miércoles, 4 de septiembre de 2013

Asalto al poder


Título original: White House Down
Año: 2013
País: EE.UU.

Dirección: Roland Emmerich
Guión: James Vanderbitt
Producción: Roland Emmerich, Brad Fischer, Larry J. Franco, Laeta Kalogridis, Harald Kloser & James Vanderbilt  
Fotografía: Anna Foester
Música: Harald Kloser & Thomas Wanker
Montaje: Adam Wolfe 
Diseño de producción: Kirk M.Petruccelli 
Dirección artística: David Gaucher, Isabelle Guay, Martina Javorova, Jean-Pierre Paquet, Robert Parle, Charlotte Rouleau & Sandi Tanaka
Decorados: Marie-Soleil Dénommé & Paul Hotte
Vestuario: Lisy Christl
Reparto: Channing Tatum, Jamie Foxx, Maggie Gyllenhaal, Jason Clarke, Richard Jenkins, Joey King, James Woods, Nicolas Wright, Jimmi Simpson, Michael Murphy, Rachelle Lefevre, Lance Reddick, Matt Craven, Jake Weber, Peter Jacobson, Barbara Williams, Kevin Rankin, Garcelle Beauvais, Falk Hentschel, Romano Orzari, Jackie Geary, Andrew Simms, Catherine Lemieux, Vincent Leclerc, Andreas Apergis, Victor Cornfoot, Anatoly Zinoviev, Lee Villeneuve, Patrick Sabongui, Anthony Lemke, Kyle Gatehouse, Yardly Kavanagh, Andrew Shaver, Rhys Williams, Kwasi Songui, Leni Parker, Faber Dewar, Brent Skagford, Todd van der Heyden, Neil Napier, Ahmed Mekallach, Raphael Grosz-Harvey, Chad Connell, mark Antony Krupa, Patrick John Costello, Ralph Prosper, Jennifer Morehouse, martin Thibaudeau, Simon Gouveia, Richard Bradshaw… 

la destrucción sabe mejor si está sazonada con sentido del humor 

En muchas ocasiones me pregunto qué le habrá pasado a Roland Emmerich tanto con la cultura alemana como con la anglosajona. Por un lado tendríamos que remontarnos a los inicios de sus filmografía para encontrarnos con una película realmente alemana, la primera, Franzmann (1979), casi un mediometraje si atendemos a su mínima duración de 47 minutos. A partir de ahí, se deja apreciar la evidente influencia del que fuera considerado rey Midas de Hollywood en su día, Steven Spielberg, cuya sombra planea por películas como El principio del arca de Noé (Das Arche Noaf Prinzip, 1984), El secreto de Joey (Joey, 1985), El secreto de los fantasmas (Hollywood-Monster, 1987) o Estación lunar 44 (Moon 44, 1990). Si bien es cierto que hasta este punto sus películas son producciones alemanas, todas ellas están rodadas en inglés, con repartos internacionales y rara vez hacen alusión a su madre patria.

Una vez se integra definitivamente en (y contra) la industria estadounidense, la mayoría de sus productos responden a la perfección al peyorativo atributo de 'americanada', pero paradójicamente, todos están creados en torno a la destrucción sistemática de sus símbolos y ciudades y, en algunos casos, su ideología. Desde Soldado universal (Universal soldier, 1992), que explotaba una de las máximas de sus cuerpos de seguridad que parecen responder ante una máxima como que «el fin justifica los medios», hasta la estupidez de Anonymous (2011), que pretendía echar por tierra el prestigio del más eminente escritor en lengua inglesa, pasando por la destrucción a la que, por unas causas o por otras, les sometía en películas como Independence Day (1996),  Godzilla (1998), El día de mañana (The day after tomorrow, 2004) o 2012 (2009). 

Algo más de una década después del suceso que ha marcado la historia reciente de los Estados Unidos, da la impresión de que han levantado la veda y ya se pueden volver a destruir aquellos iconos vetados a causa de los atentados del 11-S. De esta manera, Roland Emmerich se ha apresurado en arremeter contra dos símbolos de poder tan reconocibles como el Capitolio y la Casa Blanca, montándose un nueva versión de La jungla de cristal (Die hard, 1988, John McTiernan), como ya hiciera Atoine Fuqua en Objetivo: La Casa Blanca (Olympus Has Fallen, 2013), salvo que con mucha mayor fortuna. 

Ambas películas coinciden en aprovechar el alto nivel de los actores y actrices que integran su reparto, no quizás para que puedan lucirse, pero al menos para proporcionar un mínimo de credibilidad que, desde luego, funciona mejor en este caso que en su predecesora. Ambos cineastas coincidían también en hacer una coherente reflexión que les llevaba a integrar como terroristas a algunos estadounidenses heridos por su propio Gobierno. Pero hay una sutil diferencia entre ambas películas, mientras el director estadounidense se toma absolutamente en serio su disparatada propuesta, el alemán no se la toma en serio en ningún momento, permitiendo disfrutar de su película como lo que es: un disparate pirotécnico que, no obstante, resulta bastante divertido si nos acercamos a él haciendo acopio de un sentido del humor que quizás esté más en consonancia con un tiempo pretérito y un tipo de cine algo antiguo, pero que no deja de ser moderadamente efectivo.

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