Título original: Let Me In
Año: 2010
País: Reino Unido & EE.UU.
Dirección: Matt Reeves
Guión: Matt Reeves, basado en un guión de John
Ajvide Lindqvist, basado en su propia novela
Producción: alexander Yves
Brunner, Gay East, Donna Gigliotti, Carl Molinder, John Nordling, Simon Oakes
& Nigel Sinclair
Fotografía: Greig Fraser
Música: Michael Giacchino
Montaje: Stan Fraser
Diseño de
producción: Ford Wheeler
Dirección
artística: Guy Barnes
Decorados: Wendy Ozols-Barnes
Vestuario: Melissa Bruning
Reparto: Kodi Smit-McPhee, Chloe Moretz, Richard
Jenkins, Cara Buono, Elias Koteas, sasha Barrese, Dylan Kenin, Chris Browning,
Ritchie Coster, Dylan Minnette, Jimmy 'Jax' Pinchak, Nicolai Dorian, Rebekah
Wiggins, Seth Adkins, Ashton Moio, Brett DelBuono, Gwendolyn Apple, Colin
Moretz, Rowbie Orsatti, Brenda Wehle, Galen Hutchinson, Dean Satriano, Rachel
Hroncich, Deborah L. Mazor, Frank Bond, Kayla Anderson, Tobin Espeset, Ben
Bode, Juliet Lopez, Jon Kristian Moore…
si lo sé atranco la puerta
Fascinado, igual que
casi todos los mortales, por la sugerente y estimulante película sueca Déjame entrar (Lat den
rätte komma in, 2008), Matt Reeves se embarca en realizar su
remake estadounidense, Let Me In, tan sólo 2 años después, fracasando estrepitosamente,
por muy buena campaña de promoción que hayan realizado.
No es que considere
que su película sea un fracaso, lo que pasa es que teniendo un precedente tan
impactante como la película dirigida por Tomas Alfredson, uno espera que se
ofrezca algo más, si no en forma, por lo menos en contenido. Más que nada porque
el propio guionista, que también es el director, se ha encargado de ir diciendo
por ahí que su película es una nueva versión del libro, más que un remake de la
película sueca. Como si a John Ajvide Lindqvist, guionista de la sueca y autor de la
novela, se le hubiese pasado algo por alto.
Lo primero que hace
Matt Reeves es cambiarle el nombre al personaje, Abby (Chloe Moretz) en lugar
de Eli (Lina Leandersson). También lo hace con Owen (Kodi Smit-McPhee) en lugar
de Oskar (Kåre Hedebrant), pero este tiene menor importancia. Si el señor
Reeves hubiera leido con detenimiento la novela habría llegado a la conclusión
de que el nombre “Eli”, está escogido, precisamente por su ambiguedad ---podría
ser de chico o de chica---, pero definitivamente porque es el diminutivo de
“Elyah”, cuyo significado en ebreo es “Dios es exaltado”. Por no hablar del
aspecto de su Abby con su precioso pelo y sus falditas, cuando en la sueca, en
favor de mantener esa ambigüedad del personaje ---originariamente un varón---, viste
siempre en pantalones, llevando una encantadora maraña de pelo que incrementa
la sensación asexual del personaje.
No es que yo me
empeñe en realizar una comparación con la sueca, es que Matt Reeves no aporta
absolutamente nada, tan sólo incluye un flashforward que no tiene ningún
sentido dramático ni explicativo, buscando un efecto que enganche al espectador
esperando la resolución de la misma secuencia dentro de la película. Por el
contrario, se limita a repetir el mismo argumento de la sueca, pero utilizando
la obviedad cuando aquella sugiere, y tergiversando el discurso temático pues
cuando aquella aportaba dimensión psicológica a los personajes, esta se limita
a buscar el efecto visual. Y lo peor de todo es que la sueca sigue siendo mucho
más interesante. Espectacular, si me apuran, comparada con la estadounidense.
Porque tanto cualquiera de los asesinatos y muertes, como las secuencias
relacionadas con el bulliyng, la relación de Oskar con su entorno o la evolución
de la relación de Eli y Oskar, es mucho más espectacular visualmente, quizás
más estática, pero definitivamente más impresionante que la estadounidense.
Ni siquiera Chloe
Moretz consigue cautivar al espectador, esperemos no nos hayamos dejado llevar
por la arrolladora personalidad de su personaje en Kick-Ass (2010, Matthew Vaughn) y coronarla
como la revelación del año para que luego no sea capaz de sostener la corona.
Tampoco Kodi Smit-McPhee logra superar a su precedente, pues una de las
cualidades de la versión sueca es la empatía que consigue por parte del
espectador, logrando que se interesara por la existencia de Oskar como
personaje, más allá de sus actos, siendo atribuidos al efecto de su desmembrada vida
familiar y al acoso sufrido en la escuela. Desvaneciéndose esta empatía en el
caso de Owen, que parece más un bicho raro que otra cosa.
Sólo una secuencia
me parece relevante, precisamente la única que no está en la película sueca,
aquella en la que el acompañante de Abby —-que no su padre—- es sorprendido en
la parte de atrás de un coche cuando se disponía a su recolecta de sangre diaria,
provocando su desprendimiento por un barranco y concluyendo con la mutilación
que le lleva al hospital. Por cierto, era Richard Jenkins ¿verdad? Qué
desperdicio. También participa Elias Koteas. Otro desperdicio.
Como suele ser
habitual en este tipo de comparaciones, nunca llueve a gusto de todos, siendo
para algunos más interesante la versión estadounidense. Sólo puedo decir que si
no has visto la película sueca y ves esta, tienes que ver la otra, aunque esta
no te haya gustado. De verdad. Y si, por el contrario, has visto la película
sueca y te gustó, no te molestes. Acabarás enfadado. Y no es broma.
Publicada originalmente en EXTRACINE