lunes, 19 de julio de 2010

Vincere


Título original: Vincere
Año: 2009
Nacionalidad: Italia & Francia

Dirección: Marco Bellocchio
Guión: Marco Bellocchio & Daniela Ceselli
Producción: Mario Gianani
Fotografía: Daniele Cipri
Música: Carlo Crivelli
Montaje: Francesca Calvelli
Diseño de Producción: Marco Dentinci
Dirección Artística: Briseide Siciliano
Vestuario: Sergio Ballo
Reparto: Giovanna Mezzogiorno, Filippo Timi, Corrado Invernizzi, Fausto Russo Alesi, Michela Cescon, Pier Giorgio Bellocchio, Paolo Pierobon, Bruno Cariello, Francesca Picozza, Simona Nobili, Giovanna Mori, Silvia Ferretti, Corine Castelli, Patrizia Bettini, Fabrizio Costella…

cine reivindicativo contra el fascismo contemporáneo

La última película de Marcho Beloccio, es una conmovedora película que no sólo habla del pasado, sino también del presente italiano utilizando a Benito Mussolini para arremeter contra Silvio Berlusconi.

En los tiempos en los que todavía es socialista, Benito Mussolini (Filippo Timi), lanza una amenaza a Dios en la que le reta a destruirle,a fulminarle, a hacerle desaparecer. Tras cinco minutos de espera, al no cumplir Dios el reto, Mussolini dictamina que “Dios no existe“. Ida Dalser (Giovanna Mezzogiorno) lo dará todo por Benito, el dinero con el que poder comprar el periódico que le abre las puertas del poder, un hijo y su vida si hubiera hecho falta. Sin embargo, Benito Mussolini le devuelve desprecio y la confina a vivir en un manicomio.

Lo que Dios no consigue en cinco minutos, lo consigue Marco Bellocchio en ciento veinte, a través de un intenso drama centrado en la figura de Ida Dalser, y que representa lo que Mussolini hiciera realmente a los italianos, confinarles a vivir un período de oscuridad y locura. Si en un principio pudiera parecer que el título alude a uno de los famosos discursos del duche, finalmente, se revela que quien vence no es Mussolini, sino todos aquellos que le sobreviven y le erradican de la faz de la tierra, destruyendo todo vestigio de su paso por al Tierra, como él pide a Dios en la primera secuencia.

El discurso de marco Bellocchio está inteligentemente construido en torno a Ida Danser, auténtica protagonista de la película e interpretada soberbia y magistralmente por Giovanna Mezzogiorno, auténtica y verdadera protagonista de la película, a través de la que profundizaremos en las miserias de Mussolini, de la misma manera que nos enteraremos por la prensa de su escalada política y social. Una escalada llena de contradicciones —justificadas por un sencillo “he cambiado de opinión“— en la que comienza con un peldaño en el socialismo, para continuar a rebufo del rey, para emerger finalmente como el “salvador” de Italia. Pareciera que la historia de Italia y España fueran, no primas hermanas, sino hermanas gemelas, siendo la iglesia una piedra angular en la que se apoyara la dictadura del dictador, quien asegura que “cada vez que veo un cura siento la necesidad de lavarme las manos“, evidenciando así su sentimiento de culpabilidad.

Si a primera vista puede parecernos que la interpretación de Filippo Timi resulta alto caricaturesca —cuando el propio personaje se pasa la vida actuando para sus coetáneos—, sólo tendremos que esperar a ver las imágenes reales del propio Mussolini, absolutamente caricaturizado por sí mismo en un empacho de narcisismo, megalomanía y delirios de grandeza que le llevan a compararse con Napoleón y Jesucristo. Pocas dudas debería haber sobre el paralelismo, y la intención crítica del propio Bellocchio, con respecto a Silvio Berlusconi, que comparte con el duce algo más que histrionismo y patetismo y si Mussolini forjara su futuro a través de la prensa, Berlusconi lo haría a través del control de la televisión y la alusión a Napoleón pudiera indicar que también va dirigida a Berlusconi, así como la amenaza del título y el final de la película: ¡Vincere!

Fotografiado muchas veces en la oscuridad, en una clara metáfora que alude al color de su alma, la de Mussolini, —sobre todo en la secuencia en la que habla de la mediocridad de la gente que pareciera habla de sí mismo—, la magnífica fotografía de Daniele Ciprì retrata a una Italia en constante penumbra, en sombra. Es la oscuridad que reina durante la influencia del duce, una penumbra que sí permite apreciar una cuidada ambientación, marcada por el diseñador de producción Marco Dentici, con un mobiliario estilo Liberty, típico de la época, asociado al progreso tecnológico y el desarrollo económico y social característico de la revolución Industrial. Un espíritu que se insinúa constantemente a lo largo de la película, como en la secuencia del duelo, en el que coloca a los personajes delante de unas fábricas con sus altas chimeneas humeantes.

Asimismo, la dirección artística de Briseide Siciliano tiene buena cuenta de plasmar en cada momento la volubilidad de Berlusconi a través de elementos como las banderas que aparecen detrás de su figura en algunos momentos que dan cuenta de su oportunismo, algo que parece intrínseco en la época y de lo que se hace eco el historiador Emilio Gentile cuando asegura que es muy difícil distinguir entre un arditi, un futurista y un fascista. Asimismo, no puedo dejar de resaltar la magnífica partitura de Carlo Crivelli, que con su rítmica y minimalista banda sonora, acentúa el cariz indsutrial, repetitivo y abstracto que se visualiza en la relación con los futuristas.

El cine y un movimiento de vanguardia como fuera el Futurismo italiano aparecen representados varias veces en la película. El primero por su capacidad para mover a las masas y el poder de manipulación del que se percatan enseguida todos los dictadores de la época, tanto Lenin, como Hitler, como Franco, como Mussolini, y no podemos olvidar que fuera este último el que propiciara bajo su influencia la construcción de Cinecittà, como muestra de su poderío, así como el Centro Esperimental di Cinematografia. Nótese, además, que las alusiones cinematográficas incluyen el cine colosal de Giovanni Pastrone, con el que se identifica Benito, o Charles Chaplin, con quien se identifica Ida.

El futurismo está presente a lo largo de toda la película, empezando por la alusión directa que se hace al movimiento cuando Mussolini visita su exposición, pero también en la evidente inspiración pictórica de La cita che sale de Umberto Boccioni —la secuencia del humo que se propaga envolviendo personas y edificios y del que la gente huye despavorida— y ese magnífico momento en el que se unen las dos ideas, cine y futurismo, en las denominadas “noches futuristas” en las que los adeptos al movimiento caldeaban el ambiente, a propósito, para desembocar en esas violentas peleas al ritmo que marca el piano que acompaña a la proyección.

Por último destacar el apóstrofe final de Ida, cuando al salir de su casa, tras escaparse del manicomio, todo el pueblo sale para mostrarle su solidaridad, condenando la conducta del duce con ella y quien con una fuerte y desafiante mirada se vuelve para dirigirse en silencio al espectador. Sin duda, se trata de una apelación directa al pueblo italiano ¿qué piensas tú? ¿qué vas a hacer al respecto? Una pregunta que ya no está dirigida hacia Mussolini, pues la historia se ha encargado de ponerle en su sitio, en la basura, sino hacia un gobierno que opera de la misma manera, el de Berlusconi.

Publicado originalmente en EXTRACINE

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