sábado, 25 de mayo de 2013

La jungla: un buen día para morir


Título original: A Good Day to Die Hard
Año: 2013
País: EE.UU.

Dirección: John Moore
Guión: Skip Woods, según los personajes creados por Roderick Woods
Producción: Alex Young  
Fotografía: Jonathan Sela
Música: Marco beltrami
Montaje: Dan Zimmerman
Diseño de producción: Daniel T. Dorrance
Dirección artística: Nick Blanche, Tom Brown, Bence Erdelyi & Andrew Munro
Decorados: Jille Azis & Zoltán Horváth
Vestuario: Bojana Nikitovic 
Reparto: Bruce Willis, Jai Courtney, Sebastian Koch, Mary Elizabeth Winstead, Yuliya Snigir, Radivoje Bukvic, Cole Hauser, Amaury Nolasco, Sergei Kolesnikov, Roman Luknár, Zolee Ganxsta, Péter Takátsy, Pasha D. Lychnikoff, Megalyn Echikunwoke, Melissa Tang, Rico Simonini, Catherine Kresge, April Grace, Cooper Thornton, Jan Gallovic, Péter Kertész, Patrik Vrbovsky, Ferenc Elek, Zhe Lin, Janos Finfera, Boris Vodokov, Aleksandr Komarov, Iván Fenyö, Edit Balázsovits, Nadejda Savcova, Anastassija Makarenko, scott Michael Campbell, Aldis Hodge, Joe Massingill, Jesse Burch, Justin Smith, Martin Hindy, Attila Árpa, Sergej Onopko, Ivan Mark Orsányi, Iván Kamarás, Zsolt Viczei… 

cómo establecer lazos familiares a ritmo de explosión

Fíjate que me cuesta enfrentarme a la crítica de La jungla: un buen día para morir. No tanto porque la película sea mejor o peor, sino porque la primera de la serie, Die Hard, es una de esas películas que me divierte lo mismo cuando cuando la vuelvo a ver en la actualidad en televisión que cuando la vi por primera vez siendo adolescente. Cierto es que todas las secuelas no han estado al mismo nivel y que quizás sólo las que ha dirigido John McTiernan, primera y tercera, merezcan realmente la pena. Pero un personaje tan carismático y entrañable como John McLane no merecía una película tan absurda y aburrida como A Good Day to Die Hard, aunque los productores de la saga sí que se merecen estas líneas que les voy a dedicar por confiar en que un guionista como Skip Woods, responsable de bodrios como Swordfish o The A-Team, y un director como John Moore, que firmaba el aburrido remake de The Omen.

La estructura del guión de A Good Day to Die Hard está claramente marcada a partir de tres únicas premisas, desarrolladas cada una en las tres secuencias que corresponden a la presentación, nudo y desenlace de la película. Probablemente para algunos, el motivo principal de la primera secuencia sea establecer las premisas que nos permitan ubicar con una cierta coherencia la presencia de John McLane en Moscú. Pero lo cierto es que en el fondo, la verdadera y auténtica razón de ser de esta secuencia es la de destrozar el número mayor de vehículos a lo largo de la capital rusa. Una larga secuencia que, no voy a decir que no tenga su gracia, pero quizás alarguen en exceso una secuencia que podría haber terminado antes, en la que además se produce una excesiva reiteración del mismo recurso.

Si en esta primera secuencia se establece el nudo de la trama, en la segunda se desarrolla un giro de guión que vendría a colmar las necesidades nostálgicas, un vínculo aún mayor que la presencia de McLane y la justificación del título de la película, resquebrajando el mayor número posible de cristales. Recuerdo que uno de los principales reclamos de la película de 1988 era que Bruce Willis realizaba, sin necesidad de un doble de acción, la mayor parte de las secuencias peligrosas, lo que permitía que la cámara se acercara más al vértigo del peligro. Este mismo recurso no sólo sería improbable en esta quinta entrega, sino imposible. Que sea inverosímil, en este caso, ni siquiera importa, porque cualquiera entiende que el tono de las aventuras de McLane está mucho más cerca del humor que de la acción. Y esa es otra de las grandes ausencias de la película, que carece del sentido del humor de sus predecesoras.

Y por último, la tercera secuencia parece tener como único objetivo el de arrasar en la mayor medida posible lo que queda de Chernobyl. Entre una y otra se desarrolla un guión pobre, inverosímil (más todavía en lo que respecta a las relaciones emocionales de los personajes que a otra cosa), aburrido y predecible… Hasta cuando se va a producir un giro de guión. A falta de humor en el texto, si al menos el reducido reparto de la película hubiera sido capaz de aportar algún matiz a sus respectivos personajes, quizás habría valido la pena. Si incluso el propio Bruce Willis resulta un punto sobreactuado y autocomplaciente, poco más vamos a pedir a Jai Courtney, que se lo toma todo demasiado en serio. Este chico apunta a las mismas maneras de Taylor Kitsch de convertir en bazofia todo lo que toca, tendremos que esperar a Felony o a I, Frankenstein para confirmar si mis temores se cumplen.

Poco más puedo aportar sobre una película de la que podían haber prescindido perfectamente. Ni el personaje resulta medianamente interesante, ni creo que la fórmula de para mucho más. Ya la cuarta entrega, Live Free or Die Hard, no captó mi interés (sabiendo ahora que su director fue Len Wiseman entiendo los motivos de mi falta de entusiasmo), y hubiera sido preferible pasar también de esta.

Publicado originalmente en EXTRACINE

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