Título original: The Possession
Año: 2012
País: EE.UU. & Canadá
Dirección: Ole Bornedal
Guión: Juliet Snowden & Stiles White, basado en un artículo de Leslie Gornstein
Producción: Sam Raimi, Robert G. Tapert & J.R. Young
Fotografía: Dan Laustsen
Música: Anton Sanko
Montaje: Eric L. Beason
Diseño de producción: Rachel O'Toole
Dirección artística: Nigel Evans
Vestuario: Carla Hetland
Reparto: Jeffrey Dean Morgan, Natasha Calis, Kyra Sedgwick, Jay Brazeau, Madison Davenport, Matisyahu, Grant Show, Rob LaBelle, Nana Gbewonyo, Anna Hagan, Brenda Crichlow, Iris Quinn, Graeme Duffy, David Hovan, Chris Shields, adam Young, Jim Thorburn, Quinn Lord, Nimet Kanji, James O'Sullivan, Marilyn Norry, Armin Chaim Kornfeld, John Cassini, Josh Whyte, Greg Rogers, Agam Darshi, Jarett John, Timothy Paul Perez, Cameron Sprague, Jordan Stein, Charles Siegel, Ari Solomon, Alex Bruhanski, Richard Newman, Robert Morrissette, Sol Pavony, Erin Simms, Frank Ferrucci, Sharmaine Yeoh, Antoine Safi, Ned Bellamy…
perdida en la sinagoga con mi caja (de ritmos)
Recuerdo aquellos tiempos en los que una película de terror venía precedida por la amenazante advertencia de que estaba basada en hechos reales. Independientemente de lo sorprendente que fuera lo que les sucediera a los protagonistas, siempre había un atisbo de credibilidad que aunque no interpretaras exactamente lo mismo que se te proponía, te quedaba claro que algo turbio había pasado. Pero eso se ha acabado. Hoy en día cualquier historia, por obvia y estúpida que parezca puede estar basada en una historia real. En el caso de The Possession, basta que un periodista publicara un artículo en Los Angeles Times sobre la mala suerte asociada a una caja comprada en eBay, para dar rienda suelta a un festival de posesión demoníaca.
Hasta cierto punto, se puede disfrutar con The Possession. La producción de la película es impecable, los efectos especiales contribuyen a digerir tan elaborado argumento, la manera en la que están dosificadas y construidas las secuencias de terror es lo suficientemente coherente como para interesarte por la suerte de sus protagonistas, y estos están interpretados de una manera sorprendentemente creíble. Quizás sea más interesante la aportación de las niñas, sobre todo la de Natasha Calis que interpreta a Emily, que la de sus padres, interpretados por Jeffrey Dean Morgan y Kyra Sedgwick, que no son capaces de sobrepasar los clichés de sus respectivos personajes.
Parece mentira que no se les hubiera ocurrido explotar las connotaciones metafóricas que ofrecía la historia, como sí lo hiciera Luis Bermejo en The New Daughter. Es más, en algún momento pensé que la película iba a seguir por esos mismos derroteros, hasta que todo se diluyó en un producto de género más. Pero lo que indudablemente se hecha en falta es una mayor dosis de sentido del humor. El mismo que Sam Raimi, aquí uno de los productores de la película, sí fuera capaz de incorporar a cualquiera de sus filmes, ya fueran de terror o de corte fantástico, pero del que Ole Bordedal no consigue hacer gala en ningún momento.
No es que un servidor quiera reírse a toda costa y en cualquier película, es que simplemente tomarse la trama de la película en un sentido literal podría entenderse como síntoma de enfermedad mental. Particularmente me divertí muchísimo con las secuencias que involucran a Grant Show, antaño protagonista de la serie de televisión Melrose Place (1002-1999, Darren Star), así como con la resolución de la trama con alusión inequívoca a El exorcista (The Exorcist, 1973, William Friedkin). Quizás pensaron que cambiar iconografía cristiana por judía iba a despistar, pero no fue así.
También celebro gozosamente la ultimísima secuencia de la película, que no por divertida es previsible, y que delata que toda la película habría funcionado mucho mejor si se hubiera desarrollado en clave irónica. Espero que para la parodia de la película consideren incluir una versión de aquel performance que se montaba Paula E. Sheppard en Cielo líquido (Liquid Sky, 1982, Slava Tsukerman) con su caja de ritmos, que quedaría perfectamente integrada y bien, sin siquiera hacerlo a través de una parodia. No sólo lo digo por la caja, sino por la casi insoportable aliteración rítmica de la banda sonora, que podría llegar a producir brotes epilépticos.
Parece que nos encontramos ante un nuevo caso de fagotización de un cineasta europeo por la maquinaria industrial estadounidense. Debo señalar que antaño disfrutara tanto con cintas más verosímiles de terror de Ole Bornedal como con sus melodramas. Todavía recuerdo la tensión creada con El vigilante nocturno (Nattevagten, 1994), aquella cinta de terror que él mismo volviera a dirigir en su versión estadounidense con mucha menos fortuna, como aquel melodrama romántico, Dina (2002), tras el que volviera a zambullirse en el terror con La substituta (Vikaren, 2007). Confieso que no he visto mucho más de su filmografía, pero lo visto me induce a pensar que su creatividad se desarrolla de una manera más fértil y adecuada en Dinamarca. Lástima que el éxito en taquilla de su película propicie la renovación de su alquiler en Hollywood. ¿Votamos para los títulos de las secuelas? Propongo The Repossession!!!
Publicado originalmente en EXTRACINE
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