miércoles, 18 de julio de 2012

El enigma del cuervo


Título original: The raven
Año: 2012
País: Hungría, España & EE.UU.

Dirección: James McTeigue
Guión: Ben Livingston & Hannah Shakespeare
Producción: Marc D. Evans, Trevos Macy & Aaron Ryder  
Fotografía: Danny Ruhlmann
Música: Lucas Vidal
Montaje: Niven Howie 
Diseño de producción: Roger Ford 
Dirección artística: Dragan Kaplarevic, Zsuzsa Kismarty-Lechner, Paul Laugier, Tibor Lázár & Frank Walsh
Decorados: Kerrie Brown
Vestuario: Carlo Poggioli
Reparto: John Cusak, Luke Evans, Alice Eve, Brendan Gleeson, Kevin McNally, Oliver Jackson-Cohen, Jimmy Yuill, Sam Hazeldine, Pam Ferris, Brendan Coyle, Adrian Rawlins, Aidan Feore, Dave Legeno, Michael Cronin, Micahel Poole, Michael shannon, Charity Wakefield, John Warnaby, Matt Slack, Ian Virgo, Michael J. Fourticq, Jasmina Ilic, Teodora Uveric, Kristof Farkas, Luka Mijatovic, József Tálos, Matt Devere, Sergej Trifunovic, Milos Djuricic, Bojan Peric, Ana Sofrenovic, Steve Agnew, Malina Nikolic, Miklós Kapácsy, Andrew Hefler, Pierre Boris Jaurdin, Tamara Krcunovic, Jason Ryan, Antal Publik, László Konter, Mark Phelan, Krisztián Peer, Annamaria Ordog, Ádám Földi, Dejan Cubrilov, Máté Haumann, Péter Fancsikai, Sava Rapic… 

el espíritu de misery (o CSI) en el siglo XIX

Uno espera que cuando se hace una película con la intención de homenajear a un escritor como Edgar Allan Poe, a sus artífices les interesasen un poco sus obras. O si son de los que no leen, que rindan un ápice de pleitesía hacia las adaptaciones que se hicieran en los años treinta por Universal Pictures, con Bela Lugosi y Boris Karloff como protagonistas, o por Hammer Productions en los años sesenta, con Vincent Price y Peter Cushing. Pero no. Ni lo uno ni lo otro. Si a Ben Livingston y Hannah Shakespeare, guionistas de The Raven, no parecen interesarles verdaderamente los textos de Poe, a James McTeigue tampoco parecen motivarle sus adaptaciones cinematográficas.

A pesar de sus sonoros apellidos, Livingston y Shakespeare articulan un guión totalmente carente de interés desde la primera secuencia. Ni importa en absoluto la identidad y motivos del asesino imitador, ni las relaciones entre Edgar Allan Poe con el capitán Hamilton, su hija y el detective Fields. Es más cualquiera diría que su objetivo principal era homenajear las obras de Stephen King, algo que desestimarían, probablemente, porque hubieran debido pagar derechos de autor, pero que termina por delatarles en la resolución de la película.
Tampoco parece que a James McTeigue le interese tanto el universo de Edgar Allan Poe como sí la emulación de éxitos cinematográficos recientes como los de David Fincher o Guy Ritchie. Él ya lo adelantaba con la publicación del cartel de la película y es comprensible, filmes como Se7en o Sherlock Holmes han cosechado grandes recaudaciones, pero no basta con integrar en una misma película las características principales de una y otra cuando no tienes absolutamente nada más que aportar, como no sea lo que ha visto en la serie de televisión CSI. Al final voy a terminar aborreciendo todas estas películas que parten de hechos y personajes reales para realizar lo que podríamos denominar retrospecciones distópicas.
En un entorno como este en el que tanto guión como dirección no tienen por donde cogerse, hubiera sido un milagro que John Cusack, Luke Evans, Alice Eve o Brendan Gleeson fueran capaces de construir algo medianamente decente con sus respectivos personajes. Así de entrada, en ningún momento me trago el retrato que se hace de Edgar Allan Poe, lo que no quiere decir que el personaje que hace John Cusack me guste más o menos, sino simplemente que no me lo creo como el ilustre escritor. De hecho, mucho me temo que simplemente han utilizado el nombre del poeta para dar algo de lustre a su insípida película en la que no esperen ver estética gótica ni neo-gótica ni tan siquiera tenebrosa, tan sólo baja en intensidad lumínica, así como en creatividad.
Como en alguna otra ocasión he mencionado, cabe la posibilidad de que sea yo quien no ha entendido lo que querían contar. Igual el origen de la película era gastarle una broma a John Waters, que recuerdo se quejaba cuando realizaba Serial Mom que en Baltimore nunca pasaba nada extraordinario, de ahí la ironía de ver a Katheleen Turner corriendo con unas tijeras por las calles de su ciudad. En ese caso igual hubiera sido mejor que Luke Evans hubiera hecho de Emily Hamilton y Alice Eve de una detective en el siglo XIX, o que el capitán fuera gay o transexual, o que el cuervo fuera el asesino imitador… Puestos a crear pasados alternativos, ¿por qué no cambiarlos realmente del todo?
Publicado originalmente en EXTRACINE

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