Título original: L'illusionniste
Año: 2010
País: Reino Unido & Francia
Dirección: Sylvain Chomet
Guión: Sylvain Chomet, adaptado de un guión original de Jacques Tati
Producción: Sally Chomet & Bob Last
Música: Sylvain Chomet
Diseño de producción: Jacques Chomet
Dirección artística: Bjarne Hansen
Reparto: Jean-Claude Donda, elidh Rankin, Duncan MacNeil, Raymond Meanrns, James T. Muir, Tom Urie, Paul Bandey…
el final de una época
Hablar de L’illusionniste, es tanto hablar de Sylvain Chomet como de Jacques Tati. Visualmente la película es una muestra más de la exquisita elegancia de la que ya hiciera gala el cineasta francés en su primera película, Bienvenidos a Belleville (Les triplettes de Belleville, 2003), de la que también rescata la ternura de unos personajes en la que volvemos a encontrarnos con el conflicto entre una persona anciana y una adolescente. Pero el alma y espíritu de la película pertenece enteramente al universo emocional de Jacques Tati, en cuya filmografía nos encontráramos reiteradamente con el conflicto entre tradición y modernidad, entre el mundo rural y el urbano, entre lo nuevo y lo viejo.
Si en películas como Mi tío (Mon once, 1958, Jacques Tati) y Playtime (1967, Jacques Tati) ese conflicto se traduce más en una crítica hacia el esnobismo de los seres humanos que no son capaces de asimilar los adelantos tecnológicos y las nuevas tendencias de una manera crítica y constructiva, en L’illusionniste se certifica el final de una época en la que ya no hay sitio para a ilusión y la magia, que terminará siendo desplazada por un despiadado consumismo. Como si de un paralelismo se tratase, me atrevería a afirmar que la denuncia de Chomet también estaría enfocada a la propia animación de la película pues pareciera que hoy en día no hubiera ya sitio para aquellas películas de animación que están elaboradas de manera tradicional, aunque esta es una afirmación arriesgada, cierto es que no hay indicios en la película para llegar hasta ella.
Lo que no cabe duda es del sentido homenaje que Sylvain Chomet ofrece al que fuera uno de los cómicos más influyentes y queridos del cine francés que surgiera en los tiempos de posguerra. Aludido en la película con su nombre real, Jacques Tatischeff, Tati fue capaz de realizar cinco películas en las que, al igual que sucede en L’illusionniste, no necesita la palabra para enternecer, hacer reír o emocionar. De hecho cada personaje habla su propio idioma, sin que tengan por ello ningún problema de comunicación. Este guión de Jacques Tati estaba destinado a convertirse en su cuarta película, que no pudo filmar finalmente y que ha permanecido durante muchos años en los archivos del Centro Nacional de Cinematografía, a la espera de que algún romántico nostálgico le diera vida.
Si en Les triplettes de Belleville, la ciudad en la que se desarrolla la acción fuera muy importante, L’illusionniste no sólo es un homenaje a Jacques Tati, sino también a a la actual ciudad en la que reside el propio Sylvain Chomet y en la que tiene su estudio de animación: Edimburgo. Igualmente podemos encontrar ecos de su primera película en el estilo de la banda sonora, compuesta aquí por el propio Chomet, así como a las bromas culinarias. Sin embargo, L’illusionniste se torna una película mucho más amarga y pesimista de lo que uno pueda esperar en una película de animación, pues tras el comienzo de una relación paterno-filial entre sus protagonistas, termina por mostrar la insalvable distancia en dos generaciones que viven la vida de una manera muy diferente, certificando esa muerte de la magia y de una época que incluso algunos espectadores de hoy en día son incapaces de comprender.
Publicado originalmente en EXTRACINE
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