Título original: Carancho
Año: 2010
Nacionalidad: Argentina, Chile, Francia & Corea del Sur
Dirección: Pablo Trapero
Guión: Alejandro Fadel, Martín Mauregui, Santiago Mitre & Pablo Trapero
Producción: Pablo Trapero
Fotografía: Julián Apezteguia
Montaje: Ezequiel Borovinsky & Pablo Trapero
Dirección Artística: Mercedes Alfonsín
Vestuario: Marisa Urruti
Reparto: Ricardo Darín, Martina Gusman, Carlos Weber, José Luis Arias, Loren Acuña, Gabriel Almirón & José Manuel Espeche…
cine negro social
Fiel Presentada en la sección Un certain regard de la pasada edición del Festival de Cannes y fiel a su compromiso con la realidad y la denuncia social, Pablo Trapero nos trae con Carancho un visceral retrato de un tipo que se alimenta de lo que encuentra en la carretera, igual que el ave rapaz a la que alude el título.
Sosa (Ricardo Darín) y Luján (Martina Gusman) se conocen en un accidente de tráfico, Sosa ha sido testigo del mismo, mientras que Luján es la médico que llega con la ambulancia. La atracción es mutua, a lo que en un segundo encuentro, Luján accede a una cita que acaba en cama. Tras la aparente consolidación de su relación, a un tiempo coincidirán en otro accidente, provocado por Sosa para que un tercero pueda cobrar dinero del seguro, pero algo sale mal, el accidente es más serio de lo que se pretendía, además de que Luján no acepta los métodos de Sosa, a pesar de que ella tiene sus secretos propios. Sin embargo ya es tarde, están juntos para lo bueno y para lo malo.
Carancho es un fascinante filme que cuenta una historia auténtica y real como la vida misma, pero como si hiciera una revisión de los clichés del cine de género, aunque a través de un acercamiento mucho más humano, moderno y contemporáneo, alejado de la inverosimilitud de un producto prefabricado y resultando un filme veraz, creíble y tremendamente visceral, que no se permite realizar un juicio ni sobre los personajes, ni sobre sus decisiones, sino tan sólo nos muestra lo que sucede, dejando que el público decida si estos desgraciados se merecen lo que obtienen.
La historia nos muestra dos vidas, dos mundos, uno devuelve la vida a los que han tenido un accidente y el otro saca provecho de la muerte. Dos personajes cargados de contradicciones y contrastes en los que el abogado defiende que trata con humanidad a sus clientes, cuando los médicos deben distanciarse de ellos para poder afrontar el día a día de un trabajo con tremendas secuelas psicológicas. Ambos trabajos sí tienen una cosa en común, las drogas que adormecen los sentidos para poder fingir un accidente en unos, sirven para contrarrestar la carga psicológica en los otros.
Debo admitir que Ricardo Darín, siendo un actor cargante en algunos de sus personajes, se muestra tremendamente eficaz en los casos, en los que como este, representa a un personaje cualquiera, que se gana la vida como puede, aunque su interpretación no pasa más allá de lo correcto. La que se merece todos los elogios es, sin duda, Martina Gusman, por la gran elasticidad emocional que nos ofrece con su personaje, que sin mostrarnos los motivos de su drogadicción nos permite entenderle, admitirle tal y como es y perdonar sus errores.
Estas dos interpretaciones podrían habernos pasados desapercibidas si no fuera por la "cámara ojo" de Pablo Trapero que se pega a sus personajes mostrándonos todo su entorno lo más cerca posible a ellos, a través de planos detalle, medios y primeros planos. Los planos generales son, apenas, utilizados en las localizaciones exteriores, y sólo para mostrarnos la acción correctamente, o el personaje se haya alejado del lugar y lo esté observando desde sus punto de vista, desde lejos.
La luz naturalista, deprimente en muchos casos por desarrollarse la acción de noche o en interiores, contribuye a identificarnos con el estado de ánimo de los personajes, con su cansancio, y el teleobjetivo utilizado por Julián Apezteguia nos ayuda a que no nos distraigamos con lo superficial, con el entorno, para que permanezcamos atentos al mundo de los protagonistas, sin percibir más allá de lo que ellos ven, de lo que sienten. No existe otro mundo más allá, otra realidad, otros problemas, tan sólo los suyos.
Carancho incluye también una sutil y elegante alusión a otro título que sí fuera de cine negro, aunque no dentro del sistema de producción industrial norteamericano y , ciertamente, constituyera una acercamiento inusual, psicológico, a unos personajes que en la época del cine clásico eran abordados en forma de estereotipo, algo que ya se encargara de remediar John Huston en los años cuarenta con esos personajes de chicos malos buenos, y que Stanley Kubrick perfecciona en Atraco perfecto (The Killing, 1956), la alusión en cuestión.
Publicado originalmente en EXTRACINE
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