miércoles, 30 de noviembre de 2011

The Human Centipede II (Full Sequence)


Título original: The Human Centipede II (Full Sequence)
Año: 2011
País: Holanda, Reino Unido & EE. UU.

Dirección: Tom Six
Guión: Tom Six
Producción: Ilona Six & Tom Six 
Fotografía: David Meadows
Música: James Edwards Barker
Reparto: Laurence R. Harvey, Ashlynn Yennie, Maddi Black, Kandance Caine, Dominic Borrelli, Lucas Hansen, Lee Jude Gennis, Georgia Goodrick, Emma Lock, Katherine Templar, Peter Blankenstein, Vivien Bridson, Bill Hutchens, Peter Charlton, Daniel De'sioye… 

cien por cien perturbadora

Si eres de los que pensaba que The Human Centipede (First Sequence) era el punto más alto en cine gore, escatológico y desagradable, permíteme decirte que Tom Six consigue sorprenderte con The Human Centipede II (Full Sequence). Si eres de los que pensaba que Tom Six era un director de tres al cuarto que sería capaz de hacer un cine de bajo presupuesto sin capacidad para hacerte pensar, permíteme decirte que el cineasta holandés sabe sugerir para contar mucho más que lo que muestra. Si eres de los que pensaba que lo habías visto todo, permíteme decirte que hay cosas que te gustaría no te hubieran enseñado.

La primera cuestión que me llama la atención de The Human Centipede II (Full Sequence) es que su director, Tom Six, es perfectamente consciente de la manera en la que su obra es consumida por el público. El protagonista de su película, Martin -interpretado por Laurence R. Harvey, un actor que tiene la misma peculiaridad de resultar desagradable a simple vista, al igual que Dieter Laser en su precedente-, disfruta una y otra vez de The Human Centipede (First Sequence) en su ordenador.

Aunque todavía hay una interesante reflexión metacinematográfica mucho más interesante, y es la que introduce el director cuando coloca en manos de su personaje un álbum que contiene, no sólo imágenes de la película que le fascina, sino de sus protagonistas en su vida real. No puedo imaginarme el horror, asco y repulsión que debieron experimentar Ashley C. Williams y Ashlynn Yennie cuando pensaron en la posibilidad real de que un perturbado de estas dimensiones pueda disfrutar con su imagen.

Aún a pesar de que muchos me puedan tildar de exagerado y desproporcionado, me atrevería a decir que Tom Six plantea una auténtica reflexión moral con respecto a aquellos que hacen cine de alto contenido sexual o violento que puede incidir el comportamiento de otras personas. Pero más que nada, porque un servidor, nunca ha creído que una película pueda incidir en el comportamiento de nadie, o al menos en la magnitud en que la literatura de caballería hizo mella en otra perturbada mente, la del romántico y soñador hidalgo don Quijote.

Tom Six aborda la secuela de la película que le ha hecho famoso en el mundo entero con una elegancia y una aproximación estética que supera con creces a su original. Sin duda la decisión de fotografiar la película en blanco y negro le proporciona de un aspecto visual que hace que la podamos desvincular de una época concreta. Independientemente de que el aspecto de algunos personajes, detalles como el vestuario, o elementos de atrezzo como los coches y el ordenador que utiliza Martin, o el hecho de que esté viendo una película estrenada en 2009 nos ubique en nuestra realidad, lo cierto es que se puede prever que esta secuela va a envejecer mucho mejor que su precedente.

De entrada, me parece fascinante la manera que tiene de relacionar visualmente la película que Martin ve en su ordenador, con la pantalla a través de la que ve a los incautos que guardan sus coches en el garaje que vigila, o el propio Martin visto a través del ventanuco de su oficina. Lo que me lleva a reflexionar sobre la cuestión de lo raros que podemos ser cualquiera de nosotros si se nos observa de la misma manera que estamos observando la insólita vida de este pobre desgraciado, particularmente los que nos atrevemos a ver esta película en cuestión. Ironía y sentido del humor ante todo, tanto para el cineasta como para su público potencial.

Y todavía mucho más que el uso de la imagen, la efectividad de la repulsión de muchos momentos de la película, esa atmósfera de tensión que se respira en todo momento, o la crispación que el espectador pueda a llegar experimentar son fruto del magnífico uso del sonido a lo largo de toda la película. En ese sentido, si la primera parte me recordaba estéticamente al cine de David Cronenberg, en este caso tendría que remitirme al espectacular uso que del sonido hace David Lynch en todas sus películas. La fotografía en blanco y negro y la caracterización de algunos personajes, sin duda, nos remiten a Eraserhead.

El desaliñado aspecto de la madre de Martin, que contrasta con el hecho de que siempre lleve los rulos puestos; el improbable aspecto del médico que le atiende, que parece fuera un hippie que siguiera conservando el aspecto físico de sus tiempos de universidad -si es que este pavo hubiera ido a alguna (me encanta ironía de cómo termina su relación)-; o la sorprendente estética del vecino de arriba, a mitad de camino entre un ángel del infierno, un integrante de una banda de cabezas rapadas y un homosexual leather. Todos ellos confieren una inquietante y perturbadora dimensión al relato de Tom Six, casi más que las secuencias sangrientas y escatológicas que puedan interesar a un sector del público.

Resaltar también la efectividad de un relato que comienza en un punto álgido, haciendo que la tensión sea inmediata, abundando en elipsis que permiten que la acción avance a gran velocidad. Evita repeticiones obvias e innecesarias, pero construye un relato cuya intensidad sensorial, más que emocional, provoca que el tiempo se dilate para el espectador de una manera tan insoportable como para sus desgraciados personajes.

Asimismo, me veo en la obligación de resaltar otros momentos que… Bueno, mejor descúbranlos por ustedes mismos. Tan sólo quisiera advertirles que si, como un servidor, pasada la primera hora de la película, y a pesar de que está plagada de momentos espeluznantes, alguno llega a pensar que toda la acción se va a centrar en la insólita y deplorable forma de vida de Martin, que sepan que pasada casi la primera hora de la película llegarán a todo un festival de torturas dignas de Salò o le 120 giornate di Sodoma. Momentos espeluznantes, insoportables y absolutamente desagradables que harán las delicias de unos y el disgusto de otros. Avisados quedan. ¡Ahora que yo la tercera no me la pierdo!

Publicado originalmente en EXTRACINE

Jane Eyre


Título original: Jane Eyre
Año: 2011
País: Reino Unido & EE. UU.

Dirección: Cary Fukunaga
Guión: Moira Buffini, basado e a novela de Charlotte Brontë
Producción: Alison Owen & Paul Trijbits 
Fotografía: Adriano Goldman
Música: Dario Marinelli
Montaje: Melanie Oliver
Diseño de producción: Wil Hughes-Jones
Dirección artística: Karl Probert
Decorados: Tina Jones
Vestuario: Michael O'Connor
Reparto: Mia Wasikowska, Janie Bell, Su Elliot, Holliday Gringer, Tamzin Merchant,  Amelia Clarkson, Craig Roberts, Sally Hawkins, Lizzie Hopley, Jayne Wisener, Freya Wilson, Emily Haigh, Simon McBurney, Sandy McDade, Freya Parks, Edwina Elek, Ewart James Walters, Judi Dench, Georgia Bourke, Sally Reeve, Romy Settbon Moore, Eglantine Rembauville-Nicolle, Michael Fassbender, Rosie Cavaliero, Angela Curran, Imogen Poots, Sophie Ward, Joe Van Moyland, Hayden Phillips, Laura Phillips, Harry Lloyd, Ned Dennehy, Joseph Kloska, Ben Roberts, Valentina Cervi… 

romanticismo gótico elegante

Aunque no sea la adaptación definitiva de Jane Eyre, la tercera película dirigida por Cary Fukunaga es una de las versiones más interesantes que se han realizado de la inmortal novela de Charlotte Brontë. Si en el equipo artístico destacan las interpretaciones de Michael Fassbender y Mia Wasikoeska, en el equipo técnico hay que resaltar la exquisita labor de su director de fotografía, la eficacia del compositor de su banda sonora y la inteligencia de una guionista que sabe alterar el orden de los sucesos y quitar algunos elementos sin desvirtuar por ello el espíritu de la obra original.

Denostada por muchos como una obra femenina -como si eso fuera algo malo-, es precisamente una mujer, Moira Buffini -responsable recientemente de otro guión centrado en otra mujer revolucionaria a su manera, como Tamara Drewe-, la que despoja de cualquier atisbo de melodrama a la triste historia de Jane Eyre, sin adulterar por ello la naturaleza de todos y cada uno de sus personajes. Quizás algunos lectores echen de menos el doloroso periplo de Lowood, del que apenas se dan unas pinceladas. Puede que no estén excesivamente bien retratados el señor Rivers y sus hermanas. Tampoco parece que haya hecho mucho hincapié en algunas de las cualidades que hacían de Jane Eyre una mujer avanzada para su tiempo al no regir sus actos por la religión, ni doblegarse a los deseos de un hombre. Pero sí queda perfectamente claro que lo que estamos presenciando es la historia de una persona que, por su condición femenina, pasará a ser una persona diferente en el momento en que contraiga matrimonio, perdiendo también su nombre de nacimiento.

Cary Fukunaga aprovecha visualmente la espectacularidad y exuberancia de la campiña inglesa, que junto a una precisión pictórica a la hora de encuadrar a sus personajes consigue que podamos desvincular la obra del momento en el que está realizada para hacernos creer que estamos realmente en el siglo XIX. Gran parte del poderoso impacto visual de la película se debe a la fascinante fotografía de Adriano Goldman que, con una aproximación absolutamente naturalista de la luz, consigue un tono gótico y exquisitamente tétrico sin renunciar por ello al color. Podríamos decir que si la fotografía ilustra lo externo, esa fría apariencia que desprenden los personajes, es la música la que muestra el interior, pues realmente parece que la partitura de Dario Marianelli expresara a la perfección los sentimientos de los personajes, siendo por ello crucial su aportación en secuencias como la de la declaración, en la que se ponen de acuerdo todos los elementos para conseguir un momento sublime, sin abusar de estética o elementos artificiales.

La pericia de Fukunaga no se queda sólo en el aspecto visual, sino que consigue unas prodigiosas interpretaciones de todos y cada uno de los miembros de su reparto, siendo especialmente cuidadas las de sus dos protagonistas, Mia Wasikowska y Michael Fassbender. Si de este último no me sorprende en absoluto, vistos sus numerosos éxitos recientes, debo decir que en el caso de la joven protagonista de la película es toda una revelación, dada la complejidad del personaje que no llega a decir lo que siente, pero que se puede percibir perfectamente en su mirada.

En definitiva, una película recomendable tanto para los que hayan leído la novela de Charlotte Bronté, que no se sentirán defraudados, como para los que no lo hayan hecho, que ciertamente les entrarán ganas de hacerlo.

Publicado originalmente en EXTRACINE

London Boulevard


Título original: London Boulevard
Año: 2010
País: Reino Unido & EE.UU.

Dirección: William Monahan
Guión: William Monahan, basado en una novela de Ken Bruen
Producción: Quentin Curtis, Tim Headington, Graham King & William Monahan 
Fotografía: Chris Menges
Música: Sergio Pizzorno
Montaje: Dody Dorn & Robb Sullivan
Diseño de producción: Martin Childs
Dirección artística: Sarah Stuart
Decorados: Celia Bobak
Vestuario: Odile Dicks-Mireaux
Reparto: Colin Farrell, Keira Knightley, David Thewlis, Anna Friel, Ben Chaplin, Ray Winstone, Eddie Marsan, Sanjeev Bhaskar, Stephen Graham, Ophelia Lovibons, Jamie Campbell Bower, Velibor Topic, Lee Boardman, Alan Williams, Jonathan Cullen, Robert Willox, Tony Way, Tim Plester, Jake Abraham, Damir Koluder, Nick Bartlett, Matt King, Jamie Blackley, Gregory Foreman, Sarah Niles, Jonny Coyne, Bob Mercer, Elly Faiman, Oliver Wood, Jonny Leigh Wright, Hainsley Lloyd Bennett, Michelle Littman, Zehra Sameena, Giles Terera, Gerald Home… 

de vuelta con el chico-malo-bueno que va por mal camino

William Monahan se ha convertido en uno de los grandes guionistas de Hollywood, no sólo por el Oscar al mejor guión adaptado que obtuviera por Infiltrados (The Departed, 2006, Martin Scorsese), sino gracias también a otros filmes como El reino de los cielos (Kingdom of Heaven, 2005, Ridley Scott), Red de mentiras (Body of Lies, 2008, Ridley Scott) o Al límite (Edge of Darkness, 2010, Martin Campbell). Todos ellos títulos de acción que no descuidan la composición de sus personajes, independientemente de que cada director les preste mayor o menor atención. No es de extrañar que en su primer trabajo como director, London Boulevard, el retrato de sus personajes sea más interesante que la trama que desarrolla.

Basada en una novela de Ken Bruen, volvemos a encontrarnos con un personaje de chico-malo-bueno, en la línea de otra adaptación cinematográfica reciente del mismo autor, como Blitz, pero que circula aquí por el otro lado de la ley. Como en aquella, también se incluyen referencias a personajes homosexuales, aunque ahora retratados de manera más fría y distante. Pero aunque London Boulevard pueda resultar una película que se disfruta y entretiene considerablemente, no llega a cerrarse de una manera tan sólida como lo hiciera  la de Elliott Lester.

De entrada partimos de una historia bastante trillada, como la de un delincuente con deseos de rehabilitarse que perece en el intento. Aunque en un contexto muy diferente, no deja de planear la sombra de una película similar, como Carlito’s Way, la magnífica película de Brian De Palma que protagonizaran Al Pacino, Sean Penn y Penelope Ann Miller. Las conexiones entre algunos personajes son demasiado forzadas, como la relación de Harry con el indigente o el enlace que le sirve para llegar hasta Charlotte. Así como otras no parecen bien explicadas, como el vínculo que tiene Harry con Billy o la excéntrica relación que tiene con su hermana. Realmente no entiendo muy bien que aporta la secuencia de Charlotte yendo a la compra a la totalidad de la trama. También parece que se queda en la superficie de algunas cuestiones que plantea como la presión de los paparazzi sobre Charlotte o las redes del crimen organizado en Londres. Al menos es lo que se desprende del tono de una película que si además de entretenerte, también parece pretender hacerte pensar. Pero si bien es cierto que falla en sus pretensiones de trascender, London Boulevard sí consigue ser un producto completamente entretenido, gracias a una aproximación visual cuidada, acompañada de una banda sonora bastante interesante.

Juega vital importancia la interpretación de algunos personajes. Dejando de lado a Keira Knightley -que también es justo decirlo se muestra comedida y bastante desenvuelta en un personaje que le permite una interpretación excéntrica-, quien lleva estupendamente bien todo el peso de la trama es Colin Farrell, que es perfectamente capaz de transmitir las contradicciones de su personaje. Sobresale un espléndido Ben Chaplin en un personaje antipático y nada agradecido, así como la de Ray Winstone en un clásico personaje de gángster psicópata, quizás el más estereotipado de todos los personajes -que a muchos recordará inevitablemente al que hiciera Robert Loggia en Lost Highway. Pero quien se lleva toda la atención es, sin duda alguna, David Thewlis con un personaje tremendamente divertido sin necesidad de hacer ningún chiste.

Por lo que no te molestes si esperas una película trascendental que aborde con originalidad la imposible reinserción de un delincuente de poca monta, pero si lo que esperas es un filme de género tradicional, pero que aporte un poquito más de sal a una receta que todos sabemos de antemano, no dudes en comprar tu entrada.


Publicado originalmente en EXTRACINE

Un método peligroso


Título original: A Dangerous Method
Año: 2011
País: Reino Unido, Alemania, Suiza & Canadá

Dirección: David Cronenberg
Guión: Christopher hampón, basado en su propia obra de teatro, que adapta una novela de John Kerr
Producción: Jeremy Thomas 
Fotografía: Peter Suschitzky
Música: Howard Shore
Montaje: Ronald Sanders
Diseño de producción: James McAteer
Dirección artística: Anja Fromm, Nina Hirschberg, Frances Soeder & Sebastian Soukup
Decorados: Gernot Thöndel
Vestuario: Denise Cronenberg
Reparto: Keira Knightley, Viggo Mortensen, Michael Fassbender, Vincent Cassel, Sarah Gadon, André Hennicke, Arndt Schwering- Sohnrey, Mignon Remé, Mareike Carrière, Franziska Arndt, Wladimir Matuchin, André Dietz, Anna Thalbach, Sarah Marecek, Bjorn, Geske, Makus Haase, Christian Serritiello, Clemens Giebel, Theo Meller, Jost Grix, Severin von Hoensbroech, Torsten Knipperz,tz, Dirk S. Greis, Katharina Palm, Nina Azizi, Julie Chevallier, Cynthia Cosima, Mirko Naeger- Guckeisen, Julia Mack, Andrea Magro, Aaron Keller, Nadine Salomon, Naike Jaszczyk, sarah Adams… 

cómo se les ocurriría probarlo con Keira

Es difícil comenzar a hablar de A Dangerous Method, la última película dirigida por el inquietante David Cronenberg, sobre todo porque se trata de uno de mis directores favoritos. Desde luego desconozco el método que ha utilizado para realizar su película, pero lo que sí que es cierto es que se ha tropezado con dos grandes inconvenientes: una de las peores y más olvidables interpretaciones que nadie se pueda imaginar, por parte de Keira Knightley, y el error de llamar al autor de una obra de teatro, Christopher Hampton, para que realice él mismo la adaptación a guión cinematográfico. Lo cual no exonera al cineasta canadiense de su responsabilidad en el resultado final. Una película que ni sé cual es el tema que desarrolla ni, desde luego, lo que quería contar con ella.

Como digo el primer escollo de la película comienza en el momento en que aparece en pantalla la cara desencajada de Keira Knightley. Un papel que hubiera bordado a la perfección Helena Bonham Carter y que ciertamente recuerda bastante aquel personaje tan emocional que interpretara en Howards End, o quizás Emily Watson, que con su interpretación en Breaking the Waves demostraba que una persona podía ser puro sentimiento sin parecer por ello una histérica desequilibrada. Y eso es justamente lo que hace Keira Knightley, que una mujer que no comprende sus impulsos sexuales, o se avergüenza de ellos, debe comportarse como una perra, loca, histérica y salvaje, regalándonos la colección de muecas, caretos y posturas más histriónicas e insoportables que un servidor haya visto nunca en la gran pantalla.

Cada nuevo plano en que vemos la mandíbula desbocada de la actriz británica basta para echar a perder los esfuerzos de Michael Fassbender y Viggo Mortensen por hacer creíbles sus personajes. Si la hubieran realizado con la técnica estroboscópica, desde luego, habría sido toda un experiencia terrorífica. ¿Cómo va a enamorarse nadie de una dentadura batiente? ¡Una cosa es que sea guapa, pero el personaje que interpreta es insoportable! En ningún momento despierta ternura, ni comprensión ni empatía alguna. Lo que me lleva a la otra cuestión de la película: la adaptación de obra de teatro a guión cinematográfico.

A Dangerous Method es una película llena de diálogos y frases y textos y palabras. Y cuando llega una acción, nunca supone realmente nada para la evolución de la historia, lo que me lleva a pensar que el principal error se esconde detrás de la elección del propio autor teatral para abordar la adaptación cinematográfica pues, pareciera que Christopher Hampton estuviera demasiado apegado a sus textos. No deja que las acciones fluyan, y obliga a sus personajes a decir las conclusiones a las que hubiera debido llegar el espectador por sí mismo, dejando inválidas las propuestas de cualquiera de los personajes, por interesantes como puedan ser algunas de ellas.

Quizás la culpa es mía por esperar una película con el sello de David Cronenberg, pero es que de eso se trata, sobre todo cuando incluye personajes como Carl Jung y Sigmund Freud y cuando se tratan temas como el sadomasoquismo. Pero no encuentro ni rastro del morbo que había en Videodrome, Inseparables (Dead Ringers) o Crash, que está representado en A Dangerous Method como si hubieran quedado para tomar café. David Cronenberg parece tan sobrepasado por las (pocas) acciones de sus personajes como el propio Carl Jung (Michael Fassbender), que en su insistencia en parecer normal, llega a convertirse en el más enfermo y anormal de todos los personajes. ¿Sería este el tema de la película? Sinceramente y parafraseando a Rhett Butler, a estas alturas de la película ya me importa un bledo.

Publicado originalmente en EXTRACINE

Un dios salvaje


Título original: Carnage
Año: 2011
País: Francia, Alemania y Polonia

Dirección: Roman Polanski
Guión: Yasmina Reza & Roman Polanski
Producción: Saïd Ben Saïd
Fotografía: Pawel Edelman
Música: Alexandre Desplat
Montaje: Hervé de Luze
Diseño de producción: Dean Tavoularis
Decorados: Franckie Diago
Vestuario: Milena Canonero
Reparto: Jodie Foster, Kate Winslet, Christoph Waltz, John C. Reilly, Elvis Polanski, Eliot Berger, Joseph Rezwin, Nathan Rippy… 

el dios salvaje y los seres humanos ridículos

La última película de Roman Polanski es una auténtica comedia con la que el cineasta franco-polaco es capaz de llevar hasta tal límite a sus personajes. Con Carnage consigue sacar a la luz todas la hipocresía y las más profundas miserias que se esconden debajo de los códigos de conducta de la sociedad occidental. No cabe duda, de que gran parte del mérito de su obra reside en los textos de Yasmina Reza y en la efectividad de un magnífico reparto. De hecho, el director pone su planificación al servicio de Jodie Foster, Kate Winslet, Christoph Waltz y John C. Reilly. Sin embargo el director consigue dotar a la película de su toque y sello personal.

Siempre he considerado que Polanski era uno de los cineastas contemporáneos que mejor habían asimilado y propagado el legado de un movimiento inmediatamente posterior al expresionismo alemán, y que tuviera en Friedrich W. Murnau, su mayor exponente: el Kammerspielfilm. Este movimiento de cine realista en el que siempre se utilizaban pocos personajes, no sólo era heredero del teatro, sino que precisamente se le llamaba así porque parte de un movimiento teatral que desarrollara Max Reindhart, una especie de teatro de cámara que se denominaba kammerspiel. El espíritu del movimiento era crear sencillas piezas, con pocos personajes en los que se mantenían las tres unidades básicas: tiempo, lugar y acción.

Si Polanski ha sido relativamente fiel a esta premisa en películas como El cuchillo en el agua (Nóz w wodzie, 1962), Repulsion (1965), Callejón sin salida (Cul-de-sac, 1966), El quimérico iquilino (Le locataire, 1976), Lunas de hiel (Bitter Moon, 1992) o La muerte y la doncella (The Death and the Maiden, 1994), con Carnage llega todavía más lejos rodando la película como si fuera una auténtica obra de teatro, es decir, desde la primera secuencia hasta la última. Permitiendo que su reparto pueda aprovechar las emociones que la evolución del relato proporciona a sus respectivos personajes con el desarrollo de la acción. Quizás ellas estén mejor que ellos, y si soy un completo admirador del trabajo de Kate Winslet y su personaje es ciertamente uno de los más agradecidos de la películas, lo cierto es que Jodie Foster está absolutamente fantástica.

No cabe duda que soterrado bajo el pretexto que da pie a la película, esa disputa entre los hijos de ambas parejas, subyace el lamentable incidente por el que Roman Polanski sufre la desmesurada persecución de la “justicia” de los Estados Unidos de América. Lo expreso así porque si su actuación fuera, ciertamente, un auténtico y lamentable error, el cineasta se ha arrepentido públicamente, además de haber pedido perdón a la persona que fue víctima de su agresión. Quien no sólo le ha perdonado, sino que acude de su mano al estreno de las películas del cineasta (en Francia, claro). Por lo que permitan ver en estos cuatro personajes, sobre todo en los que interpretan Foster y Reilly, una demoledora crítica contra la hipócrita moral estadounidense.

No voy a decir que esta sea una de las mejores películas de Roman Polanski, incluso me molesta que sea tan breve, podemos decir que es una película carente de acciones o giros que permitan una mayor evolución de la historia, aunque sus personajes sí evolucionan, pero sí tiene una contundente conclusión. Pero lo que no cabe duda es de lo oportuna que resulta en la filmografía de su director, precisamente después de El escritor (The Ghost Writer, 2010), que desde mi punto de vista también aludía a la persecución a la que se veía sometido por los estadounidenses. De alguna manera, Yasmina Reza funciona como el “ghost writer/negro” del propio Polanski en Carnage, pues al fin y al cabo, él siempre podrá decir que el tema y el argumento son de ella, quien también firma el guión junto al cienasta, y que él tan sólo se limita a poner su obra en imágenes. Pero qué divertido y satisfactorio es el resultado.

Publicado originalmente en EXTRACINE

domingo, 20 de noviembre de 2011

Anonymous


Título original: Anonymous
Año: 2011
País: Reino Unido & Alemania

Dirección: Roland Emmerich
Guión: John Orloff (A Mighty Heart -la de Michael Winterbottom con angelina Jolie- y Legend of the Guardians: The Owls of Ga'Hoole)
Producción: Roland Emmerich, Larry J. Franco & Robert Leger 
Fotografía: Anna Foester
Música: Harald Kloser & Thomas Wanker
Montaje: Peter R. Adam
Diseño de producción: Sebastian T. Krawinkel
Dirección artística: Sabine Engelberg, Stephan O. Gessler, Philip Higgs, Stefan Speth & Bryce Tibbey
Decorados: Simon-Julien Boucherie
Vestuario: Lisy Christl
Reparto: Rhys Ifans, Vanessa Redgrave, Sebastian Armesto, Rafe Spall, David Thewlis, Edward Hogg, Xavier Samuel, Sam Reid, Jamie Campbell Bower, Joely Richardson, Paolo De Vita, Trystan Gravelle, Robert Emms, Tony Way, Julian Bleach, Derek Jacobi, Alex Hassell, James Garnon, Mark Rylance, Jasper Brown, Ned Dennehy, John Keogh, Lloyd Hutchinson, Vicky Krieps, Helen Baxendale, Paula Schramm, Amy Kwolek, Luke Thomas Taylor, Isaiah Michalski, Timo Huber, Richard Durdan, Shaun Lawton, Detlef Bothe, James Clyde, Christian Sengewald, Jean-Loup Fourure, Victoria Gabrysch, Axel Sichrovsky, Katrin Pollitt, Patricia Grove, Laura Lo Zito, Gode Benedix, Nic Romm, Henry Lloyd-Hughes, Patrick Diemling, Patrick Heyn, Nino Sandow, Craig Salisbury, Rainer Guldener, Trystan Wyn Puetter, André Kaczmarczyk, Jonas Hämmerle, Leonard Kinzinger, Mike Maas, Christian Leonard, Christian Banzhaf, Victor Calero, Martin Engler, Alfred Hartung, Oliver Kube, Christian Ludwig, Oliver Rickenbacher, Claudius von Stolzmann… 

de reina virgen a coneja desaforada

Dado que no puede destruir el mundo, está visto que Roland Emmerich se ha propuesto destruir la cultura. Al menos esto es lo primero que me viene a la mente después de digerir, con esfuerzo y paciencia, la delirante Anonymous. Y no lo digo por el tema que plantea, sino por la torpe manera en la que desarrolla su propuesta que, finalmente, termina por confirmar lo que un servidor tenía bastante claro con las películas previas del cineasta -qué grande le viene este sustantivo- alemán: que no es más que un ultraconservador disfrazado de cuero que no bucea en los orígenes de su propia cultura, ¿la nazi?, por si se le fuera a ver el plumero con más claridad.

Comenzando por el principio, tenemos que fijarnos ante todo en el guión que propone John Orloff en la que es su tercera película, tras Un corazón invencible (A Mighty Heart, 2007), una de las pocas películas flojas de Michael Winterbottom, y Ga'Hoole - La leyenda de los guardianesi (Legend of the Guardians: The Owls of Ga’Hoole, , la película de animación que dirigía Zack Snyder y que, aunque fue de mi agrado, también tenía un fuerte tufo a fascismo soterrado. Al menos en Anonymous tiene la sensatez de enmarcar su teoría dentro de la ficción al desarrollarse sobre un escenario, remarcando la idea de que todo lo que se va a presenciar no es más que pura (y absurda) especulación. Si cuestionar la autoría de William Shakespeare sobre su obra no es nuevo, sin duda convertir a Elizabeth, la que se considera “reina virgen”, en una coneja desaforada que se quedaba embarazaba con cada nueva conquista desbarata la poca credibilidad que tenga la primera premisa.

Con lo que respecta al texto en sí, las únicas palabras inteligentes que se escuchan a lo largo de todo la película son, como no podía ser de otra manera, las que reproducen las obras originales de William Shakespeare. Las acciones a través de las que se desarrolla el argumento de la película, ya sea más o menos creíble, quedan totalmente ridiculizadas en el momento en que el torpe reparto de la película abre la boca, porque todos los personajes parecen escritos por un aficionado de las mismas características que el William Shakespeare que se retrata en Anonymous.

Ninguno de los actores es capaz de insuflar algo de carisma y personalidad a sus respectivos personajes, comenzando por un insulso Rhys Ifans y terminando por un insoportablemente patético David Thewlis. Las únicas que se salvan de que les corten la cabeza son las espléndidas aportaciones de Vanessa Redgrave y Joely Richardson en su representación de Elizabeth, que hacen que nos olvidemos por un momento, tanto de Cate Blanchett en Elizabeth (1998, Shekhar Kapur), como de Judi Dench en Shakespeare in Love (1998, John Madden). Mención aparte merece el joven actor Jamie Campbell Bower, que sí consigue insuflar fuerza y personalidad en su personificación del joven Edward de Vere, dejando claro que el problema de los demás actores no es tanto el texto y las acciones, como su falta de capacidad.

Por lo demás, la única premisa que me ha interesado de toda la película es la que Edward de Vere le plantea a Ben Jonson sobre la política intrínseca en cualquier expresión artística. Efectivamente, estoy completamente de acuerdo en que todo artista, con la mínima decisión que toma para su obra, desde el sexo de cada personaje, hasta su edad, la época en la que viven o, incluso su aspecto físico, pone de manifiesto las simpatías y afinidades del autor con su propia época, tanto desde un punto de vista social, como político. Y esto siempre es así, por muy liviana que sea la película y aunque tenga como objetivo únicamente el de entretener. Como dice el conde: toda expresión artística es política, lo que me lleva a hacer mi propia reflexión sobre lo que quiere decir Roland emmerich con Anonymous:

1. El planteamiento de que una persona sin estudios nunca pueda ser capaz de crear obras de la calidad de las que creó William Shakespeare demuestra que Roland Emmerich y John Orloff, no deben haber visto nunca una película de Charles Chaplin, por mencionar un artista más o menos contemporáneo, sin estudios, autodidacta, que no sólo actuaba, sino que escribía, dirigía y componía las partituras de la mayoría de sus obras. Hay muchos más con las mismas características.
2. Igualmente, me quedo perplejo ante el poco respeto que tienen director y guionista hacia el arte dramático. Está visto que para ellos los actores son gente vacía que únicamente se aprenden un texto que posteriormente olvidan con el primer cigarrillo, la primera copa, o el primer polvo que se echan una vez han terminado de actuar.
3. Un pensamento como los dos anteriores solo puede venir de unas mentes clasistas, conservadoras y peligrosamente fascistas, cosa que no me sorprende del artífice de filmes como Stargate, Independece Day o 2012, independientemente de que alguna de ellas me pueda parecer más o menos entretenida, que nuca magnífica, claro.
4. Si todo artista es político, está visto que la política de Roland Emmerich es absolutamente inservible, como lo es el grueso de su filmografía, o respondiendo al lema de su película: Emmerich es el fraude.

¿Que más puedo decir? Si quieren ver una interesante película de intrigas y traiciones reales, que además sea total y absolutamente cierta, por favor alquilen Un hombre para la eternidad (A Man for All Seasons, 1966, Fred Zinnemann). Quedarán mucho más reconfortados tanto por su aspecto artístico, como por el político. Y, además, es infinitamente más emocionante.

Publicado originalmente en EXTRACINE

11-11-11


Título original: 11-11-11
Año: 2011
País: EE. UU. & España

Dirección: Darren Lynn Bousman
Guión: Darren Lynn Bousman
Producción: Loris Curci, Richard Heller, Christian Molina & Wayne Allan Rice 
Fotografía: Joseph White
Música: Joseph Bishara
Montaje: Martin Hunter
Diseño de producción: Mani Martínez
Vestuario: Toni Martín
Reparto: Timothy Gibbs, Michael Landes, Denis Rafter, Wendy Glenn, Lluís Soler, Brendan Price, Lolo Herrero, Montserrat Alcoverro, Benjamin Cook, Salomé Jiménez… 

que el fin del mundo llegue para los que han hecho esta película

Desconozco sinceramente de dónde procede la expectación originada ante un título como 11-11-11. Sin duda los artífices de la película han sabido especular con el morbo que pueda despertar tan peculiar fecha en el calendario gregoriano, por eso hacen coincidir el estreno de la película con la fecha de su título. Si por un lado podemos afirmar que la película dirigida por Darren Lynn Bousman se suma a la lista de proyectos internacionales en los que se han integrado talento y creatividad españoles y estadounidenses, como The New Daughter (2009, Luis Berdejo), Buried (2010, Rodrigo Cortés)o, más recientemente, Apollo 18 (2011, Gonzalo López-Gallego), pues aunque el director y buena parte del equipo de producción sean norteamericanos, la mayor parte del rodaje se ha realizado en España, participando gran número de técnicos españoles, siendo además una co-producción entre ambos países. Sin embargo, 11-11-11, dista bastante de la calidad de cualquiera de los títulos anteriores.

Quizás lo primero que me llame la atención de la película, no sea tanto que se trata de un título dirigido por el responsable de títulos como Saw II, III y IV, sino de la fuerte influencia en el tono y fondo de su película del cineasta Jaume Balagueró, más de sus primeras películas, Los sin nombre o Darkness, que de Frágiles o [Rec]. Y si un servidor es admirador, pese a sus defectos de la obra del cineasta catalán, lo cierto es que su influencia juega en contra de la película, más que nada porque se puede prever cómo va a terminar. Sobre todo en el momento en que nos acordamos que en todas sus películas triunfa el mal.

Darren Lynn Bousman falla el tiro por partida doble: como guionista y como director. Si la historia comienza como si fuera una versión gótica de cualquiera de las novelas novela de Stephen King con escritor en crisis, enseguida comienza a ir dando tumbos a caballo entre las fabulosas secuencias de apariciones de fantasmas de Suspense (The Innocents, 1961, Jack Clayton) -con mucha menos capacidad para impresionar al espectador-, una versión edulcorada de La semilla del diablo (Rosemary’s Baby, 1968, Roman Polanski) -pero de pacotilla, claro está- y la imaginería de la inefable serie de televisión Embrujadas (Charmed) -que quizás acabe siendo su influencia más poderosa.

Por muchos sustos ridículos que intercale en medio de la acción, tampoco su puesta en escena consigue atrapar a un espectador que irá perdiendo el interés paulatinamente. Las interpretaciones son flojas, la atmósfera es insípida y las alucinaciones o presencias de criaturas de incierta procedencia son tan aburridas y predecibles que acaban por que deseemos verdaderamente que triunfe el mal y arrase con todos los personajes, o al menos así lo sintió un servidor.

Me es imposible dejar de lado el espinoso tema de la inverosimilitud. Si por un lado no me queda claro si se trata de una familia española que enviaron a uno de sus hijos a los Estados Unidos, o de una familia estadounidense que se instalo en Barcelona, lo que termina por rematar el desbarajuste es que unos personajes hablen en inglés y los otros les contesten en español. Quizás por una vez sea más práctico ver la película doblada, aunque seguro que lo mejor hubiera sido no verla.

Publicado originalmente en EXTRACINE