Título original: Twelve
Año: 2010
País: Francia
& EE.UU.
Dirección: Joel
Schumacher
Guión: Jordan
Melamed, basado en una novela de Nick McDonell
Producción: Charlie
Corwin, Sidonie Dumas, Ted Field, Jordan Relamed & Robert Salermo
Fotografía: Steven
Fierberg
Música: Harry Gregson-Howard
Montaje: Gordon Grinberg & Paul Zucker
Diseño de Producción:
Ethan Tobman
Decorados: Cherish
Magennis
Vestuario: David
C. Robinson
Reparto: Chace
Crawford, Rory Culkin, Philip Ettinger, Esti Ginzburg, 50 Cent, Zoë Kravitz,
Billy Magnussen, Emily Meade, Emma Roberts, Ellen Barkin, Kiefer Sutherland,
Ako, Dionea Audain, Gregg Bello, Maxx Brawer, Jermaine Crawford, Chanel
Farrell, Alexandra Neil, Ethan Peck, Charlie Saxton, Eric Per Sullivan, Nico Tortorella,
Jeremy Allen White, Isiah Whitlock Jr...
los
nenes de papá ¿también lloran?
Twelve, la
última pieza del rompecabezas artístico de Joel Schumacher, se manifiesta como el punto
más bajo (de lo que yo haya visto) de su filmografía. No
es que la película sea irregular, es que es falsa y pretenciosa.
Antes de que la película llegue a pronunciar su discurso, los
personajes caen tan mal que no se espera nada bueno de ellos.
Ni siquiera me parece que sea un problema de guión, considero perfectamente
creíble que pueda haber adolescentes de esta guisa con estos comportamientos
tan grotescos, y ciertamente, si leyéramos el guión escrito por Jordan Melamed, pocas dudas tengo de que
tendríamos otra impresión de la historia.
Aunque claro, sabiendo que se basa en una novela de Nick McDonell, escrita cuando contaba sólo 17
primaveras, tampoco debería rasgarme las vestiduras. Pero si lo hago es porque el
problema no es el texto, sino la representación, la curiosa manera
en la que Joel Schumacher nos muestra unos adolescentes —-supongo que serán
adolescentes, los
actores desde luego no lo son—- que en lugar de tener dieciséis
años, parece que tengan sesenta, como si se hubiera producido un error de
interpretación de la cifra pronunciada en inglés, sixty,
en lugar de sixteen. Y no es por sus actitudes,
sino por la pretendida profundidad con la que se nos quiere convencer de su
desbocada desilusión existencial.
La patética voice
over de Keifer Sutherland —-lo que algunos llegan a hacer por
amistad—- que nos conduce a lo largo de la narración no es más que un patético
intento por dotar de esa mínima profundidad a una obra tan superficial como la
mayoría de la filmografía de Joel Schumacher. No porque las películas fueran
superficiales —-algunas como Jóvenes ocultos (The Lost Boys, 1987), Un día de furia (Falling Down, 1993) o Asesinato en 8 mm (8MM, 1999), me parecen películas estimables—-, sino
porque la aproximación de este artesano, nunca es capaz de traspasar las capas
superficiales de los personajes que retrata. Lo que nos lleva nuevamente al
guión, dado que en la mayoría de las veces, Schumacher, trabaja con guiones
ajenos que destroza y trivializa hasta la desesperación.
Desde luego, Schumacher no se caracteriza por ser un director
con un estilo concreto, sus películas han ido navegando de un género a otro
en función de los éxitos ajenos, en busca de un oportunismo de
taquilla que le leva a subirse al rebufo de autores con más personalidad como John Hughes —-cualquiera
puede considerar ST. Elmos punto de encuentro (St. Elmo’s Fire, 1985)
como heredera del cine del productor y director de los adolescentes de los años
ochenta—-, Tim Burton —-tal
y como se desprende de sus desastrosas y desafortunadas secuelas del hombre
murciélago cuyos nombres me niego a mentar—-, o los diferentes géneros a los
que se ha sumado debido a éxitos precedentes, siendo el más evidente el del
cine judicial que se popularizara en los años noventa a raíz de las novelas de John Grisham, de las que lleva dos al cine, El cliente (The Client, 1994) y Tiempo de matar (A Time to Kill, 1996).
Pareciera que ahora, aparte de añadir un número más a una
filmografía cargada de títulos con cifras en sus títulos —-Asesinato en 8 mm (8MM, 1999), 9 días (Bad Companny, 2002), Última llamada (Phone Booth, 2002), que incluye todos los números
del listín de teléfonos, El número 23 (The Number 23, 2007)—-,
quisiera realizar una versión masticada, domesticada y abominable del
magnífico Elephant (2003) de Gus Van Sant. Salvo que en
esta ocasión (y esto es un SPOILER) este espectador experimenta una morbosa
sensación de placer cuando se produce la matanza indiscriminada de estos
estúpidos adolescentes. A lo mejor era una parodia de Elephant y tampoco me
di cuenta, como me
pasó con A Nightmare on Elm Street (2010, Samuel Bayer).
Publicado originalmente en EXTRACINE
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