sábado, 28 de enero de 2012

Albert Nobbs

Título original: Albert Nobbs
Año: 2011
País: Irlanda & Reino Unido

Dirección: Rodrigo García
Guión: Glenn Close, John Banville, & Gabriella Prekop, basado en el relato de George Moore
Producción: Glenn Close, Bonnie Curtis, Julie Lynn & Alan Moloney 
Fotografía: Michael McDonough
Música: Brian Byrne
Diseño de producción: Patrizia von Brandenstein
Dirección artística: Susie Cullen
Decorados: Jenny Oman
Vestuario: Pierre-Yves Gayraud
Reparto: Jonathan Rhys Meyers, Aaron Johnson, Mia Wasikowska, Glenn Close, Brendan Gleeson, Janet McTeer, Mark Williams, Maria Doyle Kennedy, Brenda Fricker, Pauline Collins, Bronagh Gallagher, John Light, Antonia Campbell-Hughes, Phoebe Waller-Bridge, Annie Starke, Emerald Fennell, Kenneth Collard, Serena Brabazon, Jillian Reid, Kathleen Warner Yeates, Michael Hough, Daniel Costello, Jason Kiernan, Ben Connolly, Kevin Fisher… 

cuando el género no importa

Rodrigo García ha desarrollado la mayor parte de su filmografía en torno al universo femenino, desde Things You Can Tell Just by Looking at Her hasta Mother and Child, pasando por Nine Lives. En su recorrido nos hemos encontrado con personajes heridos o castigados por sus circunstancias, pero siempre se trata de mujeres fuertes, dispuestas a entender y asimilar lo que les sucede, preparadas para afrontar el futuro. Estas mismas características las podemos apreciar en los personajes de Albert Nobbs, una película que protagoniza Glenn Close y en la que la actriz tiene tanto peso como el director, no sólo por que sea la protagonista, sino porque también la produce, además de participar en la adaptación, junto a John Banville, de la obra original que ella misma representara en los años ochenta.

El discurso de Albert Nobbs no se centra ni en un hombre ni en una mujer, sino en una persona que se siente sola. La abrumadora soledad que le embriaga trasciende tanto su género como su opción sexual en lo que se erige como la mejor defensa de la ausencia de género, puesto que sea hombre o mujer, Albert Nobbs se siente sólo, y sea cual sea su condición sexual, tan sólo pretende formar una familia. La fuerza del personaje que Glenn Close interpreta a las mil maravillas, no está en que es una mujer que se hace pasar por hombre, sino en que se trata de una persona que ha vivido tanto tiempo bajo la condición masculina, que ha llegado a asimilar de tal manera el comportamiento del género que aparenta que le ha llevado a relacionarse con otras personas de su mismo sexo de la misma manera en la que lo hace cualquier hombre.

Hasta tal punto es preciso y efectivo el retrato físico de Albert Nobbs, que cuando se viste de mujer es cuando realmente parece que está travestido, aunque la excelencia de Glenn Close asoma cuando muestra con asombrosa claridad la confusión emocional de su personaje, incapaz de entender su propia opción sexual. Pero no sólo Glenn Close está absolutamente espléndida, es que está secundada a la perfección tanto por Janet McTeer, como por Mia Wasikowska. Señalar asimismo la breve pero fabulosa labor de Bronagh Gallagher con un personaje que introduce el humor de una manera absolutamente deliciosa. Por que por muy dramática que pueda resultar la vida de Albert Nobbs, en su historia hay lugar para el humor. Quizás quien salga peor parado, por comparación, sea Aaron Johnson, que se tomó tan al pie de la letra que debía interpretar a un bruto que más que un hombre parece un simio lampiño, en oposición a la sutileza y calidad de las demás interpretaciones.

Por un lado pareciera que Rodrigo García jugara al despiste con el espectador, incorporando al reparto de su película presencias tan conocidas como las de Brendan Gleeson, Pauline Collins, Jonathan Rhys Meyers o Brenda Fricker, para que la mayoría de ellos tan sólo interprete personajes secundarios que, en algunos casos, apenas se dejan ver más de un minuto. Quizás es una manera de decirle al espectador que debe permanecer atento al relato, sin dejarse llevar por la imagen que algunos de ellos puedan aportar a sus personajes, pues Albert Nobbs está plagado de sutilezas a través de las que Rodrigo Garcia sugiere y apunta, pero nunca desvela, como por ejemplo ese niño que se queda mirando fijamente a Nobbs, igual que después hará con otro personaje.

Lástimas que todas las cualidades del relato no alcancen hasta la resolución de la historia que, si bien deja un final abierto para que el espectador decida lo que puede pasar a continuación, se precipita en una conclusión burda y repentina que emborrona el sensación emocional que ha transmitido la historia de Albert Nobbs, mermando la valoración global de toda la película.

Publicado originalmente en EXTRACINE

domingo, 15 de enero de 2012

Los hombres que no amaban a las mujeres


Título original: The Girl with the Dragon Tattoo
Año: 2011
País: EE. UU., Suecia, Reino Unido & Alemania

Dirección: David Fincher
Guión: Steven Zaillian, basado en la novela de Stieg Larsson
Producción: Ceán Chaffin, Scott Rudin, Soren Staermose & Ole Sondberg
Fotografía: Jeff Cronenweth
Música: Trent reznor & Atticus Ross
Montaje: Kirk Baxter & Angus Wall
Diseño de producción: Donald Graham Burt
Dirección artística: Frida Aevidsson, Linda Janson, Pernilla Olsson, Tom Reta, Kajsa Severin & Mikael Varhelyi
Decorados: K.C. Fox
Vestuario: Trish Summerville
Reparto: Daniel Craig, Rooney Mara, Christopher Plummer, Stellan Skarsgard, Steven Berkoff, Robin Wright, Yorick van Wageningen, Joely Richardson, Geraldine James, Goran Visnjic, Donald Sumpter, Ulf Friberg, Bengt C.W. Carlsson, Tony Way, Per Myberg, Josefin Asplund, Eva Fritjofson, Moa Gerpendal, Maya Hansson-Bergqvist, Sarah Appelberg, Julian Sands, Anna Björk, Gustaf Hammarsten, Simon Reithner, David Dencik, Marcus Johansson, Mathilda von Essen, Mathias Palmér, Martin Jarvis, Inga Landgré, Reza Dehban, Anders Berg, Mats Andersson, Jürgen Klein, Kalle Josephson, Sandra Andreis, Arly Jover, Pierre Sjö Östergren, Tess Panzer, Alastair Duncan, Alan Dale, Julia Rose, Peter Carlberg, Jan Abramson, Lena Strömdahl, Matthew Wolf, Anne-Li Norberg, Leo Bill, Albrecht Marco, Martina Lotun, Anna Carlson, Yvonne Astrand, Fredrik Dolk, Christian Heller, Werner Biermeier, Christine Adams, Peter Hottinger, Joyce Giraud, Bengt Wallgren, Elodie Yung, Anna Charlotta Gunnanson, Andreas Björklund, Embeth Davidtz, Joel Kinnaman, Karen E. Wright, Leah Harshaw, George Gerdes… 

media hora más para contar mucho menos

Lo primero que sorprende de The Girl with the Dragon Tattoo no es la aproximación visual con la que David Fincher ha abordado el guión que Steven Zaillian ha elaborado a partir de la novela de Stieg Larsson, ni los puntos de vista y matices que el guionista de The Schindler List ha aportado a una historia que todos conocemos de sobra, ya sea porque vimos la película o la miniserie o leímos la novela hace tan sólo un par de años. No. Lo que más sorprende de The Girl with the Dragon Tattoo es el descubrimiento de que en Suecia conviven sueco e inglés de la misma manera que lo hace el español con el vasco, el gallego y el catalán en el País Vasco, Galicia y Cataluña. Efectivamente, Steven Zaillian no ha realizado ningún cambio sustancial ni en los personajes ni en la ubicación de las acciones. Ni tan siquiera algo tan leve como que el periodista Mikael Blomkvist pase a llamarse Michael, siendo inglés o estadounidense, y justificando así que todo el mundo le hable en inglés. No. En Suecia, todos hablan inglés siempre y en todo momento, hasta cuando no hay ingleses delante.

Salvada esta primera sorpresa, cabría esperar que David Fincher, cineasta que proviene del mundo del videoclip y que ha creado filmes tan impactantes -para algunos- como Se7en o Fight Club-, fuera capaz de ofrecer algo más interesante visualmente que un planificación basada en plano-contraplano, muy similar a la que ofreciera Niels Arden Oplev en Män som hatear kvinnor, la película sueca. Lo cierto es que ambas resultan películas flojas, más o menos entretenidas, cuya fuerza o interés para continuar la proyección reside única y exclusivamente en el morbo del relato, pero que ninguno de los dos directores ha conseguido contar de una manera cinematográfica, tan sólo televisiva. No parece de hecho que la filmografía del sueco haya mejorado en absoluto, pero quizás esperaba algo más de un cineasta como David Fincher, tan cercano con sus obras previas a las posturas del futurismo cinematográfico.

Si quizás en una valoración comparativa me inclino más en favor de la película sueca, no es tanto por su calidad, sino por detalles de construcción del relato como enlazar a Mikael Blomkvist con Lisbeth Salander de una manera más natural, o porque consigue una involucración emocional con el espectador mucho más consistente en secuencias como las del tutor o, lo más importante, porque cuando termina, termina. La adaptación de Steven Zaillian consigue estirar insoportablemente la larga larga larga resolución de la película durante treinta minutos en los que no sólo no se aporta nada, sino que consigue desvirtuar el personaje de Lisbeth Salander con un comportamiento patético e incomprensible ¿Lisbeth firmando una tarjeta de Navidad? ¿Lisbeth enamorándose así de esta manera? Ah, claro, que es una película para estadounidenses.

No recuerdo si era exactamente igual en la película sueca, pero una de las cosas que más gracia me ha hecho es la ligereza con la que se autodenominan nazis algunos personajes en la película. Lo que me lleva a aquel lío en el que se vio envuelto Lars von Trier en el festival de Cannes, y que no viene a demostrar que no es lo mismo decir que eres nazi en Escandinavia que en Fracia. Quizás así algunos puedan entender que en los países nórdicos no es algo tan grave como para rasgarse las vestiduras.

Algunos esperábamos mucho de la banda sonora compuesta por Trent Reznor y Atticus Ross, sobre todo después de que se llevaran un Oscar por su magnífica partitura para David Fincher en The Social Network. El caso es que en The Girl with the Dragon Tattoo no sólo pinchan estrepitosamente, sino que meten la pata hasta el fondo con una banda sonora que no aporta nada ni a la psicología de los personajes, ni a la atmósfera de la película. Quizás precisamente su mayor virtud sea la de pasar totalmente desapercibida.


No sucede lo mismo con las canciones que suenan de manera diegética dentro del relato, que consigue que, si uno ya encuentra raro que todos hablen en inglés siempre y en todo momento, te salgas de la película cuando suena una canción de Enya. Y no de su último álbum, no, sino aquel Orinoco Flow (Sail Away), que le hiciera tan famosa a finales de los años ochenta. Vale que se haya reeditado ha finales de los noventa, pero ¿acaso llega a hora a Suecia o los Estados Unidos? La canción es muy bonita, me encanta, pero no encaja ni en la historia ni el en momento que se escucha. Habría estado mejor un tema de ABBA, puestos a retorcer emocionalmente al espectador, o , por vinculación con Trent Reznor y alusiones nazis, mucho mejor Rammstein. ¡Dónde va aparar!

He dejado para el final a Rooney Mara. Lamentablemente para ella, y para el espectador, no sólo no consigue estar a la altura de Noomi Rapace, es que más que no llega a parecer algo más que una de esas adolescentes que son góticas un año y que, cuando le cambian de colegio o cuando se enfada con sus amigas, se vuelve la más pija del barrio o se une a cualquier otra tribu urbana con la que se cruce.

Publicado originalmente en EXTRACINE

sábado, 14 de enero de 2012

The Artist


Título original: The Artist
Año: 2011
País: Francia & Bélgica

Dirección: Michel Hazanavicius
Guión: Michel Hazanavicius
Producción: Thomas Langmann
Fotografía: Guillaume Schiffman
Música: Ludovic Bource
Montaje: Anne-Sophie Bion & Michel Hazanavicius
Diseño de producción: Laurence Bennett
Dirección artística: Gregory S. Hooper
Decorados: Austin Buchinsky & Robert Gould
Vestuario: Mark Bridges
Reparto: Jean Dujardin, Bérénice Bejo, Joh Goodman, James Cromwell, Penelope Ann Miller, Missi Pyle, Beth Grant, Ed Lauter, Joel Murray, Bitsie Tulloch, Ken Davitian, Malcolm McDowell, Basil Hoffman, Bill Siemaszko, Stephen Mendillo, Dash Pomerantz, Beau Nelson, Alex Holliday, Wiley M. Pickett, Ben Kurland, Katie Nisa, Katie Wallack, Hal Landon Jr., Cleto Augusto, Sarah Karges, Sarah Scott, Maize Olinger, Ezra Buzzington, Fred Bishop, Stuart Pankin, Andy Milder, Bob Glouberman, David Allen Cluck, Kristian Francis Falkenstein, Matt Skollar, Annie O'Donnell, Patrick Mapel, Matthew Albrecht, Harvey J. Alperin, Lily Knight, Tasso Feldman, Christopher Ashe, Adria Tennor, Cletus Young, J. Mark Donaldson, Brian J. Williams, Andrew Ross Wynn, Jen Lilley, Brian Chenoweth, Tim De Zam, Uggie, Niko Novick… 

cine mudo no, pero un rato antiguo  sí

¿Qué es un artista? Hay palabras que se devalúan con el paso del tiempo, originalmente y tal y como se recoge en el diccionario de la Real Academia Española un artista es una “persona dotada de la virtud y disposición necesaria para las bellas artes” o según otra acepción sería una “persona que actúa profesionalmente en un espectáculo teatral, cinematográfico, circense, etc, interpretando ante el público”. Durante muchos años, el uso y abuso de esta palabra por folclóricas cabareteras y personas de dudosa reputación cuya capacidad no pasaba más allá de llamar la atención, ha devaluado enormemente el significado de esta palabra. De tal manera es así que hoy en día casi es más artista el que llega a fin de mes, particularmente cuando lo hace sin dar un palo al agua, como la mayoría de los “artistas” que pueblan la televisión. Y esta misma devaluación es la que podemos aplicar a una película tan mediocre como The Artist.

Por mucho que Michel Hazanavicius reclame que tenía como modelo Sunrise o City Lights, obras maestra de Murnau y Chaplin, respectivamente, siento decir que su película dista muchísimo de alcanzar la eficacia de cualquiera de estos dos títulos o de otros de Stroheim o Lubitsch, que fueron capaces de desarrollar con creces el lenguaje cinematográfico. The Artist desprecia esta evolución para instalarse en la misma tesitura de todas aquellas producciones cinematográficas de la época del cine mudo que no han llegado a nuestros días, no porque se perjudicaran sus negativos, sino por su mala calidad artística.

Si la proyección ya es aburrida de por sí, angustiosa resulta acompañada de la insoportable partitura creada por Ludovic Bource, que al igual que el director de la película no toma en cuenta toda la historia de la música del siglo XX para reproducir, no la misma música que acompañaba la proyección las películas del cine mudo, sino la de las mimas películas mediocres que impresionaron a Hazanavicius. Tan sólo es posible salvar un fragmento, el que suena en el clímax de la última secuencia de la película, pero claro, no está compuesto por él, sino por Bernard Herrmann, que la compusiera originalmente para una de las obras maestras de Alfred Hitchcock: Vertigo.

Incomprensiblemente alabada y premiada ha sido la interpretación de Jean Duardin por encima de la de Bérénice Bejo, algo que no logro entender pues si ella es capaz de imprimir simpatía y sensibilidad a su personaje, él tan sólo consigue un personaje distante y antipático del que, al menos un servidor, no puede más que alegrarse de todas las desgracias que le suceden. 

Al igual que ocurre con los remakes, que suelen gustar a los que nunca vieron el original, si nunca has visto ninguna película de Greta Garbo no te darás cuenta de la apropiación de una de sus frases míticas: “I want to be alone”, así como de aquella relación que la actriz mantuviera con John Gilbert -actor de moda en el cine mudo, venido a menos con el sonoro, al que la actriz exigió como protagonista para Queen Cristina- o intentan emular el aspecto físico de Gloria Swanson -que protagonizara en 1955 una de las obras maestras de Billy Wilder, Sunset Boulevard, en la que interpretara a una actriz del cine mudo olvidada con la llegada del sonoro-, obviando algún que otro anacronismo pues en The Artist pareciera que en 1930 todo el cine fuera directamente sonoro, cuando tan sólo fue el año que marca realmente el despertar, tras los primeros balbuceos de la películas de Alan Crosland, como Don Juan y The Jazz Singer, con la llegada de filmes internacionales como Sous le toit de Paris!, en Francia, Der Blaue Engel, en Alemania, o Hallelujah!, en los Estados Unidos.

De hecho, la única secuencia realmente interesante de toda la película, aquella en la que el protagonista evidencia que es incapaz de escuchar su propia voz, nos remite a un título posterior, Modern Times, dirigido por Charles Chaplin en un período en el que sí se rodaba ya todo con sonido, técnica a la que se resistió a sumarse hasta la década de los cuarenta con The Great Dictator. Lamentablemente, las posibilidades que ofrece este planteamiento diegético, que podría dar lugar a interesantes reflexiones metacinematográficas, es abandonado en favor de una historia previsible y excesivamente melodramática que hacen del espectador que aguanta la proyección completa el verdadero artista.

Publicado originalmente en EXTRACINE

El futuro


Título original: The Future
Año: 2011
País: EE. UU. & Alemania

Dirección: Miranda July
Guión: Miranda July
Producción: Gina Kwon, Gerhard Meixner & Roman Paul 
Fotografía: Nikolai von Graevenitz
Música: Jon Brion
Montaje: Andrew Bird
Diseño de producción: Elliott Hostetter
Dirección artística: Ruth De Jong
Decorados: Max Juren
Vestuario: Christine Wittenborn
Reparto: Miranda July, Hamish Linklater, David Warshofsky, Isabella Acres, Joe Putterlik, Angela Trimbur, Mary Passeri, Kathleen Gati, Clement von Franckenstein, Tonita Castro, D.A: Sandoval, Mark Atteberry, Frank Langley, Erinn K. Williams Oona Mekas, Ryker Baloun, Olivia Thiering, Taylor Cosgrove, Scofield, Sara Rodier, Brittney Hewitt, Matthew Dunn, Bru Muller, Aubree Knecht, Samantha Milazzo, Andy Forrest… 

un encantador cine limítrofe

Es posible que Miranda July causara un mayor impacto con Me and You and Everyone We Know, hace algo más de un lustro, que con The Future. Si su primera película arrasara en festivales como Sundance o Cannes, quizás la segunda haya pasado más desapercibida, lo que no le resta mayor originalidad tanto a su relato, como a la manera en la que lo cuenta. En cualquier caso, lo más importante en The Future, cuyo guión está escrito por la propia Miranda July, no es tanto lo que sucede, sino las peculiaridades de sus personajes, su reacción ante determinadas situaciones, sus reflexiones y, sobre todo, las sensaciones que sus acciones provocan en el espectador.

The Future parece estar orientada a cumplir una función apelativa en el espectador que, a través de los planteamientos de sus personajes con respecto al cambio de vida que van a experimentar ante la llegada de un nuevo miembro a su familia, obliga al espectador a tomar conciencia de sí mismo, incitando al disfrutar del presente. Pero no estamos ante una propuesta de carpe diem alocada y desenfrenada, sino ante un título que nos obliga a reflexionar sobre la relatividad de las prioridades que nos marcamos en nuestra vida diaria.

Quizás pueda ser una película ligeramente irregular para algunos, pero The Future tiene secuencias cómicas y divertidas con las que otros se verán completamente identificados, particularmente las que tiene que ver con Internet y el uso y abuso que algunos hacen (hacemos) de él. Pero esa imperfección es también su virtud pues la candidez de sus personajes consigue cautivarte logrando suplir cualquier carencia tanto de forma como de contenido. Igual que Sophie (Miranda July) afirma que su belleza es limítrofe, dejando a elección de los ojos que la miren si es guapa o fea, cada espectador decidirá si le satisface o no el contenido de The Future, no teniendo tampoco argumentos para decir que sea una película mala.

No estoy seguro si la efectividad de todos y cada uno de los intérpretes de la película está basada tanto en su capacidad interpretativa como en la peculiaridad de sus personajes, pero lo cierto es que Miranda July está absolutamente graciosa y precisa tanto en su caracterización de Sophie, como poniendo voz a Paw Paw, el gato narrador. No menos estupendos están Hamish Linklater como su portentosa pareja, David Warshofsky, como su desconcertado amante, o Isabella Acres, como la excéntrica hija de ese último. Todos ellos son capaces de dar credibilidad a unos personajes que en otros títulos serían representados como auténticos parias, pero que aquí se les retrata con extrema sensibilidad.

Si de una manera The Future está emparentada con el planteamiento de películas como Sunset Boulevard o Muholland Drive -salvando las distancias de estilo y estética-, por otro deja una sensación similar a la que en su momento produjera Eternal Sunshine of the Spotless Mind -al menos en este espectador. Aunque visualmente se aleja bastante de la película dirigida por Michel Gondry, no sólo comparte con ella el mismo compositor de la banda sonora, Jon Brion, sino que de una manera diferente, también especula con el tiempo y el espacio, instalándose en la franja de esas películas que siendo algo fantásticas, terminan por ser tremendamente realistas, en lo que respecta a los sentimientos y emociones de sus personajes, que terminan por embriagar al espectador.

Publicado originalmente en EXTRACINE

La dama de hierro


Título original: The Iron Lady
Año: 2011
País: Reino Unido & Francia

Dirección: Phyllida Loyd
Guión: Abi Morgan
Producción: Damian Jones 
Fotografía: Elliot Davis
Música: Thomas Newman
Montaje: Justine Wright
Diseño de producción: Simon Elliott
Dirección artística: Bill Crutcher & Nick Dent
Decorados: Annie Gilhholy
Vestuario: Consolata Boyle
Reparto: Meryl streep, Jim Broadbent, Susan Brown, Alice da Cunha, Phoebe Waller-Bridge, Iain Glen, Alexandra Roach, VIctoria Bewick, Emma Dewhurst, Olivia Colman, Harry Lloyd, Sylvestra Le Touzel, Michael Culkin, Stephanie Jacob, Robert Portal, Richard Dixon, Amanda Root, Clifford Rose, Michael Cochrane, Jeremy Clyde, Michael Simkins, Eloise Webb, Alexander Beardsley, Nicholas Farrell, John Sessions, Anthony Head, Richard Syms, David Westhead, Julian Wadham, Richard E. Grant, Angus Wright, Roger Allam, Michael Pennington, John Harding, Simon Chandler, Stephen Boxer, Jasper Jacob, Rupert Vansttitart, Robin Kermode, Andrew Havill, Michael Elwyn, Peter Pacey, Jeremy Child, James Smith, Hugh Ross, Chris Campbell, Paul Bentley, Martin Wimbush, Simon Slater, David Cann, Christopher Lunscombe, Angela Curran, Michael Maloney, Pip Torrens, Nick Dunning, David Rintoul, Nicholas Jones, Richard Goulding, Matthew Marsh, Willie Jonah… 

el álbum de fotos que Thatcher no hubiera querido

Phyllyda Lloyd se desmarca de otras directoras como Jane Campion, Nadine Labaki, Kathryn Bigelow, Pilar Miró o Sally Potter, haciendo de The Iron Lady una muestra de feminismo mal entendido. De aquel en el que los logros de la mujer son válidos única y exclusivamente porque es mujer, sin entrar en ninguna connotación comprometedora. Su biopic sobre la que fuera primer ministro de Gran Bretaña sólo realza que era mujer, sin entrar en sus ideas, en sus convicciones, en su compromiso, ya no para con las mujeres, sino con todos los ciudadanos de Gran Bretaña.

Para recomponer la biografía de Margaret Thatcher, pareciera que Abi Morgan, guionista de la película, tan sólo hubiera tirado de hemeroteca, reproduciendo aquellos episodios que todos hemos visto por televisión, obviando los más comprometidos y dejando deliberadamente oculta cualquier situación incómoda, como las decisiones políticas que causaron que fuera tan odiada, o como las consecuencias reales de sus medidas en la sociedad británica y los motivos por los que su hijo decidiera irse a vivir a Sudáfrica (¿no podía irse más lejos?). Para postre y realzando el carácter expositivo del discurso, su relato carece en absoluto de un conflicto más allá de si retira la ropa de su difunto marido del armario o la deja en su sitio para mayor gozo de las polillas.

En consecuencia The Iron Lady no es más que un bonito álbum de imágenes en movimiento diseñadas para realzar el contraste de una mujer en un mundo de hombres: azul entre negro, faldas entre pantalones y zapatos de tacón entre zapatos planos. Resulta más que sospechoso que no sólo no se muestre, sino que ni se mencione en un sólo momento de la película a la Reina Isabel II, auténtica jefa del gobierno británico. Sin duda es un ejercicio de omisión deliberado para que ninguna otra dama venga a demostrar que tampoco es un logro tan extraordinario que una señora sea primer ministro en un país que ha sido dirigido por varias reinas a lo largo de su historia.

Lo único destacable de este planchazo de la directora de Mamma Mia es sin duda la interpretación de Meryl Streep, salvo que no se trata exactamente de una interpretación pues apenas interactúa con los demás personajes de la película. Tan sólo se limita a imitar a hija del tendero en una serie de monólogos en los que no hay lugar a réplica. Sólo se relaciona en la parte que sucede en el hipotético presente, en donde le roba plano el gracioso Jim Broadbent, en un registro que tampoco llega a sorprender pues es su habitual tono cómico. Quizás sorprenda más y mejor la breve participación de Alexandra Roach en el que es su primer papel cinematográfico. Al no tener casi ninguna referencia a la juventud de Tatcher, su composición me resulta mucho más fresca e interesante que la de Meryl Streep.

Impagable, eso si y en consonancia con este feminismo entendido en su acepción más peyorativa, es la colección de modelitos y complementos que reúne la diseñadora de vestuario Consolata Boyle. Que siempre que seas una señora, o aspirante a señora de derechas, muy conservadora, tendrás la oportunidad de copiar y emular como no me cabe ninguna duda habrán tomado muy buena nota primas ideológicas españolas de la Thatcher, como Soraya Sáenz de Santamaría -vicepresidenta, ministra de la Presidencia y portavoz del actual Gobierno de España-, Esperanza Aguirre -presidenta de la Comunidad de Madrid- y Ana Botella -alcaldesa no electa de Madrid.

La única conclusión a la que es capaz de llegar el relato es que Margaret Tatcher ha terminado creyéndose demasiado sus propias convicciones, comportándose finalmente como una dictadora, hasta con los miembros de su propio partido. A pesar de que en el discurso del relato se le quite importancia a este hecho, queriendo mostrar que los hombres reclamaban su lugar, sin duda este comportamiento esconde las razones de su lamentable apoyo al general y ex dictador Pinochet, por cuya defensa saliera de nuevo a la palestra internacional ante la detención cursada por el juez Baltasar Garzón, a propósito de la muerte y tortura de ciudadanos españoles durante su mandato. Ya te podías haber ido a comprar mantequilla, ¡bonita!

Publicado originalmente en EXTRACINE