Título original: Morning Glory
Año: 2011
País: EE.UU.
Dirección: Roger Michell
Guión: Aline Brosh McKenna
Producción: J.J. Abrams & Bryan Burk
Fotografía: Alwin H. Kuchler
Música: David Arnold
Montaje: Daniel Farrell, Nick Moore, Steven Weisberg
Diseño de producción: Mark Friedberg
Dirección artística: Alex DiGerlando & Kim Jennings
Decorados: Alyssa Winter
Vestuario: Frank L. Fleming
Reparto: Rachel McAdams, Noah Bean, Harrison Ford, Jack Davidson, Diane Keaton, Vanesa Aspillada, Patrick Wilson, Jeff Goldblum, Jeff Hiller, John Pankow, Linda Powell, Mike Hydeck, Joseph J. vargas, Mario Frieson, Kevin Herbst, Jerome Weinstein, Steve Park, David Wolos-Fonteno, Patti D’Arbanvilla, Ty Burell, Adrian Martinez, J. Elaine Marcos, Matt Malloy, Rizwan Manji, Jay Russell, Finnerty Steeves, Rick Younger, Arden Myrin, Carolina Clay, Katie hyde, Allen Warnock, Welker White, Maddie Corman, Jeremy Beiler, Jonathan Forte, Kevin Pariseau, Christopher Sieber, Elizabeth Keifer, Lauren Cohn…
poca fibra y demasiado azúcar
A mitad de camino entre una comedia romántica y la reivindicación de un formato televisivo, Morning Glory adolece de una dirección excesivamente melodramática por parte de Roger Michell, a pesar de sus buenas intenciones, en oposición a unas enérgicas interpretaciones de su trío protagonista: Rachel McAdams, Diane Keaton y Harrison Ford.
Pareciera que el director sudafricano Roger Michell, responsable de filmes rosa como Nothing Hill (1999), pretendiera hacer con los magazines televisivos matinales lo que Al filo de la noticia (Broadcast News, 1987, James L. Brooks) hiciera con los informativos, desarrollando la línea dramática a través de la vida laboral de unos personajes que viven en la televisión, y la cómica a través de sus vidas personales, incapaces de segregar ambas vertientes. Pero ni Michell es James L. Brooks ni su protagonista Holly Hunter.
Si bien su historia está bien construida, a pesar de Aline Brosh McKenna, guionista detrás de títulos mediocres como El diablo viste de Prada (The Devil Wears Prada, 2006, David Frankel) o 27 vestidos (27 Dresses, 2008, Anne Fletcher), la torpeza de Roger Michell es utilizar los mecanismos del melodrama en un filme que no los necesita, abusando de típicos planos postales, músicas melosas y recursos ñoños, más característicos de un telefilme que de un largometraje cinematográfico, pero que gracias a un espléndido reparto, consigue que incluso se pueda disfrutar en muchos momentos.
Si la mayor parte del peso de la película recae en Rachel McAdams, que consigue arrastrar al espectador con la energía que confiere a su personaje, y que en otra actriz bien podría haber resultado insoportable, la actriz canadiense se encuentra perfectamente parapetada en la solvencia de Harrison Ford y Diane Keaton, en unos personajes que, a pesar de ser secundarios, están representados con una solidez y aplomo tan contundentes que casi llegan a robarle la película.
Uno de los factores que convence de su personaje es la verosimilitud con la que está caracterizada, apenas maquillada, mal peinada, afeada y condenada a lucir un vestuario nada favorecedor pero que, efectivamente, se corresponde con un perfil concreto de mujer trabajadora, despreocupada de las últimas tendencias y entregada a un vestuario completamente profesional y nunca personal, a favor de pasar desapercibida por su aspecto físico pero no por su profesionalidad.
El magnífico reparto se completa con Patrick Wilson, Jeff Goldblum y John Pankow, que en sus breves apariciones, terminan por cerrar lo que constituye la mejor baza de Morning Glory, que podría haber llegado más lejos de contar con un director menos blandengue.
Publicado originalmente en EXTRACINE
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