domingo, 26 de enero de 2014

Memoria de mis putas tristes


Título original: Memoria de mis putas tristes
Año: 2011
País: México, España, Dinamarca & EE.UU.

Dirección: Henning Carlsen
Guión: Jean-Claude Carrière & Henning Carlsen, basado en una novela de Gabriel García Márquez
Producción: Vicente Aldape, Nina Crone, Enrique Fernández, Raquel Guajardo, Norbert Llaràs, Jordi Rediu & Manuel Yebra  
Fotografía: Alejandro Martínez
Música: Jorge Navarrete
Montaje: Anders Refn 
Diseño de producción: Roberto Bonelli 
Dirección artística: Francisco Blanc
Decorados: Joaquín de la Riva & Julieta Álvarez
Vestuario: Gilda Navarro
Reparto: Geraldine Chaplin, Ángela Molina, Emilio Echevarría, Alejandra Barros, Dominika Paleta, Ofelia Medina, Olivia Molina, Marco Treviño, Rodrigo Oviedo, Evangelina Sosa, Arturo Beristáin, Tara Parra, Verónica Terán, Gastón Melo, Alfredo Sevilla, Aída Rosalba Arroyo, Iliana Arroyo Garcés, Edison Ruíz, Juan Rivero, Vania Alesia Medina Rivera, Munir Abud, Juana Rodríguez Delgado, José Santi encalada Cardoso, Pamela Cervera, Luis Cruz, Fidel Román Caro Herrera, Carlos Jesús Nuñez, Jorge Castro, Olga Noemi Herrera Castro… 

tomar conciencia de amar

¿Es posible que un danés pueda dirigir la adaptación de la novela de un colombiano en colaboración de un guionista francés en una película integrada por un reparto español y mexicano? Indiscutiblemente sí. Memora de mis putas tristes no sólo es una encantadora fábula sobre la edad y el tiempo, el sexo y el amor, sino que está contada con cautivador humor e ingenua picardía, con más dosis de sensualidad que de erotismo. Todos estos ingredientes están presentados en un romanticismo ardiente que convierte la película en un sabroso manjar salpicado de deliciosos sabores, que ya fueran celebrados en el festival de Málaga, donde se fue con el premio a la mejor película del jurado joven.

Cómo iba un escandinavo a captar la esencia del realismo mágico, pensé cuando vi La casa de los espíritus (The house of the spirits, 1993), la esterilizada adaptación que Bille August había realizado de la novela homónima de Isabel Allende. Si bien el reparto sí había sido capaces de rendir tributo a los personajes que interpretaban, como también aquí consiguen Emilio Echevarría, Geraldine Chaplin, Alejandra Barros, Evangelina Sosa y Ángela Molina, no lo conseguía el cineasta sueco, que incluso se había atrevido a escribir él solito el guión de la película. Casi veinte años después, otro escandinavo se atreve ahora con la adaptación de una novela de Gabriel García Márquez

El sexo es el consuelo que tiene uno cuando no le alcanza el amor

Si ya un danés tiene una percepción mucho más extravagante del mundo que un sueco, Henning Carlsen ni siquiera se ha atrevido a abordar en solitario la adaptación de la novela, sino que ha contado con la colaboración de Jean-Claude Carrière. Mucho más cercano al sentimiento latinoamericano, al ser él mismo francés y por extensión latino, así como con la cultura hispana, gracias a su larga y estrecha colaboración con Luis Buñuel, el más ilustre de los guionistas europeos ya se había involucrado anteriormente en otras adaptaciones románticas, como El amor de Swann (Un amour de Swann, 1984, Volker Schlöndorff), La insoportable levedad del ser (The unbearable lightness of being, 1988, Philip Kaufman), Valmont (1989, Milos Forman) o Cyrano de Bergerac (1990, Jean-Paul Rappenau).

Aficionado a La lozana andaluza (1528) y a pagar, desde que fuera desvirgado por una puta negra cuando tenía poco más de 9 años, el Sabio, un reputado y querido periodista, ha hecho del lupanar su auténtico refugio sentimental. Ahora que cumple 90 años, solicita una noche con una menor virgen, que despertará en él sentimientos que nunca había sospechado, a la vez que repasa su trayectoria amorosa. Si el tono poético resalta el realismo sentimental y las verdades del amor, los saltos temporales contribuyen a incrementar la ilusión mágica. La cálida fotografía de Alejandro Martínez aporta el ingrediente sensual, mientras que las melancólicas melodías de Jorge Navarrete, salpicadas con algún bolero y las inmortales piezas de Chopin, incrementan la dimensión romántica del relato.

Publicado originalmente en 400Films


La vida secreta de Walter Mitty


Título original: The secret life of Walter Mitty
Año: 2013
País: EE.UU.

Dirección: Ben Stiler
Guión: Steve Conrad, basado en un relato de James Thurber
Producción: Stuart Cornfeld, Samuel Goldwyn Jr., John Goldwyn & Ben Stiller  
Fotografía: Stuart Dryburgh
Música: Theodore Shapiro
Montaje: Greg Hayden 
Diseño de producción: Jeff Mann 
Dirección artística: David Swayze
Decorados: Regina Graves
Vestuario: Sarah Edwards
Reparto: Ben Stiller, Kristen Wiig, Jon Daly, Kathryn Hahn, Terence Bernie Hines, Adam Scott, Paul Fitgerald, Grace Rex, Alex Anfanger, Amanda Naughton, Adrian Martinez, Nolan Carley, Joey Slotnick, Shirley MacLaine, Gary Wilmes, marcus Antturi, Amy Stiller, Rosamund Gundmunsdottir, Stuart Vornfeld, Maariu Olsen, Makka Kleist, Ólafur Darri Ólafsson, Ari Matthíason, Hendrikus Schraven, Finnur Jóhannsson, Eysteinn Gardarsson, José Alcántara, José Antonio Alcántara, Rodrigo Espinosa, Seba Alón, Miguel Baez-Olavarria, Daniel Orellana, Antonio Molina, Martin Lagos, Andres Quezada, Valur Snaer Hilmarsson, Eythor Atil Hilmarsson, Birgir Jarl Runarsson, Gunnar Helgason, Kai Lennox, Conan O'Brien, Andy Richter, Gurdeep Singh, Anthony Desio, Losang Thonden, Rinjee Sherpa, Haroon Nawabi, Stefan B. Onundarson, Mohammed Arif Baser, Mohammed Pancherri, Ehsan Nawroz, Steve Assil, Sean Penn, Ang Babu Sherpa, Ang Gelu Sherpa, Dawa Sherpa, Ngima T. Sherpa, Nuri Chhiri Sherpa, Sonam Sherpa, Walter Mudu, Liz Menkel, Brian Scott McFadden, Dian Graham, Richard DeDomenico, Matt Levin, Craig Castaldo… 

querer no siempre es poder

Ante todo dar las gracias porque ni Mike Myers ni Sacha Baron Cohen hayan protagonizado este remake de la película homónima de 1947 protagonizada por Danny Kaye. Contra todo pronóstico, quizás habría sido acertado que el protagonista hubiera sido Jim Carrey, no tanto porque sea un actor cómico en la misma línea que Kaye, sino por sus vinculación con ese particular círculo de cineastas que forman los ladrones de orquídea a través de una película como ¡Olvídate de mi! (Eternal Sunshine of the Spotless Mind, 2004, Michel Gondry). Directores de desbordante imaginación visual con la que impregna sus películas, dotándoles de un poder emocional a veces imposible sólo con la fuerza de un buen texto. Precisamente Ben Stiller es uno de los colaboradores habituales de Wes Anderson, uno de los más populares exponentes de este grupo, de cuya estética es deudora esta vida secreta de Walter Mitty.

Pero quizás ese sea el principal problema de la película, que Stiller abandona su estilo disparatado de Zoolander (2001) y Tropic thunder (2008), para instalarse en una onda poética que ni siqueira tiene nada que ver con la que fuera su ópera prima, Bocados de realidad (Reality bites, 1994). El arrebatador comienzo  consigue hacer que alberguemos esperanzas, pero la confianza en las buenas intenciones no es suficiente. Quieres que te guste a toda costa porque visualmente es muy original, pero el relato carece de la fuerza y consistencia necesarias para colmar las expectativas. 

La trama está dilatada y cuando ya estás convencido de que lo que ciertas partes van a ser un sueño, al final resulta que no lo son, a pesar de que no se sostienen como parte de la realidad, El viaje de Walter Mitty es demasiado fantástico para que finalmente acabe siendo verdad. Quizás me habría convencido más si el personaje hubiera sido más cobarde y no se hubiera atrevido a ir ni a Groenlandia ni a Islandia. Desde mi punto, en ese momento el personaje pierde su autenticidad, para convertirse en lo contrario de lo que era. Todos estos nubarrones se despejan en el momento en que nos damos cuenta de que el guión está adaptado  por Steve Conrad, responsable de textos infumables como los que dieron pie a El hombre del tiempo (The weather man, 2005, Gore Verbinski) o En busca de la felicidad (The pursuit of happyness, 2006, Gabriele Muccino).

Es una pena porque hay momentos espléndidos, tanto visual como emocionalmente, como el uso del famoso tema de David Bowie, Space oddity, o la propia resolución de la película, que llega cuando un servidor ya está algo más que aburrido. La banda sonora es fabulosa, como también la fotografía de la película, pero a pesar del notable esfuerzo de Ben Stiller y de presencias tan estimulantes como las de Kristen Wiig, Sean Penn y la entrañable Shirley MacLaine, en ningún momento conseguí dejarme llevar por el relato. Al final termina siendo una película más ñoña que entrañable, un quiero y no puedo que demuestra que sólo las buenas intenciones no consiguen hacer potable una película.

Nymphomaniac: Volumen 1


Título original: Nymphomaniac Vol.1
Año: 2013
País: Dinamarca, Alemania, Francia, Bélgica & Reino Unido

Dirección: Lars von Trier
Guión: Lars von Trier
Producción: Louise Vesth  
Fotografía: Manuel Alberto Claro
Montaje: Morten Højbjerg & Molly Marlene Stensgaard 
Diseño de producción: Simone Grau 
Dirección artística: Alexander Scherer
Decorados: Thorsten Sabel
Vestuario: Manon Rasmussen
Reparto: Charlotte Gainsbourg, Stellan Skarsgård, Stacy Martin, Shia LaBeouf, Christian Slater, Jamie Bell, Uma Thurman, Willem Dafoe, Mia Goth, Sophie Kennedy Clark, Connie Nielsen, Michael Pas, Jean-Marc Barr, Udo Kier, Jens Albinus, Kate Ashfield, Jonas Baeck, Nicolas Bro, Tania Carlin, Jesper Christensen, Thomas eickhoff, Felicity Gilbert, Caroline Goodall, Christoph Jöde, Viktoria Kahlen, Sami Loris, Clayton Nemrow, James Northcote, Ivan Pecnik, saskia Reeves, Shanti Roney, Jonathan Sawdon, Christoph Schenchinger, Omar Shargawi, Lawrence Sheldon, Hugo Speer, Tomas Spencer, Tabea Tarbiat, Markus Tomczyk, Christine Urspruch, Lien Van de Kelder, Severin von Hoensbroech… 

¿los albores de una nueva religión?

Ni quiero ni pretendo hacer una crítica del primer volumen de Nymphomaniac. Más que nada porque la estaría haciendo sobre media obra, sobre la mitad de la película. Una cosa es que estuviera concebida formalmente en dos partes, otra es que fuera un todo y hayan decidido estrenarla de esta manera. En cualquier caso, Lars Von Trier ha tenido la capacidad de suspender el fascinante relato de Jo en su punto más álgido. Y estoy convencido de que sólo hasta que podamos completar el Volumen 2 podremos hacer un juicio de valor mucho más preciso y certero de lo que nos quiere contar. 

Lo que sí puedo y quiero adelantar son las buenísimas impresiones de lo visto hasta el momento. Quizás la única decepción haya sido que en lugar de estrenar la versión hardcore, como se había especulado, hemos tenido acceso a la softcore, por lo que sus dos horas de duración se me hicieron realmente cortas. No sólo me habría tragado las cuatro horas completas, sino las cinco horas y media que se prevé dure la definitiva y que será estrenada en el festival de Berlín. Aunque me quedara con ganas de más, no me sentí en absoluto defraudado, como seguro sí lo estarán aquellos que fueran al cine esperando esa película porno que les habían vendido. 

Por no ser, Nymphomaniac ni siquiera es erótica ni mínimamente sensual. No digo que no haya momentos morbosos, pero cuerpos y actos sexuales están capturados como el que fotografía un mueble, una pareja de animales o un paisaje salvaje. Los personajes de Nmphomaniac parecen más obetos, seres atrapados en un laberinto emocional, que apenas se aprecia en este primer volumen, pero que se intuye intenso y doloroso. Cierto es que se dan algunas claves sobre la relación de Jo con su padre, con su madre o con su amiga de la infancia pero, como he dicho, prefiero no adelantarme. Lo que, desde luego, celebro (y no me cabía duda alguna) es que Lars von Trier haya hecho una lectura responsable de la ninfomanía, alejándose por completo del sensacionalismo que (seguro) es lo que debe haber atraído a muchos por su campaña de promoción.

Lo que puedo resaltar sin haber visto el segundo volumen son las prodigiosas interpretaciones de todos y cada uno de los integrantes del reparto. Todas ellas tan frescas como intensas, espontáneas y llenas de energía. En ocasiones parece que incluso estaban improvisando, reaccionando a las emociones de sus compañeros de una manera espotánea. Si Stellan Skarsgård y Charlotte Gainsbourg están a la altura habitual, sorprende comprobar que tanto Shia LaBeaouf como Christian Slater eran capaces de mucho más de lo que nos habían mostrado hasta ahora en sus respectivas trayectorias por el cine comercial. Sobre todos ellos planea la breve, pero soberbia, intervención de Uma Turman, así como la rica y turbadora aportación de la prodigiosa Stacy Martin, con una mirada profunda y superficial simultáneamente y con la capacidad corporal de convertir el gesto más ingenuo en la más turbadora de las insinuaciones. De rodillas y a sus pies quedo.

Pero lo que más me ha fascinado ha sido la habilidad de Lars Von Trier para aludir en una misma película a conceptos tan dispares como el arte de la pesca, Rammstein, los números de Fibonacci, Edgar Allan Poe, la sección aurea, la cronofotografía, la música polifónica y un complejo de Elektra; todo ello de manera clara, precisa y contundente. En sus dos obras previas, Anticristo (Antichrist, 2009) y Melancholia (2011), el director de Cinco condiciones —aludida indirectamente en la mnemotécnia de Joe para recordar a Jérôme—, ya había abandonado al completo los postulados del cine dogma que, en realidad, nunca respetó. Pero en el caso de Nymphomaniac, da la impresión de que rompe por completo y definitivamente con sus dos etapas anteriores. Si en la primera, que culminaba con Europa (1991), toda la importancia recaía en la forma, en la segunda, cuyo máximo exponente podría ser Dogville (2003), sería el fondo lo único que importaba, consiguiendo en todos los casos el mismo resultado: una implacable turbación en el espectador. Lo que nos ofrece en Nymphomaniac (o al menos hasta lo aquí visto) es un equilibrio prodigioso entre el relato que cuenta y la forma en la que nos lo presenta. 

¿Estaremos hablando de la obra maestra de Lars Von Trier? Sólo hasta que vea el Volumen 2 podré afirmarlo con rotundidad. Por el momento, teniendo en cuenta la penitencia que nos ha hecho pasar después de sus trilogía de las santas, seguida después por alguna que otra bruja, inmerso actualmente en su trilogía de la depresión, en lo que ha sido un auténtico calvario cinematográfico para el espectador, lo que desde luego parece es que el cineasta danés va camino de trascender la cinefília para erigirse en el profeta de un nueva religión. En estos momentos me debato entre profesar la religión de Lars von Trier o sumergirme en la meditación de la mano de David Lynch. Seguro estoy de que el final es el mismo a través de ambos caminos. ¡¡¡Mea vulva, mea maxima vulva!!!

Publicado originalmente en 400Films

sábado, 11 de enero de 2014

Gravity


Título original: Gravity
Año: 2013
País: Estados Unidos & Reino Unidos

Dirección: Alfonso Cuarón
Guión: Alfonso Cuarón & Jonás Cuarón
Producción: Alfonso Cuarón & David Heyman  
Fotografía: Emmanuel Lubezki
Música: Steven Price
Montaje: Alfonso Cuarón & Mark Sanger 
Diseño de producción: Andy Nicholson 
Dirección artística: Mark Scruton
Decorados: Rosie Goodwin
Vestuario: Jany Termine
Reparto: Sandra Bullock, George Clooney, Ed Harris, Orto Ignatiussen, Paul Sharma, Amy Warren, Basher Savage… 

perder el norte buscando el camino

Resulta difícil trazar una ruta de la trayectoria profesional de Alfonso Cuarón. En todo caso podríamos trazar dos. Una es la que le lleva por esas prescindibles adaptaciones literarias anglosajonas —La princesita (A little princess, 1995), Grandes esperanzas (Great expectations, 1998) o Harry Potter y el prisionero de Azkaban (Harry Potter and the prisioner of Azkaban, 2004)—, que sin duda le han proporcionado una gran proyección internacional, aunque podrían haber firmado cualquier otro cineasta del montón; y otra, más discreta y sobre todo personal —Sólo con tu pareja (1991), Y tu mamá también (2001)—, que elabora habitualmente junto a su hermano, Jonás Cuarón, y que le identifica con un cine de autor más accesible para el gran público, por decirlo de alguna manera. Si con Hijos de los hombres (Children of men, 2006) conseguía tender un puente entre ambas rutas, Gravity (2013), pretende confirmarlo, pero igual que se rompe el cable que une a los dosprotagonsitas de su película, tampoco estoy seguro de que Cuarón haya conseguido del todo su objetivo.

De entrada, no cabe duda alguna acerca de la extraordinaria labor de Cuarón en lo que a planificación y aproximación visual se refiere. No tanto por la belleza de sus imágenes, sino por su precisión a la hora de transmitir exactamente la sensación de estar flotando a la deriva en el espacio. En ese primer plano secuencia de Gravity, no sólo consigue captar la atención del espectador, sino transmitir tanto la gratificante sensación que experimenta Matt Kowalski (George Clooney) en su deambular alrededor de la nave, como el terror y la angustia que siente Ryan Stone (Sandra Bullock) inmediatamente después del accidente que les pone en peligro. La verosimilitud de las diferentes situaciones por las que irán pasando los personajes, y un uso justo y preciso de elementos como la fotografía, el montaje y la banda sonora, contribuyen a dotar de credibilidad a un relato simple y sencillo. 

¿He dicho relato? Bueno, me refería más bien a que, Alfonso Cuarón logra casi la misma verosimilitud que Stanley Kubrick consiguiera con 2001: una odisea en el espacio (2001: a space odyssey, 1968), salvo que si el cineasta estadounidense pretendía contar algo, además de hacernos sentir que estábamos en el espacio, el mexicano no pretende contar nada más que lo que se plantea a primera vista. Quizás las primeras reflexiones de los personajes, unidas a la apabullante fotografía de Emmanuel Lubezki, hicieron pensar a algunos que Gravity iba a ser algo más que una versión de Lo imposible (The imposible, 2012, J.A. Bayona) en el espacio, pero lo cierto es que igual que las opciones se van acotando para la pareja protagonista, se van diluyendo las perspectivas existenciales que se platean inicialmente.

Es cierto que la película se puede disfrutar como una experiencia angustiante, pero un servidor no tiene muy claro lo que realmente querían contar los hermanos Cuarón. ¿Tal vez se trata de un título ecológico que advierte sobre la necesidad de reciclar, incluso a escala espacial? Podría ser, pero me parece algo desproporcionado. Es cierto que podemos encontrar apuntes filosóficos acerca de la muerte, nuestra insignificancia ante el universo, y, sobre todo, la capacidad de supervivencia del ser humano, pero es como si les hubiera dado miedo profundizar demasiado, asustar a un público que buscaba la evasión a toda costa. Lo lamento mucho, pero si bien el esfuerzo de Sandra Bullock es realmente notable, igual que le sucede a Ryan, tengo pocas cosas a las que agarrarme y siento que voy a la deriva en un periplo intenso y muy gratificante sensorialmente hablando, pero que carece de verdadera emoción y que, en definitiva, no trata de contar nada realmente. Lo cual está bien, sobe todo porque ni llega a molestarme el 3D, pero más para una atracción de feria, en lo que a sensación se refiere, o a una noticia del telediario, en lo que de emoción se trata.

Publicado originalmente en 400Films

Todos queremos lo mejor para ella


Título original: Tots volem el millor per a ella
Año: 2013
País: España

Dirección: Mar Coll
Guión: Mar Coll & Valentina Viso
Producción: Sergi Casamitjana, Lita Roig, Aintza Serra & Nico Villarejo Farkas  
Fotografía: Neus Ollé-Soronellas
Música: Maik Maier
Montaje: Aina Calleja 
Diseño de producción: Xènia Besora 
Vestuario: Angélica Muñoz
Reparto: Nara Novas, Valeria Bertuccelli, Jordi Rico, Clara Segura, Pau Durà, Àgata Roca, Mireia Piferrer, james Phillips, Anna Carné, Max Megías, Jordi Costa, Manuela Nieto, Cristina Gàmiz… 

la sociedad española necesita lo mismo

La sociedad española está deprimida. Sólo hace falta echar un vistazo a la televisión, escuchar la radio o abrir un periódico para saber los motivos, por no decir que basta con salir a la calle. Para enfrentarnos a un informativo hace falta tener realmente mucho interés en la línea descendente (o la mentira) que marca el camino de nuestra sociedad en la actualidad. Si hace poco profundizábamos en La herida, cuando Fernando Franco aclaraba que había hecho su película pensando en una persona enferma, que no en la sociedad, aunque era evidente que se podía hacer una lectura social, en esta misma línea podemos ubicar Todos queremos lo mejor para ella, segundo largometraje de Mar Coll, que igualmente puede hacer referencia tanto a su protagonista, deprimida por un accidente que le ha dejado secuelas físicas y psicológicas, como a nuestra sociedad, que sigue inmersa en el trauma de la recesión económica para la que no encontramos salida (al menos los ciudadanos de a pie).

Podría hacer muchas comparaciones entre lo que hace el gobierno para sanar su sociedad y lo que la familia de Geni trata de hacer para que ella se sienta mejor. Pero lo que ni los primeros ni los segundos son capaces de asimilar es que, muchas veces, la gente cambia después de vivir una experiencia traumática y querer lo mejor para alguien, no necesariamente es darle lo que uno cree que necesita. 

Escrito de nuevo en colaboración con Valentina Viso, Mar Coll articula un guión muy sólido en torno a la figura de su protagonista. Si por un lado permite que sean los personajes quienes se expliquen a través de sus actos, en lugar de sus palabras, lo que ya de por sí hace muy estimulante el relato, también tiene la capacidad de colocar la cámara en el lugar más invisible para que el conflicto avance y se resuelva de la manera más natural. Este tono realista se ve reforzado por la verosimilitud lingüística, en la que el catalán y el español fluyen de una manera natural, no necesariamente dependiendo del origen de los actores, sino de cada una de las situaciones. Es una pena que acaben doblando la película, porque se perderán muchos matices.

Aunque Nora Navas se haya prodigado bien poco desde Pa negre (2010, Agustí Villaronga), está claro que no ha perdido la mínima capacidad para comunicar. Su interpretación es tremendamente orgánica y poderosa, mostrando a la perfección no sólo las contradicciones de su personaje, sino dejando emanar sus emociones de tal manera que no hacen falta explicaciones ni justificaciones para su comportamiento. Junto a ella encaja a la perfección la más breve aportación de la actriz argentina Valeria Bertuccelli, contrapunto perfecto para entender el personaje de Geli, pero sin quitarle un ápice de protagonismo, y encajando a la perfección en una producción catalana.

Es de agradecer que aunque la película tenga un tono lánguido y sombrío, acorde con el estado de ánimo de la protagonista (y la sociedad), en el fondo no deja de transmitir un mensaje optimista. No tanto por la resolución de la película, abierta para que sea el espectador quien decida el camino de Geli, sino por sus ganas de encontrarse a sí misma y luchar por aquello que verdaderamente necesita, por ser ella misma, no la imagen que los demás tenían sobre ella. Es casi el mismo punto en el que se encuentra la sociedad española actualmente que, espero, también sepa (y pueda) luchar por lo que es mejor para sí misma.

Publicado originalmente en 400Films

12 años de esclavitud


Título original: 12 years a slave
Año: 2013
País: Reino Unido & Estados Unidos

Dirección: Steve McQueen
Guión: John Ridley, basado en una novela de Solomon Northup
Producción: Dede Gardner, Anthony Katagas, Jeremy Kleiner, Steve McQueen, Arnon Milchan, Brad Pitt & Bill Pohlad  
Fotografía: Sean Bobbitt
Música: Hans Zimmer
Montaje: Joe Walker 
Diseño de producción: Adam Stockhausen 
Dirección artística: David Stein
Decorados: Alice Baker
Vestuario: Patricia Norris
Reparto: Chiwetel Ejiofor, Dwight Henry, Dickie Gravois, Bryan Batt, Ashley Dyke, Kelsey Scott, Quvenzhané Wallis, Cameron Zeigler, Tony Bentley, Scoot MnCairy, Taran Killam, Christpher Berry, Bill Camp, Mister Mackey Jr, Chirs Chalk, Craig Tate, Adepero Oduye, Storm Reid, Tom Proctor, Marc Macaulay, Vivian Fleming-Alvarez, Michael K. Williams, Douglas M. Griffin, John McConnell, Marcus Lyle Brown, Richard Holden, Rob Steinberg, Paul Giamatti, Anwan Glover, Benedict Cumberbatch, James C. Victor, Liza J. Bennett, Nicole Collins, J.D. Evermore, Paul Dano, Michael Fassbender, Sarah Paulson, Lupita Nyong'o, Andy Dylan, Deneen Tyler, Mustafa Harris, Gregory Bright, Austin Purnell, Thomas Francis Murphy, Andre De'Sean Shanks, Kelvin Harrison, Scott Michael Jefferson, Alfre Woodard, Isaiah Jackson, Garret Dillahunt, Topsy Chapman, Devin Maurice Evans, Brad Pitt, Jay Huguley, Devyn A. Tyler, Willo Jean-Baptiste… 

un episodio más de la infame historia humana

En el cine, como en cualquier otra forma de expresión artística, se repiten ciertos ciclos a través de los que se renuevan temas y géneros. Da la impresión de que, después de Criadas y señoras (The help, 2011, Tate Taylor) y Django desencadenado (Django unchained, 2012, Quentin Tarantino) —dos obras sobre racismo y esclavitud en diferentes épocas realizadas por cineastas caucásicos—, algunos cineastas de color (que no afroamericanos porque no es exacamente el caso) han decidido dar la réplica con El mayordomo (The butler, 2013, Lee Daniels) y 12 años de esclavitud (12 years a slave, 2013, Steve McQueen) —dos obras sobre racismo y esclavitud que se corresponden con las anteriores en tema y época— en lo que sería una mirada en primera persona, menos afectada, y desde luego mucho más profunda, de la que nos transmitiera en su momento Spike Lee

Mientras Daniels nos ofrecía una obra un tanto almibarada, pero que planteba puntos de vista interesantes, McQueen deja de lado cualquier tipo de artificio para mostrarnos un relato tan estremecedor como contemporáneo. Esa indeleble frontera entre libertad y esclavitud que muestra en su película, no es mucho más robusta que la que pueden quedar abocados hoy en día muchos ciudadanos y ciudadanas que, escapando de los infiernos sociales y económicos de sus países, terminan atrapados en distintas redes de tráfico de personascunado sólo tratan de alcanzar una forma de vida mejor.

En consonancia con las películas anteriores del director británico, 12 años de esclavitud está inundada de una sobrecogedora belleza visual, que contrasta con el dolor seco y áspero de un relato que nos destroza emocionalmente. Haciendo de la sobriedad narrativa su principal seña de identidad, estamos ante un relato que está planteado como un drama, pero articulado como si se tratara de una auténtica historia de terror. 

Alejado de la visión melodramática de otros cineastas —como podría ser Steven Spielberg, que siempre ha estado muy solidarizado con la causa negra— que tienden a recurrir a un sensacionalismo básico y primario, casi tan primitivo como los estadounidneses de la época, mostrando sólo el sufrimiento físico, McQueen coloca su cámara en el ángulo más doloroso para el espectador, alejado de latigazos y torturas, para transmitirnos el dolor psicológico que consume realmente a su protagonista. Aunque hayamos visto otras películas que muestran sucesos similares, pocas habían conseguido realmente transmitir la pasmosa brutalidad de otro, de uno más, de los infames episodios de la historia universal —como diría Jorge Luis Borges—, y de la estadounidense en particular.

Es difícil destacar a uno de los miembros del reparto por encima de los demás, porque si Chiwetel Ejiofor sostiene con extraordinaria fuerza la columna vertebral de la película, ayudado en gran medida por Lupita Nyong'o, las aportaciones más o menos esporádicas de Michael Fassbender, Sarah Paulson, Paul Dano, Benedict Cumberbatch y Paul Giamatti, consiguen revolver las entrañas de cualquiera. Uno de los grandes aciertos de todos estos personajes es que no se trata de aproximaciones contemporáneas, como la gran mayoría de películas que han tratado el tema, sino que verdaderamente nos sitúa en el lado más oscuro de una sociedad despreciable y decadente, que cuanto más torturaba a los afroamericanos, más se degradaba a sí misma.

Publicado originalmente en 400Films

La gran revancha


Título original: Grudge match
Año: 2013
País: EE.UU.

Dirección: Peter Segal
Guión: Tim Kelleher & Rodney Rothman, basado en una idea original de Tim Kelleher
Producción: Michael Ewing, Bill Gerber, Mark steven Johnson, Ravi D. Mehta & Peter Segal  
Fotografía: Dean Semler
Música: Trevor Rabin
Montaje: William Kerr 
Diseño de producción: Wynn Thomas 
Decorados: Matt Callahan
Vestuario: Mary E. Vogt
Reparto: Jim Lampley, Sylvester Stallone, Robert De Niro, Rich Little, Ireland Baldwin, Anthony Bean, Mason Mackie, Kevin Hart, Barry Primus, Oscar Gale, Frederick Douglas Plunkett Jr., BJ Guyer, Jen Kober, Anthony Anderson, Carrie Lazar, Don Lake, Han Soto, Kurt Krause, Steve Levy, John Buccigross, Alan Arkin, Kenneth Kynt Bryan, Greg Sproles, Matthew Rimmer, Kirk W. Johnson, Yohance Myles, Larry Morgan, Jai Stefan, Frank Pesce, Kim Basinger, Todd Truley, Paul Ben.Victor, Robert Larriviere, Jon Bernthal, Joey Diaz, LL Cool J, Greg Pitt, Courtney Brennan, Mykel Shannon Jenkins, Rowan Joseph Macsen Lintz, Dane Rhodes, Mike Goldberg, Camden Gray, Kate Reinders, Griff Furst, Sam Hoger, Chael Sonnen, Judd Lormand, Camila Le Sage, Bonnie Hellman, Wyatt Harris, Larry Merchant, Roy Jones Jr., Robert Sale, James Joseph, Michael Buffer, Pat Russell Mike Tyson, Evander Holyfield… 

cuando la cirugía sola no basta

Contar con tres pesos pesados de la interpretación estadounidense como Robert De Niro, Kim Basinger y Alan Arkin te ofrece muchas posibilidades. Pero unir a este trío la presencia de Sylvester Stallone deja claro que la única posibilidad de disfrutar de La gran revancha es la de instalarte en la parodia. La misma que se intuía en el momento de que algún ejecutivo de Hollywood daba luz a un proyecto concebido como producto rentable para unir en una misma película al actor septuagenario que había interpretado a Jake La Motta en Toro salvaje (Ranging bull, 1980, Martin Scorsese) y al ex actor porno —nunca se ve una erección suya en El potro italiano (The party at Kitty and Stud's, 1970, Morton Lewis)— casi septuagenario que había interpretado a Rocky Balboa en Rocky (1976, John G. Avidsen). 

El propio cartel de la película, con sus caras superpuestas a unos cuerpos fantásticos y lejos de los de ambos, ya adelanta el sarcasmo que invade el producto. Perplejo me quedo ante el despropósito de los efectos visuales con los que han modificado la evolución de los personajes cuando les vemos en sus tiempos mozos, que refuerza el carácter irónico de la propuesta. Y no quepo en mi de gozo al comprobar que los guionistas Tim Kelleher y Rodney Rothman, también deben haber captado el fondo marica de Los mercenarios (The expectables, 2010, Sylvester Stallone) y su secuela, abrumando al personaje de Sly con bromas anales.

Y habría sido muy divertido si se lo hubieran tomado todo de manera tan jocosa, pero no lo han hecho. Las cuatro alusiones a las anteriores películas de púgiles de la pareja no contribuyen más que a calmar las expectativas de los fanáticos más entusiastas. Y ponerles uno al lado de otro no sirve más que para comprobar lo mal que ha envejecido Stallone (y que debería demandar a su cirujano) y lo bien que lo ha hecho De Niro, así como la innegable superioridad artística de este último y su mucho mayor sentido del humor. Cierto es que, excepcionalmente, ver esta película doblada contribuye a mejorar la interpretación de Sylvester Stallone.

Todo esto no quiere decir que La gran revancha no sea una película entretenida. Al contrario, aunque el guión sea sencillo y previsible, también es efectivo y considerablemente ameno. La capacidad del reparto principal, muy bien apoyado en las aportaciones de Jon Bernthal y Kevin Hart, consiguen engancharte en una película que poco tiene que aportar al cine de boxeo, pero que te resultará más reconfortante que la enésima secuela de Rocky o Rambo, así como cualquier otra de las películas dirigidas por Peter Segal, cuya filmografía prefiero no mencionar (ni recordar).