jueves, 12 de agosto de 2010

Dos hermanos


Título original: Dos hermanos
Año: 2010
Nacionalidad: Argentina

Dirección: Daniel Burman
Guión: Daniel Burman & Diego Dubcovsky, basado en una novela de Diego Bubcovsky
Producción: Daniel Burman & Diego Bubcovsky
Música: Nico Cota
Fotografía: Hugo Colace
Montaje: Pablo Barbieri Carrera
Dirección Artística: Margarita Tamborino & Paulina López Meyer
Vestuario: Roberta Pesci
Reparto: Antonio Gasalla, graciela Borges, Elena Lucena, Rita Cortese, Omar Núñez, Mirtha Legrand…

unos pueden vivir en soledad, otros no

Daniel Burman rescata las maravillosas presencias de Antonio Gasalla y Graciela Borges para Dos hermanos, un filme basado en la novela Villa Laura, escrito por Diego Dubcovsky, quien también firma el guión.

Marcos (Antonio Gasalla) y Susana (Graciela Borges) son hermanos, aunque no siempre comparten las mismas opiniones. Mientras Marcos se dedica a cuidar de su madre enferma, Susana hace como que se dedica a la especulación inmobiliaria. El fallecimiento de su madre, permite a Susana convencer a Marcos para que se vaya a vivir a Uruguay, donde las leyes inmobiliarias no son tan flexibles como en Argentina y al haber dado Susana un adelanto para una villa, se ve en la obligación de comprarla. Allí Marcos conoce a Mario (Omar Núñez), con el que tiene intención de compartir algo más que una amistad, pero Susana no parece querer compartir a su hermano con nadie más.

La primera secuencia de la película no deja lugar a dudas, la relación de Marcos y Susana está marcada por la diferencia de opinión y punto de vista. Mientras ella es una manipuladora de primera clase, tan insoportable como fascinante, que necesita llamar la atención constantemente, y cuya egocéntrica concepción de la vida le da la seguridad de saber que ella nunca es la culpable de nada, sino que siempre lo son los demás, Marcos es un hombre afable, tranquilo, paciente, comprensivo y amable que siempre hace lo que debe, estando dispuesto a solucionar cualquier problema.

El soberbio guión elaborado conjuntamente entre el director, Daniel Burman y Diego Dubcovsky, autor de la novela y productores ambos también de la película, articula todo su discurso en torno a la relación de estos dos personajes, sin la necesidad de elaborar grandes gags, ni situaciones cómicas ni ningún momento artificial. El contraste entre ambos personajes y la desbordante y exagerada personalidad de Susana, se batan para regalarnos unos momentos tan divertidos y desternillantes, como trágicos y patéticos. Esta cualidad de pasar de lo cómico a lo trágico está magníficamente reflejada en la secuencia de los vasos que delatando la naturaleza fantasiosa de Susana, que inventa fantasmas donde le interesa, permite a Marcos hacerle bajar a la triste realidad.

Este tragicómico relato debe gran parte de su eficacia a la impresionante labor interpretativa de los dos protagonistas, Antonio Gasalla y Graciela Borges, dos interpretaciones, igual de opuestas que las de sus personajes y de las que me es imposible escoger uno por encima del otro, estando ambos soberbios y espectaculares. Antonio Gasalla, quien algunos recordarán por su participación en Esperando a la carroza (1985, Alejandro Doria), compone un personaje introvertido, pero del que somos capaces de leer el pensamiento en su mirada, de medir el grado de su paciencia en sus gestos, de apreciar en su interpretación el valor de las cosas pequeñas que su personaje tanto agradece.

Por el contrario, Graciella Borges, quien participara en filmes como La ciénaga (2001, Lucrecia Martel), Martín Fierro (1968, Leopoldo Torres Nilson) o Piel de verano (1961, Leopoldo Torre Nilson) y que algunos recordarán de la serie televisiva Los jinetes del Alba (1990, VIcente Aranda), nos regala una interpretación dentro de la interpretación. Mientras los demás personajes reservan sus cualidades interpretativas para la obra de teatro que monta Mario, el mundo es el teatro de Susana, pues su histriónico personaje se ve obligado a mentir constantemente a sus familiares y amigos para conseguir sus objetivos y no revelar las miserias de su solitaria vida. Impagable cuando llama a su propia casa con el pretexto de que se ha dejado la billetera, o cualquiera de las conversaciones acerca de tía Lala, cuya ambigüedad al decir el nombre, no permite que distingamos si se está riendo de su propia tía, o está haciendo una crítica a un tipo de nombres personales propios de la clase alta de Argentina.
Es obligatoria señalar el vestuario de Roberta Pesci, particularmente el que luce Graciella Borges, que no por estrafalario resulta grotesco, sino que se funde con la artificialidad del personaje que lo viste, permitiendo unas creaciones tan espectaculares como la propia protagonista.

Por último, señalar la sutileza a la hora de incluir el tema homosexual, que si bien se intuye durante toda la película, nunca se menciona sino en un momento concreto y, además, sólo para originar un giro de guión y una evolución en la relación fraternal, permitiendo una muestra de amor homosexual en la tercera edad absolutamente noble y elegante.

Publicado originalmente en EXTRACINE

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