domingo, 28 de marzo de 2010

An education

Título original: An education
Año: 2009
Nacionalidad: Gran Bretraña
Dirección: Lone Scherfilg
Guión: Nick Hornby, basado en las memorias de Lynn Barber
Producción: Finola Dwyer & Amanda Posey
Fotografía: John de Borman
Música: Paul Englishby
Montaje: Barney Pilling
Diseño de producción: Andrew McAlpine
Dirección artístico: Ben Smith
Decorados: Anna Lynch-Robinson
Vestuario: Odile Dicks-Mireaux
Reparto: Carey Mulligan, Olivia Williams, Alfred Molina, Cara Seymour, William Melling, Connor Catchpole, Matthew Beard, Peter Sarsgaard, Amanda Fairbank-Hynes, Ellie Kendrick, Dominic Cooper, Rosamund Pike, Nick Sampson, Kate Duchêne, Bel Parker, Emma Thopson, Luis Soto, Olenka Wrzesniewski, Bryony Wadsworth, Ashley Taylor-Rhys, Sally Hawkins, James Norton...
masculino/a sobre femenino/a o/a viceversa/o
An education es una película que se plantea a sí misma tal y como la define su título: como una asignatura pendiente, una lección de vida. Una película oportuna y necesaria en una cinematografía como la británica. Resulta curioso que un país como Gran Bretaña, que ha tenido reina en lugar de rey durante los últimos 59 años -por no mencionar la retahíla de reinas que ha tenido a lo largo de su historia- y una dama de hierro al mando dede Gobierno durante 11 años, tenga en la actualidad un problema tan alarmante como el de las madres (y padres) adolescentes, que hacen que la flamante corona inglesa más parezca el sombrero de frutas de Carmen Miranda. ¿Quién iba a pensar que la cuna de la lengua inglesa con escritoras tan modernas y adelantadas a su tiempo como Emily Brontë, Jane Austen, Mary Shelley o Virginia Woolf iba a necesitar denunciar la baja educación y visión de futuro de sus vástagos a estas alturas? Aunque por otro lado, la cinematografía británica de los años treinta ya quedara marcada por aquella primera versión de la obra de George Bernard ShawPygmalion (1938, Anthony Asquith & Leslie Howard), que sería luego adaptada y actualizada década tras década en películas como My fiar lady (1964, George Cukor), Educando a Rita (Educating Rita, 1983, Lewis Gilbert), Pretty woman (1990, Garry Marshall), o Doctor Doolitle (1998, Betty Thomas) evidenciando que la educación es una lacra que no forma parte de una época, sino de toda la cultura británica al completo. Aunque claro, las mismas versiones cinematográficas se ponen solas en evidencia pues cada nueva revisión va dirigida a un púbico con menor capacidad intelectual.
Dirigida con discreción por la danesa Lone Scherfig, responsable de títulos como Italiano para principiantes (Italiensk for begyndere, 2000) y Wilbur se quiere suicidar (Wilbur wants to kill himself, 2002), An education es una película que entra bien desde el principio, aunque algunos personajes estén excesivamente caricaturizados -la padre estricto es exageradamente estricto, la rubia tonta es descaradamente tonta y la profesora fea es innecesariamente fea- cualquiera puede identificarse con el dilema de Jenny, sea hombre o mujer, sea hijo o hija, sea padre o madre. Sin embargo el hecho de que esté basada en una historia real -la de la periodista Lynn Barber -conocida en su pueblo-, dirigida y producida por mujeres y protagonizada casi enteramente por personajes femeninos parece volverse en contra de lo que tradicionalmente ha sido la lucha entre sexos y la reivindicación de los valores femeninos. 
Primero: no hace falta profundizar mucho para constatar que aunque la protagonista absoluta sea Jenny, el resto de personajes femeninos están supeditados a los masculinos: la madre de Jenny al padre, la rubia a su novio -que es quien juega un papel importante-, y la profesora y la directora ni siquiera tienen el status de personajes, tan sólo entran en escena cuando son necesarias para la evolución de la historia. 
Segundo: Jenny -o Lynn, da lo mismo- no es una mujer moderna ni adelantara a su tiempo como cualquiera de las escritoras mencionadas anteriormente, es una típica adolescente de su tiempo cuyos sueños no llegan a la rebeldía, tan sólo ha dejarse llevar una vez consiga la libertad que proporciona el acceso a la Universidad, fumar cuanto quiera, leer lo que le plazca y vestirse de negro son sus mayores necesidades. No veo en ella inquietudes intelectuales ni laborales, ni reivindica la emancipación de la mujer ni nada de nada. De hecho, tal y como plantea su propio padre, si en lugar de haberse encontrado con David en este momento lo hubiera hecho estando en la Universidad, claramente la habría abandonado como tenía planeado su padre. De otra manera no puedo entender que Jenny -o Lynn- se arroje con esa levedad y velocidad en los brazos de su amado, más que modelo de mujer debería ser tomada como ejemplo de boba, pues si la casualidad no hubiera descubierto a su príncipe azul. No me extrañaría nada que si Jenny -o Lynn- hubiera vivido en la época actual fuese una de tantas adolescentes que hacen el test de cómo habría sería tu hijo si lo tuvieras con Robert Pattinson o cualquier otro de los miembros de la saga crepuscular.
Tercero (y a lo que iba): el discurso de An education bien pudiera quedar resumido en una lucha entre la razón y el sentimiento. La razón estaría representada por el agobiante padre que lo tiene todo estudiado y planeado por el bien de su hija y el sentimiento por Jenny, por razones obvias. Esto sólo vendría a evidenciar que las mujeres implicadas en la realización del proyecto (incluida Lynn) tengan un pensamiento más masculino que femenino pues aquí quien gana es la razón, el padre, el género masculino. Quizá Lynn y sus colegas no parecen percatarse del fondo que subyace en su discurso e incluso afean y degradan físicamente a los personajes femeninos intelectuales, como la profesora, que bien pudiéramos pensar que más que fea sea lesbiana justificando el hecho de que permanezca soltera y que el único objetivo para sacrificarse estudiando sea poder ganarte la vida sin depender de un hombre y poder leer lo que le da la gana -como el padre de Sabrina Fairchild (Audrey Hepburn) en Sabrina (1954, Billy Wilder), que se hace chófer porque es una profesión que le da mucho tiempo para leer-, y la directora, una réplica femenina de su propio padre, cuyos argumentos juegan claramente en su contra. Estos dos personajes, destinados a convencer a Jenny -y en su día a Lynn- de que debe finalizar sus estudios, no sólo no la convencen sino que la reafirman en su idea de abandonarlos -yo habría hecho lo mismo que Jenny en su lugar. Sólo la experiencia abre los ojos a Jenny, luego me pregunto si la película ¿no irá más dirigida a los peligros de la educación estricta y severa? ¿no irá más dirigida a padres y madres que ha adolescentes en edad de procrear y formar otra endeble familia? En un caso o en el otro, me sigue pareciendo más efectiva Mary Poppins (1964, Robert Stevenson), la película y el personaje.
Cierto es que podría verse como una película que intenta adocenar a las adolescentes (de sexo femenino) para que se dejen de romanticismo y sentimentalismo o, por lo menos, que lo posterguen hasta su graduación… Pero en ese caso creo que la película está mal planteada. Consigue el efecto contrario.
En cualquier caso, An education sigue siendo una experiencia estimulante pues, en conjunto, es una obra notable repleta de espléndidas interpretaciones. Yo finalmente me quedo con las de Alfred Molina, que consigue aportar simpatía y compasión por un personaje testarudo y algo antipático, y la de Rosamund Pike, que consigue dotar a su estereotipo de rubia de una ingenuidad adorable; aparte de las espléndidas interpretaciones del duo protagonista, Carey Milligan, que mantiene con convicción y soltura el peso de toda la película, y Peter Sarsgaard, que pasito a pasito se está labrando una sólida carrera como actor versátil y flexible. El apartado técnico mantiene una notable coherencia en cuanto a la fotografía, la dirección artística y un cuidado vestuario que nos sumergen absolutamente en la década de los sesenta sin sentir, como en otras aproximaciones a la misma época, que estamos en una fiesta de disfraces.

2 comentarios:

  1. Atrevidísimo comentario, pero creo que acertadísimo también: el final no muestra claramente el problema clave de la historia: que un exceso de rigidez conlleva la necesidad de un escape a la desesperada (hacia cualquier cosa siempre inconveniente); por el contrario, el poso que acaba dejando el film pierde el rumbo y acaba inclinándose por un mensaje muy simplificado al puro estilo de Caperucita Roja (versión Perrault): si sales al bosque y eres tan lista de usar el atajo... y escapas... será de milagro...

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  2. No habría sido el mismo comentario si lo hubiese hecho al poco de ver la película y es que, aunque disfruté la película, había un pepito grillo que me decía que algo que no terminaba de encajar del todo...

    No por estar hecha por mujeres es una película de mujeres ni feminista, al contrario que Precious, que aunque esté hecha por un hombre, sí es muy de mujeres...

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