viernes, 30 de noviembre de 2012

Invasor


Título original: Invasor
Año: 2012
País: España

Dirección: Daniel Calparsoro
Guión: Jorge Arenillas & Javier Gullón, basado en una novela de Fernando Marías
Producción: Juan Gordón, Emma Lustres & Borja Pena  
Fotografía: Daniel Atanyó
Música: Lucas Vidal
Montaje: Antonio Frutos & David Pinillos 
Diseño de producción: Juan Pedro De Gaspar 
Decorados: Angela Nahum
Vestuario: Ana López
Reparto: Alex Hafner, Alberto Ammann, Antonio de la Torre, Inma Cuesta, Karra Elejalde, Luis Zahera, Bernabé Fernández, Benjamin Nathan-Serio, Isabel Blanco, Sofía Oria, Fran Peleteiro, Julio Pereira, Francisco Vera, Iriome del Toro… 

siempre siguiendo a los estadounidenses

Una cuestión es la intención con la que Daniel Calparsoro y los que fueran productores de Celda 211 abordan la adaptación de una novela de Fernando Marías, y otra es el resultado que obtengan. Invasor puede resultar una película razonablemente entretenida, construida en forma de thriller de acción con trasfondo bélico. Las presencias de Karra Elejalde, Antonio de la Torre, o incluso Inma Cuesta, en su reparto consiguen paliar las carencias interpretativas de Alberto Ammann. Pero no puedo evitar una sensación de contradicción entre el dilema que se plantea en la película, y la manera en la que se desarrolla la acción. No me refiero al relato en sí, sino más bien al estilo empleado para contar la historia.

En un momento dado, un personaje anecdótico se pregunta qué es lo que hacen los españoles en la guerra de Irak, por mucho que sea una misión humanitaria. Su crítica estaba centrada en que los españoles siempre siguen a os estadounidenses allá donde vayan. De la manera en la que está expresado, perfectamente se puede entender que es una crítica, lo que me lleva a cuestionare el tono de una película que en su estilo, copia sistemáticamente el modo de hacer cine de esos mismos estadounidenses.

Si bien las secuencias de acción están realizadas con bastante pericia y acierto, resaltando la persecución en coche por el centro de La Coruña, no pienso exactamente lo mismo de algunos momentos bélicos, que parecen más dignos de series de televisión como Hospital Central -de hecho varias son las televisiones que apoyan la producción de la película. Quizás en este caso el problema no sea enteramente visual, sino que delata las carencias del guión elaborado por Javier Gullón y Jorge Arenillas, que someten a sus personajes a conversaciones dignas de cualquiera de esas series de televisión, y que no consiguen que la acción se desarrolle sin resultar bastante previsible.

Es posible que para muchos pensar que la película pueda pasar por estadounidense sea una virtud, pero para un servidor delata una falta de personalidad que llevada a algunos planteamientos del relato, termina por hacer increíbles algunas de las premisas que se exponen. Dentro de ese baremo americano, quizás encaje bastante bien la superficial interpretación de Alberto Ammann, en la misma línea que en la de la premiada Celda 211, pero nada que ver con las espléndidas aportaciones de Antonio de la Torre y Karra Elejalde. Y este último a pesar de representar un personaje que se me antoja bastante improbable dentro de la sociedad española. No digo que no lo haya, sino que la manera en la que se le presenta no es para nada castiza, que de ser así igual no lo habría cuestionado tanto, ni al personaje ni a sus acciones. Después están detalles sueltos, como la casa en la que vive un oficial del ejército con su mujercita, que si bien es arquitecto, también es verdad que está en paro, y desde hace tiempo que se le está acabando. Nuevamente parece aflorar esa “invasión” del cine de Hollywood en el que hay que sacar casas espectaculares como sea.

Esta disociación entre forma y contenido es lo que termina por no dejarme disfrutar de una película que, en cualquier caso, sí plantea un dilema interesante, aunque al final no se moje tanto con sus propios protagonistas rodando la película.

Publicado originalmente en EXTRACINE


César debe morir


Título original: Cseare deve morire
Año: 2012
País: Italia

Dirección: Paolo Taviani & Vittorio Taviani
Guión: Paolo Taviani & Vittotio Taviani, basado en una obra de William Shakespeare
Producción: Grazia Volpi  
Fotografía: Simone Zampagni
Música: Giuliano Taviani & Carmelo Travia
Montaje: Roberto Perpignani 
Reparto: Cosimo Rega, Salvatore Striano, Giovanni Arcuri, Antonio Frasca, Juan Dario Bonetti, Vincenzo Gallo, Rosario Majorana, Francesco De Masi, Gennaro Solito, Vittorio Parrella, Pasquale Crapetti, Feancesco Carusone, Fabio Rizzuto, Fabio Cavalli, Maurilio Giaffreda… 

césar morirá, pero el arte nunca lo hará

Después de una década sin demasiada repercusión internacional, los hermanos Paolo y Vittorio Taviani irrumpen de nuevo y con mucha fuerza en el panorama cinematográfico con César debe morir (Cesare deve morire, 2012). Ganadora del Oso de Oro en Berlín y 5 premios David di Donattello que entrega la Academia del cine italiano, su película aspira a conseguir nominación para conseguir el Oscar a la mejor película en lengua extranjera, que otorga la Academia estadounidense, estando ya nominada en cuatro categorías en los premios de la Academia del Cine Europeo, incluyendo el de mejor película.


A pesar de que su propuesta pueda parecer una película documental, al estar realizada con un reparto no profesional y estar rodada en localizaciones completamente naturales, César debe morir se aleja completamente del cine documental para instalarse en la misma tesitura naturalista de la mayoría de sus obras precedentes. La alteración temporal que da comienzo al relato junto con la opción visual de ofrecer los ensayos en blanco y negro y la representación final en color, nos advierte sobre las intenciones reflexivas de una película que, aunque no se proyecta en tres dimensiones, semánticamente sí enriquece extraordinariamente su discurso en tres niveles diferentes.

Lo primero que resalta es la maravillosa dimensión temporal de la obra original de William Shakespeare, cuyo discruso encaja a la perfección con la vida política contemporánea italiana, al igual que con la de la mayoría de países actuales. La lectura contemporánea se retuerce de una manera sorprendente paradójica si tenemos en cuneta los casos de corrupción y escándalo sexual en los que los políticos se aferran a sus sillones negándose a dimitir, o las derrotas electorales que tampoco consiguen pasar factura política por sus responsables directos, lo que no lleva a desear la presencia de un Brutus que les sacara finalmente de en medio...

En segundo lugar sorprende esa fabulosa dimensión personal que aportan los presos de la cárcel de Rebibbia, que enriquecen los ya de por sí maravillosos textos de Julio César al encontrar vínculos personales en las emociones y sentimientos de los personajes que representan. Estos lugares comunes les permiten revivir episodios personales que contribuyen a que puedan identificar la verdadera naturaleza del comportamiento de los personajes que interpretan, así como de la suya propia. 

Por último está la gran experiencia liberadora de la interpretación que, como si de una fuga psicogénica se tratara, permite a los reos sentirse libres a través del teatro. César podrá morir, pero el arte hará que perdure eternamente a lo largo de generaciones y generaciones que revivirán su espíritu y la magnitud de la obra de William Shakespeare, así como tantas otras.

Publicado originalmente en 400 Films

En la casa


Título original: Dans la maison
Año: 2012
País: Francia

Dirección: François Ozon
Guión: François Ozon, basado en una obra de Juan Mayorga
Producción: Eric Altmeyer, Nicolas Altmeyer & Claude Ossard  
Fotografía: Jérôme Alméras
Música: Philippe Rombi
Montaje: Laure Gardette 
Vestuario: Pascaline Chavanne
Reparto: Fabrice Luchini, Ernst Umhauer, Kristin Scott Thomas, Emmanuelle Seigner, Denis Ménochet, Bastien Ughetto, Jean-François Balmer, Yolande Davenier, Vincent Schmitt, Jacques Bosc, Stéphanie Campion, Ronny Pong, Diana Stewart, Jana Bittnerova, Nadir Azni, Bénérice Barbin, Marie Brunet, Cyril Chaussivert, Matthieu Cisse, Yann Conflant, Manon Delaître, Noé Fournier, Vincent Hocini, Guillaume Jacques, Marie Jupille, Cendro Kancel, Belkacem Lalaoui, Alain Lhostis, Kevin Méanard, Mohamed Dahmane El Mehdi, Mélissa Placide, Olivier Royer, Hana Tanem, Christina Tongkhiane, Gaëtan Vajou… 

el extraordinario poder de la manipulación

Si ya de por sí François Ozon es uno de los valores seguros del cine contemporáneo francés, su última película, Dans la maison, llega a la cartelera precedida con la Concha de Oro en Festival Internacional de Cine de San Sebastián. Un relato que establece conflictos a muy diferentes niveles, pero no sólo entre sus personajes, sino entre la propia obra y el espectador. Los procesos de la creación literaria, la eterna dicotomía entre realidad y verosimilitud, la capacidad de imaginar o la necesidad de experimentar para crear una historia, la lucidez del escritor consciente de su mediocridad o la del autor que se sabe original pero no tiene las herramientas para comunicar su relato con habilidad, la vulgaridad de la clase media ¿o su encantador aroma? Estos son algunos de los temas que surgen a partir de la obra de teatro de Juan Mayorga y que se plantean desde el inicio de ese mismo proceso de adaptación: la manipulación.

Si Mayorga ya tomara sus propias decisiones con respecto al lugar y época en el que se desarrolla su relato, Ozon realiza una primera manipulación al llevarla al cine, derivada del hecho de que su obra no es una representación en vivo, de que él no es español ni vive en España, y de su propia y personal interpretación de la obra. De esta manera pone en práctica una irremediable manipulación de la pieza original para convertirla en una diferente. En otra. Un proceso que a menudo olvidan los que comparan una película con su fuente de inspiración y que es inherente a cualquier proceso de intercambio de comunicación, hasta la propia crítica que de esta misma película que me encuentro redactando. Este dilema de la manipulación que constantemente se plantea entre profesor y alumno y que el propio director evidencia al poner en imágenes tanto lo que podría haber sucedido realmente, como lo que plasma en su relato o incluso las interferencias entre realidad y ficción que se establecen de manera interna. Variaciones que llevan al espectador a plantearse constantemente si lo que ve es lo que pasa o lo que podría haber sucedido y que se convierte, para un servidor, en el mayor acierto de Dans la maison.

Un relato que trasciende la pantalla al conseguir establecer la misma relación que maestro y estudiante establecen con sus personajes de ficción, que también resultan ser reales dentro del relato, con el propio espectador y la película, planteándose las mismas cuestiones acerca de los personajes y acciones de la película que ellos establecen sobre los demás personajes. Esta riqueza de interpretaciones viene avalada por las logradas interpretaciones de todos y cada uno de sus protagonistas, desde la pareja intelectual formada por Fabrice Luchini y Kristin Scott Thomas, hasta el fabuloso retrato que de la pareja de clase media ofrecen Emmanuelle Seigner y Denis Ménochet, pasando por la magnífica y ambigua aportación de los jóvenes Ernst Umhauer y Bastien Ughetto.

Debo decir que, igual que el propio Germain (Fabrice Luchini) se preocupa de delatar las asociaciones cinematográficas de la evolución del relato de Claude (Ernst Umhauer), podría no ser del todo inocente la elección de algunos de los miembros del relato, particularmente de los femeninos. Es posible que a algunos pueda parecerles una sencilla broma que la que fuera protagonista de melodramas como El paciente inglés (The English Patient, 1996, Anthony Minghella) o el hombre que susurraba a los caballos (The Horse Whisperer, 1998, Robert Redford) se vea, en Dans la maison, encorsetada en el papel de la esposa de un escritor fracasado que se aferra desesperadamente a una hilarante tienda de arte en su afán de huir de la etiqueta de ama de casa (de clase media), pero me parece que no debe ser ninguna ironía que la que es la esposa de Roman Polanski (que de mediocre no tiene nada), aparezca aquí como la imagen de esa mujer de clase de media que muchos querrían, indudablemente, para sí mismos.

A todo esto debemos sumar la elegancia de la fotografía de Jérôme Alméras y la exquisita banda sonora compuesta por Philippe Rombi y obtendremos una película tan estimulante para ver y disfrutar como para discutir sobre el asunto que trata, para sentir sentado en la butaca y para reflexionar mucho después de que haya terminado la proyección.

Publicado originalmente en EXTRACINE

Sin tregua


Título original: End of Watch
Año: 2012
País: EE.UU.

Dirección: David Ayer
Guión: David Ayer
Producción: David Ayer, Matt Jackson & John Lesher  
Fotografía: Roman Vasyanov
Música: David Sardy
Montaje: Dody Dorn 
Diseño de producción: Devorah Herbert 
Dirección artística: Kevin Constant
Decorados: Betty Berberian
Vestuario: Mary Claire Hannan
Reparto: Jake Gyllenhaal, Michael peña, Natalie Martinez, Anna Kendrick, David Harbour, Frank Grillo, America Ferrera, Cle Shaheed Sloan, Jaime FitzSimons, Cody Horn, Shondrella Avery, Everton lawrence, Leequwid 'Devil' Wilkens, James 'Pistol' McNeal, Zone, Alvin Norman, Richard Cabral, Diamonique, Maurice Compte, Yahira Garcia, Manny Jimenez Jr., Nikki Nicholle Barreras, Michael Monks, Hugh Daly, Kristy Wu, David Castaneda, Candace Smith, Serene Branson, Ramon Camacho, Kevin Vance, Corina Calderon, Eric Garcetti, David Fernandez Jr., Nelly Castillo, McKinley Freeman, John A. Russo, Tom Spencer… 

cómo mola ser poli, tronco

Qué difícil me resulta comentar un título como End of Watch. Responsable de títulos como The Fast and the Furious, Training Day o S.W.A.T., David Ayer escribe y dirige una película que en realidad es perfectamente coherente con el resto de su filmografía, en lo que al tema que trata se refiere, que por momentos resulta entretenida y hasta divertida, pero que no termina por convencer debido a la desfachatez y el descaro por la tergiversación y manipulación que ejerce en sus personajes. Obviamente estoy hablando de un nuevo ejemplo de telepelícula (cine con vocación televisiva) que en lugar de dejar que sea el espectador quien juzgue por sí mismo las acciones de sus personajes, se dedica a orientarle, diciéndole lo que debe pensar sobre personajes y película, y no teniendo ningún tipo de escrúpulo en convertirse en una auténtica película absolutamente al servicio de su ideología.

De acuerdo. Muchos estarán pensando que no tiene que ver que seas de izquierdas o de derechas para disfrutar la película. Podría ser. Pero nunca me plantearía este tipo de cuestiones en una película de Clint Eastwood, por citar un cineasta que todos sabemos es de derechas. En el caso de End of Watach, la manipulación se hace evidente desde el mismísimo primer plano de la película, cuando la voice over del policía Brian Taylor (Jake Gyllenhaal), nos está diciendo que, al menos en los Estados Unidos de América -porque en mi pueblo no es así-, la policía es la auténtica representante del pueblo y la línea que le mantiene a salvo del mal en potencia. No es que tenga mis discrepancias con este planteamiento, es que es mentira. Si acaso la policía sería una herramienta al servicio de la ley, pero nada más. Otra cuestión es que Ayer quiera presentar a estos polis como unos tíos que se enrollan mogollón y que ser poli puede ser tan molón como traficar con droga o vivir como un mercenario…

Este planteamiento choca frontalmente con la aproximación visual de Ayer, que trata de conferir al relato la mayor veracidad posible con la inclusión (sin explicar e inexplicable) de ese proyecto de protagonista que le obliga a llevar una cámara doméstica en todo momento, y otras técnicas, casi más de reality shows, que confieren a la película una falsa ilusión de cine realidad. Y digo que es falsa porque hay momentos en los que no estoy seguro de si estamos en Los Angeles o en Afganistán. Aparte del racismo y el machismo implícito en una propuesta que parece escrita a la mayor gloria del ideal de Rommney. No me vale que el personaje de Michael Peña sea mexicano porque tendría que utilizar spoilers y queda claro que Anna Kendrick está total y absolutamente desaprovechada. No es que se limite a poner caras y reír como una loca, es que no le dejan hacer nada más, no tiene personaje alguno. Y tampoco es que ellos hagan algo más que poner las poses típicas, pero al menos desarrollan un pelín más sus respectivos personajes.

En Sin tregua, título en español de la película, solo cuentan los machos dominantes. Es de ese tipo de películas en las que si no eres blanco ya eres sospechoso de cualquier cosa. Y si eres mujer sólo tienes algo más de cuerda si además eres lesbiana. No precisamente porque tu personaje vaya a contribuir a la integración de la mujer, sino porque así podrás protagonizar una de esas secuencias que tan cachondos ponen a los hombres heterosexuales: ¡dos tías besándose! Creo que he dejado claro mi punto de vista sobre la película, pero también creo que queda perfectamente claro que tanto si coincides como si no, sabes perfectamente con lo que te vas a encontrar si sacas una entrada para ver la película. Y aún así me da la impresión de que en este último caso igual prefieras irte de copas, que ir al cine.

Publicado originalmente en EXTRACINE

Ralf König, rey de los cómics


Título original: König des Comics
Año: 2012
País: Alemania
Fecha de estreno: 10/02/12

Dirección: Rosa von Praunheim
Guión: Rosa von Praunheim
Producción: Rosa von Praunheim  
Fotografía: Wilfreid Kaute, Stephan Kümin, Michael Nopens, Dennis Pauls & Oliver Sechting
Música: Andreas M. Wolter
Montaje: Mike Shephard & Rosa von Praunheim 
Reparto: Ralf König, Olaf Gabriel, René Krummenacher, Joachim Król, Ralph Morgenstern, Rosa von Praunheim, Hella von Sinnen, … 

la corona sólo no basta

Tener mucha experiencia en un campo determinado no significa necesariamente que lo tengas dominado. Es lo primero que me sugiere König des Comics, un documental como el dirigido por Rosa von Praunheim. Titulado en España como Ralf König, rey de los cómics, al ser incomprensible el mismo juego de palabras en el idioma español con el nombre del famoso humorista y dibujante de cómics alemán, especializado en historias de temática gay. La lista de documentales que integran la trayectoria de la cineasta alemana es realmente extensa, pero como digo, su película no tendría el mínimo atractivo si no contara con un personaje tan fascinante, atractivo e interesante.

Es posible que algunos no estén muy familiarizados con el autor de cómics tan delirantes como El hombre deseado, Huevos de toro o Konrad & Paul, según sus títulos en España, pero lo cierto es que si algunas de sus historias han sido adaptadas al cine, algunas de ellas ya fueron creadas con una vocación extraordinariamente cinematográfica sobre el papel, como El condón asesino. Estrenada en 1994, Der bewegte mann (El hombre deseado), sería la primera y más exitosa de las películas, a la que siguieron Kondom des Grauens (El condón asesino), Wie die Karnickel, y Lisístrata, película de producción española dirigida por Francesc Bellmunt y protagonizada por Maribel Verdú.

Con esta trayectoria era de esperar que un documental sobre una personalidad de estas características tendría que merecer la pena. Pero Rossa von Praunheim, quizás por su propia fascinación hacia su protagonista, nos proporciona una película con un guión un tanto pobre, en el que hay personajes cuya inclusión se me hace incomprensible e innecesaria -como el dentista que quiere conocer al dibujante al que admira cuando lo único que quiere es fornicar con él, nunca intercambiar opiniones sobre su obra-; el montaje resulta particularmente anodino; la selección musical no llega a ser ni obvia ni tan siquiera mínimamente camp, para lo que hubiera dado de sí una historia con tales personajes; y más que un documental acaba pareciendo un reportaje televisivo alargado para la gran pantalla.

A pesar de todo, lo cierto es que merece la pena acercarse a ver König des Comics. Primero por las lecturas que el propio autor hace en público de sus obras, sin duda lo mejor y más divertido de la película. Segundo por entender las motivaciones que han llevado a un señor alemán a ser tan divertido. Y tercero, por comprobar cómo puede convivir en una misma persona, y sin caérsele ni los anillos ni las bragas, la típica marica extrovertida que se vuelve completamente loca cuando sacas una película, junto con el carismático gay intelectual que no tiene problemas en discutir de política y religión.

Publicado originalmente en EXTRACINE

Holy Motors


Título original: Holy Motors
Año: 2012
País: Francia & Alemania

Dirección: Leos Carax
Guión: Leos Carax
Producción: Martine Marignac, Albert Prévost & Maurice Tinchant  
Fotografía: Yves Cape & Caroline Champetier
Montaje: Nelly Quettier 
Diseño de producción: Florian Sanson 
Dirección artística: Emmanuelle Cuillery
Vestuario: Anaïs Romand
Reparto: Denis Lavant, Edith Scob, Eva Mendes, Kylie Minogue, Elise Lhomeau, Jeanne Disson, Michel Piccoli, Leos Carax, Nastya Golubeva Carax, Reda Oumouzoune, Zlata, Geoffrey Carey, Annabelle Dexter-Jones, Elise Caron, Corinne Yam, Julien Prévost, Ahcène Nini, Laurent Lacotte, David Stanley Phillips, Matthew Gledhill, Hanako Danjo, Big John, Pierre Marcoux, Bastien Bertini, Elliot Simon, Quentin Auvray, Doctor L. Bertrand Cantat, Alexandre Leitao, David Nzavotunga Kiala, Johann Riche, Clément Robin, Yao Dembele, Yves Abadi, Miguel Saboga, Grégoire Simon, VIviane Arnoux, Hugo Boulesteix, Eloi Miehe, Michel Delahaye, Leslie Palanker, Camille Rutherford, Adrien Guitton, Johanna Nizard, Kester Lovelace, Sonia Brahim, Aurélia Jurca, William Blair, Alejandro Moreau Garriga, Zara Broughton… 

entre el existencialismo absurdo y el dadaísmo abstracto

Sin conseguir arrancar poco más que asombro y perplejidad en el festival de Cannes, el cineasta Leos Carax, arrasaba en el pasado festival de Sitges con Holy Motors, alzándose con el premio a la mejor película y el mejor director, además del premio de la crítica y otras menciones. Si en algunas ocasiones un premio puede resultar contraproducente para una película, por las altas expectativas creadas, debo advertir que, en el caso de esta peculiar obra, algún que otro espectador corre el riesgo de llevarse un supino disgusto. Por mucho que a algunos les pueda parecer atractivo un título del director de Mauvais sang, Les amants du Pont-Neuf y Pola X, en cuyo reparto intervienen figuras internacionales como Eva Mendes o Kylie Minogue, debo advertirles que decir que se trata de una obra arriesgada y peculiar es quedarme corto. Muy corto.

Sin opción al término medio, Leos Carax se sirve de uno de sus actores fetiche, Denis Lavant, para crear una obra absolutamente críptica y abstracta que algunos encontrarán fascinante, pero que (muchos) otros odiarán irremediablemente. El ser humano como actor que vive y experimenta diferentes vidas en una sola. Padre, marido, vagabundo, monstruo, amante, asesino y hasta dibujo animado en un viaje que comenzó con la evolución y termina, irremediablemente, con la muerte. Vidas llenas de dudas e incertidumbre que nunca encuentran respuesta y que abocan al ser humano a sensaciones tan familiares como el vacío, la soledad y el ostracismo interior. Hasta a mi me parece interesante expresado de esta manera. Sin embargo, y a pesar de una primera secuencia muy prometedora, a medida que avanzamos de la mano del protagonista en este periplo en limusina a lo largo de un intenso día, se van diluyendo las expectativas para enfrentarnos con la decepción, la indiferencia y el más completo aburrimiento.

Siguiendo la filosofía de la película, que defiende que la belleza no está en el objeto, sino en la persona que lo mira, resulta obvio que es mi mirada la que carece de belleza. Pero si soy capaz de apreciar el esfuerzo de Leos Carax por conseguir su objetivo en determinados momentos, como la secuencia de la captura de movimiento con ese insólito acto sexual, la interesante la conversación entre el padre que recoge a su hija después de una fiesta, el crimen simétrico -por llamarlo de alguna manera- o la secuencia del moribundo, es él quien no consigue mantener ese mismo tono durante toda la película. Da la impresión de que su propósito no era tanto crear una obra intelectual que forzara la reflexión, sino conseguir un filme sensorial que consiguiera arrastrar al espectador por un torbellino de emociones (por su puesto, a la manera Lynch). Pero momentos más grotescos que excéntricos, como el capítulo de la bella y la bestia, el momento musical o la ridícula secuencia final, terminar por destrozar una atmósfera que nunca consigue llegar a cuajar y que se diluye en el cambio de una vida a la otra.

Cierto es que Lavant defiende con uñas y dientes su(s) personaje. Pero también es verdad que no es tal personaje, sino una especie de conductor vacío y carente de personalidad que se quita un disfraz para meterse dentro de otro. Una composición quizás válida para un espectáculo en vivo, como si de un performance se tratara, pero que atrapado dentro de la pantalla se vuelve una experiencia artificial y sintética. Como el maquillaje que se quita y se pone para pasar de una vida a la otra. Al contrario, encuentro mucho más sólida la aportación de Edith Scob, que como chófer de personalidad única e invariable, sí parece conseguir una cierta empatía con el espectador. La que no parece encontrarse muy cómoda es Eva Mendes, que parece se limita a realizar los movimientos marcados, al contrario que Kylie Minogue, que sí consigue transmitir toda la tristeza y melancolía de la que adolece su personaje.

En definitiva, una obra desigual que arrebatará a algunos, pero que lo más probable es que consiga sacar de sus casillas a aquellos incautos que se metan en el cine sin saber con certeza lo que van a ver, como le sucedió a un servidor, a pesar incluso de que sí sabía los peligros a los que me iba a exponer y a los que estaba deseando enfrentarme. Quizás si la viera otra vez me diera cuenta de que es una película dadaísta, pero voy a esperar a entrar en otra vida para revisarla.

Publicado originalmente en EXTRACINE

Resident evil 5: venganza


Título original: Resident Evil: Retribution
Año: 2012
País: Canadá & Alemania

Dirección: Paul W.S. Anderson
Guión: Paul W.S. Anderson
Producción: Paul W.S. Anderson, Jeremy Bolt & Don Carmody  
Fotografía: Glen MacPherson
Música: tomandandy
Montaje: Niven Howie 
Diseño de producción: Kevin Phipps 
Dirección artística: Dennis Davenport & Dan Yarhi
Decorados: Steve Shewchuk
Vestuario: Wendy Partridge
Reparto: Sienna Guillory, Michelle Rodriguez, Aryana Engineer, Bingbing Li, Boris Kodjoe, Johann Urb, Robin Kasyanov, Kevin Durand, Ofilio Portillo, Oded Fehr, Shawn Roberts, Toshio Oki, Takato Yamashita, Mika Nakashima, Megan Charpentier, Ave Merson-O'Brian, Ray Olubowale, Kevin Shand, Razaaq Adoti, Kim Coates, Martin Crewea, Iain Glen, Sandrine Holt, Thomas Kretschmann, Ali Larter, Spencer Locke, Eric Mabius, Wentworth Miller, James Purefoy, Norman Yeung, Anna Bolt, Indra Ové, Joseph May, Heike Makatsch, Liz May Brice, Pasquale Aleardi… 

una fórmula (mal)gastada

Por muy rentable que pueda resultar una saga o franquicia cinematográfica, directores y guionistas deberían ser más sinceros consigo mismos y admitir el momento en que han agotado las posibilidades de su producto. Si tienes algo que contar, me parece muy bien, pero si realmente sólo estás agarrándote a un clavo ardiendo pensando que un enésimo intento de repetir la misma fórmula mezclándola con premisas que sabes que funcionan porque lo has visto en otras franquicias, lo siento, pero estas condenado a fracasar. Alguien debería habérselo dicho a Paul W.S. Anderson, que tras el varapalo que sufriera con The Three Musketeers, repite castañazo con Resident Evil: Retribution, la quinta entrega de la saga que él mismo iniciara en 2002 con Resident Evil.

De entrada, casi le agradezco que comience su película echando la vista atrás y recordándonos el camino por el que han transcurrido las aventuras de Alice, siempre interpretada por su tan bella como ágil esposa, Milla Jovovich. Creo que hubiera sido capaz de seguir el hilo de esta quinta entrega de cualquier manera, pero la verdad es que, aunque incluso disfruté con la cuarta, ya no me acordaba de la relación que había entre todas las películas. Es lo que tiene el cine de entretenimiento, una vez sales de la sala, no tienes de que hablar, y te olvidas de la película.

Desconozco en absoluto cual es la relación de la película con el videojuego en el que se inspira. Quiero decir que no sé si se corresponde con alguna de las nuevas aventuras videográficas de Alice, o ha desarrollado sus aventuras cinematográficas por derroteros diferentes, pero lo cierto es que Resident Evil: Retribution más parece diseñada para convertirse en videojuego que en película. Los personajes van pasando por etapas que deben superar para llegar al siguiente nivel. Si en un principio desconocemos cómo y por qué suceden las cosas, cuando nos llegue la explicación tampoco es que aclare las cosas ni resulte verdaderamente convincente, aunque tampoco es que importe demasiado.

Esta saga empieza a parecerse a aquella serie de animación, Aeon Flux, que inicialmente se concibiera como parodia de las películas de acción, para después convertirse en una película más del género que criticaba. El caso es que en la serie, el personaje protagonista moría en todos y cada uno de los episodios, como si de una epífora se tratara, para volver a aparecer en el siguiente como si nada hubiera pasado. Y esa misma es la sensación que deja Alice en esta quinta entrega de sus aventuras contra Umbrella Corporation, porque lo cierto es que ya da lo mismo que sea ella, un clon o su prima, que muera o que siga viviendo, porque sabes que volverá a reaparecer de cualquier manera.

Además apestan un poco los recursos a las típicas películas de ciencia ficción que todos podremos reconocer en la película y que no voy a nombrar porque sería caer en una redundancia. Es posible que haya secuencias impactantes y que incluso la película sea entretenida, pero también es verdad que da lo mismo cómo termine porque sabes que si quieren podrán revitalizar la serie como les venga en gana. Fuentes tienen de todo el entramado creado por Shinji Mikami, y ganas de atormentar al público, exactamente igual que hiciera Umbrella con los habitantes de Racoon City.

Publicado originalmente en EXTRACINE

Skyfall


Título original: Skyfall
Año: 2012
País: EE.UU. & Reino Unido

Dirección: Sam Mendes
Guión: Neal Purvis, Robert Wade & John Logan, basado en el persoanje creado por Ian Fleming
Producción: Barbara Broccoli & Michael G. Wilson  
Fotografía: Roger Deakins
Música: Thomas Newman
Montaje: Stuart Baird 
Diseño de producción: Dennis Gassner 
Dirección artística: Neal Callow, James Foster, Marc Homes, Paul Inglis, Jason Knox-Johnston & Chrsi Lowe
Decorados: Anna Pinnock
Vestuario: Jany Temime
Reparto: Daniel Craig, Judi Dench, Javier Bardem, Ralph Fiennes, Naomie Harris, Bérénice Marlohe, Albert Finney, Ben Whishaw, Rory Rapace, Helen McCrory, Nicholas Woodeson, Bill Buckhurst, Elize du Toit, Ian Bonar, Gordon Milne, Peter Basham, Ben Loyd-Holmes, Tonia Sotiropoulou, Wolf Blitzer, David Gillies, James Li, Kenneth Hazeldine, Orion Lee, Dave Wong, Tank Dong, Roger Luan, Liang Yang, Yennis Cheung, Chooye Bay, Sid Man, Angela Tran, Milorad Kapor, Huw Edwards, Adebayo Bolaji, Elia Lo Tauro, Amir Boutrous, Khan Bonfils, Nocholas Goh, John Hodgkinson, Kurt Egyiawan, Oliver Johnstone, Harry Kershaw, Burt Caesar, Paul Venables, Crispin Letts, Kammy Darweish, Beatrice Curnew, Dominique Anne Jones, Ross Waiton, Jim Conway, Jens Hultén, Michael Pink, Jo Cameron Brown, Anthony O'Donnell, Hannah Stokely, Wayne Gordon, Enoch Frost, Tom Wu, Jake Fairbrother, Christopher Adegboyega, Selva Rasalingam, Joss Skottowe… 

no es la típica película bond

Alguna ventaja tenía que tener contar con un director como Sam Mendes para dirigir una película como Skyfall. Por un lado, el ganador de un Oscar por American Beauty importaba de su propia filmografía colaboradores habituales, como el director de fotografía Roger Deakins o el compositor Thomas Newman, que conseguían dotar a la película de un aspecto visual de por sí inusual en las películas del agente 007. Por otro lado, en lugar de buscar modelos o guapas aspirantes a efímeras estrellas, cuenta con auténticas actrices y actores entre los que sobresale un impresionante Javier Bardem que en una sola secuencia deja en ridículo, no sólo a cualquiera de los actores que han interpretado a los villanos de la serie, sino al mismísimo Daniel Craig.

De entrada: la canción interpretada por Adele suena mucho mejor en los títulos de crédito de la película que en los avances publicitarios que nos adelantaban. Sobre todo después de una espléndida secuencia de acción inicial, no tanto por las peripecias y cabriolas que en ella se realizan, sino por lo bien que las muestra Mendes. No se trata simplemente de que el director de Revolutionary Road trate de hacer una nueva lectura del personaje, sino que su película no se corresponde exactamente con lo que esperamos de una película de James Bond. Aunque progresivamente irán apareciendo todas y cada una de sus señas de identidad, este Bond carece de humor, de los elementos que le asociaban con la ciencia ficción y hasta, si me apuran, de la acción característica. Skyfall es más una película de espías, que simplemente se sirve de las convenciones de sus personajes para avanzar con fluidez en la trama. Y no se sorprendan si en los títulos de crédito encuentran algún guiño al mago del suspense, Alfred Hitchcock, tan de moda últimamente. No sólo porque en su filmografía abundaran los filmes de espionaje, sino porque Skyfall más parece en muchos momentos una película de suspense que otra cosa, aparte de la cita explícita a Rebecca en el final de la película o incluso el recurso del psicoanálisis para algunos personajes, con complejo de Edipo incluido.

El argumento de Skyfall plantea una renovación de las premisas de la serie, pero de una manera mucho más comprometida y profunda, no como en su momento se hiciera con la llegada de Pierce Brosnan al personaje, que poco a poco fue volviendo sobre los mismo clichés de antaño. Aquí la renovación es total, alcanzando incluso los aspectos estéticos de la película. Hay secuencias que recordaré, no por las elaboradas acrobacias de sus personajes, sino por la exquisita luz que les envuelve en determinados momentos. La aportación de Roger Deakins es realmente prodigiosa. Asimismo, desperdigadas a lo largo de la película encontraremos detalles sumamente enriquecedores, como la inclusión del nerd, el encuentro en la National Gallery, o esa deliciosa broma de asesinar a un individuo mientras contempla un Modigliani. Impagable.

Pero lo que definitivamente me sorprende, me impresiona y me deja fascinado de Skyfall es el nivel con el que los actores abordan sus respectivas interpretaciones. Quizás era de esperar en una película que cuenta con la solvente presencia que de por sí aporta Judi Dench, pero que se ve reforzada por las de actores de la talla de Ralph Fiennes o Albert Finney. Sin embargo, las mejores bazas las encontrarán en dos particulares interpretaciones, que resultarán de muy poca presencia para una película que dura dos horas y media. En primer lugar está la fascinante y cautivadora presencia de Bérénice Marlohe, en cuya primera secuencia consigue seducirnos de inmediato. Y no me estoy refiriendo a su belleza, sino a su capacidad para transmitir las contradicciones del personaje y la tensión bajo la que está sometida.

Pero ante quien me quito el sombrero y me arrodillo con reverencia es ante la magnífica aportación de Javier Bardem. No es la calidad con la que Neal Purvis, Robert Wade y John Logan hayan dibujado su personaje, ni la influencia que Sam Mendes pueda haber realizado desde su dirección, es que son todos y cada uno de los singulares matices con los que el actor español enriquece de manera prodigiosa un personaje que en otros zapatos podría haber sido una auténtica caricatura. Todos aquellos que hayan sido testigo de la evolución de su carrera desde los tiempos de Las edades de Lulú y Jamón, Jamón, estoy seguro de que coincidirán conmigo en que su extraordinaria interpretación es responsabilidad enteramente suya, absolutamente personal y genuinamente carismática. Además, su personaje aporta un villano inusual porque no pretende la destrucción del mundo ni es un criminal político ni nada parecido. Lo suyo es personal, como la interpretación de Bardem. Tanto, que incluso sirve para entender y acercarte más a la psicología del propio James Bond, debido a los puntos que ambos tienen en común. Algunos pensarán que estoy exagerando pero, si Penélope Cruz tiene un Oscar por su interpretación en Vicky Cristina Barcelona, o la propia Judi Dench lo tiene por la suya en Shakespeare in Love, no me importaría nada en absoluto que Javier Bardem obtuviera, al menos, una nominación al Oscar. ¡¡Chapeaux, Javier!!

Publicada originalmente en EXTRACINE