una angustiante película de terror. El terror de perder al ser querido por culpa de unas ideas que no son las suyas, pero a las que le aboca su debilidad mental y la autoestima insuflada por unas ideas para las que todo lo malo viene siempre de fuera, nunca de dentro.

"Occidente mata la feminidad en las mujeres"


El discurso de Jamila Zbanic se articula en dos ideas muy concretas, apoyadas en sus dos protagonistas, Luna representa la mujer contemporánea, libre, independiente, que toma sus decisiones, en oposición a aquellas mujeres que deciden vivir ocultas bajo un burca. Por otro lado, Amar evidencia que si un hombre, con todos los derechos que tienen sobre las mujeres dentro de la vertiente fundamentalista musulmana no es libre, ¡cómo va a serlo la mujer, que permanece invisible!

En el camino pretende evidenciar que puede haber muchas maneras de ser musulmán, exactamente igual que sucede en la fe católica. Si existen algunos se empeñan en interpretar las escrituras como si siguieran viviendo en el siglo XII, otros realizan una actualización de los textos para vivir la vida en consonancia tanto con sus creencias, como con la vida contemporánea, permitiendo que la mujer ocupe el lugar que le corresponde, el mismo que el del hombre.

En el fondo de todo el discurso subyace la necesidad de la reconciliación con el pasado, en la que también será Luna la que sea capaz de superar y curar las cicatrices de las atrocidades que se vivieron durante la guerra. Una reconciliación que le permite evolucionar como persona y tomar las decisiones que debe tomar para vivir su vida en libertad, con seguridad, con independencia.

Tanto Zrinka Cvitesic, como Leon Lucev, defienden a la perfección sus antagónicos personajes. Mostrando sus fortalezas y debilidades con convicción y coherencia, al igual que la estupenda labor de la directora de la película, una mujer sin duda contemporánea, libre e independiente de la que esperamos nos lleguen nuevos trabajos.

Publicado originalmente en EXTRACINE

Uncle Boonmee recuerda sus vidas pasadas

Título original: Long Boonmee raleuk chat

Año: 2010
País: Thailandia, Reino Unido, Francia, Alemania, España & Holanda

Dirección: Apichatpong Weerasethakul
Guión: Apichatpong Weerasethakul
Producción: Simon Field, Keith Griffiths & Apichatpong Weerasethakul
Fotografía: Yukontorn Mingmongkon & Sayombhu Mukdeeprom
Montaje: Lee Chatametikool
Diseño de producción: Akekarat Homlaor
Vestuario: Chatchai Chaiyon
Reparto: Sakda Kaewbuadee, Matthieu Ly, Vien Pimdee, Jenjira Pongpas, Thanapat Saisaymar…


preparación para el último viaje

La primera duda que me asalta tras concluir la proyección de Uncle Boonmee recuerda sus vidas pasada ---a la que me referiré de aquí en adelante como Uncle Boonmee—-, es si Tim Burton, presidente del jurado del pasado Festival de Cannes de este mismo año, viera realmente la película a la que otorgara la Palma de Oro.

Merecedora también del premio de la crítica en el Festival de Sitges, además de tener posibilidades tanto de nominación a los Oscar como a los Goya, la propuesta de Apitchatpong Weerasethakul se decanta claramente por la necesidad del retorno al entorno rural para que el ser humano pueda encontrar la paz espiritual, en oposición a la ciudad en la que el individuo acaba alienado por el supuesto confort que impone la sociedad de consumo.

Boonme (Thanapat Saisaymar) se reencuentra con los fantasmas de su pasado, más que con sus vidas pasadas, que le guían en el momento en el que debe iniciar su viaje al más allá. Antes de comenzar su periplo, reflexiona sobre el origen de la vida, un misterio que sólo alcanza cuando se reencuentra con la naturaleza, con la tierra, con el nacimiento representado en una cueva penetrada en el corazón de la montaña, como si de un útero se tratara, en un peregrinaje similar al del salmón río arriba.

Lo que está claro es que Víctor Erice, miembro del mismo jurado, sí disfrutó de una película muy cercana a su universo artístico, repleta de bellas imágenes metafóricas, cargadas de un fuerte simbolismo que aunque el público occidental no alcance a descifrar del todo, sí puede intuir su significado. Estéticamente, las imágenes de Uncle Boonmee, más que moverse, debería decir que permanecen estáticas dentro de los parámetros de esa tradición tan asiática, rota sólo en la maravillosa secuencia de la princesa, en la que la cámara fluye al compás de los personajes, el agua y los peces —-que podría haber sido la secuencia seductora de Burton.

Tampoco está de más mencionar que la película no es apta para todos los públicos, y no me refiero a las edades, sino a los que pudieran esperar un tipo de cine como el de Kim Ki-Duk, Hayao Miyazaki o Akira Kurosawa. No se confundan. Pues aunque por temática podría recordar alguna de las obras de estos cineastas, su manera de narrar está más en la onda de otros como Satyajit Ray o Kenji Mizoguchi, así como en la misma línea que, precisamente, Víctor Erice, Theo Angelopoulos o Abbas Kiarostami.
 
Avisados quedan todos.
 
Publicado originalmente en EXTRACINE