Título original: Toy Story 3
Año: 2010
Nacionalidad: EE.UU.
Dirección: Lee Unkrich
Guión: Michael Arndt, John Lasseter, Andrew Stanton & Lee Unkrich
Producción: Darla K. Anderson
Música: Randy Newman
Diseño de Producción: sdf
Reparto: Tom Hanks, Tim Allen, Joan Cusack, Ned Beatty, Don Rickles, Michael Keaton, Wallace Shawn, John Ratzenberger, Estelle Harris, John Morris, Jodi Benson, Emily Hahn, Laurie Metcalf, Blake Clark, Teddy Newton, Bud Luckey, Beatrice Miller, Javier Fernandez Pena, Timothy Dalton, Lori Alan, Charlie Bright, Krsten Schaal, Jeff Garlin, Bonnie Hunt, John Cygan, Jeff Pidgeon, Whoopi Goldberg, Jack Angel, R. Lee Ermey, Jan Rabson, Richard Kind, Erik von Detten, Amber Kroner, Brianna Maiwand, Jack Willis...
no es una película Disney, es cine de animación maduro
Toy Story 3 se revela como un magnífico filme que evidencia la madurez de Pixar -no como estudio, sino como cineastas- tanto en su contenido como en su forma, alejándose de la fórmula más tradicional de cine musical de Disney —por mucho que encabece el crédito del comienzo— y asimilando el mismo mensaje que predica.
Andy ha crecido y está a punto de dejar el hogar familiar para ir a la Universidad. Debe tomar una decisión, elegir entre guardar sus viejos juguetes en el ático, donde vivirán cómodamente y siempre formarán parte de la vida de su dueño, quien podrá volver a ellos y recuperar su infancia por unos momentos; donarlos a un centro infantil en el que Woody y todos sus compañeros seguirían teniendo una vida activa haciendo felices a otros niños; o tirarlos a la basura, que llevaría irremediablemente la destrucción y el fin de sus días. Andy toma su decisión y decide subir todos sus juguetes al ático, menos a Woody, que se lo lleva consigo a la Universidad. Una pequeña distracción favorece un malentendido y su madre tira todos los juguetes a la basura, de donde se escapan gracias a una pequeña ayuda de Woody, y se cuelan en la caja destinada al centro de enseñanza, incluyendo a Woody, que no puede evitar quedar atrapado con ellos. Allí serán sometidos por Lotso, un oso de peluche que tiene tiranizados a los demás juguetes…
El visionado de Toy Story 3 puede dejarte agotado, exhausto, sin respiración, porque desde la primera secuencia a la última te envuelve y te arrastra en una aventura emocionante y vertiginosa, sin canciones ni sentimentalismo, sin pausas ni ñoñerías. Esta no es la tercera parte de una franquicia, ni el estiramiento de las aventuras de Buzz y Woody. No. Toy Story 3 va mucho más allá. No voy a atreverme a decir que supere a la primera, pues la otra tiene la ventaja de ser la predecesora sin la cual las demás no serían posibles, pero sí voy a decir que sabe utilizar las piezas a su disposición para generar una serie de metáforas que no van a ser percibidas por el público infantil, por lo que me inclino a pensar que la historia va dirigida, mayormente, a los que eran niños hace 15 años y, como Andy, han crecido y deben comenzar a afrontar la vida adulta, de la misma manera que el propio John Lasseter cede el puesto en la dirección a Lee Unkrich, quien fuera montador de Toy Story (1995, John Lasseter) y co-director de Toy Story 2 (1999, John Lasseter & Ash Brannon), además de co-dirigir Monsters, Inc (2001, Peter Docter, David Silberman & Lee Unkrich)y Finding Nemo (Andrew Stanton & Lee Unkrich), contribuyendo a dotar de esta tercera entrega de una personalidad propia y coherente con el momento en el que está realizada.
Pixar se aleja del entretenimiento superficial que sólo busca una rentabilidad económica —tipo Dreamworks—, ofreciendo una historia cargada de metáforas camufladas con mucha inteligencia, sin que parezca que estamos asistiendo a una película educativa —tipo Disney. Todo ello a través de un estimulante guión que consigue conectar con el espectador desde la primera secuencia, en la que consigue transportarnos al mundo imaginario infantil mediante el que un dormitorio puede convertirse en un escenario plagado de insospechados peligros y aventuras, para, a continuación, establecer el tema central de la película con la pregunta que se hacen todos los personajes: ¿qué será de nosotros a partir de ahora?
La madurez que transmite Toy Story 3 nos lleva a interpretar que la prosopopeya utilizada para dotar a todos los juguetes sus características y propiedades humanas es utilizada para desarrollar una serie de hipótesis sociales, políticas y filosóficas:
▪ el sentido de la vida, pues un juguete con el que no se juega no tiene razón de ser;
▪ la responsabilidad de la toma de decisiones, en primera persona, no sólo por la que tiene que tomar Andy, sino por las que toma el propio Woody;
▪ la solidaridad, evidenciada en la donación de los juguetes para que otros niños puedan aprovechar lo que Andy y su hermana ya no necesitan;
▪ las injusticias de un régimen totalitario y antidemocrático, como el que establece Lotso en su cerrada comunidad;
▪ el poder de la mentira y el desconocimiento de la realidad, que Lotso aprovecha para manipular a sus compañeros, especialmente aquellos que vivieron su misma experiencia traumática, pero no tuvieron acceso, como él, a la realidad, que Lotso tergiversa en su beneficio y para poder tenerlos controlados;
▪ la necesidad de asimilar la elecciones de los demás, en segunda y tercera persona, dado que Buzz y sus compañeros deben asimilar que Andy ya no va a jugar más con ellos, de la misma manera que Andy deberá afrontar las que tome Woody por sí mismo;
▪ la influencia de la providencia y todo aquello que el individuo no puede controlar, algo que está presente cuando Bonnie se interpone en el camino de Woody y que, además, es una idea presente desde la primera entrega de la franquicia en los maravillosos extraterrestres de tres ojos que siempre esperan ser elegidos;
▪ la importancia de la vida en sociedad, que es lo que reivindica finalmente la unión que se establece en todos los personajes y que es lo que, en definitiva, les ha permitido sortear todas las vicisitudes por las que han pasado, como decían en La bola de cristal: “sólo no puedes, con amigos sí”.
Y todo esto sin armas ni violencia, con responsabilidad y coherencia, con un ritmo vertiginoso pero controlado, con personajes nuevos como Lotso —me encanta que el malo de la película sea un oso de peluche—, Barbie y Ken, que además aprovechan para intercambiar sus roles mostrando a un Ken obsesionado por la imagen y las apariencias, lo superficial, y a una Barbie responsable y comprometida con sus compañeros, la responsabilidad —un muy interesante intercambio de valores que evidencia la vocación reivindicativa de sus creadores alternando los roles que se atribuyen a lo masculino y lo femenino—, y que protagonizan algunos de los mejores momentos como el pase de modelos, y esa lista de personajes nuevos tan bien escogidos como el bebé-matón o el hilarante mono-vigilante.
Impagable la broma que hacen los juguetes de Bonnie a Woody cuando le preguntan si es un actor del método, refiriéndose a la manera en la que permanece inmóvil de cara a los humanos. Sorprendente la broma visual de añadir un gag absolutamente cinematográfico jugando con el raccord del sombrero de Woody, que tan pronto se le ha caído como lo lleva puesto, tan pronto lo deja perdido bajo un árbol en la calle —con un plano que lo deja perfectamente claro— para después serle devuelto por Perdigón. Impresionante la secuencia de los niños cuando regresan de su recreo. Fascinante el relato del payaso en el que cuenta su historia, la del bebé-matón y Lotso. ¡¡¡Absolutamente emocionante la secuencia del vertedero!!!
Una última prueba de la actualización del discurso de los creadores de la película es la magnífica alusión al maestro contemporáneo de la animación, Hayao Miyazaki, con la inclusión de Totoro entre los juguetes de Bonnie —sobre todo si tenemos en cuenta que en la primera de la serie la alusión se hacía a Disney a través de las canciones de The Lion King (Roger Allers & Rob Minkoff), por ejemplo. Me parece que, aunque no es la primera vez que Pixar homenajea al maestro japonés en sus películas y es notoria la admiración del propio Lasseter hacia el animador nipón, con este gesto se evidencia una declaración de principios de cara a la industria de animación americana, que sigue realizando su cine de animación de espaldas a las tendencias internacionales, presa y anclada en los gustos de un público que ha envejecido y se mantiene ajeno a las necesidades de las nuevas generaciones, demostrando su validez a golpe de talonario que se diluye en fuertes campañas de marketing para hacer llegar sus productos al último rincón del planeta, pero sin la misma calidad artística que el animé japonés de los estudios Ghibli o cineastas como el mencionado Miyazaki, Katsuhiro Otomo, Mamoru Oshii, Satoshi Kon, o europeos como Sylvain Chomet o Michel Ocelot.
Como los personajes de la película, los animadores, los guionistas y los estudios deben evolucionar, tomar sus decisiones y decidir si quieren seguir haciendo un cine de animación facilón, anticuado y superficial para eternos adultos adolescentes, o crecer y evolucionar hacia un tipo de cine de animación más maduro y contemporáneo —como el que nos tiene acostumbrados Pixar, salvo algunas excepciones—, y que no se limite a contar en dibujos animados lo mismo que cuenta en una película comercial de ficción real, buscando tan sólo un rendimiento en taquilla propiciado por un aparente auge del cine de animación.
Mantén la boca cuando comience la proyección, de lo contrario te quedarás toda la película con la boca abierta. Imprescindible verla en versión original con subtítulos, de lo contrario te pasará desapercibido que Buzz habla en español en una parte de la película. Y no te hace falta el 3D, es espectacular porque la han hecho así. Estupenda.
Publicado originalmente en EXTRACINE
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