Título original: Jûsan-nin no shikaku
Año: 2010
País: Japón & Reino Unido
Dirección: Takashi Miike
Guión: Daisuke Tengan, basado en un guión previo de Kaneo Ikegami
Producción: Minami Ichikawa & Michihiko Yanagisawa
Fotografía: Nobuyasu Kita
Música: Kôji Endô
Montaje: Kenji Yamashita
Diseño de producción: Yuji Hayashida
Vestuario: Hazuhiro Watabe
Reparto: Kôji Yakusho, Takayuki Yamada, Yûsuke Iseya, Gorô Inagaki, Masachika Ichimura, Mikijiro Hira, Hiroki Matsukata, Ikki Sawamura, Arata Furuta, Tsuyoshi Ihara, Masataka Kubota, Sôsuke Takaoka, Seiji Rokkaku, Yûma Ishigaki, Kôen Kondô, Ikki Namioka…
honor y justicia cuestionados
El sencillo e impactante comienzo de Jûsan-nin no shikaku (Thirteen Assassins) junto con una fotografía extremadamente naturalista, una exquisita dirección artística y una extrema elegancia tanto en la composición del plano como en todos sus movimientos de cámara, sirven para que nos olvidemos del barroquismo estético que inunda algunas obras anteriores de Takashi Miike. Hablo del director de filmes como Izo (2004), Ichi the Killer (Koroshiya 1, 2001) o la fascinante Audition (1999). Protagonizada por Kôji Yakusho, quien ha participado en filmes como la mítica Tampopo (1985, Jûzô Itami), Shall we Dance? (1996, Masayuki Suo), La anguila (Unagi, 1997, Shôei Imamura), Eureka (2000, Shinji Aoyama), Memorias de una geisha (Memoirs of a Geisha 2005, Bob marshall), Babel (2006, Alejandro González Iñárritu) o Seda (Silk, 2007, François Girard); y después de pasar por numerosos festivales internacionales, comienza su andadura internacional, tras su estreno en los Estados Unidos, a finales de abril, una película que, además de relatar una historia basada en hechos reales, también es un remake de la que con idéntico nombre estrenara Eiichi Kudo en 1963.
Cineasta prolífico como ninguno, Takashi Miike huye de toda frivolidad estética, rehuyendo mostrar en 13 asesinos ese festival sangriento que, probablemente, muchos estuvieran esperando. Sin embargo, al contrario, aquí la muerte es mostrada como un acto doloroso y traumático para los que la ejecutan, en un tono similar a como se narraba en la famosa obra de Homero, La ilíada. Aunque doloroso, sobre todo, lo es porque los dos bandos parecen morir en vano, pues si unos defienden a un señor injusto, tirano y hasta infantil, que se comporta como un niño porque, como si fuera un Segismundo (La vida es sueño de Calderón de la Barca) cualquiera, parece haber vivido ajeno a las sensaciones y sentimientos humanos que le llevan a comportarse de manera despótica e irracional.
Si en todo momento el cineasta consigue (con contundencia) que el espectador se identifique plenamente con la causa de los samuráis, también logra transmitir a la perfección tanto la nobleza de su gesta, como la sinrazón de la misma —-sinrazón para los valores actuales. Para ello, utiliza una serie de señales visuales y metafóricas, que no crean que resalta para llamar la atención sobre el espectador, sino que permanecen en un segundo plano, pasando casi desapercibidas: el inicio de la lluvia en el preciso momento en que inician su viaje, que resalta la pureza de su entrega en una misión suicida; la misma despedida del único samurái que deja a su pareja a merced del destino está planificada dando a entender que no volverá; o ese momento en que las aguas del río se tiñen de sangre, premonizando el final que a todos les espera.
Lo curioso es que si en un principio parece que 13 asesinos va a ser una película más en la línea de Los siete samuráis (Shichinin no samurais, 1954) —-no es la única película de Akira Kurosawa que evoca—-, en la que asistimos al reclutamiento de los samuráis, para asistir como testigos de preferencia a su matanza, lo cierto es que Takashi Miike va mucho más allá, cuestionando valores como el honor y la justicia, que tan diferente significado tienen hoy en día… si es que tienen alguno.
Publicado originalmente en EXTRACINE
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