jueves, 17 de febrero de 2011

Cisne negro


Título original: Black Swan
Año: 2010
País: EE.UU.

Dirección: Darren Aronofsky
Guión: Mark Heyman, Andres Heinz & John J. McLaughlin 
Producción: Scott Franklin, Mike Medavoy, Arnold Messer & Brian Oliver
Fotografía: Matthew Libatique
Música: Clint Mansell
Montaje: Andrew Weisblum
Diseño de producción: Thérèse DePrez
Dirección artística: David Stein
Decorados: Tora Peterson 
Vestuario: Amy Wescott
Reparto: Natalie Portman, Mila Kunis, Vincent Cassel, Barbara Hershey, Winona Ryder, Benjamin Millepied, Ksenia Solo, Kristina Anapau, Janet Montgomery, Sebastian Stan, Toby Hemingway, Sergio Torrado, Mark Margolis, Tina Sloan, Abraham Aronofsky, Charlotte Aronofsky, Marcia Jean Kurtz, Shaun O'Hagan, Christopher Gartin, Deborah Offner, Stanley Herman, Michelle Rodriguez Nouel, Kurt Froman, Marty Krzywonos, Leslie Lyles, John  Epperson, Arkadiy Figlin, Timothy Fain, Sarah Lane, Liam Flaherty, Patrick Heusinger… 

balada triste de bailarina

Es difícil que la sensibilidad artística y creativa de Darren Aronofsky pueda defraudar a nadie. Sus películas podrán gustar más o menos pero, así como el sacrificio puede ser el denominador común de todos los personajes sobre los que ha fijado su atención, la descarnada sinceridad que caracteriza su mirada sobre ellos hace que el espectador nunca pueda quedar impasible ante ninguna de sus obras. 

Tanto Maximillian Cohen (Sean Gullette) en su ópera prima, Pi (1998), hasta Randy (Mickey Rourke) en El luchador (The Wrestler, 2008), que paradójicamente guarda tanto en común con Nina Sayers (Natalie Portman) en Cisne negro (Black Swan, 2010), incluyendo a Sara Goldfrap (Ellen Burstyn) o, incluso, el científico interpretado por Hugh Jackman en La fuente (The fountain, 2006), forman una interesante selección de personajes idealistas con un sueño que anhelan y desean alcanzar sobre todas las cosas, pero que, por unos motivos o por otros, siempre acaban malogrados.

En el caso de Nina Sayers, el sacrificio y el esfuerzo quizás sea superior al de los personajes previos pues, como en todas las disciplinas artísticas en las que se une creatividad con fuerza de voluntad y en las que la herramienta con la que cuenta el artista es su propio cuerpo, la frustración que se produce al no alcanzar el objetivo propuesto puede sentenciar al individuo a un tormentoso infierno personal. 

Puedes leer la crítica completa en Neo2



sábado, 5 de febrero de 2011

Pa negre (Pan negro)


Título original: Pa negre
Año: 2010
País: España & Francia

Dirección: Agustí Villaronga
Guión: Agustí Villaronga, basado en una novela de Emili Teixidor
Producción: Isona Passola
Fotografía: Antonio Riestra
Música: José Manuel Pagán
Diseño de producción: Ana Alvargonzález
Decorados: Anna Pujol Tauler
Vestuario: Mercé Paloma
Reparto: Francesc Colomer, Marina Comas, Nora Navas, Roger Casamajor, Lluïsa Castell, Mercè Arànega, Marina Gatell, Elisa Crehuet, Laia Marull, Eduard Fernández, Sergi López, Joan Carles Suau...

se cambian ideales por comida

Algunas veces sucede que, gracias a la inesperada nominación de una película a los premios Goya, tenemos la ocasión de descubrir una obra que hubiera pasado lamentablemente desapercibida, tal y como ocurrió hace unos años con La soledad (2007, Jaime Rosales), y como ha sucedido este año con Pa negre.

A pesar del éxito de la película de Agustí Villaronga en el Festival de San Sebastián, que premiara la interpretación de Nora Navas, lo cierto es que tuvo un paso inesperadamente fugaz por la cartelera española o, al menos, por las salas no catalanas, pues no se puede dejar de mencionar que Pa negre es una auténtica muestra de la fertilidad de la cinematografía catalana, cada vez más presente en la cartelera nacional y que lleva teniendo su reflejo en las nominaciones y premios Goya de los últimos años.

Tras ocho años alejado del celuloide Agustí Villaronga adapta la novela homónima de Emili Teixidor, para hablarnos de dos generaciones. Por un lado la de los padres, que sufrieran en sus carnes los estragos de la Guerra Civil Española y los traumas que generó, tanto por su resolución como por lo que los perdedores tuvieron que hacer para sobrevivir; y por otro lado la generación que vino después, la de los hijos, que al no vivir la experiencia, no entiende lo que se puede llegar a hacer por defender unos ideales, que no es lo mismo que lo que luego se llega a hacer con tal de comer.

Para que el espectador entienda que no es lo mismo verlo a que te lo cuenten, Agustí Villaronga comienza su película con una tremenda, dura y dolorosa secuencia que causa tal impacto y angustia en el espectador que automáticamente le transporta al estado de ánimo que experimentan los personajes de la película. Una secuencia que además de servir para iniciar la trama, funciona como una metáfora de ese trauma que los personajes viven.

Pero no sufran, estamos ante un relato intelectual, no visceral. Por eso, en la línea de trabajos suyos anteriores, en los que siempre tienen importancia las miradas infantiles y adolescentes, Agustí Villaronga elige la mirada de Andreu (Francesc Colomer), para relatarnos la pérdida de la inocencia de una generación, la de posguerra, que renunció a cualquier ideal con tal de comer. Una dura reflexión que responde a una realidad y que, inevitablemente, me lleva a pensar que no sé si es peor hacer las cosas defendiendo una manera de vivir, que hacerlas por defender una manera de comer. Si la primera secuencia me deja con el corazón encogido, la última me deja con el corazón congelado.

No puedo terminar sin señalar, no sólo el magnífico trabajo de todos y cada uno de los miembros del reparto, del que evidentemente destaca una contundente Nora Navas, pero de entre los que sorprenden Francesc Colomer y Marina Comas como la auténtica pareja protagonista de la película, en unos personajes llenos de contradicciones, que sacan adelante con fuera y frescura y que les han valido sendas nominaciones al Mejor Actor y Actriz Revelación.

También el meticuloso trabajo del diseño de producción de Ana Alvargonzález, que envuelto por la excelente fotografía de Antonio Riestra que nos transporta a una posguerra pobre, pero luminosa, que hace merecedora a la película de esas catorce nominaciones con las que ha sido coronada. Quizás hubiera merecido una decimoquinta para el compositor de su banda sonora, José Manuel Pagán, cuyo trabajo previo fuera, precisamente, para el anterior trabajo de Villaronga en Aro Tolbukhin: en la mente del asesino (2002).

Indudablemente la obra no habría sido completa sin esa refinada habilidad de Agustí Villaronga para escoger el ángulo, cerrar el plano, mostrar lo justo y preciso, cortar a tiempo y demostrar que está, sin duda, en su mejor momento, consiguiendo una obra tremendamente poética a costa de un duro realismo. Ojalá que este sea el renacer de uno de los directores más personales, fascinantes e incomprendidos del panorama cinematográfico español y que no tenga que vender sus ideales para no tener que comer pan negro.

Publicada originalmente en EXTRACINE

El demonio bajo la piel


Título original: The killer inside me
Año: 2010
País: EE.UU., Suecia, Reino Unido y Canada

Dirección: Michael Winterbottom
Guión: John Curran, basado en una novela de Jim Thompson 
Producción: Andrew Eaton, Chris Hanley & Bradford L. Schlei
Fotografía: Marcel Zyskind
Montaje: Mags Arnold
Música: Joel Cadbury & Melissa Parmenter
Diseño de producción: Rob Simons & Mark Tidesley
Decorados: Jeanette Meyer 
Vestuario: Lynette Meyer
Reparto: Casey Affleck, Kate Hudson, Jessica Alba, Ned Beatty, Elias Koteas, Ned Beatty, Elias Koteas, Tom Bower, Simon Baker, Bill Pullman, Brent Briscoe, Matthew Maher, Liam Aiken, Jay R. Ferguson, Blake Lindsley, Zach Josse, Noah Crawford, Blake Brigham, Caitlin Turner, Michael Gibbons, Rosa Pasquarella, Arletta Knight Fink, Jed Fox, Donna E. Jones, Russell Stewart... 

el vecinito que siempre saluda

Con cada nueva película, Michael Winterbottom se va convirtiendo en un cineasta camaleónico que sabe adaptarse a las necesidades de la historia que cuenta, sin importarle si se trata de un filme clásico o moderno, de época o contemporáneo, de denuncia o solidario, de género o absolutamente personal o todo a la vez. 

En El demonio bajo la piel (2010, The Killer Inside Me) adapta una novela de Jim Thompson, autor de novela negra cuyos textos han sido adaptados a la gran pantalla por cineastas como Stanley Kubrick, Sam Peckinpah, Bertrand Tavernier, James Foley o Stephen Friers, y de quien ya se adaptara anteriormente esta misma novela en una película de 1976, por Burt Kennedy. En su adaptación, Winterbottom decide ponerse del lado del chico malo, pero no para defenderle o comprenderle, sino para ver las cosas desde su punto de vista. 

Aunque pueda parecer que algún flashback delata una posible respuesta o explicación al comportamiento de Lou Ford (Casey Affleck), lo cierto es que ese sutil plano en el que aparece un ejemplar de La Sagrada Biblia, al lado de un libro de psicoanálisis de Sigmund Freud, me lleva a pensar que la respuesta es tan obvia como que no hay explicación lógica. Nos encontramos ante un caso de persona malvada, en la línea del drugo Álex de La naranja mecánica (A Clockwork Orange, 1971, Stanley Kubrick) ---otro cineasta camaleónico---, que lleva a cabo un peregrino plan para consumar una venganza personal, a costa de sus seres queridos: su novia y su amante. (...)

Puedes leer la crítica completa en Neo2|blog

De dioses y hombres


Título original: Des hommes et des dieux
Año: 2010
País: Francia

Dirección: Xavier Beauvois
Guión: Xavier Beauvois & Etienne Comar
Producción: Pascal Caucheteux & Etienne Comar
Fotografía: Caroline Champetier
Montaje: Marie-Julie Maille
Diseño de producción: Michael Barthélémy
Reparto: Lambert Wison, Michael Lonsdale, Olivier Rabourdin, Philippe Laudenbach, Jacques Herlin, Loïc Pichon, Xavier Maly, Jean-Marie Frin, Abdelhafid Metalsi, Sabrina Ouazani, Abdellah Moundy, Olivier Perrier, Farid Larbi...

la pasión de los monjes cistercienses

Des hommes et des dieux, la película de Xabier Beauvois ganadora del Premio Especial del Jurado en el pasado Festival de Cannes, es una mística película que alcanza su climax emocional dentro de la más pura austeridad formal(...).

A partir de la historia acontecida en las postrimerías del siglo XX, que narra el secuestro y posterior asesinato de unos monjes que viven perfectamente integrados en la sociedad musulmana, un núcleo rural ubicado en las montañas de Argelia, y que ante la amenaza de una ola de violencia fruto del fundamentalismo religioso, deciden permanecer en su monasterio, realizando sus tareas habituales, conscientes del serio peligro que corren sus vidas.

Puede que algunos se echen las manos a la cabeza por haberles destrozado el final de la película, pero eso es como si pretendieran ver una película sobre Juana de Arco ignorando que acaba en la hoguera, o sobre Jesucristo eludiendo que acaba en la cruz. Precisamente, la alusión a La pasión de Juana de Arco (La passion de Jeanne d’Arc, 1928, Carl Th. Dreyer) en algo más que un mero referente, pues a Xavier Beauvois no le interesa tanto lo que le suceden a sus personajes, sino la manera en la que ellos lo viven y asimilan, al igual que le sucediera a la torturada protagonista del filme de Carl Th. Dreyer.

Más allá de creencias religiosas, Des hommes et des dieux se convierte en un ejemplo de cine existencialista en el que el hombre es el mayor enemigo del hombre, independientemente de su religión. Y la mejor manera de combatir la ceguera de la ignorancia, los efectos de la ausencia de conocimiento que llevan a la irracionalidad, y el integrísimo de esta, y cualquier otra religión, es con integridad.

Contrariamente a lo que piensen, creo que fue la colonización francesa, ese robo organizado, la que nos ha retrasado.

Paradójicamente, y aparte de la lectura que pueda hacerse sobre los devastadores efectos de la colonización en lo que común y erróneamente se considera el tercer mundo, todavía más curioso resulta comprobar que todos estos acontecimientos tuvieran lugar antes del fatídico 11-S, cuando la respuesta de occidente ante los ataques de los integristas islámicos no se contraatacara con la misma integridad que lo hacen los monjes, sino con el mismo integrísimo de los fundamentalistas, aunque quieran llamarlo de otra manera. Igualmente, dentro del relato tampoco son muy diferentes los métodos de los terroristas de los que no lo son.

Resaltar el impecable trabajo actoral, que aunque esté encabezado por un interesantísimo Lambert Wilson y el siempre efectivo Michael Lonsdale, todos y cada uno de los miembros del monasterio están absolutamente sublimes en sus interpretaciones. La fotografía naturalista, el vestuario impecable, el austero diseño de producción y una dirección que, acorde con el espíritu de los monjes, permanece estática y enclavada al suelo, permite que sólo con la contemplación alcancemos a apreciar un ápice de la iluminación que alcanzan estos personajes.

Una de las secuencias más líricas es el momento el que, al son del El lago de los cisnes, se representa una especie de última cena, que es la que acaba por convertir en dioses a estos hombres y en la que se subliman nuestras emociones para hacernos comprender que han encontrado una paz espiritual que les permite aceptar un destino que no es el que hubieran elegido, pero sí el que les ha tocado vivir.

Publicado originalmente en EXTRACINE