Título original: Saw 3D
Año: 2010
País: Canada
& EE.UU.
Dirección: Kevin
Greutert
Guión: Patrick
Malton & Marcus Dunstan
Producción: Mark
Burg & Oren Koules
Fotografía: Brian
Gedge
Música: Charlie
Clouser
Montaje: Andrew
Coutts
Diseño de producción:
Anthony A. Ianni
Dirección artística:
Peter Grundy
Vestuario: Alex
Kavanagh
Reparto: Tobin
Bell, Costas Mandylor, Betsy Russell, Cary Elwes, Sean Patrick Flanery, Chad
Donella, Gina Holden, Laurence Anthony, Dean Armstrong, Naomi Snieckus, Rebecca
Marshall, James Van Patten, Sebastian Pigott, Jon Cor, Anne Lee Greene, Chester
Bennington, Dru Viergever, Gabby West, Benjamin Clost, Kevin McGarry, Kim
Schraner, Olunike Adeliyi, Ishan Morris, Carlos Diaz, Elizabeth Rowin,
Christine Simpson, Jacinta Wesselingh, Claudia DiFolco, Kimberly D’Eon, Rachel
Wilson, Desmond Campbell, Billy Oliver, Liise Keeling, tanedra Howard, Sauna
MacDonald, Joanna Douglas, Janelle Hutchinson, Grez Bryk, Larissa Gomes, Kevin
Rushton …
la sierra como catarsis mediática
(...) La última entrega de una de las
sagas más longevas del cine gore y de terror contemporáneo, que se iniciara en
2004 con Saw (2004, James Wan), no es una más de la serie. Saw 3D utiliza sus tradicionales
trampas para castigar a sus víctimas pecadoras, y la visión estereoscópica a
modo de amenaza metafórica, como si quisiera lanzar sus dardos envenenados
fuera de la pantalla.
No sé si Kevin Greutnert, director de la película y de su
predecesora, Saw VI (2009, Kevin Greutnert), y conocedor al dedillo de toda la franquicia, al ser su
montador desde la primera hasta la quinta, intenta con este séptimo capítulo
hacer una recapitulación o un borrón y cuenta nueva, pues de todas sólo he
visto la primera y la última.
Pero este hecho no impide que pueda disfrutar de la película
y seguir a la perfección una trama en la que una presentación clara y evidente
de sus personajes permite que se puede intuir cuales de ellos han aparecido en
alguno de los filmes anteriores, siendo el más efectivo el del Dr. Lawrence
Gordon (Cary Elwes), además de percibir el cariño con el que son tratados
ciertos elementos comunes a todas como todos los tipos de magnetoscopios, el
triciclo o el entrañable payaso.
Igual que las implacables trampas con las que, en este caso,
el detective Mark Hoffman (Costas Mandylor) castiga a aquellos que son
culpables de delitos contra la ética y la moral, además de buscar su personal
sed venganza, Saw 3D funciona como un mecanismo de relojería que no permite
que el ritmo de la película decaiga en ningún momento, llegando a trazar dos
líneas argumentales: la marcada por el asesino justiciero convertido en asesino
psicópata, y la que lleva a Bobby Dagen (Sean Patrick Flanery), falso
superviviente de Jigsaw (Tobin Bell), a posible superviviente verdadero, previa
partida de puzzle sangriento.
Si bien contiene las características secuencias gore que
deleitarán a los fanáticos del género, la ironía con la que se desarrollan las
tramas y la contundente primera secuencia de la película, deja perfectamente
claro que no estamos ante una película de terror, sino ante un filme que
utiliza sus armas para criticar una tendencia de la sociedad actual y de
aquellos que han propiciado con su connivencia esa situación: los medios de
comunicación.
La secuencia viene a ser la primera de todas, la auténtica
muerte en directo ante atónitos espectadores que por mucho que les desagrade lo
que presencien ni podrán evitar, ni dejarán de mirar, lo que sucede en una gran
vitrina expuesta a la vista de todos. A plena luz del día. En ella están encerrados
dos jóvenes y la que ellos creían era su novia, cuando en realidad les engañaba
a ambos, y que deben elegir entre salvar una de sus vidas para salvar la de
ella, o sacrificarla a ella para salvar la suya.
La tendencia es la de la sociedad actual que asiste con la
misma impasibilidad a la misma ejecución en cualquier pantalla de televisión,
convertida más que en circo televisivo, en lucha salvaje en la que todo vale
con tal de ganar audiencia, fomentando la crispación y la violencia psicológica
y animando a la animadversión en puestas en escenas tan calculadas como las de
Bobby Dagen.
El medio: la televisión, presente en todas las trampas de Saw 3D, y arma que ha conseguido banalizar hasta las cotas más infames el uso
de la violencia, quizás no la física, pero definitivamente la psicológica, en
oposición a la criticada violencia del cine, que si bien sólo llega a aquel que
ha pagado la entrada, más pretende reflejar la realidad que influir en ella.
Cuando hago alusión a cine violento no me refiero, desde
luego, a Saw 3D. Claramente irónica y divertida en muchos momentos, puede resultar
hasta sádicamente libertadora, particularmente si conectas a las víctimas con
los protagonistas de tu canal de televisión favorito y haces asociaciones con
esos periodistas o presentadores que escriben libros aprovechándose de su
popularidad —-aunque se los haya escrito un negro—-, locutores que pactan sus
entrevistas, tertulianos que tergiversan los datos en aras de conseguir el
aplauso populista, presentadores que simulan la espontaneidad de un directo
cuando se limitan a seguir un guión al dedillo, colaboradores que venden su
alma al diablo con tal de conseguir un plató en el que pelear contra otro
famoso más…
No pongo ejemplos porque estoy convencido de que en las
televisiones de cualquier país se pueden encontrar personajillos que se adapten
a cualquiera de estas descripciones. Pero todos ellos perecen, simbólicamente,
en Saw 3D. ¿O soy yo el que debiera dejar de ver la televisión? ¿Y lo bonita
que queda la rima final con la primera de la serie?
Publicado originalmente en EXTRACINE
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