viernes, 30 de septiembre de 2011

Noche de miedo (Fright Night)


Título original: Fright Night
Año: 2011
País: EE. UU. & India

Dirección: Craig Gillespie
Guión: Marti Noxon, basada en una guión original de Tom Holland
Producción: Michael De Luca, Michael J. Gaeta & Alison R. Rosenzweig 
Fotografía: Javier Aguirresarobe
Música: Ramin Djawadi
Montaje: Tatiana S. Riegel
Diseño de producción: Richard Bridgland
Dirección artística: Randy Moore
Decorados: K. C. Fox
Vestuario: Susan Matheson
Reparto: Anton Yeltchin, Colin Farrell, Toni Collette, David Tennant, Imogen Poots, Christopher Mintz-Plasse, Dave Franco, Reid Ewing, Will Denton, Sandra Vergara, Emily Montague, Chris Sarandon, Grace Phipps, Chelsea Tavares, Lisa Loeb, Brian Huskey, Rick A. Ortega Jr., Charlie B. Brown, Mike Miller, Marya Beauvais, Rebekah Wiggins, Kent Kirkpatrick, Eb Lottimer, Liszl Carstens, Arron Shiver, Laura Aidan, Jerry G. Angelo, Phil Arnold, Tina Borek, Kevin chrsitopher Brown, William h. Burton, Dave Courvoisier, Tait Francis, Cliff Gravel, Eriks Alfons Hausmanis, Bruce Holmes, Lovie Johnson, Bonnie Morgan, David T. Quan, Chrsi Ranney, Ashlee Renz-Hotz, Ryan Schaefer, Alma Sisneros, Viola Valdez, Michelle Waterson, Gilbert Almario, Vernon Bradley, Steph Delgado, Joshua Drew, Kevin Fowlkes, Drew Hollowell, Bob Kaye, Kelly Ruble, Sandi K. Shelby, Monika Spruch… 

vampiros infantiles y aburridos

Da lo mismo valorarla por sí misma, que en comparación con su antecesora, porque de cualquier manera Fright Night, el remake dirigido por Craig Gillespie a partir de Fright Night, la película dirigida en 1985 por Tom Holland, siempre saldrá perdiendo. Al igual que la mayoría del reparto de la película, no ya porque los actores interpreten mal sus personajes, sino porque no disponen de un guión mínimamente coherente como para poder desarrollarlos.

De espejismo califico la secuencia del prólogo inicial en la que pareciera una declaración de intenciones para mantenerse en las mismas latitudes, entre el terror y la comedia, que su predecesora. Si en la siguiente secuencia comprobamos que la adaptación a la realidad social actual parece acertada a primera vista, al ubicar al protagonista en un impersonal complejo residencial en el que no hay sitio para la intimidad. Esa impersonalidad se extenderá a lo largo de toda la película para caer en uno de los mayores males del cine contemporáneo: las prisas.

Prisas porque desaparezcan vecinos, prisas porque no se cuestionen los vampiros, prisas porque desaparezcan sus propios amigos y que no lo cuestionen ¡ni sus propios padres!, prisas porque aparezca la acción, la sangre y, sobre todo, el fuego. Tantas prisas por todo, que al final no te da tiempo ni a que los personajes te caigan ni bien ni mal, no sólo perdiendo cualquier atisbo de sentido del humor, sino olvidándose del terror para terminar siendo una película más de acción.

Es lamentable comprobar como el director malgasta la mayor parte del reparto pues aunque Anton Yelchin o, incluso, Imogen Poots, defienden bastante bien sus personajes, da la sensación que Toni Collette está completamente desaprovechada y que Collin Farrell hubiera preferido coger su sueldo y que utilizaran efectos CGI para insertar su imagen al personaje. Si acaso, la única que me hace verdadera gracia es Sandra Vergara, protagonista de los únicos momentos de humor que tiene la película. La aportación de Christopher Mintz-Plasse no es que sea floja, es que su personaje es rotundamente patético y bastante alejado del estereotipo nerd que parecía querer representar.

Sí, hay guiños a la película original: diálogos prestados y descontextualizados, o la presencia de Chris Sarandon en una patética secuencia que la guionista no debía saber cómo concluir. ¿Como quien es la guionista? Marti Nixon. Responsable de no sé cuantas series de televisión, entre ellas Buffy cazavampiros (Buffy, the Vampire Slayer). Acabáramos, es que ni siquiera era una película para adolescentes tipo Twilight, -a la que no sólo aluden de manera explícita, sino también implícitamente al pedir prestado al director de fotografía de dos de las entregas, Javier Aguirresarobe-, sino una película para público infantil, tipo Soy el número cuatro (I Am Number Four, 2011, D.J. Caruso), guión escrito por la misma señora (o señorita). Lleven a sus sobrinos, porque en realidad, sexo, sexo, no hay. O por lo menos nada que no hayan visto ya en televisión.

No, si voy a tener que darle la razón a Gus Van Sant y al final va a resultar que o escogen aun director con verdadera y auténtica personalidad que no se limite a realizar el mismo producto adaptado a las nuevas generaciones, o lo mejor es hacer la misma película plano a plano con actores taquilleros, que en el fondo es el único objetivo de un remake: volver a hacer dinero con material rentable.

Publicado originalmente en EXTRACINE

domingo, 25 de septiembre de 2011

La piel que habito


Título original: La piel que habito
Año: 2011
País: España

Dirección: Pedro Almodóvar
Guión: Pedro Almodóvar, basado en una novela de Thierry Jonquet
Producción: Agustín Almodóvar y Esther García 
Fotografía: José Luis Alcaine
Música: Alberto Iglesias
Montaje: José Salcedo
Diseño de producción: Antxón Gómez
Dirección artística: Carlos Bodelón
Vestuario: Paco Delgado
Reparto: Antonio Banderas, Elena Anaya, Marisa Paredes, Blanca Suárez, Jan Cornet, Fernando Cayo, Bárbara Lennie, Eduard Fernández, José Luis Gómez, Buika, Robert Álamo, Isabel Blanco, Susi Sánchez, Ana Mena, Chema Ruiz, Violaine Estérez, David Vila, Guillermo Carbajo, Teresa Manresa, Sheyla Fariña, Jordi Vilalta… 

la piel que vomito

Pedro Almodóvar presentó en Madrid La piel que habito en un pase de prensa inusual pues no había ningún periodista, sólo blogueros. En un detalle hacia los asistentes, el propio director acudió para presentar la película. Consciente de que su apuesta es muy arriesgada nos pidió que no escribiéramos inmediatamente lo que opinábamos de la película, sino que dejáramos que reposara, para escribir a la mañana siguiente. Sugerencia que he seguido, pero que mucho me temo, en mi caso, tan sólo ha servido para confirmar mi sentimiento al concluir la película. Y si acaso para aplacar el ataque de ansiedad que sufrí ante tamaña patraña.

A pesar de que tenía mis reservas sobre La piel que habito, particularmente por las similitudes que guardaba con Ojos sin rostro (Les yeux sans visage, 1960), la película de George Franju, y agradecido también por el detalle de Pedro, me decidí a disfrutar de la película asumiendo que iba a ver muchas citas cinematográficas. Debo decir que en ese sentido la película me sorprendió pues habiendo referencias, consigue que sólo permanezcan en la tesitura del homenaje visual, pero no argumental. Quizás por eso me sorprende otro tipo de referencias más profundas, que Almodóvar se guarda muy bien de mencionar, pero que me parecen bastante más interesantes, como la fuerte influencia de El silencio de los corderos (The Silence of the Lambs, 1991, Jonathan Demme) y ese traje que Buffalo Bill (Ted Levine) pretendía hacerse con la piel de las jóvenes que secuestraba, para hacerse su propia traje de mujer en el que habitar.

Una de las características que también destacan de La piel que habito es que, en consonancia con su deseo de hacer una película cerrada y claustrofobia, el cineasta manchego consigue despojarse de todo rastro de su característico séquito de chicas Almodóvar, puliendo su discurso como nunca hasta ahora había conseguido, salvo cada vez que muestra imágenes en un televisor en donde aflora su regusto hortera y kitsch. De hecho, pareciera que en La piel que habito conviven visualmente esos dos polos que parecen atraer de siempre al cineasta consiguiendo un entorno tan clásico y castizo como moderno y contemporáneo, aunque acaban colándose elementos como el disfraz de tigre de Zeca (Roberto Álamo). Y es que, si hasta el momento en que irrumpe este personaje en acción, estaba realmente expectante al transcurso de los hechos, a partir de ahí todo se desmorona para un servidor.

En sus películas recientes, Pedro Almodóvar, retomaba el discurso de algunas de las películas de su primera etapa. En La mala educación (2004) volvía sobre La ley del deseo (1987), en Volver (2006) regresaba al universo de ¿Qué he hecho yo para merecer esto!! (1984), en Los abrazos rotos (2009) se reencontraba con sus Mujeres al borde de un ataque de nervios (1988). Aprovechando a Antonio Banderas, regresa sobre la premisa de Átame (1990), sobre la que planeaba la alargada sombra de El coleccionisa (The Collector, 1965), la fabulosa película de William Wyler en la que un joven trastornado secuestra a una jovencita con la intención de que se enamore de él, tanto como él lo está de ella. No es mi intención desvelar los entresijos de La piel que habito, pero pareciera que en un retorcido e insólito giro de tuerca y adelantándose al Carnage de Roman Polanski, Almodóvar quisiera difuminar las fronteras entre delito y castigo, víctima y criminal. Equivocándose rotundamente en las formas pues al alterar el orden en el que suceden los hechos, no consigue más que hacer predecible un patético desenlace.

Eso sí, se agradece que el tono no sea grandilocuente y que ciertamente nos encontremos ante una película humilde y nada pretenciosa. Quizás sea que traspasa la pantalla el desmesurado esfuerzo del cineasta por lograr sus objetivos, aunque resulta batante lamentable notar que pretenda refugiarse en el manido discurso de que a un artista le está permitido todo en aras de su arte. Se empeña en mostrar referencias a autores, libros y artistas, como si la validez de estos fuera a extrapolarse a su propia obra. Incluso se refugia en los espléndidos graffiti de su personaje, que llega a escribir "Me refugio en el arte”. Cierto es que le exigimos demasiado, pero, es lo que tiene haberse convertido en el cineasta español más internacional del panorama contemporáneo -con Alejandro Amenábar no sería, desde luego, tan considerado.

A pesar de que Elena Anaya y Marisa Paredes se entregan, como cabía esperar, en cuerpo y alma, Almodóvar se equivoca en el reparto. Sólo en uno. Pero queda patente en la secuencia que comparten Antonio Banderas y Eduard Fernández que sus respectivos lugares en la mesa en la que se encuentran están cambiados. Un actor como Eduard Fernández está mucho más capacitado para transmitir la complejidad de un personaje como Robert Ledgard, a mi entender, marido descuidado, padre negligente y médico desquiciado. Las caras que pone Antonio Banderas no llegan más que a dibujar una caricatura que no beneficia en nada a las pretensiones del cineasta. Se equivoca sobremanera, no con Roberto Álamo, que defiende bastante bien su patético personaje, Zeca, el brasileño salvaje disfrazado de tigre, sino al introducirle disfrazado de esa manera, evidenciando la artificialidad de la historia, y obligándole después a realizar todas esas inverosímiles acciones a las que le obliga.

Despistan pequeños detalles como la ubicación de la historia ¿es realmente importante que transcurra en Toledo? ¿Entonces por qué leen La Vanguardia? Si en el Círculo de Bellas Artes están celebrando el carnaval, entiendo que estamos en febrero, pero parece que Toledo se encuentra en el hemisferio Sur y es verano. Pero esto son menudencias comparado con las tremendas elipsis que sujetan con pinzas lagunas que, quizás, habrían ayudado a entender las decisiones de algunos personajes si las hubiera mostrado. No quiero ni voy a revelarlas, dejaré que las descubran ustedes.

La banda sonora compuesta por Alberto Iglesias me encanta, es molona y supercontemporánea. Pero no la entiendo dentro de la película. Al igual que ese empeño en mostrar acción y pistolas como si estuviéramos en el viejo oeste. También se equivoca con el director de fotografía, José Luis Alcaine, cuya luz no parece aportar lo que realmente necesita la película, más sombras que luz. Desde luego la supuesta influencia expresionista no la veo por ninguna parte. Aunque gran parte de la falta de conexión debe proceder de José Salcedo, montador de la película, que quizás alarga demasiado momentos expresivos, que acaban por caer por su propio peso.

Pareciera que Pedro Almodóvar quisiera mostrarnos lo más bajo a lo que puede llegar el ser humano, pero sólo consigue mostramos el peldaño más bajo de toda su filmografía. El final me da risa, mucha risa. Y vergüenza, mucha vergüenza. Intuyo que no nos llaman para la próxima.

Publicado originalmente en EXTRACINE

Conan, el bárbaro


Título original: Conan the barbarian
Año: 2011
País: EE. UU. 

Dirección: Marcus Nispel
Guión: Thomas Dean Donnelly, Joshua Oppenheimer & Sean Hood, basado en el personaje creado por Robert E. Howard
Producción: John Baldecchi, Boaz Davidson, Randall emmett, Joe Gatta, Avi Lerner, Danny Lerner, Fredrik malmberg & Les Weldon
Fotografía: Thomas Kloss
Música: Tyler Bates
Montaje: Ken Blackwell
Diseño de producción: Chris August
Dirección artística: James Steuart
Decorados: Judy Farr & Dimiter petkov
Vestuario: Wendy Partridge
Reparto: Jason Momoa, Stphen Lang, Rachel Nichols, Ron Perlman, Rose McGowan, Bob Sapp, Leo Howard, Steven O'Doneell, Nonso Anozie, Raad Rawi, Laila Rouass, Saïd Taghmaoui, Milton Welsh, Borislav Iliev, Nathan Jones, Diana Lyubenova, Yoan Karamfilov, Raicho Vasilev, Stanimir Stamatov, Nikolay stanoev, Ivana Staneva, Alina Puscau, Zlatka Raikova, Anton Trendafilov, Aysun Aptulova, Daniel Rashev, Jackson Spidell, Guillermo Grispo, Radoslav Parvanov, Teodora Duhovnikova, Shelly Varod, Tezdjan Ahmedova, Uliana Vin, Yoanna Tenelkova, Nadia Konakchieva, Petya Mlluseva, Ruslana Kaneva, Gloria Petkova, Zdravka Krastenyakova, Stanislav Pishtalov, Velimer Velev, Eric Laciste, Brian Andrew Mendoza, Nuo Sun Kim Do, Bashar Rahal, Gisella Marengo, Yoana Petrova, Vladimir Vladimirov, Sam Hargrave, Katarzyna Wolejnio, David Mason Chlopecki, Alexandrina Vladova, Guerguina Illeva, Stefka Berova, Vangelitsa Karadjova, Blagovesta Cakova, Svetlana Vasileva, Zornitsa Stoicheva, Zhenia Zheleva, Nikol Vasileva, Adriana Kalcheva… 

nació por cesárea

En una de las películas más curiosas y personales de Woody Allen, Recerdos (Stardust Memories, 1980), en la que interpretaba a un cineasta en crisis, se le acercaba un curioso que además de pedirle un autógrafo, queriendo llamar su atención sobre su existencia, y como única seña de identidad que le diferenciase del resto de los humanos, le proclamaba que había nacido por cesárea. Y ese es, desde mi punto de vista, la marca de identidad de la película de Marcus Nispel, Conan the Barbarian.

Si vas a ver Conan the Barbarian esperando un producto de entretenimiento, durante algo más de hora y media, es posible que esta sea tu película. No te digo que no. Pero debo advertirte que es un producto efímero que sólo podrás saborear mientras las luces del cine estén apagadas y que se te olvidará una vez abandones la sala de proyección. Si por el contrario buscas una película que además de servirte de evasión te cuente una historia interesante a través de unos personajes bien construidos, te has equivocado de sala al comprar tu entrada.

Más que una película, Marcus Nispel parece ofrecernos el primer episodio de lo que, no cabe ni la menor duda, piensa convertir en una franquicia (esta palabra va camino de convertirse en sinónimo de baja calidad). No es que la psicología de sus personajes esté mal trazada ni que las acciones que van a ir ensamblando la trama de la película sean más o menos interesantes, es que da la impresión de que tiene demasiada prisa por contarlo todo. Lo que no se traduce en una película frenética, con un ritmo trepidante, sino en un batiburrillo de secuencias de acción que, apoyadas en un infantil estereotipo del bien y del mal, impiden la crear el mínimo vínculo con unos personajes que al final, te da lo mismo si viven o mueren.

Si las aptitudes de Jason Momoa (sean cuales sean), le han debido servir para prosperar en series de televisión como Los vigilantes de la playa en Hawai (Baywatch, 1989-2011), Stargate: Atlantis (2004-2009) o Juego de tronos (Game of Thrones, 2011), está claro que no funcionan de la misma manera en un largometraje cinematográfico, aunque sea Conan the Barbarian. Quizás la única presencia relevante sea la breve aparición de Ron Perlman como Corin, el padre de Conan, que es el único personaje de toda la película por el que, al menos un servidor, llega a sentir alguna emoción. De la banda sonora, mejor ni comento.

Y todo esto hablando por sí misma, porque no os cuento si encima la comparamos con su predecesora, de la que para habernos vendido que se alejaba, guarda demasiadas similitudes visuales aunque ninguna narrativa. Si el guión que escribieran John Milius junto a Oliver Stone era capaz de transmitir la evolución de la personalidad de Conan a través de sencillas elipsis, así como de transportarnos a un mundo mágico y fascinante, el que escribe el trío formado por Thomas Dean Donnelly, Joshua Oppenheimer y Sean Hood, tan sólo consigue enlazar una secuencia con otra para que la narración tenga sentido, no viendo en ningún momento cómo Conan asimila las enseñanzas de su padre —lo que me lleva a deducir que los guionistas tienen la misma prisa en desarrollar sus personajes como su director en contar la historia—, y más que con magia, lo hacen con trucos de prestidigitadores de medio pelo.

Y de la banda sonora, mejor ni comento.


Publicado originalmente en EXTRACINE


El caso Farewell


Título original: L'affaire Farewell
Año: 2009
País: Francia

Dirección: Christian Carion
Guión: Christian Carion & eric Raynaud, basado en una novela de Serguei Kostine
Producción: Philippe Boeffard, Bertrand Faivre & Christophe Rossignon
Fotografía: Walther van den Ende
Música: Clint Mansell
Montaje: Andrea Sedlácková
Diseño de producción: Jean-Michel Simonet
Decorados: Sébastien Monteux-Halleur
Vestuario: Corinne Jorry
Reparto: Diane Kruger, Willem Dafoe, Guillaume Canet, Fred Ward, Alexandra Maria Lara, Emir Kusturica, David Soul, Gary Lewis, Niels Arestrup, Benno Fürmann, Ingeborga Dapkunaite, Dina Korzun, Alex Ferns, Philippe Magnan, Anton Yakovlev, Christian Sandström, Mats Langbacka, Aleksey Gorbunov, Joonas Makkonen, Marc Berman, Claes Olsson, Thomas Schmauser, Miglen Mirtchev, Vsevolod Shilovsky, Evgeniy Kharlanov, Eddie Crew, David Clark, Andrei Tsumak, Jevgeni Haukka, Kari Rakkola, Susan Moncur, Viktor Drevitski, Timothé Riquet, Philippe Canet, Mickey Dedaj, Malou Beauvoir, Igor Panich, Valentin Varetskiy, Riko Eklundh, Ovellana Kuzmina, Michal Bilalov, Igor Mozorov, Laure Irmann, Vladimir Tolsky, Pierre-Alexis Kabakhidze, Chrsitian Alsiev, Bogdan Doroschenko, Lauriane Riquet, Irina Augshkap, Paul Duberpet, Ruslan Guei, Alexey Vasiltchenko, Tero Saikkonen, Jussi Ziegler, Andrey Diminski, Johanna Humblat, Vladimir Ousev, Konstantin Olvekhov, Grigori Honovkov, Gergiy Jolosko, Tony Vanaria, Christian Carton, Maksim Pinsker, Heikki Kivijärvi… 

la escalofriante verdad detrás de la manipulación

Hay películas sobre las que es mejor no leer, al menos no mucho. Es preferible verlas para evitar que te cuenten demasiado sobre ellas. Es el caso de L’affaire Farewell, la tercera película como director de Christian Carion, que tiene como protagonistas, precisamente, a dos directores de cine como son Guillaume Canet y Emir Kusturica. Una elección que me parece acertada no sólo por las excelentes interpretaciones que nos regalan, sino por el significado que tiene para el relato escoger a dos profesionales de la manipulación, como es, al fin y al cabo, cualquier buen cineasta.

Basada en una novela que recoge un episodio de espionaje que sucediera en la realidad y que, si se disfruta plenamente como un espléndido thriller de espionaje, acaba siendo mucho más. Ciertamente es difícil encontrar una línea que separe realidad de ficción en L’affair Farewell, más que nada porque aunque algunas secuencias y representaciones de personajes reales puedan estar distorsionadas deliberadamente, el mensaje final es claro, directo y escalofriante.

Y se intuye tan real y hasta terrorífico porque en este mundo tan alienado en el que vivimos, lo más probable es que si unos ni siquiera querrían saber cual es la auténtica verdad que se esconde detrás de L’affair Farewell, otros terminarán pensando aquello de tanto ruido para tan pocas nueces, al encontrarse con algo que ya sabían, pero no les importaba. Y es que si en un principio podemos pensar, por el transcurso de las primeras secuencias, que estamos ante una historia más de espías rusos, lo cierto es que se trata del primer truco de manipulación de Christian Carion, pues su relato se desarrollará a partir de una estructura inductiva, por lo que no sabremos lo que realmente nos quiere contar hasta la última secuencia de la película.

Mientras tanto, si por un lado se centra en humanizar a los dos personajes protagonistas, Pierre Froment (Guillaume Canet) y Sergei Gregoriev (Emir Kusturica), para que podamos entender sus decisiones y apoyar su causa, por otro lado retrata con ironía y hasta traza una caricatura de dos personajes que ya conocíamos de antemano, como son Ronald Reagan (Fred Ward) y François Mitterrand (Philippe Magnan). Debo decir que la imagen de Ronald Reagan que ofrece puede que no sea cierta, pero desde luego es la que todos albergamos en nuestro fuero interno.

Sorprende encontrarnos con una pequeña colección de actores como Willem Dafoe, Diane Kruger o un resucitado David Soul, en minúsculos papeles que aportan esa falsa confianza que el relato quiere transmitir pues, al sonarnos familiares, tendemos a confiar en ellos, para bien o para mal, revelándose después la dura realidad. Pero entre el reparto de secundarios destaca el magnífico trabajo de Ingeborga Dapkunaite como la esposa de Sergei, una actriz que hemos podido ver en títulos tan dispares como Quemado por el sol (Utomlyonnye solntsem, 1994, Nikita Mikhalkov), Missión: imposible (Mission: Impossible, 1996, Brian De Palma), Site años en el Tibet (Seven Years in Tibet, 1997, Jean-Jacques Annaud)  o Hannibal, el origen del mal (Hannibal Rising, 2007, Peter Webber).

El estilo visual de Christian Carions es sencillo, pero simpático, quizás al no querer que nos perdamos en los entresijos políticos de la trama. Probablemente por ello se centra más en la reconstrucción de la vida, en Rusia, durante los últimos años de la Guerra Fría. Así nos podemos encontrar momentos deliciosos como el hijo de Sergei escuchando a Queen en un walkman. Asimismo, la reconstrucción histórica, a través de decorados y vestuarios, busca la naturalidad y el realismo, evitando toques estrafalarios y llamativos.

Espero sinceramente haberles hecho atractiva una propuesta como L’affair Farewell que, por cierto, vuelve a sumarse a ese cine con aspiraciones naturalistas en la que se habla en ruso, en francés o en inglés, dependiendo del momento y del lugar en el que se encuentren sus protagonistas. De la misma manera que la película te resultará más o menos acertada en función de tu nivel de exigencia para con un mundo siempre injusto en el que creemos que existe el libre albedrío, pero en el que todo se decide en despachos sin ventanas.


Publicado originalmente en EXTRACINE


sábado, 24 de septiembre de 2011

Beguinners (Principiantes)


Título original: Beginners
Año: 2010
País: EE. UU.

Dirección: Mike Mills
Guión: Mike Mills
Producción: Miranda de Pencier, Lars Krudsen, Leslie Urdang, Jay Van Hoy & Dean Vanech 
Fotografía: Kasper Tuxen
Música: Roger Neill, Dave Palmer & Brian Reitzell
Montaje: Olivir Bugge Coutté
Diseño de producción: Shane Valentino
Decorados: Coryander Friend
Vestuario: Jennifer Johnson
Reparto: Ewan McGregor, Chritopher Plummer, Mélanie Laurent, Goran Visnjic, Kai Lennox, Mary Page Keller, Keegan Boos, China Shavers, Melissa Tang, Amanda Payton, Luke Diliberto, Lou Taylor Pucci, Bambadjan Bamba, Hana Hwang, Samuel T. Ritter, Jennifer Lauren, Reynaldo pacheco, Jodi Long, Bruce French, Leslie Shea, Michael Chieffo, Jennifer Harty, Rodney Saulsberry, June Sanders, catherine McGoohan, Terry Walters, Lana Young, Algerita Wynn Lewis, Regina McKee Redwing, Sunday Burke, Patrick Birkett, sabera Wise, Rafael J. Noble, Jose Yenque, T.G. Cody, Patricl Scott, Ton suckhasem, Charles Valentino, Seth T. Walker, Michael Laren… 

aprendiendo del afecto y el cariño

En su segunda película como cineasta, después de Thumbsucker (2005), Mike Mills tira de sus propias experiencias personales con su propio padre para contarnos, en Beginners, la historia de una familia que está en crisis, como el caso de otra familia reciente, la de El castor (The Beaver, 2011, Jodie Foster). Sólo que aquí, cuando llega la sinceridad comienza a disiparse la depresión y los síntomas neuróticos para dar paso a la estabilidad y después, incluso, a la felicidad. El problema es que si en un principio Oliver (Ewan McGregor), no es capaz de entender que su padre encuentre la felicidad tras la muerte de su madre, momento que aprovecha para salir del armario y vivir su vida como siempre le hubiera gustado hacerlo, es decir, se acepta a sí mismo; sólo comenzará el proceso de aproximación a ese mismo estado de ánimo cuando intente poner en marcha su propia relación sentimental con Anna (Mélanie Laurent).

Si aparentemente el discurso de Beginners puede parecer desmoralizador, comenzando con la muerte de un padre, Hal (Christopher Plummer), que deja a su hijo sumido en la depresión, más desconcertado por el hecho de que su padre haya vivido sus últimos años en una experiencia de plena felicidad, que por el hecho de que hubiera vivido cuarenta y cinco años dentro del armario por respeto a su madre. Finalmente se muestra como un relato optimista y vital que empuja al espectador a entusiasmarse con cada nuevo comienzo. Nunca es tarde. Siempre se puede comenzar de nuevo.

Dado el bagaje artístico de Mike Mills, que comenzara como artista gráfico diseñando carátulas para álbumes de Sonic Youth, The Beasty Boys o Buffalo Daughter, para pasar después a realizar videoclips para bandas como Air, Moby , Pulp, Everything but the Girl o Les Rythmes Digitales, así como campañas de publicidad para firmas como Levi’s, Nike, Adidas o Volkswagen, permiten incluirle en el grupo de esos ladrones de orquídeas, como Spike Jonze, Mark Romanek y Michel Gondry, que confieren a su estilo visual de una espontánea agilidad que, apoyada en un discurso madurado y perfectamente trazado, permiten que salte de atrás hacia adelante sin que el espectador pierda en ningún momento la orientación. De hecho, pareciera que la estructura de la película respondiera a una configuración femenina que en lugar de contar la sucesión de los hechos tal y como sucedieran, los hilvana en función de los sentimientos, llevándole desde su presente hasta su pasado siguiendo un vínculo emocional.

Huelga decir que si Ewan McGregor y Mélanie Laurent dibujan a la perfección a sus inestables personajes, el que se lleva el gato al agua no es otro que Christopher Plummer que se mete perfectamente en la piel de un homosexual, sin pluma, pero con esa característica sensibilidad y delicadeza que si no fuera porque le hemos visto en muchas otras películas, hubiéramos pensado que eran de su propia personalidad. También podemos reconocer en la película una ligera influencia alleniana, particular y concretamente de Annie Hall (1977, Woody Allen), no sólo por esa anhedonia que parece padecer Oliver, sino por los saltos temporales al desarrollar el relato o incluso por el peculiar estilo con que se presenta Anna en un principio, que aparte de que su primer encuentro sea en una fiesta de disfraces, lo cierto es que recuerda mucho al estrafalario vestuario que se convirtiera en seña de identidad del personaje interpretado por Diane Keaton. Y cómo dejar fuera la fabulosa intervención de ese maravilloso Jack Russell, capaz de comunicar mucho más que la mayoría de los actores que desarrollan su carera única y exclusivamente en el seno de la industria de Hollywood. Las conversaciones que mantiene con su Oliver no tienen desperdicio alguno.

No deja de resultar curioso que a través de una historia de amor heterosexual, Beginners haga una furiosa defensa por el amor homosexual, demostrando que un hijo tan sólo necesita el cariño y afecto de sus progenitores, independientemente de cual sea su opción sexual.

Publicado originalmente en EXTRACINE

El castor


Título original: The Beaver
Año: 2011
País: EE.UU. & Emiratos Árabes

Dirección: Jodie Foster
Guión: Kyle Killen
Producción: Steve Golin, Keith Redmon & Ann Ruark
Fotografía: Hagen Bogdanski
Música: Marcelo Zarvos
Montaje: Lynzee Klingman
Diseño de producción: Mark Friedberg
Dirección artística: Alex DiGerlando & Kim Jennings
Decorados: Rebecca Meis DeMarco
Vestuario: Susan Lyall
Reparto: Mel Gibson, Cherry Jones, Jodie Foster, Anton Yelchin, Riley Thomas Stewart, Zachary Booth, Jennifer Lawrence, Jeff Corbett, Baylen Thomas, Sam Breslin Wright, Kelly Coffield Park, Michael Rivera, Kris Arnold, Elizabeth Kaledin, Matt Lauer, Jon Stewart, Terry Gross, Folake Olowofoyeku, Lorna Pruce, Bill Massof… 

la pasión según un castor

The Beaver constituye la tercera película como directora de Jodie Foster, que, vuelve a centrarse en la familia como tema principal. Con un reparto encabezado por Mel Gibson y ella misma, también incluye las interesantes interpretaciones de Anton Yelchin y Jennifer Lawrence, que a pesar de que se muestran como una pareja más interesante que la primera, no consiguen hacer que la película remonte la irrupción de una sucia marioneta en la forma de un castor.

Y es que ya desde la primera secuencia, a un servidor, se le atraganta la película por causa de un pleonasmo consistente en explicar a través de una voice over lo que unas imágenes muestran exacta y milimétricamente, no dejando lugar al espectador a sacar sus propias conclusiones y tratando de manipular lo que debe sentir por unos y otros personajes. También se muestra muy artificial en el transcurso de sus primeros pasos, pues más que obvio que en el momento en que Walter Black (Mel Gibson) se encuentra con la marioneta en la basura va a volver a cogerla.

Asimismo, una secuencia como el predecible y fallido intento de suicidio pone de manifiesto la falsedad y sobreactuación del actor que cuando quiere ser gracioso, no es otra cosa que patético. Pareciera realmente que el único motivo por el que Jodie Foster le hubiera reclutado para su película sea aquel recuerdo que guardaba de sus besos, de cuando rodaran juntos Maverick (1994, Richard Donner). ¿Sería aquel el momento en el que la actriz decidiera hacerse lesbiana? A lo mejor esa crisis de la familia, que tanto ha aireado que trataba su película, ocultaba en realidad la suya propia y tan sólo quería volver a besar al actor para comprobar si su condición sexual seguía siendo la misma.

Bromas aparte, lo cierto es que da la impresión de que Jodie Foster, en su rol de directora, no llega a creerse realmente que el castor esté vivo, que sea real. No transmitiéndolo así tampoco al espectador que, como ella y su personaje, sólo verá un pedazo de trapo que (casi) nunca disocia visualmente de su interlocutor. De esta manera el espectador nunca llega a asimilar al castor como un personaje más, independiente. Igual Jodie Foster no es consciente de un recurso como la prosopopeya, que le permite atribuir sentimientos y emociones humanos a objetos inanimados, exactamente igual que hace el protagonista con su compañero.

Es una verdadera pena que haya quedado en un segundo plano la relación que mantiene la otra pareja de la película, la que forman Porter Black (Anton Yelchin), junto a su compañera de clase Norah (Jennifer Lawrence). Mucho más interesantes psicológicamente, así como mejor definidos sus conflictos internos y, por supuesto, bastante mejor interpretados que la pareja protagonista, ellos serán los encargados de transmitir la tesis que esconde realmente la película, a través de una estructura inductiva que hará que conozcamos el objetivo real que la directora nos quería transmitir, sólo al final de la película, cuando casi todo nuestro interés se ha perdido por el camino.

Publicado originalmente en EXTRACINE

El árbol


Título original: The Tree
Año: 2010
País: Francia, Australia, Alemania & Italia

Dirección: Julie Bertuccelli
Guión: Julie Bertuccelli & Elizabeth J. Mars, basado en una novela de Judy Pascoe
Producción: Yael Fogiel & Sue Taylor
Fotografía: Nigel Bluck
Música: Grégoire Hetzel
Montaje: François Gédigier
Diseño de producción: Steven Jones-Evans
Vestuario: Joanna Park
Reparto: Charlotte Gainsbourg, Morgana Davies, Marton Csokas, Christian Byers, Tom Russell, Gabriel Gotting, Aden Young, Penne Hacksorth-Jones, Gillian Jones, Zoe Boe, Bob MacKay, Ryan Potter, Murray Shoring, Taren Stewart, Robert Joseph Stewart, Wencis Burns, Margaret Foote, Betty Cartmill, Patrick Boe, Arthur Dignam, Wendy Playfair, Jackie Kelleher, Benita Collings… 

duelo ecológico en familia 

En principio no me resulta interesante discutir la paternidad de una película —entendiendo que el padre será siempre el productor—, particularmente cuando se trata de una producción en la que intervienen cuatro países con una herencia cultural tan dispar como Francia, Italia, Alemania y Australia, a pesar de que hablemos de una película rodada enteramente en inglés. Pero sí que es cierto que, en la mayoría de las ocasiones, nos puede ayudar a entender la aproximación formal en la que se ha realizado la película, cuando asimilamos que madre sólo hay una —entendiendo que la maternidad recaerá siempre en las labores de dirección—, siendo en el caso de The Tree, la cineasta Julie Bertuccelli, legitimándonos para hablar de una preciosa y emotiva película francesa.

En su primera película como directora, y tras haber trabajado como ayudante de dirección para cineastas como Jean-Louis Bertucelli —su padre—, Krzysztof Kieslowski o Bertrand Tavernier; Julie Bertuccelli se decanta por la adaptación de una novela de Judy Pascoe en la que, precisamente, la pérdida del padre a causa de una muerte natural, pero repentina, desestabiliza a toda una familia que parece encontrar en la naturaleza una manera de sobrellevar y superar su duelo.

Con una exquisita fotografía absolutamente naturalista de Nigel Bluck, Bertucelli hace un particular uso de la prosopopeya y nos presenta a la majestuosa higuera plantada al lado de la casa de la familia O’Neil, como un personaje más de la película, que les servirá para asimilar que si el ser humano tiene la capacidad de elección ante determinadas encrucijadas vitales, siempre se verá sobrepasado por la actuación tajante e imprevisible de la naturaleza, que en este caso, les ayuda también a pasar página.

No sería posible afrontar este relato si su directora no contase con un espléndido reparto capaz de comunicar y transmitir esas emociones tan intangibles y personales que no se pueden comunicar con palabras. Si el peso de la acción recae en una de las mejores actrices del panorama internacional, como Charlotte Gainsbourg, es imposible pasar de largo ante la fabulosa presencia de una joven actriz, Morgana Davies, en la que no es su primera incursión cinematográfica, sino la segunda y acaba de terminar el rodaje de la que será su tercera película junto a Sam Neill y Willem Dafoe en The Hunter (2011, Daniel Nettheim), y que, ciertamente, dará mucho que hablar en un futuro.

En definitiva, exquisito cine intimista cargado de un existencialismo ecológico familiar, no apto para los que buscan acción desenfrenada, pero sí para los que buscan emotividad y sentimientos. Antes de que llegue El árbol de la vida (The Tree of Life, 2011, Terrence Malick), claramente pueden ponerse a tono con The Tree. En versión original, si’l vous plaît, por Morgana más que nada, dudo mucho que le hagan justicia en ningún doblaje.

Publicado originalmente en EXTRACINE