Año: 2010
Nacionalidad: EE: UU:
Dirección: David Slade
Guión: Melissa Rosenberg, basado en una novela de Stephenie Meyer
Producción: Wyck Bowen, grey Mooradian & Karen Rosenfelt
Fotografía: Javier Aguirresarobe
Música: Howard Shore
Montaje: Art Jones & Nancy Richardson
Diseño de Producción: Paul D. Austerberry
Dirección Artística: Jeremy Stanbridge
Decorados: Shannon Gottlieb & Rose Marie McSherry
Vestuario: Tish Monaghan
Reparto: Kristen Stewart, Robert Pattinson, Taylor Lautner, Xavier Samuel, Bryce Dallas Howard, Anna Kendrick, Michael Welch, Christian Serratos, Jackson Rathbone, Ashley Greene, Paul Jarrett, Iris Quinn, Sarah Clarke, Peter Facinelli, Elizabeth Reaser, Kellan Lutz, Nikki Reed, Justin Chon, Billy Burke, Kiowa Gordon, Tyson Houseman, Bronson Pelletier, Alex Meraz, Julia Jones, Tinsel Korey, Chaske Spencer, Gil Birmingham, Alex Rice, BooBoo Stewart, Peter Murphy, William Belleau, Juston Rain, Monique Ganderton, Byron Chief-Moon, mariel Belanger, Jodelle Ferland, Dawn Chubai, Jack Huston, Ben Geldreich, Daniel Cudmore, Dakota Fanning, Cameron Bright, Charlie Bewley, Leah Gibson, Kristen Prout, Cainan Wiebe…
cine adolescente coherente
La tercera entrega de la renombrada saga Crepúsuclo, The Twilight Saga: Eclipse, es un filme responsable y coherente que articula con inteligencia un mensaje dirigido, no sólo al sector femenino, sino a todo el público adolescente, desde un prisma, eso sí, femenino.
Edward (Robert Pattinson), le pide a Bella (Kristen Stewart) culminar su relación uniéndose en matrimonio, algo a lo que ella se niega, de momento, debido a su excesiva juventud. Además cuenta con el rechazo de su padre (Billy Burke), que prefiere a Jacob (Taylor Lautner) como pretendiente para su hija. Bella deberá descifrar las señales que encuentra por su camino, aunque en su corazón la decisión ya está tomada.
Nunca he entendido el motivo por el que, de vez en cuando, aparecen ciertas películas ligadas a un fenómeno por el que se genera un intenso debate, antes incluso de que se estrenen, como el caso, no sólo de The Twilight Saga: Eclipse, sino de la saga completa. Parece ser que si quisieres formar parte del círculo de molones que deciden lo que está bien o mal para el resto de los mortales debe no gustarte ninguna de las películas de la saga, o peor todavía ni siquiera ir a verlas. Cada película es un mundo y no haré comparaciones con otras, pero lo que me parece evidente es el machismo soterrado en ese tipo de comportamiento que no tolera una película en la que la mujer es la que decide y el hombre se presenta como un elemento secundario que debe esperar pacientemente su decisión siendo, en algunos momentos, representado como el mismo objeto que la mujer es representada en otros títulos dominados por la testosterona.
Es importante percibir que, si bien las tres partes han tenido diferentes directores y equipos técnicos, la serie mantiene una coherencia visual y estética que permite que se les pueda apreciar como un auténtico conjunto, a pesar de que la primera, Crepúsculo (Twilight, 2008), fuera dirigida por un miembro del sexo femenino, Catherine Hardwicke, y las dos segundas por dos integrantes del sexo masculino, Chris Weitz en Luna nueva (New Moon, 2009), y David Slade en la que nos ocupa. La continuidad está proporcionada por el hecho de que las tres películas sí conservan un nexo común: su guionista, Melissa Rosenberg, que es la que ha dotado de unidad y coherencia a los personajes nacidos de la pluma de Stephenie Meyer. En este caso, no puedo dejar de mencionar la participación de Javier Aguirresarobe a cargo de la fotografía ---quien ya se encargara de Luna nueva---, algo perfectamente coherente con su estilo de tonos fríos y azules tan característicos de la saga.
Pocas dudas me caben sobre las metáforas de las diferentes especies que pueblan el universo de Stephenie Meyer pues al parecer ella misma tuvo que enfrentarse a las mismas decisiones y a la misma edad que Bella. Probablemente el éxito de la saga se debe en la rotunda sinceridad con la que desarrolla su discurso, centrado en la liberación y exhalación del sentimiento, algo con lo que parece identificarse el público adolescente actual de la misma manera que en otras épocas se identificara con filmes como Grease (1978, Randal Kleiser). Al que pueda parecerle odiosa la comparación, sólo tiene que fijarse en las edades de los personajes y comprobar que hablan de los mismos problemas en diferentes épocas, y lo que en uno se hace a ritmo de rock and roll, en el otro se hace al ritmo del romántico rock alternativo. La diferencia está clara, si en Grease, era ella la que tenía que transformarse, cardar su pelo, vestirse de cuero y empezar a fumar para conseguir a su chico, en ésta son los chicos quienes tienen que hacer lo que ella desea, si bien aquí siendo ellos mismos, sin mentiras ni falsas apariencias.
The Twilight Saga: Eclipse incluye varios mensajes o temas secundarios como un profundo respeto por la naturaleza, un claro mensaje reivindicativo sobre los indios nativos americanos, una predilección sobre la vida rural frente a las grandes ciudades, una apuesta por el significado del amor como el deseo la felicidad del otro por encima de la de uno mismo, todo ello envuelto en un perfecto marco visual y estético que no hace alarde ni de efectos visuales ni especiales, más que para satisfacer la credibilidad de las diferentes especies.
Señalar el discurso de Jessica (Anna Kendrick), compendio y superación de los cientos de discursos a los que han estado sometidos los adolescentes a lo largo de los innumerables títulos de cine teen, olvidados en el momento en que emprenden la edad adulta. Dada la condición de Jessica, parece haberse percatado de que los adolescentes cometen siempre los mismos fallos, los mismos errores, sin aprender ni evolucionar, de ahí la lucidez de su mensaje que incluye conceptos como que debes elegir por ti mismo, si no quieres que el futuro, la vida, o los demás, decidan por ti.
Nada como verla en un cine lleno de adolescentes. Toda una experiencia.
Publicado originalmente en EXTRACINE
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