Título original: La gran familia española
Año: 2013
País: Español
Dirección: Daniel Sánchez Arévalo
Guión: Daniel Sánchez Arévalo
Producción: Fernando Bovaira, José Antonio Félez, Mercedes Gamero & Mikel Lejarza
Fotografía: Juan Carlos Gómez
Música: Josh Rouse
Montaje: Nacho Ruiz Capillas
Vestuario: Tatiana Hernández
Reparto: Verónica Echegui, Antonio de la Torre, Quin Gutiérrez, Raúl Arévalo, Patrick Criado, Alicia Rubio, Pilar Castro, Sandra Martín, Héctor Colomé, Miquel Fernández, Roberto álamo, Arantxa Martí, Carmen Arévalo, Teresa Lozano, Rodrigo Poisón, Celine Peña, Teo Planell, Sandy Gilberte, Lucía Fuentes…
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La trayectoria de Daniel Sánchez Arévalo se ha desarrollado sin prisa pero sin pausa. Con su cuarta película se consagra definitivamente uno de esos cineastas que haciendo un cine que podríamos considerar de autor, consigue conectar igualmente con un gran sector de la sociedad. Desde AzulOscuroCasiNegro hasta La gran familia española, ha mantenido sus propias señas de identidad que le llevan a explorar las relaciones emocionales entre familiares, que sirven tanto para meterte en una depresión y causarte los males más grandes del mundo, como para sacarte de ellos. En el caso de su última película, utiliza además uno de esos eventos que se instalan la memoria colectiva de una generación, como para bien o para mal fue el triunfo de la selección española en el Mundial de Sudáfrica.
El contraste entre la alegría por el evento y la crisis familiar, sirve como metonimia perfecta de la situación de España en aquel mismo momento (y en la actualidad). Aunque el gran acierto de La gran familia española no está sólo está en aprovechar el evento, sino en los pequeños detalles desperdigados en su espléndido guión y en la capacidad de Sánchez Arévalo para hacer una película más visual que literaria.
Si Pedro Almodóvar sorprendió tanto con su cine de los años ochenta fue porque, entre otras muchas cosas, supo plasmar lo que sucedía realmente en la calle. Cómo hablaba y cómo se relacionaba la gente en aquellos tiempos (lo que ya no sabe hacer hoy). En este sentido, podríamos decir que Sánchez Arévalo coge el relevo, presentándonos a unos personajes que podemos reconocer perfectamente y se mueven y hablan tal y como lo hace la sociedad actual. Si a esto añadimos que todos y cada uno de los integrantes del reparto saca adelante a la perfección sus respectivos personajes, tendremos ganada ya dos terceras partes de la película.
Pero es que hay más. Sánchez Arévalo no se limita a dejar que su reparto plasme tan bien su texto, es que sabe conferir a su planificación una identidad visual personal y tan original como muchos de los gags diseminados por toda la película, como, por ejemplo, la manera en la que se resuelve la cancelación de la boda, en la que consigue aunar posturas opuestas intercalando diálogos y personajes de una y otra familia. Sencillamente espectacular. Sin necesidad de exageraciones ni consigue transmitir a la perfección esa condición tragicómica tan característica de la sociedad española.
Aunque en realidad, lo mejor de todo es la extraordinaria sensación de vitalidad que consigue transmitir al espectador. Unas ganas de vivir y de hablar y de abrazarse y de sincerarse con sus seres queridos, la misma influencia que Siete novias para siete hermanos (Seven brides for seven brothers, 1954, Stanley Donen) ejerce en sus personajes, haciendo además justicia a la antonomasia irónica de su título, haciendo de su obra una gran película española, que espero realmente sea escogida para representar a España en los premios Oscar y allá donde quiera que vaya.
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