Título original: También
la lluvia
Año: 2010
País: España,
Francia & México
Dirección: Icíar
Bollaín
Guión: Paul
Laventry
Producción: Juan
Gordon
Fotografía: Alex
Catalán
Música: Alberto
Iglesias
Montaje: Ángel
Hernández Zoido
Diseño de producción:
Juan Pedro De Gaspar
Vestuario: Sonia
Grande
Reparto: Gael
García Bernal, Luis Tosar, Karra Elejalde, Raúl Arévalo, Cassandra
Ciangherotti, Juan Carlos Aduviri, Carlos Santos, Vicente Romero, Dani Currás,
Pau Cólera, Luis Bredow…
el
débil, el pragmático, el idealista y el que no tiene nada que perder
Precedida de una gran expectación por haber sido incluida en
la carrera para optar a nominación a los Oscar, además de haber conseguido una
buena colección de nominaciones a los Goya, También la lluvia es un
interesante filme que aunque no decepciona en absoluto, tampoco parece llegar a cumplir
todas las expectativas.
Fiel al axioma que poco a poco se está convirtiendo en su
seña de identidad: la vulnerabilidad del débil, Icíar Bollaín enfoca su mirada
hacia los indígenas que habitaban el nuevo mundo cuando fue descubierto por
Cristóbal Colón para constatar que, igual que fueran sometidos hace 500 años,
continúan viviendo hoy en día bajo la misma opresión, denominada ahora gobierno, progreso, economía, forma de vida occidental o hipocresía
internacional.
La variedad de discursos que establece el juego entre ficción y realidad a través del que que conocemos la diferente opinión de los personajes con respecto a un mismo y trascendental suceso como es el descubrimiento y colonización de América, se acentúa en los ensayos de determinadas escenas,
o determinadas secuencias rodadas por el director de la película, Sebastián
(Gael García Bernal), con una intención más espectacular que de ceñirse a la
verdad, o que aunque siendo ciertas, resultan una verdad sesgada, porque sólo
enfoca un aspecto limitado de lo que realmente sucediera, convirtiendo También la lluvia en un filme de denuncia que defiende que cualquier verdad es siempre relativa.
Y si esta denuncia se apoya en el comportamiento de los
individuos, no parece descabellado traducir la acción colectiva emprendida por
los nativos bolivianos como una reivindicación de que la unión hace la fuerza
como medio para lograr transformar las injusticias de la sociedad actual. Y esto
es así porque por mucho que una película llegue a muchos lugares del mundo —-o
hasta el Goya o el Oscar—-, nunca conseguirá remover las conciencias de los
individuos, hasta que el problema no les afecte de primera mano. A ellos, a sus
seres queridos o a sus conocidos, como les pasa a este equipo de rodaje cuando
pretenden contar la “verdadera” historia de Cristóbal Colón.
Queda clara y evidente la crítica al cine comercial
estadounidense que a lo largo de la historia del cine, se ha empeñado en
transformar la historia de la humanidad mostrando a Cleopatra bajo las
facciones caucásicas de Elizabeth Taylor, que el imperio romano se habla inglés, o que los
buenos son siempre los blancos (o los anglosajones en contra de los españoles o los latinoamericanos).
A pesar de que Icíar Bollaín consigue demostrar las artes de
la manipulación cinematográfica en emocionantes secuencias como la persecución
con los perros, no consigue mantener este ritmo a lo largo de todo el discurso,
siendo el problema compartido con Paul Laventry, responsable del guión, que si
bien consigue enlazar sutilmente la historia principal con la secundaria;
reivindicar esos matices que proporciona investigar, asimilar, interpretar y
representar cualquier hecho histórico; o denunciar la sistemática opresión de
las multinacionales y los gobiernos sobre el ciudadano de a pie; invierte el orden de
los finales de la historia concluyendo la historia principal antes que la
secundaria, enturbiando el tramo final de la película, que hubiera merecido un
final más apoteósico con el tono global de las dos películas, la de ficción y
la real.
De cualquier modo, esto no impide la apreciación y disfrute
de la mayor parte de También la lluvia, cuyo mayor logro son las espléndidas
interpretaciones de sus protagonistas en la defensa de unos personajes
perfectamente definidos que responden a la metonimia del título de este
artículo:
- el débil, Daniel/Hatuey, auténtico protagonista de la película, estupendamente interpretado por el debutante Juan Carlos Aduviri, que representa el pueblo oprimido, invadido y sometido, antes, ahora y después;
- el pragmático, Costa, Luis Tosar en una de sus más brillantes interpretaciones, cuyo personaje demuestra que el que actúa consigue mucho más que el que piensa;
- el idealista, Sebastián, en la enésima blanda interpretación de Gael García Bernal, que va camino de convertirse en uno de los actores más insulsos del panorama internacional, cuyo personaje evidencia que lo que uno piensa y lo que uno hace no siempre va de la mano;
- el que no tiene nada que perder, Antón/Cristóbal Colón, inmenso Karra Elejalde en una de sus mejores y más inteligentes actuaciones, encarnando a uno de los personajes más interesantes de la película.
Podría haber incluido a la romántica, Cassandra
Ciangherotti, la encargada de rodar el making off de la película, que quisiera
capturar también los tremendos acontecimientos que se derivan de la Guerra del Agua. Pero esta
no es una película de mujeres, aunque la dirija una, es una película de
hombres, que son los que suelen estar ligados con estas gestas, o indigestas, de
guerras, colonizaciones, opresiones y demás acciones bélicas.
Publicado originalmente en EXTRACINE
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