sábado, 29 de enero de 2011

Valor de ley


Título original: True Grit
Año: 2010
País: EE.UU.

Dirección: Ethan & Joel Coen 
Guión: Joel & Ethan Coen 
Producción: Ethan Coen, Joel Coen & Scott Rudin 
Fotografía: Roger Deakins 
Música: Carter burwell
Montaje: Ethan Coen & Joel Coen
Diseño de producción: Jess Gonchor 
Dirección artística: Stefan Dechant & Christina Ann Wilson
Decorados: Nancy Haigh
Vestuario: Mary Zophres 
Reparto: Jeff Bridges, Hailee Steinfeld, Matt Damon, Josh Brolin, Barry Pepper, Dakin Matthews, Jarlath Conroy, Paul Rae, Domhnall Gleeson, Elizabeth Marvel, Roy Lee Jones, Ed Corbin, Leon Russom, Bruce Green, Candyce Hinkle, Peter Leung, Don Pirl, Joe Stevens, David Lipman, Jake Walker, Orlando Storm Smart, Ty Mitchell, Nicholas Sadler, Scott Sowers, Jonathan Joss, Maggie A. Goodman, Brandon Sanderson, Ruben Nakai Campana…

más que true grit, hubiera sido más propio true shit

Diez nominaciones han colocado True Grit, la última película perpetrada por los hermanos Joel y Ethan Coen, en un holgado lugar para la carrera por conseguir un Oscar o dos.

Remake de un western de 1969, dirigido por Henry Hathaway con el mismo título, True Grit, y por el que John Wayne consiguiera el único Oscar de toda su carrera por su interpretación del agente Reuben J. ‘Rooster’ Cogburn, la primera pregunta que me asalta concluida la proyección es si era necesaria una nueva versión de esta película. Más todavía cuando no percibo actualización alguna ni en los personajes ni en la historia, ni siquiera consigo encontrar un elemento para enlazar la historia de Mattie Ross con el momento histórico que vivimos actualmente.

Si acaso, parece que llega con retraso pues podría haberse encontrado mucho más cómoda en plena administración Bush, que seguramente habría aplaudido a rabiar con lo que, desde mi punto de vista, parece una defensa de la pena de muerte y el ojo por ojo, diente por diente, que tan bien identificaba las políticas del peor presidente de la historia de los Estados Unidos de América (se escucha America, the Beautiful).

Si sólo fuera el concepto, la historia, los personajes, igual podría encontrar consuelo en la manera de hacer cine de los Coen. Pero no. Su película es aburrida e incomprensible para el que escribe. A mitad de camino entre el western crepuscular de Sam Peckinpah, el metafórico y poético de Jim Jarmusch, y la reflexión desmitificadora de Clint Eastwood, pero sin llegar a ninguno de ellos. True Grit permanece en un limbo estético que ni justifica la elección de esta historia para hacer un remake, ni hace comprensible la mirada de los Coen sobre una película ya hecha.

Tan sólo la fuerza de las interpretaciones ayuda a seguir el periplo de estos personajes. Si Jeff Bridges resulta ciertamente simpático rescatando esta versión del Dude de El fran Lebowski (The Big lebowski, 1998) en el oeste. No puedo decir lo mismo de Matt Damon, que aburre excesivamente con su LaBoeuf. Particularmente me quedo con Hailee Steinfeld y la fuerza y carácter que imprime a su Mattie Ross, a la que realmente alude ese valor de ley explícito en el título de la película. También Josh Brolin merece un reconocimiento, a pesar de la brevedad de su personaje, que ciertamente deja más huella que la de Matt Damon, desde luego.

Lo único que cabe resaltar de la parte técnica es la impresionante fotografía de Roger Deakins, habitual de los Coen, que con su luz naturalista imprime una belleza inusual a la película. La banda sonora de Carter Burwell evoca con demasiada frecuencia otra partitura que compusiera para los Coen, esta vez en clave de cine negro, para Muerte entre las flores (Millers Crossing, 1990). Esta sí era una gran película, de una época de los Coen que ya no volverá. Y no parece que yo sea el único que lo piensa.

Publicado originalmente en EXTRACINE

Amor y otras drogas


Título original: Love and other drugs
Año: 2010
País: EE.UU.

Dirección: Edward Zwick
Guión: Charles Randolph, Edward Zwick & Marshall Herskovitz, basado en una novela de Jamie Reidy
Producción: Pieter Jan Brugge, Marshall Herskovitz, Charles Randolph, Scott Stuber & Edward Zwick
Fotografía: Steven Fierberg
Música: James Newton Howard
Montaje: Steven Rosenblum
Diseño de producción: Patti Podesta
Dirección artística: Gary Kosko
Decorados: Meg Everist
Vestuario: Deborah Lynn Scott
Reparto: Jake Gyllenhaal, Anne Hathaway, Oliver Platt, Hank Azaria, Josh Gad, Gabriel Macht, Judy Greer, George Segal, Jill Clayburgh, Kate Jennings Grant, Katheryn Winnick, Kimberly Scott, Peter Friedman, Nikki Deloach, Natalie Gold, Megan Ferguson, Michael Benjamin Washington, Bingo O'Malley, Dorothy Silver, Lucy Roucis, Joan Augustin, Michael Chernus, Kate Easton, Michael Buffer, Maite Schwartz, Maximilian Osinski, Ian Harding, Joshua Breslow, Ian Novick, Tess Soltau, Constance Brenneman, Nicole Thomas, Jasper Soffer...

drogas que no enganchan

A pesar de que Edward Zwick se esfuerza por conseguir un equilibrio entre drama y comedia en Love and Other Drugs, y que ciertamente consigue elevar en algunos momentos su película por encima de otras comedias románticas, lo cierto es que al cargar excesivamente las tornas de los sentimientos, acaba por desequilibrar un producto que podría haer dado mucho más de sí.

Artesano más que artista o autor, parece que en Love and Other Drugs, se evidencian con demasiada facilidad las fuentes que utilizan sus creadores para confeccionar su producto, que no obra. Y aunque la película no pretendiera otra cosa que ser una comedia romántica con enfermedad, en la línea diametralmente opuesta de lo que fuera Love Story (1970, Arthur Hiller), acaba siendo un producto más en la línea de Mejor imposible (As Good as it Gets, 1997, James L. Brooks), pero bastante inferior. Porque aunque el conjunto de la película sea agradable, la falsedad del discurso en ciertos momentos, impide que se pueda disfrutar de la misma manera que la película de James L. Brooks.

De hecho, Love and Other Drugs, funciona mucho mejor cuando está instalada en el código del drama que en el de la comedia, delatándose particularmente con los personajes secundarios, como el hermano de Jamie Randall (Jake Gyllenhaal), Josh Randall (Josh Gad), que parece incluido en la película únicamente para hacer el ridículo, que no hacer reír. Otros personajes sí está incluidos con algo más de acierto, pero quizás porque son episódicos y no están más que para resaltar una idea, como el mendigo que se sube al tren de la sociedad tras engancharse a los conocidos antidepresivos que Jamie arroja a la basura.

Es una lastima que pase prácticamente desapercibida la actitud crítica ante la posición de las empresas farmacéuticas, cuyos objetivos comerciales van más encaminados al incremento de ventas que al aumento de personas sanas, por no hablar de la situación de la sanidad estadounidense, tal y como ya comentaban otros. Quizás resaltar algo más estos temas podría haber sido una buena oportunidad para darle a la película una profundidad y dimensión psicológica que los personajes por sí solos no llegan a aportan, a pesar de que tanto Jake Gyllenhaal como una sorprendente Anne Hathaway —-mucho mejor en drama que en comedia—- resultan muy convincentes en sus respectivos personajes.

Al menos si no hubieran incluido tres veces el tema de Regina Spektor, igual podría haberlo soportado mejor.

Publicado originalmente en EXTRACINE

127 horas


Título original: 127 Hours
Año: 2011
País: EE.UU. & Reino Unido
Dirección: Danny Boyle
Guión: Danny Boyle & Simon Beaufoy, basado en un libro de Aaron Ralston
Producción: Danny Boyle, Christian Colson & John Smithson
Fotografía: Enrique Chediak & Anthony Dod Mantle
Música: A. R. Rahman
Montaje: Jon Harris
Diseño de producción: Suttirat Anne Larlab
Dirección artística: Christopher R. DeMuri
Decorados: Les Boothe
Vestuario: Suttirat Anne Larlab
Reparto: James Franco, Kate Mara, Amber Tamblyn, Sean Bott, Koleman Stinger, Treta Williams, John Lawrence, Kate Burton, Bailee Michelle Jonson, Rebecca C. Olson, Parker Hadley, Clémence Poseí, Fenton Quinn, Lizzy Caplan, Peter Joshua Hull, Pieter Jan Brugge, Jeffrey Wood, Norman Kehnert, Zmas Lutu, Ferry S. Mercer, Darin Southam…
 
93 minutos, 7 canciones y un pringado
Protagonizada por James Franco, 127 Hours es un fallido intento de Danny Boyle por crear un filme de intriga alrededor de un hecho real.
Lo que más me sorprende de Danny Boyle es que, tras una estimable ópera prima, Tumba abierta (Shallow Grave, 1994), a la que sigue la que continua siendo hasta hoy el máximo exponente de su capacidad creativa, Trainspotting (1996), ha conseguido vivir de las rentas de esta última, a pesar de los fiascos artísticos y económicos que supusieron las insoportables Una historia diferente (A Life Less Ordinary, 1997) o La playa (The Beach, 2000), recuperando sólo algo de ese esplendor en 28 días después (28 Days Later, 2002), pero que parece le ha permitido permanecer el resto de su filmografía en medio de un indefinido terreno artístico que roba de aquí y allá para alcanzar un collage audiovisual que sigue pareciéndose más a un videoclip ---aunque nunca haya realizado ningunao--- que a una película contemporánea.
Probablemente sin ser consciente de ello, esta característica de su cine le encuadra dentro de un escueto y “elitista” grupo de cineastas que basan toda su creación visual en el movimiento constante. Algo que pudiera parecer imposible cuando estamos ante una historia que deja a Aron Ralston (James Franco) atrapado entre una piedra y una pared durante casi todo el metraje de la película, y que el ingenuo Danny Boyle cree que puede solventar a base de todo tipo de estrafalarios recursos visuales que no terminan de encajar con la historia que nos está contando.
No es que no me interese la historia de Aron Ralston, es que no me interesa en absoluto la manera en la que Danny Boyle me la cuenta. Lo único que tiene de interesante su película es la evocación qe provoca de otros títulos de similares características que sí consiguieron su objetivo, como Touching the Void (2003, Kevin Macdonald), la angustiosa experiencia vital de dos auténticos escaladores, Joe Simpson y Simon Yates, quienes transmiten su experiencia a través de un fascinante documental —-docu-ficción—-, en el que llega un momento que te es imposible creer que pudieran sobrevivir, a pesar de que son ellos mismos los que te cuentan la historia.
También me acuerdo de Open Water (2003, Chris Kentis), la historia de una pareja de submarinistas que es olvidada en alta mar y que, independientemente de si la historia es real o no, te hacen pasar un rato verdaderamente angustioso, sin necesidad de flashback ni de pantalla partida, ni de música, ni de nada que no sea la historia de dos personajes en una situación extrema.
Como espectador no necesito que recurra a contarme el pasado del personaje para darme cuenta de que estoy ante un cretino cuya percepción de la vida va a cambiar a partir de este suceso. Salta a la vista en el momento en que decide hacer sus acciones de riesgo en solitario, sin compartir sus aventuras con nadie. No sólo cretino, sino egoísta. Y además irresponsable, una cualidad que raramente se puede encontrar en un escalador, lo que incide en la ausencia de verosimilitud de la historia, por muy cierta que sea.
James Franco no me ayuda a soportar ni las 127 horas que dura su experiencia, ni los 93 minutos que dura la película, ni mucho menos la soporífera selección musical con la que nos torturan Danny Boyle y el que parece se va a convertir en su compositor habitual, A.R. Rahman, exportado desde la India tras su sobrevaloradísima Slumdog Millionaire (2008). Ni las canciones parecen ser del gusto del protagonista, ni encajan con la historia, ni la inclusión de toques folk, rock, country, hindi, clásico, soul y el batiburrillo musical que haga falta consiguen otra cosa que no sea aburrir y alargar el tedio provocado por una inaudita cinta que consigue que aborrezca a su personaje protagonista, los miembros de su equipo y a su director.
Publicado originalmente en EXTRACINE

martes, 25 de enero de 2011

Más allá de la vida


Título original: Hereafter
Año: 2010
País: EE.UU.

Dirección: Clint Eastwood
Guión: Peter Morgan
Producción: Clint Eastwood, Kathleen Kennedy & Robert Lorenz
Fotografía: Tom Stern
Música: Clint Eastwood
Montaje: Joel Cox & Gary Roach
Diseño de producción: James J. Murakami
Dirección artística: Tom Brown, Dean Clegg, Anne Seibel, Patrick M. Sullivan Jr. & Frank Walsh
Decorados: Lisa Chugg, Hélène Dubreuil & Gary Fettis
Vestuario: Deborah Hopper
Reparto: Cécile De France, Thierry Neuvic, Cybdi Mayo Davis, Lisa Griffiths, Jessica Griffiths, Ferguson Reid, Derek Sakakura, Richard King, Matt Damon, Charlie Creed-Miles, Frankie MnLaren, George McLaren, Lyndsey Marshal, Rebekah Stanton, Declan Conlon, Marcus Boyea, Franz Drameh, Tax Jacks, Taylor Doherty, Mylène Jampanoï, Stéphane Freiss, Laurent Bateau, Calum Grant, Steve Schirripa, Joe Bellan, Bryce Dallas Howard, Jenifer Lewis, Tom Beard, Andy Gathergood, Helen Wlizabeth, Jean-Yves Berteloot, Niamh Cusack, George Costigan, Claire Price, Surinder Duhra, Sean Buckley, Audrey Brisson, Jess Murphy, Michael Cuckson, Jennifer Thorne, Barry Martin, marthe Keller, Charlie Holliday, John Nielsen...

ahora clint eastwood hace cine francés

Hereafter, la última película de Clint Eastwood es una emotiva película que hablando del etéreo mundo sobrenatural, acaba por reivindicar que lo más importante para el individuo sigue siendo encontrar su estabilidad en nuestro mundo terrenal.
Reivindicar a Clint Eastwood como uno de los grandes cineastas contemporáneos es innecesario a estas alturas. Director de corte más clásico que moderno, tiene la capacidad de impregnar con su visión personal cualquier guión cinematográfico que caiga en sus manos. O lo que es lo mismo, todos los guiones que ha rodado, pues ninguno de ellos ha sido escrito por él. Por ello podemos hablar de un auténtico auteur, según el significado que le atribuyen los franceses, pues da lo mismo que su película trate un tema deportivo o cinematográfico, sea una película de época o contemporánea, hable de amor o hable de guerra, siempre se trata de una película de Clint Eastwood —-por mucho que a él mismo le cueste reconocerlo—-, aunque, como el caso que tratamos, pueda ser una obra menor, algo que siempre será discutible.
Pero es menor, indiscutiblemente, porque el guión no da para más, a pesar de estar escrito por Peter Morgan, nominado al Oscar en dos ocasiones, por El desafío Forst contra nixon (Frost/Nixon, 2008, Ron Howard) y La reina (The Queen, 2006, Stephen Friers), que parece trazar las tres historias principales en función del idioma o acento en el que hablan sus protagonistas, pues si Marie (Cédile De France), parece sacada de cualquier película francesa, los hermanos Jason y Marcus (Frankie McLaren y George Mclaren), parecieran vivir el drama de una película de Mike Leigh, contando la historia de George (Matt Damon), como si nos estuviera hablando del mismísimo hombre elefante —-o no me digan que cuando es perseguido por el niño que le señala como el psíquico no pareciera que fuera a acabar la secuencia gritando aquello de que “Yo también soy un ser humano”.
En cualquier caso, Hereafter, sigue siendo un filme tremendamente interesante que, aunque parta de una cuestión tan subjetiva como lo que pueda haber más allá de la vida terrenal, articula su discurso a partir de unos personajes que no encuentran en el otro, en sus seres cercanos, más que oídos sordos a sus necesidades vitales, cuestionando sus decisiones o haciendo lo contrario de lo que se espera de ellos.
Para que el espectador pueda crear una auténtica empatía con los personajes, el director sacrifica la espectacularidad visual de algunas secuencias, como la del tsunami o la de la explosión en el metro de Londres, al centrar su mirada en las emociones que experimentan los personajes cuando están viviendo unos traumáticos sucesos que cambiarán su percepción de la realidad y su actitud ante la vida.
Dentro del relato no tienen importancia las creencias religiosas de los personajes, pues no se trata de una cuestión de fe, sino vital. Esto queda muy claro en los personajes secundarios que establecen contrapuntos con los protagonistas, al no entender sus decisiones ni necesidades, como Didier (Thierry Neuvic), que no entiende el comportamiento de Marie tras haber sido arrastrada por el tsunami y haber permanecido muerta durante unos minutos, o Billy (Jay Mohr) que considera un don la capacidad de su hermano George, de contactar con los muertos ante el contacto físico con otra persona, cuando para él no es más que una maldición; o la dramática historia de Marcus y Jason, dos hermanos gemelos que no consiguen captar la atención de su madre drogadicta —-qué bonito y significativo es el regalo que le dejan en la mesa de la cocina.
En esta última historia, sin duda la más conseguida en todos los sentidos, los hermanos sí consiguen que otro les escuche, pero es un otro externo, los asistentes sociales, impuestos por una sociedad que vela por los intereses de los desfavorecidos. Probablemente en este caso sean ellos los que no quieren escuchar lo que sin duda sería lo mejor para sí mismos, pero porque supondría estar alejados de su ser más querido: su madre.
La mayor parte de la fuerza de las tres historias que nos cuenta “Hereafter” radica en la sinceridad y sencillez tan características de Clint Eastwood. Pero si el comienzo es realmente fascinante, a medida que avanza el metraje, la fuerza de dos de ellas se va disipando, manteniéndose únicamente toda la atención en la historia del niño y desmereciendo el resultado final al que evolucionan las historias de Marie y George, que acaban devolviéndonos al final de cualquier película americana.
Publicado originalmente en EXTRACINE