jueves, 28 de junio de 2012

Sombras tenebrosas


Título original: Dark shadows
Año: 2012
País: EE.UU.

Dirección: Tim Burton
Guión: Seth Grahame-Smith, según argumento de John August & Seth Grahame-Smith, basado en la serie creada por Dan Curtis
Producción: Christi Dembrowski, Johnny Depp, David Kennedy, Graham King & Richard D. Zanuck  
Fotografía: Bruno Delbonel
Música: Danny Elfman
Montaje: Chris Lebenzon 
Diseño de producción: Rick Heinrichs 
Dirección artística: Neal Callow, Dean Clegg, Chrsitian Huband, Jason Knox-Johnston, Chris Lowe & Phil Sims
Decorados: John Bush
Vestuario: Colleen Atwood
Reparto: Johnny Depp, Michelle Pfeiffer, Helena Bonham Carter, Eva Green, Jackie EaarleHaley, Johnny Lee Miller, Bella Heathcote, Clhöe Grace Moretz, Gulliver McGrath, Ray Shirley, Christopher Lee, Alice Cooper, Ivan Kaye, Susanna Cappellaro, Josephine Butler, William Hope, Shane Rimmer, Michael Shannon, Harry Taylor, Glenn Mexted, Guy Flanagan, Nigel Whitmey, Philip Bulcock, Sophie Kennedy Clark, Hannah Murray, Victoria Bewick, Sean Mahon, Alexia Osborne, Richard Hollis, Felicity Brangan, Michael Anthony Brown, Charlotte Spencer, Gabriel Freilich, Justn Tracy, Thomas Grube, Jeff Mash, Raffey Cassidy, Jonathan Frid, Kathryn Leigh Scott, Lara Parker, David Selby, Janine Craig, Adelle Young, Dminika Van Santen, Josephine McGrail… 

lujo gótico, pero en plexiglas y cartón piedra

Resulta irónico que cuando determinados cineastas alcanzan un auténtico estatus dentro de la industria audiovisual, en lugar de utilizar ese reconocimiento para arriesgarse artísticamente y hacer aquello que antes ni se habrían planteado, caen rendidos ante las mieles del éxito y el vil metal, abocando su obra artística a un continuo ejercicio de autocomplacencia. Esto es lo que, desde mi punto de vista, le ha sucedido al cine de Tim Burton en los últimos años. Dark Shadows tiene todos los ingredientes que la certifican como una obra del director de Bitelchús (Biteljuice, 1988): unos personajes divertidos llenos de ironía y sarcasmo, retratados con una estética gótica deslumbrante y extraordinariamente atractiva, sintonizados en una estupenda banda sonora compuesta por el habitual Danny Elfmann… pero nada más. Detrás de su versión de la historia de Barnabas Collins no encontraremos ni la ternura de Ed Wood (1994), ni las estimulantes contradicciones de los personajes de Batman Returns (1992), ni la maligna perversión de Mars Attacks! (1996). Tan sólo una película, más o menos simpática y entretenida, con demasiados clichés, más televisivos que cinematográficos, y que fracasa estrepitosamente en el momento en que está presentada como una comedia porque resulta tremendamente aburrida.

Dentro de todo este maremagnum de lujo gótico, debo decir que brillan con luz propia las interpretaciones de la divina Chlöe Grace Moretz, y de una estupenda y divertida Helena Bonham Carter -más burtoniana ya que el propio Burton. Pero el esfuerzo de ambas actrices queda deslucido con las pocas ganas del resto del reparto, que parecen no estar dispuestos a aportar nada más allá de lo que expresan sus respectivos maquillajes, incluyendo en esta desgana a Michelle Pfeiffer y Johnny Depp -aunque debo decir que es la primera vez que uno de sus personajes no da la impresión de ser gay. El primero.

Es posible que el guión de Seth Grahame-Smith no diera para lucirse demasiado: los personajes no están presentados -simplemente se van cruzando unos con otros-, el conflicto casi parece más propio de un cuento infantil -y no me vale la premisa de que se trata de un cuento porque Edward Scissorhands (1990) también lo era y no tenía nada de infantil-, los chistes de la película están demasiado desperdigados, las acciones que debieran hacer que la trama avance la retrasan, surgen giros imprevisibles cual conejos del sombrero de un mago… Y todo esto lleva a la pérdida progresiva de un interés absoluto por el destino de tan originales personajes. Que, por cierto, nunca se creería provienen de Liverpool.

Pero lo que sí he encontrado interesante son las reflexiones a las que estas Sombras tenebrosas me han llevado. La primera que me asalta es una reflexión cinéfila. Aparte del enésimo homenaje que hace al cine de la Hammer con la aparición de Christopher Lee, y del mucho más sentido que hace a La noceh del cazador (The Night of the Hunter, 1955, Charles Laughton), con el destino que reserva para la doctora Julia Hoffman (Helena Bonham Carter), la película podría esconder alguna que otra frustración del cineasta. ¿No pareciera que le hubiera encantado haber dirigido aquella adaptación cinematográfica de otro serie de televisión como La familia Addams (The Addams Family, 1991), que se estrenaba un año después que Eduardo Manostijeras? La alusión es obvia, pero el resultado es lamentablemente distante pues cuando todos y cada uno de los personajes de la película dirigida por Barry Sonnenfeld tienen carisma propio, aquí sólo lo tienen aquellos que han encontrado un estupendo actor o actriz que les de vida (las dos mencionadas). Todavía hay más, quizás le hubiera gustado hacer otra fantasía gótica como La muerte os sienta tan bien (Death Becomes Her, 1992, Ronert Zemeckis), que se estrenaba el mismo año que Batman Returns. O yendo algo más atrás en el tiempo, ¿cómo hubiera sido La guerra de los Rose (The War of the Roses, 1989) si en lugar de haberla dirigido el simpático Dany DeVito, hubiera sido una película de Tim Burton en lugar de haberse embarcado en Batman? Resultados que nunca sabremos, pero que afloran detrás de las sombras de Dark Shadows.

Y ya que hablamos de frustración, ¿porqué no hablar de psicoanálisis? Si estamos hablando de un cineasta que al igual que a los demás de los mortales y algunos de sus compañeros, deja mostrar la influencia que sus distinguidas parejas han tenido en su trayectoria profesional, ¿no les parece que Tim Burton está tratando de enviar un mensaje? Primero: si tanto se quieren y tanto les gusta vestirse de negro y prestarse el pintalabios morado, ¿cómo es que no le da a su queridísima Helena el personaje protagonista femenino? De entre tres personajes que tiene para escoger: la matriarca de la familia Elizabeth Collins (Michelle Pfeiffer); la malvada y vengativa Angelique Bouchard (Eva Green) o el auténtico amor de Barnabas, personaje doble con el nombre de Victoria Winters o Josette DuPres (Bella Heathcote), le relega a un personaje secundario como el de la doctora Julia Hoffman. Desde mi punto de vista el interés del personaje no estaba en el guión, sino que se lo da la propia actriz, de la misma manera que las otras tres no consiguen sacar ningún partido de sus respectivas interpretaciones. En el caso de Michelle Pfeiffer podría pesar la popularidad de la actriz en su elección, pero no me parece ya que nadie vaya a ver una película por el único motivo de que ella esté en el cartel. Tiran mucho más la propia Helena o incluso Chlöe. Si es la edad tampoco me vale, porque Johnny Depp podría perfectamente ser el padre de cualquiera de las otras dos actrices y casi sería más coherente que estuviera enamorado de Helena, que es poco más joven que él.

También está todo este rollo Disney de la familia y estar unidos y hacer cosas juntos y entender al otro y toda esta blandenguería que sin ninguna duda provocaría el vómito de la querida Wednesday (Christina Ricci) en The Addams Family. Todo esto sumado a las lindezas que le regalan a la doctora Hoffman: fea, vieja y resentida, me pregunto si el mensaje no estará dirigido a ella misma. Yo lo tengo claro: Tim Burton quiere dejar a Helena Bonham Carter y volver con Lisa Marie. De hecho, ¿no está caracterizada Eva Green total y absolutamente como una copia imperfecta de la propia Lisa Marie? ¡Vuelve con Lisa! ¡Tim, vuelve con Lisa! ¡Lisa escúchale! ¡Helena, vuelve a los siglos pasados que es donde más nos gustas!

Publicado originalmente en EXTRACINE

viernes, 22 de junio de 2012

Cumbres borrascosas


Título original: Wuthering Heights
Año: 2011
País: Reino Unido

Dirección: Andrea Arnold
Guión: Andrea Arnold & Olivia Hetreed, basado en la novela de Emily Brontë
Producción: Robert Bernstein, Douglas Rae & Kevin Loader  
Fotografía: Robbie Ryan
Montaje: Nicolas Chaudeurge 
Diseño de producción: Helen Scott 
Dirección artística: Christopher Wyatt
Decorados: Alice Norris
Vestuario: Steven Noble
Reparto: James Howson, Solomon Glave, Paul Hilton, Shannon Beer, Simone Jackson, Steve Evets, Lee Shaw, Adam Lock, Amy Wren, Eve Coverley, Jonny Powell, Oliver Powell, Oliver Milburn, Emma Ropner, Richard Guy, Michael Hughes, Kaya Scodelario, James Nortcote, Nichola Burley, Paul Murphy… 

cuando el amor y el dolor van cogidos de la mano

Adaptaciones de la inmortal novela de Emily Brontë ha habido muchas. Desde la que protagonizaran Laurence Olivier y Merle Oberon en 1939, que fuera la primera que la propia Andrea Arnold viera antes de leer la novela, hasta aquella adaptación libre y algo canalla que hiciera Luis Buñuel en México, Abismos de pasión (1953), cuya influencia aseguraría también se deja ver en la cineasta británica, incluyendo numerosas versiones para televisión, así como una versión cinematográfica cada década desde los años sesenta. Por eso mi única duda, antes de ver esta última revisión era sobre lo que la directora de Tank Fish (2009) tendría que aportar. Precisamente, igual que la última adaptación de Jane Eyre, su principal aportación es que se despoja de cualquier atisbo de melodrama y romanticismo folletinesco de versiones anteriores, logrando una adaptación tan intimista y romántica como sucia, agresiva, violenta y arrebatadoramente emocional.

Andrea Arnold y Olivia Hetreed, responsables del guión consiguen la adaptación más fiel a la novela, pero siendo a la vez la más libre. Fiel porque consiguen captar a la perfección el espíritu de la novela, pero con la libertad de traicionar las palabras. En su lugar se agarran casi desesperadamente a unas sobrecogedoras imágenes y unos sonidos envolventes por los que Heathcliff y Cathy arrastran su desgarradora historia de amor. Casi es de agradecer que Wuthering Hights sea parca en diálogos, pues cuando los personajes hablan, sus palabras son como dagas que se clavan en el corazón para dejarnos desangrar con la agonía del dolor que trasmiten sus terribles actos y las emociones que se esconden detrás de ellos.

La maravillosa fotografía de Robbie Ryan, premiada en los festivales de Venecia y Valladolid, casi se ve empobrecida por la hipnótica banda sonora compuesta por la naturaleza misma que acompaña a Heathcliff y Cathy en su agónica historia de amor y dolor. Y si las interpretaciones de James Howson y Kaya Scodelario como Heathcliff y Cathy adultos son realmente prodigiosas, me rindo ante las de los jóvencísimos Solomon Glave y Shannon Beer, que consiguen transmitir a la perfección su historia de amor sin palabras, así como dejar en ridículo cualquier otra historia reciente de amor adolescente.

Pareciera que Andrea Arnold se hubiera propuesto ofrecer una obra romántica en el sentido tanto alemán como francés del movimiento. Por un lado el relato se instala en un duro intimísimo que sigue a Heatcliff allá donde vaya, sin despegarse apenas de su lado, sin mostrar nada de su entorno en lo que no se fije el personaje, siguiendo al pie de la letra la máxima alemana sobre la exaltación del yo. Por otro lado, igual que sucedía en el movimiento naturalista francés de entre guerras, cuando alza la vista se deja embriagar y absorber por la exuberancia de la campiña inglesa y las inclemencias de un clima tan abrupto como el alma misma de Heathcliff, forjada a golpes y desprecio, que se pueden apreciar en su piel, de la misma manera que también queda en las paredes el reflejo de su amor por Cathy.


Tanto se centra la directora en los personajes y sus sentimientos que a pesar de que la dirección artística y el vestuario son absolutamente precisos y concretos, casi pasan totalmente desapercibidos, como si de una obra documental estuviéramos hablando. Pero es que mi exaltación era tal disfrutando del tormento de esta trágica pareja que por un momento deseé que sonara aquella famosa canción que Kate Bush dedicara a los mismos personajes. En su lugar, la película se cierra con otra canción, único y exclusivo tema musical extradiegético que se escucha en la banda sonora y que, desde mi punto de vista, empaña ligeramente la catarsis de esta maravillosa película gótica en esencia pero no en estética, romántica en sentimiento y trágica en emoción que consigue que el espectador termine tan enajenado como el propio Heathcliff persiguiendo el fantasma de Cathy.

Publicado originalmente en EXTRACINE

La maldición de Rookford


Título original: The Awakening
Año: 2011
País: Reino Unido

Dirección: Nick Murphy
Guión: Stephen Volk & Nick Murphy
Producción: Sarah Curtis, Julia Stannard & David M. Thompson  
Fotografía: Eduard Grau
Música: Daniel Pemberton
Montaje: Victoria Boydell 
Diseño de producción: Jon Henson 
Dirección artística: Fiona Gavin & Nicki McCallum
Decorados: Robert Wischhusen-Hayes
Vestuario: Caroline Harris
Reparto: Rebecca Hall, Dominic West, Imelda Staunton, Lucy Cohu, John Shrapnel, Diana Kent, Richard Durden, Alfie Field, Tilly Vosburgh, Ian Hannmore, Cal Macaninch, Isaac Hempstead Wright, Anastasia Hille, Andrew Havill, Jospeh Mawle, Shaun Dooley, Nicolas Amer, Steven Cree, Ben Greaves-Neil, Sidney Johnston, Charlie Callaghan, Spike White, James Kirkham, Felix Soper, Daniel Pirrie, Ewan Andrew Walker… 

terror desde el drama

El desarrollo de un proyecto cinematográfico suele ser un proceso accidentado en el que nada está decidido hasta que no se estrena la película. En este largo camino hacia la luz hay producciones que salen adelante con mayor rapidez y otras que necesitan algo más tiempo, generalmente por cuestiones más económicas que artísticas. Por eso, cuando dos cineastas coinciden en una misma idea nos apresuramos a hablar de plagio, aunque muchas veces se trata simplemente de coincidencias. Ya le sucedió a Alejandro Amenábar cuando vio El sexto sentido (The Sixth Sense, 1999, M. Night Shyamalan), cuyo giro final era el mismo que él estaba trabajando para The Others (2001), salvo que su película todavía no se había estrenado, lo que se debe simplemente a que M. Night Shyamalan se adelantó al cineasta español.

En el caso de The Awakening, titulada en España La maldición de Rookford, vuelve a suceder lo mismo y si a simple vista muchos pensarán que se trata de una película en la línea de La mujer de negro (The Woman in Black, 2012, James Watkins), lo cierto es que sus vinculaciones están mucho más cercanas al cine español con vocación internacional. Su secuencia inicial parece repetir la primera secuencia de Luces rojas (Red Lights, 2012, Rodrigo Cortés), para desarrollarse después mucho más cerca de Intruders (2011, Juan Carlos Fresnadillo), con una estética más bien cercana a Suspense (The Innocents, 1960), la obra maestra que dirigiera Jack Clayton a partir de The Turn of the Screw, la novela de Henry James que también emularan tanto Alejandro Amenábar en su película victoriana, como James Watkins en la suya.

Estamos hablando de la que es la ópera prima de Nick Murphy, que parte de ese concepto tan posmoderno de coger de aquí y de allá, para envolverlo en esta estética victoriana, muy cercana en algunas ocasiones a las películas de James Ivory, que tiene el acierto de saber arrastrar al espectador de la misma manera que arrastra a su personaje protagonista. Igual que sucedía en la película de Rodrigo Cortés, la protagonista de The Awakening, Florence Athcart (Rebecca Hall), es una mujer incrédula dispuesta a desenmascarar cualquier fraude, compartiendo ambas mujeres un trauma relacionado con una maternidad frustrada. De la misma manera que Miss Giddens (Deborah Kerr) es superada por la represión sexual que arrastra en The Innocents, Florence sucumbe a los encantos de Robert Mallory (Dominic West), en una historia en la que los niños vuelven a estar en el origen del mal. Igual que sucede en la película de Juan Carlos Fresnadillo, pasado y presente confluyen en un mismo lugar y tiempo, aunque aquí siempre sabremos qué sucede en este momento y qué forma parte del pasado… o al menos hasta que se resuelva el giro final.

El acierto de Nick Murphy reside en que si en algún momento nos saltarán las alarmas que relacionan su película con alguno de estos títulos, aparte de que podamos encontrar forzada alguna de las situaciones o quizás exponga con excesiva celeridad las cartas sobre la mesa, se va ganando progresivamente la atención del espectador. En un momento dado ya no nos importará si hay fantasmas o no, ni de dónde surgen unas conexiones entre los personajes que acaban por ser más cercanas de lo que a priori se podría pensar. Si el guión resulta en primera instancia algo rebuscado, y la aproximación visual no sea más que correcta, podremos encontrar en la interpretación de los actores principales la mejor baza para disfrutar de una propuesta como esta. No tanto por la labor de Rebecca Hall, que estando justa a veces pareciera que es ella la forzada, más que el guión, pero sí por el trabajo de Dominic West, capaz de trasmitir morbo y misterio a partes iguales, pero sobre todo por la magnífica Imelda Staunton, que consigue un personaje tan contundente como etéreo, tan real como enigmático.

Lástima que en la amalgama de influencias The Awakening, que consigue momentos realmente inquietantes como los de la casa de muñecas, no se parezca más al terror psicológico que Sean Ellis desarrollara tan bien con películas como Cashback (2006) y The Broken (2008), cuyo espíritu también parece ser emulado en muchos momentos.

Publicado originalmente en EXTRACINE

El pacto


Título original: Seeking Justice
Año: 2011
País: EE.UU.

Dirección: Roger Donaldson
Guión: Robert Tannen, según una idea original de Todd Hickey & Robert Tannen
Producción: Ram Bergman, Tobey Maguire & James D. Stern  
Fotografía: David Tattersall
Música: J. Peter Robinson
Montaje: Jay Cassidy 
Diseño de producción: J. Dennis Washington 
Dirección artística: Kelly Curley
Decorados: Alice Baker
Vestuario: Caroline Eselin
Reparto: Guy Pearce, Nicolas Cage, January Jones, Jennifer Carpenter, Harold Perrineau, Xander Berkeley, Iron E. Singleton, David Jensen, Joe Chrest, Culen Moss, J.D. Evermore, Marcus Lyle Brown, Mike Pniewski, Monica Acosta, Josan Davis, J. Omar Castro, Donna Duplantier, Wayne Pére, Alex Van, Rey Hernandez, Dikran Tulaine, Anthony Michael Frederick, Markice Moore, D'Arcy Allen, Douglas M. Griffin, Elton LeBlanc, Alexi Melvin, Cynthia LeBlanc, Mikki Val, Olga Wilhelmine, Renwick D. Scott II, Thomas Tah Hyde III, Haylie Creppel, Caitlyn Bosarge, Holly Ladnier, Joseph Cintrin, Brett Gentile, Terence Rosemore, Melody Noel, Sharon Landry, Timothy A. Vasquez, Julia Adams, Allen Boudreaux, Kylie Creppel, Rachel Dupard, Sean Hassan Rogers, Dominic Raine, Daurice Cummings, Seth Harden, Kurt W. Howard, Mark Jr. Tubre, Felder Charbonnet, Michael Dennis Hill, Mark Tubre, Erica Day, Paul Bealer, Denise Sweet, Nikki Ali, Alexander Asefa, Beau Brasseaux, Scheryl W. Brown, Adrienne Esteen, Shima Ghamari, Emily D. Haley, Melissa Johnson, Bryce O'Loughlin, B.J. Parker, Jonathan Ray, Ross Rouillier, Maria Ruiz, Chaz Smith, Logan Douglas Smith, Terry Lee Smith, Kimberly Tubre… 

el thriller moral

Puede que Roger Donaldson sea un cineasta irregular, pero muchas de sus propuestas, aunque estén afincadas en estructuras de productos comerciales, consiguen resultar interesantes tanto por los conflictos que se plantean entre sus personajes, como por las premisas éticas de sus historias. Quizás su película más interesante hasta la fecha sea siga siendo No hay salida (No Way Out, 1987), un thriller político en el que los vínculos emocionales entre los personajes servían como el eje que forzaba a su argumento a girar por derroteros complicados, exactamente igual que sucede en su última película: Seeking Justice.

Si el conflicto es sencillo, su resolución será un poco más peliaguda: Laura (January Jones), ha sido brutalmente atacada por un desconocido, motivo por el que Will (Nicolas Cage), su marido, accede a la tentativa de un desconocido, Simon (Guy Pearce), que le ofrece “justicia”, a cambio de una pequeña contribución a su organización (criminal). Lo que Will no es capaz de anticipar en el momento de confusión que Simon aprovecha para hacer su oferta es que el precio a pagar quizás sea demasiado alto para él.

Cualquier otro cineasta podría haber convertido una historia como esta en un panfleto propagandístico, sin embargo, el guión escrito por Robert Tannen consigue que sus personajes evolucionen sin caer en clichés, desarrollando la historia de una manera sencilla, pero contundente. Si Laura tendrá que superar los traumas que le han causado el ataque sufrido, Will también tendrá que sobreponerse a la presión moral de sus propias decisiones. Aunque forman una pareja muy enamorada, cada uno deberá luchar para salir del abismo psicológico a su manera, con el apoyo del otro, pero por sus propios medios.

De hecho, si una decisión individual es la que mete a Will en este lío, serán las decisiones individuales de Laura, las que contribuyan a que ambos salgan adelante. Al menos yo entiendo que si el punto de vista de los autores de la película es que el amor es cosa de dos y cada uno de ellos puede tomar decisiones de manera individual, sólo el apoyo en el otro podrá conseguir que ambos consigan superar sus problemas, pero superándolos cada uno de ellos también de manera individual.

Hacía mucho tiempo que no disfrutaba de una interpretación de Nicolas Cage, prácticamente desde que le dieran el Oscar por Leaving Las Vegas (1995, Mike Figgis). Quizás en Seeking Justice no llegue a una interpretación tan profunda, pero desde luego consigue que lamente que se haya empeñado en convertirse en un héroe de acción. Incluso Guy Pearce, que no es santo de mi devoción, está estupendo en su interpretación del enigmático Simon. Quizás no sean más que cuestiones personales, pero la única que no consigue estar a la altura, o al menos al mismo nivel que ellos, aunque no está del todo mal, es January Jones. No sé si es tanto por la falta de química con su pareja en la ficción, o porque su imagen es demasiado agresiva para estar encorsetada dentro de una simple y sencilla mujer enamorada, algo que sí conseguía perfectamente Sean Young en la mencionada No Way Out, pero quizás hubiera estado más convincente estando al lado de Simon que de Will.

A un servidor, que siente mayor predilección por un tipo de cine más profundo, también le apetece de vez en cuando disfrutar de una película sencillamente entretenida. Lo que uno no está dispuesto es a tragarse historias fantasiosas, no porque se alejen más o menos de la realidad, sino porque en aras de la espectacularidad, acaban por ser completamente increíbles. Si Roger Donaldson no trata en ningún momento de hacer de Seeking Justice, o El pacto como ha sido titulada en España, un ejercicio de acción desmesurada, tampoco hace alarde de una aproximación estética, consiguiendo un thriller moral contundente y efectivo que mantiene el interés de principio a fin.

Publicado originalmente en EXTRACINE


viernes, 15 de junio de 2012

The Samaritan


Título original: The Samaritan
Año: 2012
País: Canadá

Dirección: David Weaver
Guión: Elan Mastai & David Weaver
Producción: Suzanne Cheriton, Andras Hamori & Tony Wosk  
Fotografía: François Dagenais
Música: Todor Kobakov & David Whalen
Montaje: Geoff Ashenhurst 
Diseño de producción: Matthew Davies 
Dirección artística: Peter Emmink
Decorados: David Edgar
Vestuario: Patrick Antosh
Reparto: Samuel L. Jackson, Luke Kirby, Ruth Negga, Alan C. Peterson, Gil Bellows, Aaron Poole, Tom McCamus, Martha Burns, Deborah Kara Unger, Tom Wilkinson, Rob Archer, Diana Levblanc, Rufus Crawford, Andrew Butcher, Frank Moore, Brian Stillar, Harrison Smith, Tyler Bruce, Chris Gibbs, Jonas Chernick, Sergio Buitrago… 

el espectador como víctima del timo

Cuando llegaron a mis oídos las primeras noticias sobre la adaptación estadounidense de Oldboy (2003), antes incluso de que se confirmara que la iba a dirigir Spike Lee, uno de mis primeros candidatos para interpretar al protagonista fue el inconmensurable Samuel L. Jackson. Quizás por eso me tomé con algo de humor el comentario del tráiler de The Samaritan, la película canadiense dirigida por David Weaver que recordaba ligeramente a la fabulosa película dirigida por Park Chan-wook, y que, en consecuencia, supuse podría servir para comprobar lo que nos perdíamos al no contar con el actor afroamericano para el remake estadounidense de la película coreana. Es obvio que el cineasta canadiense ya tuvo la misma idea, y o bien porque no pudo conseguir los derechos de adaptación, o porque se le adelantaron, no ha tenido ningún escrúpulo en copiar, pegar y plagiar la película o el cómic en el que se basaba, haciendo del espectador el auténtico samaritano que encima tiene que soportar una película increíble, inverosímil y tremendamente aburrida.

Imagino que se pueden hacer a la idea de que el contenido de este escrito está lleno de spoliers, no tanto porque un servidor comente alguno de los giros de The Samaritan, sino porque son los mismos que tenía Oldboy. En cualquier caso, si algún incauto no ha visto todavía la mencionada película, directamente le conmino a verla y pasar de largo de la cinta que comento. La operación de adaptación a la que Elan Mastai y el propio David Weaver someten el guión original de Oldboy se zanja justificando el encarcelamiento del protagonista y adelantando al primer giro de guión su relación con la joven protagonista. Superado esto, como todavía queda media película por delante, podemos decir que cogieron una porción de El golpe (The Sting, 1973, George Roy Hill), y una pizca de Los timadores (The Grifters, 1990, Stephen Frears), y cerraron su olla a presión (esto no ha sido cocinado a fuego lento), para ofrecer lo que pensaron iba a ser un thriller de acción pura y dura.

Se equivocaron. The Samaritan no sólo es un despropósito porque se trata de un timo hacia el espectador, sino porque la capacidad de David Weaver para hacer un tratamiento visual tan fascinante como el que Park Chan-wook le diera a su película, es completamente nula. Qué decir de su fotografía o su banda sonora, que tan espectaculares fueran también en el modelo coreano, o de las interpretaciones de sus protagonistas. Si Luke Kirby resulta completamente insoportable como antagonista, Ruth Negga no llega a arrancar ningún sentimiento de empatía del espectador y Samuel L. Jackson no llega a estar completamente convincente. Por muy estimulantes que sean las breves apariciones de Tom Wilkinson y Deborah Kara Anger, no son suficientes ni para distraer al espectador.

Puede que algunos crean que estoy exagerando, pero es que si en general no estoy a favor de remakes, mucho menos de que me engañen haciéndome creer que es original algo que no es más que una mala copia. Está claro que puestos a comparar películas siempre podemos sacar parecidos y similitudes, pero si tengo que ser el samaritano -así se refieren en la película al individuo al que pretender timar-, por lo menos que se estrujen el cerebro para que no me de cuenta del engaño ya no en los primeros quince minutos, sino desde el mismo tráiler. Que es que parece que nacieron ayer, o a lo mejor fui yo por dejarme engañar para ver semejante bodrio.


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Los infieles


Título original: Les infidèles
Año: 2012
País: Francia

Dirección: Emmanuelle Bercot, Fred Cavayé, Alexandre Courtès, Jean Dujardin, Michel Hazanavicius, Eric Lartigau & Gilles Lellouche
Guión: Nicolas Bedos, Philippe Caveriviére, Jean Dujardin, Stéphane Joly & Gilles Lellouche
Producción: Jean Dujardin, Marc Dujardin, Éric Hannezo & Guillaume Lacroix  
Fotografía: Guillaume Schiffman
Música: Evgueni Galperine
Montaje: Julieo Leloup 
Diseño de producción: Maamar Ech-Cheikh 
Dirección artística: Benoît Bechet
Decorados: Emmanuel Delis
Vestuario: Carine Sarfati
Reparto: Jean Dujardin, Gilles Lellouche, Lionel Abelnaski, Fabrice Agoguet, Pierre Benoist, Violette Blanckaert, Vincent Bonnasseau, Bastien Bouillon, Guillaume Canet, Célestin Chapelain, Xavier Claudon, Aina Clotet, David Allen Cluck, Laurent Cotillard, Vincent Darmuzey, Priscilla de Laforcade, Eric de Montalier, Florine Delobel, Patrick Dray, Etienne Durot, Mademoiselle Eva, Dolly Golden, Charles Gérard, Arnaud Henriet, Sandrine Kiberlain, Alexandra Lamy, Lazare Lartigau, Julien Leprisé, Nathalie Levy-Lang, Katia Lewkowicz, Lou Lievain, Luca Lombardi, Partha Majumder, Eric Massot, Mathilda May, Géraldine Nakache, Isabelle Nanty, Annabelle Naudeau, Julie Nicolet, Johanna Nizard, Élise Oppong, Maëva Pasquali, Manu Payet, Franck Pech, Jonathan Perrein, Jean-Charles Piedagnel, Clara Ponsot, Stéphane Roquet, Cyrius Rosset, Eddy Saccomani, Hélène Seuzaret, Anthony Sonigo, Anne Suarez, Karine Ventalon, Claire Viville, Bénédicte Vrignault, Jean-Yves Freyburger, Yvonne Gradelet, Rebecca Jameson, Rosalie Michaels, Joan Riegert, Cherry Vercher… 

vuelve el destape, pero sin desnudos

Lo más probable es que una película como Les infidèles hubiera pasado desapercibida de no haber estado precedida por The Artist (2011). No tanto porque uno de sus fragmentos esté dirigido por Michel Hazanavicius, sino porque está protagonizada por Jean Dujardin, ganador del Oscar al mejor actor por la popular película, que aquí asume también las funciones de productor, guionista y hasta dirige uno de los episodios. A alguno también le sonará su compañero de reparto, Gilles Lellouche, que aunque no produce, también colabora en el guión y dirige otro de los episodios.

Seguro recuerdan al segundo de películas recientes como  Pequeñas mentiras sin importancia (Les petits mourchant), en la que ya coincidiera con el primero, estando ambos dirigidos por el también actor Guillaume Canet, que también se asoma en un par de episodios. También le hemos visto en Cuenta atrás (À bout portant), en la que estuviera dirigido por Fred Cavayé, que también se hace cargo de otro de los episodios. Pareciera que Dujardin y Lellouche estuvieran algo aburridos y hubieran decidido sacar adelante un proyecto para divertirse junto a sus amigos y colegas. Lástima que sean ellos los únicos que se lo han pasado bien.

Les infieles es una colección de episodios independientes, que confluyen en un punto determinado, pero no para dotar de un sentido global a la historia, sino con el afán de intentar ser más graciosos. Puede que si estuviéramos en otro tiempo y lugar, por ejemplo en España durante la transición española, me hubieran hecho algo de gracia las desafortunadas bromas que proponen en su película. Pero aunque sí estoy en España, hace tiempo que quedó atrás la transición española y aquella explosión de mal gusto que se extendiera por el cine español de la mano de cineastas tan infames como Mariano Ozores, Pedro Lazaga o Vicente Escrivá. Esta colección de situaciones que Dujardin y Lellouche interpretan junto a sus “amiguetes” son tan incomprensibles y de mal gusto que me quedo perplejo.

Intercalados con los episodios hay una especie de bromas breves, a cual más inverosímil que acaban por destruir la poca credibilidad que los episodios más largos pudieran albergar. Lo forzado de muchas de las situaciones provoca que cuando llega algún giro medianamente gracioso, además de previsible, ya no tenga gracia alguna. No se lleven a error, puede que alguna de las situaciones y momentos resulten cómicos, pero el conjunto de la película es vulgar, soez, deleznable, de mal gusto e insoportablemente machista y antiguo.

Si la publicación del cartel levantara ampollas en algunos medios por su mal gusto, la película es asombrosamente peor. Casi hubiera preferido aquellas colecciones de pedos a las que nos sometía Louis De Funès o el erotismo vulgar de las películas protagonizadas por Alvaro Vitali. ¿Querrán acaso Dujardin y Lellouche erigirse como los nuevos Andrés Pajares y Fernando Esteso del cine galo? Porque esta es la tesitura en la que se mueven Les infidèles. Que alguien rompa esta alianza, por favor. Que le retiren el Oscar a Dujardin y a Hazanavicius. ¡Que resuciten a Russ Meyer, que al lado de estos dos tenía un gran respeto por la mujer, además de mucho más sentido del humor!

Publicado originalmente en EXTRACINE

Las chicas de la 6ª planta


Título original: Les femmes du 6ème étage
Año: 2010
País: Francia
Fecha de estreno: 23/10/10
Título en España: Las chicas de la 6ª planta
Título en Latinoamérica: Las mujeres del 6º piso (Argentina)

Dirección: Philippe Le Guay
Guión: Philippe De Guay & Jérôme Tonnerre
Producción: Etienne Comar & Philippe Rousselet  
Fotografía: Jean-Claude Larrieu
Música: Jorge Arriaga
Montaje: Monica Coleman 
Diseño de producción: Pierre-François Limbosch 
Decorados: Sabine Delouvrier & Laura Musso
Vestuario: Christian Gasc
Reparto: Fabrice Luchini, Sandrine Kiberlain, Natalia Verbeke, Carmen Maura, Lola Dueñas, Berta Ojea, Nuria Solé, Concha Galán, Marie-Armelle Deguy, Muriel Solvay, Audrey Fleurot, Annie Mercier, Michèle Gleizer, Camille Gigot, Jean-Charles Deval, Philippe Duquesne, Christine Vézinet, Jeupeu, Vincent Nemeth, Philippe du Janerand, Patrick Bonnel, Laurent Claret, Thierry Nenez, José Etchelus, Jean-Claude Jay, Joan Massotkleiner, Ivan Martin Salan, Olivia Algazi, Alicia Robledo Fiestas, Patricia Morejon, Raquel Teliet, Charlotte Burnett, Maria De Goyeneche, Sophie Nicollas, Sophie Piccioto, Victoria Sáez, Miriam Velazwuez Tris… 

la utopía española según los galos

No puedo decir que no me haya gustado Les femmes du 6ème étage, la película de Philippe Le Guay por la que Carmen Maura ha obtenido el César a la mejor actriz de reparto. Es una película amable, sincera y emotiva. Pero el retrato que se hace de las españolas en el exilio es un tanto exagerado y lleno de tópicos más apropiados de una visión estadounidense que de nuestros vecinos galos, que nos conocen mucho mejor, pero por otro lado, la historia que sirve de columna vertebral a todo el relato, siendo verosímil, no resulta en absoluto creíble. Cuando el grupo de fabulosas actrices españolas que interpretan a las criadas son capaces de vencer los prejuicios de un visión algo distorsionada de la realidad, es precisamente en la interpretación donde la otra historia fracasa, provocando así que el conjunto de la película sea inestable e inconsistente.

Partiendo de lo general a lo particular el problema de Les femmes du 6ème étage parte desde su guión, escrito por el propio Philippe De Guay en colaboración de Jérôme Tonnerre. Se desprende de la superficialidad de su discurso el escaso conocimiento que de la cultura española tienen, algo que delata el hecho de que si en un principio parece haber una preocupación por la situación política de España en los años sesenta, consecuencia de la guerra civil española, no tiene la más mínima importancia el trasfondo político que se encuentran al volver a su país. No es que a mi me interese más o menos, es que los personajes dispersan a lo largo del relato sus respectivas posturas ante su situación en lo que parece una preocupación del relato, pero que se diluye a medida que la historia personal ocupa más espacio que la colectiva.

Lo curioso es que esta visión parcial de la realidad se da tanto en la visión española como en la francesa, pues si parece que estas mujeres españolas están todo el día de fiesta a pesar de que sacan adelante toda su labor profesional, las francesas que se muestran personas completamente aburridas e incapaces de trabajar. Quizás esto demuestre que más que ante una obra, estamos ante un producto, calculado para entretener y enternecer entre sonrisa y sonrisa, pero que acaba fracasando por su propio carácter artificial.

Una vez comprobado que Philippe Le Guay tiene las mismas carencias para la escritura que para dotar de vitalidad visual a sus propios textos, tan sólo cabe esperar que el reparto consiga hacer más digerible este panfleto simpático. Y así es en lo que respecta al conjunto de actrices españolas, desde Carmen Maura, hasta Lola Dueñas, con mención especial para Concha Galán -casi parece una convención de chicas Almodóvar en Francia-, que aportan a la perfección lo que se espera de sus personajes, a pesar de que estén dibujados tan a la ligera. Sucede lo mismo con el lado francés, pues tanto Sandrine Kiberlain como sus amigas aportan esa sofisticación que se espera de la mujer francesa.

Lástima que que tanto Fabrice Luchini como Natalia Verbeke fracasen estrepitosamente en sus respectivos personajes. Ninguno de los dos consigue aportar ni la fascinación que Jean-Louis adquiere progresivamente hacia la cultura española, ni la atracción de María González hacia los hombres mayores. Si el problema de Luchini reside posiblemente en la inconsistencia con la que están escritos los personajes, la de Verbeke se basa exclusivamente en que no es una actriz. Tan sólo es una niña (más o menos) mona que se limita a repetir los textos y realizar las acciones indicadas, sin transmitir la más mínima emoción ni sentimiento. Quizás su interpretación hubiera sido más emotiva si en lugar de besar a Luchini, hubiera besado la plancha, pero encendida.

Publicado originalmente en EXTRACINE