Título original: Hollywood contra Franco
Nacionalidad: España
Dirección: Oriol Porta
Guión: Isabel Andrés, Oriol Porta & Llorenç Soler
Producción: Lisa Berger & Cristina Mora
Fotografía: David García
Música: Carles Pedragosa
Montaje: David Gutiérrez Camps
Reparto: Walter Bernstein, Moe Fishman, Román Gubern, Arthur Laurents, Patrick McGilligan, Susan Sarandon, Lluís Soler...
otros daños colaterales de la guerra civil española
"Hay que recordar" decía Carlos Galván en El viaje a ninguna parte (1986, Fernando Fernán Gómez). Una pequeña frase que no sólo es necesaria, sino además vital, porque muchas de las nuevas generaciones no son conscientes de la importancia internacional que tuvo una guerra como la nuestra, ni de las consecuencias que tal acontecimiento supuso, ya no en las vidas de los españoles, sino en las de el resto de Europa. Asimismo también es necesario recordar un periodo tan oscuro y deplorable como fuera el de la Caza de Brujas iniciada por el senador Joseph McCarthy, al terminar la Segunda Guerra Mundial.
El primer acierto de Hollywood contra Franco es que, salvo la espléndida presencia de Román Gubern -incluido no sólo por sus excelsos conocimientos cinematográficos sino por su vinculación personal con el propio protagonista- defiende sus argumentos a través de actores, cineastas y guionistas internacionales, más que nada porque seguimos siendo un pueblo que considera que lo que viene de fuera es mejor. Un complejo consecuencia de la oscuridad que reina en la posguerra española y la larga dictadura de los vencedores de la contienda. No me cabe ninguna duda de que los oídos españoles son más abiertos a escuchar estas reivindicaciones de voces extranjeras, Pareciera que el inglés le da la credibilidad necesaria para aquellos que siguen teniendo prejuicios contra el pensamiento del otro, sobretodo cuando el otro habla en su misma lengua.
El segundo acierto es centrarse en las experiencias vitales del guionista Alvah Bessie. Una apasionante vida en la que la valiente decisión de apoyar y ayudar a los que consideraba tenían la razón y representaban el progreso y la democracia, le pasaría factura posteriormente en su propio país. La historia de Alvah Bessie muestra la ironía de un sistema para el que lo que es malo un día puede ser bueno otro y viceversa, y que la diplomacia y las necesidades políticas suelen tener muy mala memoria, para capitalistas y para comunistas, para la democracia y para la dictadura.
Y precisamente la diplomacia constituye el mayor desatino de la película. Pareciera que el documental quisiera quedar bien con el público o, cuanto menos, no soliviantar la memoria colectiva. Personalmente no tengo ninguna duda sobre los personajes que aparecen a lo largo del documental y puedo ubicarlos en un lado o en otro, en una época o en otra, pero si he empezado reivindicando la necesidad de un documental como este para refrescar las memorias, habría que refrescarlas del todo. Si aparece la fotografía de un actor que denunció a otro sólo por que pensaba de diferente manera, ¿porqué no haber puesto, al menos, el nombre del actor? Y con los actores todavía se les puede reconocer, pero no así a guionistas, productores y directores que pasan desapercibidos entre acusaciones y puñaladas traperas. Al documento le falta un punto de valentía para mostrar a los que estaban de un lado o de otro, ¿quienes acusaron a sus colegas de comunistas durante la caza de brujas? ¿quienes se quedaron sin trabajo debiendo exiliarse en Europa? y, lo peor de todo, ¿quienes sucumbieron a la presión y acabaron suicidándose? Para el público no especializado, deja incompleto un tema tan quisquilloso como el que se trata, fomenta la especulación y permite que cierto sector del público continúe asumiendo que está viendo un documental que se limita a reflexionar y a sacar conjeturas sobre ideas y teorías.
También adolece de falta de documentación gráfica, pues algunas de las secuencias se repiten y demasiadas veces, y aunque las historias y anécdotas que se cuentan sean realmente interesantes, visualmente se demanda algo más de vitalidad.
En cualquier caso, una película interesante para el interesado en un periodo que sigue permaneciendo parcialmente oculto para españoles y para norteamericanos, para los de la izquierda y para los de la derecha, para ellos y para nosotros, para los de antes y para los de ahora. Y no es un anuncio de coca-cola.
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