Título original: Mao’s
Last Dancer
Año: 2009
País: Australia
Dirección: Bruce
Beresford
Guión: Jan Sardi,
basado en la autobiografía de Li Cunxin
Producción: Jane
Scott
Fotografía: Peter
James
Música: Christopher
Gordon
Montaje: Mark
Warner
Diseño de producción:
Herbert Pinter
Dirección artística:
Elaine Kusmischko, Nick Pill & Bernardo Trujillo
Decorados: Kerrie
Brown
Vestuario: Anna
Borghesi
Reparto: Bruce
Greenwood, Kyle MacLachlan, Joan Chen, Cao Chi , Amanda Schull, Shuangbao Wang, Chengwu Guo,
Wen Bin Huang, Aden Young, Madeleine Eastoe, Camilla Vergotis, Penne
Hackforth-Jones, Jack Thompson, Christopher Kirby, Suzie Oteen, Liang Shu
Guang, Wang Ye, Zhang Neng Neng, Xu Wan Shi, Yi Shao Wei, Zhan Hui Cong, Sun Ji
Feng, Chai Zhi Xue, Zhang Chang Suo, Cheng Jie, Yang Zheng Nong, Zhang Wen Bin,
Hoang Ferdinand…
si Billy Elliot hubiera sido chino
El cineasta australiano Bruce Beresfrod, nos ofrece en su
última película, Mao’s Last Dancer, un emotivo intento de ofrecer una pieza
de cine épico intimista, aunque dotado de una dosis de excesiva sensiblería que
acaban por arruinar su coreografía.
Mao’s Last Dancer es una película maniquea que contrapone
dos maneras de vivir: la comunista y la capitalista, pero en lugar de hacerlo
con coherencia, pues algo bueno y algo malo habrá en ambas culturas, se limita
a mostrar las carencias y abusos del comunismo, para contrastarlas con la
fortuna y excesos de la vida en el capitalismo. De hecho, teniendo en cuenta
que la acción de la película se desarrolla en los años setenta y ochenta, es
curioso comprobar como algunas prácticas atribuidas a los comunistas, que
podríamos concentrar en todo lo que sucede dentro del consulado chino, han sido
adoptadas por los estadounidenses, que podríamos congregar, no sólo en los
tiempos post 11-S, sino a todo el recorrido de la administración Bush (el
padre, el hijo y el espíritu santo).
El mayor interés que ofrece Mao’s last Dancer es la fuerza
de sus personajes y de la historia que nos cuenta, que proceden de la propia
autobiografía de Li Cunxin (Cao
Chi ). Sin lugar a dudas, la misma perseverancia que muestra
el bailarín para conseguir su objetivo es la que permite que el espectador
permanezca sentado en la butaca. Porque quienes aportan más bien poco son su
guionista, Jan Sardi, autor del guión de la excepcional Shine (1996, Scott Hicks), pero también
de la sensiblera y previsible El diario de Noah (The Notebook, 2004, Nick Cassavetes); y su director, Bruce Beresford,
autor de un gran puñado de filmes mediocres, que viera coronada con su carrera
con el Oscar que recibió su película Paseando a Miss Daisy (Driving Miss Daisy, 1989), por la que él ni
siquiera fuera nominado.
El problema con el guión es que sus fuentes afloran con
excesiva evidencia. No sólo la presencia de la maravillosa Joan Chen nos remite
a El último emperador (The Last Emperor, 1987, Bernardo Bertolucci), es que escoge contarnos el viaje de Lu Cunxin desde el
momento que pisa suelo estadounidense para, a través de sucesivos flashbacks,
mostrarnos lo que era su vida en China ofreciendo un propagandístico contraste
entre la que está descubriendo en el país de las oportunidades.
Pero si en The Last Emperor, esta estructura encajaba con
la tayectoria del protagonista para hacer coincidir el último raconto con el
emperador convertido en jardinero, aquí se detienen a mitad de la película,
precisamente con la secuencia del consulado, para olvidarse de ellos de ahí en
adelante, prolongando el final de la película durante al menos 35 minutos.
Estos 35 minutos (no es que los haya medido, pudieran ser 45 como 25),
convierten la película en un precedente mucho más obvio, el de Billy Elliot (2000, Stephen Daldry),
salvo que donde la película de Stephen Daldry era emotiva y emocionante, esta es
sensiblera y sentimentaloide.
La dirección de Bruce Bereford es plana y torpe, se limita a
colocar la cámara para que el bailarín realice sus piruetas en una
planificación más televisiva que cinematográfica. Tampoco ayudan los cambios de
tono que distribuye a lo largo de la película pues cuando en unos momentos
parece que estamos viendo una película de Zhang Yimou, en otros parece que
estamos en un telefilme de intrigas políticas, de repente en uno sobre la
dificultad de las relaciones de pareja, o hasta en Fama (Fame, 1982-1987, Christopher Gore) ---la serie---,
evidenciado una gran falta de personalidad como cineasta. Quizás debiera
verdaderamente dedicarse a la televisión, muchos de sus filmes como Condenada (Last
Dance, 1996), Camino al paraíso (Paradise Road, 1997) o Doble traición (Double Jeopardy, 1999), tienen esa misma vocación
televisiva.
De cualquier manera, no debemos pasar de alto las
espléndidas interpretaciones de todos y cada uno de los integrantes del
reparto, desde Joan Chen, que se despoja de todo lujo y glamour con el que ha
dotado a todos sus personajes desde The Last Emperor hasta la más reciente Deseo, peligro (Se, jie, 2007, Ang Lee), pasando por su enigmática interpretación de Jossy
Packard en Twin Peaks (1990-1991, Mark Frost & David Lynch) para convertirse en una auténtica campesina más; hasta
la breve pero eficiente intervención de Kyle MacLachlan —-mira Lynch otra vez; sin
olvidarnos de la que considero la mejor de toda la película, la de Bruce
Greenwood como el coreógrafo Ben Stevenson. Actor canadiense, Greenwood quizás
haya pasado desapercibido para el gran público, a pesar de haber participado
enfilmes comerciales como Deja Vu (2006, Tony Scott), Star Treck (2009, J.J. Abrams), Yo, robot (I, Robot, 2004, Alex Proyas) o Pasajero 57 (Passenger 57, 1992, Kevin Hooks) , pero sus notables
interpretaciones en filmes como I’m not There (2007, Todd Haynes), Truman Capote (2005, Bennet Miller), Conociendo a Julia (Being
Julia, 2004, Itsván Szabó), Ararat (2002, Atom Egoyan), El dulce porvenir (The Sweet Hereafter, 1997, Atom Egoyan) o Exotica (1994, Atom Egoyan), le convierten en uno de
los actores de reparto más interesantes de la cinematografía internacional.
A pesar de todo lo dicho, el visionado de Mao’s Last
Dancer puede ser entretenido y hasta emocionante, no por casualidad se llevara
el premio del público en el Festival Internacional de Cine de Sao Paulo, pero
quizás merezca la pena esperar a un futuro pase televisivo.
Publicado originalmente en EXTRACINE
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