Título original: Epic
Año: 2013
País: EE.UU.
Dirección: Chris Wedge
Guión: James V. Hart, William Joyce, Daniel Shere, Tom J. Astle & Matt Ember, basado en un argumento de William Joyce, James V. Hart y Chris Wedge, basado en una novela de William Joyce
Producción: Jerry Davis & Lori Forte
Fotografía: Renato Falcão
Música: Danny Elfman
Montaje: Andy Keir & Tim Nordquist
Diseño de producción: Greg Couch & William Joyce
Dirección artística: Michael Knapp
Decorados: Isaac Holze
Reparto: Blake Anderson, Aziz Ansari, Allison Bills, Jim Conroy, Todd Cummings, John DiMaggio, Troy Evans, Colin Farrell, Jason Fricchione, Judah Friedlander, Helen Hong, Josh Hutcherson, Kelly Keaton, Emma Kenney, Kyle Kinane, Beyoncé Knowles, Anthony Lumia, Malikha Mallette, Joe Massingill, Eddie Mirman, Chris O'Dowd, Pitbull, Rosa Salazar, Amanda Seyfried, Jason Sudeikis, Steven Tyler, Christoph Waltz, Allison Weber, Tom Wilson…
lo secreto es el plagio
A veces resulta muy complicado diferenciar plagio de homenaje. Sobre todo cuando estamos hablando de un guión como el de Epic, en el que han participado cinco guionistas diferentes, y no sólo hablamos de cine, sino de la adaptación de una novela. Que tampoco está exenta de ser, a su vez, un plagio u homenaje de otra obra previa. Si bien es cierto que la película dirigida por Chris Wedge esconde un muy apropiado mensaje ecologista, así como reivindica la necesidad de escuchar y entender las necesidades de los demás, incluso cuando se trata de un padre y eres su hija, el principal problema de Epic es que tan sólo parece una versión asequible y traducida de La princesa Mononoke (Mononoke Hime, 1997, Hayao Miyazaki), a la que hayan introducido algunos personajes y giros en la línea de los de La guerra de las galaxias (Star wars, 1977, George Lucas). Lo que nos llevaría de nuevo al cine japonés dado que se trataría de las mismas referencias que en su día Lucas tomara prestadas de La fortaleza escondida (Kakushi-toride no san-akunin, 1958, Akira Kurosawa).
Cierto es que si nos atenemos a las fechas, alguien podría alegar que quizás fue Miyazaki quien hizo una apropiación indebida, y sin pagar derechos de autor, de The leaf men and the brave good bugs, novela de William Joyce en la que se basaron para desarrollar el guión, puesto que está publicada en 1996, un año antes del estreno de la película japonesa. Desconociendo si la novela se publicó en el mismo año en Japón o si un ejemplar llegó a la mesa del maestro del anime nipón, mi intuición me dice dos cosas: que toma prestado más el novelista estadounidense de Mi vecino Totoro (Tonari no Totoro, 1988, Hayao Miyazaki) que al revés y que, en todo caso, la trayectoria del cineasta japonés es lo suficientemente coherente como para considerar que lo suyo sea una mera casualidad en los planteamientos argumentales con la novela del otro.
Podríamos entender que Epic no es más que una versión para niños de lo que era La princesa Mononoke, mucho más críptica y claramente dirigida a un público adulto, pero que no es suficiente para justificar las carencias de la película. Si bien visualmente responde a todas las expectativas de una producción contemporánea de esta características pueda albergar, su argumento deja bastante que desear, desarrollando una historia previsible desde el mismo momento en que se han presentado todos y cada uno de sus personajes. También es cierto es que ya estoy un tanto aburrido de películas de animación que presentan a los típicos nerds —que probablemente respondan al perfil de sus propios autores— como los salvadores de la humanidad o los tipos más inteligentes de la película, que no digo que no lo sean, pero es que ya casi todas las películas de animación tienen uno.
Cabría esperar algo más de originalidad en un equipo que incluye entre sus guionistas el nombre de James V. Hart, responsable de títulos como Dracula (1992, Francis Ford Coppola) o Contact (1997, Robert Zemeckis), pero que podemos considerar excepciones —ni siqueira ilustres— en una filmografía en la que se integran bodrios como Hook (1991, Steven Spielberg), Lara Croft Tomb Rider: la cuna de la vida (Lara Croft Tomb Rider: The cradle of life, 2003, Jan de Bont) o Sahara (2005, Breck Eisher). Quizás tampoco debería ser tan exigente con Chris Wedge, que junto a Carlos Saldanha fuera el director de películas como Ice age (2002) y Robots (2005). Pero también es cierto que mientras el cineasta brasileño debutaba en solitario con una película nada pretenciosa como Rio (2011), el neoyorquino ha pretendido volar mucho más alto que sus hombres hoja.
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