viernes, 7 de enero de 2011

Almas condenadas


Título original: My Soul to Take
Año: 2010
País: EE. UU.

Dirección: Wes Craven
Guión: Wes Craven
Producción: Wes Craven, Anthony Katagas & Iya Labunka
Fotografía: Petra Korner
Música: Marco Beltrami
Montaje: Peter McNully & Todd E. Miller
Diseño de producción: Adam Stockhausen
Dirección artística: Jack Ballance & Brianne Zulauf
Decorados: Carol Silverman
Vestuario: Kart and Bart
Reparto: Max Thieriot, John Magaro, Denzel Whitaker, Zena Grey, Nick Lashaway, Paulina Olszynski, Jeremy Chu, Emily Meade, Raúl Grillo, Danai Gurira, Harris Yulin, Shareeka Epps, Elena Hurst, Dennis Boutsikaris, Felix solis, Trevor St. John, Shannon Maree Walsh, Alexadra Wilson, Eric Zuckerman, Alberto Vazquez, Lou Sumrall, Lynnanne Zegar, Michael Bell…

y se lleva mi paciencia también


Las sospechas están confirmadas, parece ser que Wes Craven necesita realmente una nueva dosis de Scream: vigila quien llama (Scream, 1996, Wes Craven)), dada la falta de humor que se aprecia en su última película, My Soul to Take, que se torna un filme realmente terrorífico, pero por lo insoportable que resulta.

Si bien al principio de la película, cuando todavía no hemos terminado de determinar si vamos a enfrentarnos a una narración seria o irónica, podemos encontrar alguna secuencia realmente divertida, como esa en la que Bug (Max Thieriot) comparte con su clase las bondades del Gymnogyps californianus, poco a poco va perdiendo la gracia.

Quizás en un intento por no repetir la fórmula iniciada por su exitosa franquicia, se instala progresivamente en una línea pretendidamente dramática que hace insostenible un argumento que parte de una premisa tan absurda, para tomársela en serio, como que un asesino en serie vuelva al “pacífico” pueblo de Riverton, para vengar su propia muerte, asesinando a los siete adolescentes que nacieran la misma noche en la que él muriera. No es que sea la primera vez que el director de Pesadilla en Elm Street (A Nightmare on Elm Street, 1984), nos torture con historias absurdas pues ya lo hiciera con Shocker, 100.000 vóltios de terror (Shocker, 1989), a cuya inverosimilitud recuerda My Soul to Take.

No merece la pena ni mencionar al reparto, salvo para resaltar que curiosamente los dos protagonistas participaran en algún otro bodrio reciente, como el caso de Max Thieriot que aparecía en la fallida Chloe (2009, Atom Egoyan) y en la insoportable Jumper (2008, Doug Liman), o Emily Meade, de cuya corta carrera sólo he tenido la maldita oportunidad de ver Twelve (2010, Joel Schumacher).

Mirando hacia el lado técnico no puedo decir muchas cosas negativas, pero sólo porque la película está bien resuelta, incluso las secuencias de crímenes pueden resultar interesantes. Pero te mata de aburrimiento y la mezcla entre lo absurdo y previsible que se vuelve el argumento hacen verdaderamente que llegues a desear que alguien se lleve también tu alma.

Publicado originalmente en EXTRACINE

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