Título original: The Mortal Instruments: city of Bones
Año: 2013
País: EE.UU. & Alemania
Dirección: Harald Zwart
Guión: Jessica Postigo, basado en una novela de Cassandra Clare
Producción: Don Carmody & Robert Kulzer
Fotografía: Feir Hartly Andreassen
Música: Atli Örvarsson
Montaje: Joel Negron
Diseño de producción: François Séguin
Dirección artística: Anthony A. Ianni
Decorados: Patricia Larman
Vestuario: Gersha Phillips
Reparto: Lily Collins, Jamie Campbell Bower, Kevin Zegers, Jemina West, Robert Sheehan, Robert Maillet, Kevin Durand, Godfrey Gao, Lena Heady, Harry Van Gorkum, CCH Pounder, Jared Harris, Jonathan Rhys Meyers, Aidan Turner, Stephen R. Hart, Chad Connell, Chris Ratz, Elyas M'Barek, Pedro Miguel Arce, Matthew Cheng, Carlos Gonzalez-Vio…
panfletos neogóticos en forma de franquicias insoportables
Si la maquinaria industrial de Hollywood ya no entiende de cuestiones como criterio, coherencia y compromiso, estaría bueno que ahora fuéramos a exigirle una mínima aspiración artística. Ya no se trata de contar historias ni de que un cineasta exprese sus inquietudes artísticas, tan sólo de diseñar productos que puedan alcanzar el suficiente rendimiento económico en taquilla como para convertirse en franquicia. Si el sector masculino está acaparado por las películas de acción y superhéroes, el femenino parece rendirse más ante fantasías románticas que, en la mayoría de las veces, surgen de plumas igualmente femeninas. Habiendo ocasiones en las que incluso se instena fusionar ambas tendencias, como fuera el caso de Blancanieves y el leñador, y sucede ahora con Cazadores de sombras: ciudad de hueso.
Nada que ver, por supuesto, con la serie que Anne Rice iniciaba con Entrevista con el vampiro, sino más cerca del concepto literario orportunista de J.K. Rowling, que le bastó con actualizar las aventuras fantásticas que C.S. Lewis popularizara en los años cincuenta con Las crónicas de Narnia para triunfar, primero a nivel literario y después en el cinematográfico, con las aventuras de Harry Potter. Después llegarían los edulcorados vampiros romanticones de Stephenie Meyer con Crepúsculo, cuyo público intentaría captar después otra serie como Los juegos de hambre, cuyos derechos cobra Suzanne Collins, autora de la saga, que no dudaba en plagiar con descaro la idea que Koushun Takami había plasmado en Battle Royale, que un año después Kinji Fukusama adaptaba con contundencia para el cine. Todo esto sin mencionar la innumerable lista de series de televisión, siempre vinculadas al universo femenino, que con más o menor acierto han esparcido la semilla neogótica por adolescentes neuróticos en busca de tribu urbana a través de la que poder sentirse integrados en la sociedad.
Siguiendo esta misma fiebre aterriza en las salas de cine esta nueva franquicia que reúne los tópicos de las anteriores: el toque visual neogótico, unido a la magia y la fantasía, sazonada con una insoportable historia de amor. Basta mencionar que su director, Harald Zwart, es el responsable del innecesario remake de The Karate Kid (2010), para darnos cuenta de la absoluta falta de personalidad del producto, o que su debutante guionista, Jessica Postigo, no ha podido disimular la influencia que de La guerra de las galaxias (Star wars, 1977, George Lucas) ya planeaba con toda seguridad por las novelas que adapta. Es increíble como la estrategia del plagio, que tanto abundaba en el cine mudo estadounidense, ha terminado por apropiarse de las señas de identidad de toda su filmografía.
Si en lo que se refiere al guión y la dirección, Cazadores de sombras: ciudad de hueso, se apoya en unos pilares endebles, no mucha más estabilidad le proporciona un reparto de famosillos incipientes. Quizás la carrera de Lily Collins haya sido meteórica, con siete películas en apenas tres años, pero casi podríamos coronarla como la princesa del bodrio neogótico, contando en su trayectoria películas infames como El sicario de Dios o Blancanieves (Mirror, Mirror). Está visto que no basta con ser mona e hija de Phil Collins, sino que necesitaría un representante con algo más de criterio (y depilarse un poco las cejas). De nada le sirve tampoco a Jamie Campbell Bower haber participado en las sagas de Harry Potter y Crepúsculo, así como haber trabajado con cineastas molones (para algunos) como Tim Burton o Guy Ritchie, su incapacidad para comunicar no es inferior a su total ausencia de espontaneidad. Tampoco Robert Sheehan parece haber sacro provecho a la experiencia de una década como actor adolescente en cine y televisión para aportar algo de consistencia a su pusilánime personaje. Ni siquiera presencias más sólidas, como Lena Heady, Jared Harris o Jonathan Rhys Meyer, aportan algo más que profesionalidad a sus personajes, permaneciendo acotados en un nivel secundario, dando la impresión de que parecen haber sido incluidos única y exclusivamente por los lazos que establecen con populares series de televisión. Por un momento me entusiasmó la presencia de CCH Pounder, pero duró muy poco.
En definitiva, Cazadores de sombras, ciudad de hueso, no deja de ser un producto bastante bien diseñado para el público al que va dirigido, pero que fracasa por su total falta de honestidad en todas sus vertientes: como película fantástica, como historia romántica, como película de acción con aires medievales o como mero entretenimiento. Casi constituye un producto más cercano a una TV-Movie de sobremesa, que a una franquicia con posibilidades de expansión.
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