Título original: We need to talk about Kevin
Año: 2011
País: EE.UU. & Reino Unido
Dirección: Lynne Ramsay
Guión: Lyne Ramsay & Rory Kinnear, basado en una novela de Lionel Shriver
Producción: Jennifer Fox, Luc Roeg & Robert Salerno
Fotografía: Seamus McGarvey
Música: Jonny Greenwood
Montaje: Joe Bini
Diseño de producción: Judy Becker
Dirección artística: Charles Kulsziski
Decorados: Catherine Loeffler
Vestuario: Catherine George
Reparto: Tilda Swinton, John C. Reilly, Ezra Miller, Jasper Newell, Rock Duer, Ashley Gerasimovich, Siobhan Fallon, Alex Manette, Kenneth Franklin, Leslie Lyles, Paul Diomede, Michael Campbell, J. mallory-McCree, Mark Elliot Wilson, James Chen, Lauren Fox, Blake DeLong, Andy Gershenzon, Kelly Wade, Ursula Parker, Jason Shelton, Simon MacLean, Erin Maya Darke, Annie O'Sullivan, Georgia X. Lifsher, Aaron Blakely, Polly Adams, Suzette Gunn, Joseph Melendez, Rebecca Dealy, Louie Rinaldi, Johnson Chong, Kimberley Drummond, Leland Alexander Wheeler, Daniel Farcher, Jennifer Kim, Caitlin Kinnunen, J.J. Kandel, Maryann Urbano, J.J. Perez, Tah von Allmen…
¿sueñan los sociópatas con humanos electrónicos?
No sé si sería mejor recomendar o prevenir acerca de una película como We Need to Talk About Kevin. No porque no merezca ser vista, sino por la tremenda y terrible experiencia que supone conocer la historia de una mujer que se esfuerza tanto por querer a su hijo. A pesar de que no le entiende y se siente culpable y responsable de los actos que éste comete. Desde luego, de entre todas las historias de niños malos, esta es la más aterradora de todas. Y con mucha diferencia.
Es interesante descubrir que detrás de We Need to Talk About Kevin sólo hay mujeres. Desde el germen de la novela, cuya autora se hace llamar Lionel Shriver, hasta la directora de la película, Lynne Ramsay, que también escribe el guión en colaboración de Rory Kinnear, y que protagoniza la maravillosa y excepcional Tilda Swinton, que también se involucra como productora ejecutiva demostrando una vez más que ella es tan responsable de la película como la autora de la novela o la directora. Casi agradezco no ser mujer porque si la película me ha parecido toda una experiencia traumática y aterradora, no puedo imaginarme lo que debe ser para una y, peor todavía, para las que además son madres, que podrán identificarse terriblemente mucho más que yo con la agonía por la que pasa Eva Khatchadourian, la madre de Kevin.
No creo que a nadie vaya a importunar que comente que We Need to Talk About Kevin viene a ser como un complemento de otra película tan espeluznante y terrorífica como Elephant (2003, Gus Van Sant), que contaba los dramáticos sucesos ocurridos en un instituto de los Estados Unidos en el que dos de sus estudiantes habían decidido acabar con la vida de aquellos compañeros de clase que pudieran llevarse por delante. Sin duda en referencia a los terribles sucesos que ocurrieran en Columbine y que se repitieran después no sólo en los Estados Unidos, sino también en Europa. La diferencia es que en We Need to Talk About Kevin se centra en lo que sería la relación de uno de estos sujetos con su madre. Digo que no creo que importe que comente tal cosa porque Lynne Ramsay diseña su película como un puzzle cuyas piezas son presentadas sin seguir una cronología aparente, en la que falta una única pieza, precisamente aquella que alude al título de la película.
Podríamos definir We Need to Talk About Kevin por aquello que le falta a Kevin: empatía, límites y castigo. Si la desgarradora interpretación que ofrece Tilda Swinton permite la inmediata empatía del espectador con su personaje, ese rasgo es el que le falta a Kevin sobre los seres humanos. Puede que haya un antes y un después en la vida de Eva cuando da a luz a su primer hijo, pero no tiene ni punto de comparación con el calvario que experimentará cuando su hijo cambie la vida de ambos como consecuencia de unos actos premeditados y fríamente calculados para imponer un castigo. El relato psicológico que se ofrece de todos y cada uno de los personajes es tan preciso que si en algún momento puede parecer que cae en el cliché -como cuando su padre le regala armas o juega con él a violentos videojuegos-, simplemente se aprovecha de esos tópicos para recalcar, precisamente, la idea contraria, que la responsabilidad recae única y exclusivamente en el individuo (al menos esa es mi interpretación), a pesar de que madre e hijo se parezcan más de lo que a ella le gustaría.
A mi entender, no se trata exactamente de una película contada a través de saltos temporales, sino de una historia lineal en la que Eva busca en su memoria algún comportamiento que le ayude a entender lo que ha sucedido. A culparse. Justamente lo contrario de lo que hace Kevin, que en ningún momento siente ningún remordimiento y que, precisamente, es el único personaje que consigue su objetivo: castigar a su madre. A un servidor se le hace imposible decidir cual de los dos espacios temporales pudo ser peor para Eva ¿los primeros dieciséis años en los que cría y trata de entender a su hijo, o los dos años en los que tratará de descubrir si hizo algo que justifique sus actos?
Aunque la aportación de John C. Reilly es estupenda, como la mayoría de sus interpretaciones últimamente, así como lo es la de Ashley Gerasimovich como la hermana de Kevin, el duelo es en todo momento entre madre e hijo. Si magnífica es la interpretación de Tilda Swinton, debo decir que sus dos antagonistas están perfectamente a la altura, resultando completamente aterradoras las interpretaciones tanto de Jasper Newell, que hace de Kevin con cuando todavía es un niño, como la de Ezra Miller, que consigue helarte la sangre cuando Kevin es adolescente.
La extraordinaria aportación de estilo y estética que ofrece equipo técnico, desde el magnífico diseño de producción de Judy Becker que ubica a los personajes en amplios espacios en los que no parecen tener límites para nada, hasta la fría y precisa fotografía de Seamus McGarvey que parece delatar la falta de conexión sentimental entre los personajes, permite profundizar en las complejidades psicológicas de los personajes. Asimismo, la banda sonora compuesta por Jonny Greenwood y ese montaje tan aparentemente aleatorio de Joe Bini, contribuyen perfectamente a reflejar esa inestabilidad emocional a la que están sometidos madre e hijo.
No me extraña que, a pesar de haber pasado por muchos festivales y cosechado nominaciones por parte de diferentes academias y asociaciones cinematográficas, We Need to Talk About Kevin no haya recogido más premios. Pero no porque no los merezca, sino por la dureza de la película y esa sensación tremendamente demoledora que transmite y de la que todavía no he podido reponerme cuando escribo estas líneas.
Publicado originalmente en EXTRACINE
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