Año: 2010
País: Reino
Unido, Alemania & EE.UU.
Dirección: Paul
W. S. Anderson
Guión: Paul W. S.
Anderson
Producción: Paul
W. S. Anderson, Jeremy Bolt, Don Carmody, Bernd Eichinger, Samuel Hadida &
Robert Kulzer
Fotografía: Glen
MacPherson
Música: tomandandy
Montaje: Niven
Howie
Diseño de Producción:
Arvinder Grewal
Dirección artística:
Brandt Gordon
Decorados: Carolyn
‘Cal’ Loucks
Vestuario: Dense
Cronenberg & Azalia Snail
Reparto: Mila
Jovovich, Ali Larter, Wentworth Millar, Kim Coates, Shawn Roberts, Sergio
Peris-Mencheta, Spencer Locke, Boris Kodjoe, Sienna Guillory, Kacey Barnfield,
Norman Yeung, Fulvio Cecere, Ray Olubowale, Christopher Kano, Tatsuya Goke,
Nobuya Shimamoto, Peter Kosaka, Denis Akiyama, Kenta Tomeoki, Shin Kawai, Mika
Nakashita, Takato Yamashita, Hiromi Okuyama...
por
que ella lo vale
Paul W. S. Anderson es un cineasta que siempre se ha movido
en los parámetros de correspondencia entre el lenguaje cinematográfico y el de
los videojuegos, por eso no debe extrañar que Resident Evil: Afterlife, la
cuarta entrega de la saga Resident Evil (2002, Paul W. S. Anderson) —-aparte de la que hiciera Makoto
Kamiya en animación: Resident Evil: Degeneration (2008)—-, se desarrolle a mitad de
camino entre la aventura gráfica, el First Person Shooter o el terror, más que
entre el terror, la acción y la ciencia-ficción.
La impresionante secuencia de comienzo no deja lugar a dudas
sobre el espectáculo que vamos a presenciar, un ejercicio de pirotécnica y
acrobacia que nos deja con la boca abierta, sobre todo por el cuidado que se
toma su director en que disfrutemos de todos y cada uno de los movimientos de
sus personajes, echando mano de ralentís, ángulos bizarros, CGI, etc., etc. Una
secuencia en la que, si bien puede apreciarse la influencia de Matrix (The Matrix, 1999, Andy Wachowski & Lana Wachowski) y
sus secuelas, tan sólo es en lo superficial, en lo estético, dado que por
debajo de toda la secuencia subyace un fabuloso homenaje a la magnífica Akira (1988, Katsuhiro Ôtomo).
Ni siquiera se nos explica donde estamos ni qué hacemos
aquí, algo que en este caso considero una virtud más que un defecto, pues toda
la secuencia funciona como una gran deixis que nos fuerza a imaginar el
desarrollo de la trama que ha posibilitado que Alice descubra el lugar en el
que Umbrella tiene escondida su base, idear su ataque y crear sus réplicas.
Parece simular el comienzo de una película de James Bond, en la que vemos la
conclusión de una aventura del protagonista, aunque en este caso sí tendrá un
sentido posterior.
Una de las cualidades, de ésta y de cualquier película de la
saga Resident Evil, es que no sólo las vemos, sino que también podemos
jugarlas. No en primera persona, pero sí, como si de un machinima se tratara,
como si estuviéramos viendo la partida que Paul W. S. Anderson juega en su
ordenador y graba para compartirla después con nosotros. Asimismo, tiene la
capacidad de no desarrollar la aventura siguiendo con fidelidad la línea
argumental del videojuego, sino a través de su propio camino, igual que los
videojuegos se toman sus licencias de una versión a la siguiente. De hecho,
podemos encontrar en este capítulo tanto elementos de Resident Evil Code:
Verónica (2000) como de Resident Evil 5 (2009).
Y es que considero realmente que Paul W. S. Anderson es un
auténtico autor —-según la concepción francesa—- dentro del cine de acción,
dado que incluso cuando no hace películas basadas en videojuegos, les confiere
idéntico tratamiento, como puede comprobarse viendo Horizonte final (Event Horizon,1997) o Death
Race (2008). No sólo eso, sino que en todas sus películas podemos encontrar las
mismas señas de identidad, ya no sólo de estética y estilo, sino argumentales,
moviéndose sus personajes en los mismos parámetros de reivindicación de las
cualidades del ser humano, ya sea contra otras especies, como contra el lado
más perverso de sí mismo y fusionando, a su vez, la validez del individualismo
dentro de una comunidad que necesita estar unida para sobrevivir.
Pero que nadie se engañe, la película no ofrece más que entretenimiento y ese es, precisamente, su mayor
valor. Paul W. S. Anderson retoma la saga que él mismo iniciara y de la
que nunca se alejara realmente —-siempre estuvo detrás del guión de las
secuelas—-, recurriendo a un coherente equipo técnico, con reminiscencias a
David Cronenberg, en el que además del estupendo diseño de producción que
propone Arvinder Grewal, o el vestuario de Denise Cronenberg y Azalia Snail,
sobresale una estupenda banda sonora de Tom Hajdu y Andy Milburn, conocidos
como tomandandy.
Las interpretaciones están hechas a la medida de sus
personajes ---Milla Jovovich se mueve dentro de Alice como si estuviera en el
salón de su casa---, y Paul W. S. Anderson, se permite meter una puñalada a uno de
los gremios cinematográficos, el de los productores —-no me imagino por qué—-,
además de revitalizar el desarrollo de la trama pues el enemigo en esta entrega
ya no es el zombie, sino la propia corporación Umbrella. Nos vemos en la
próxima partida.
Publicado originalmente en EXTRACINE
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