jueves, 18 de febrero de 2010

Nacidas para sufrir

Título original: Nacidas para sufrir
Año: 2009
Nacionalidad: España, Argentina
Dirección: Miguel Albaladejo
Guión: Miguel Albaladejo
Producción: Gerardo Herrero
Fotografía: Kiko de la Rica
Música: Lucio Godoy
Montaje: Pablo Blanco
Dirección artística: Federico G. Cambero
Vestuario: Silvia García Bravo
Reparto: Petra Martínez, Adriana Ozores, María Alfonsa Rosso, Malena Alterio, Mari Franç Torres, Mariola Fuentes, Marta Fernández Muro, María Elena Flores, Ricard Borràs, Jorge Calvo, Antonio Gamero, Sneha Mistri, José María Sacristán, Josele Román...
malas con encanto


Miguel Albaladejo es cineasta modesto y fiable que, siendo siempre coherente y fiel a  sí mismo, ha sabido consolidar una filmografía que rescata lo mejor de la tradición  del cine de entretenimiento castizo de los años sesenta y setenta, representado por Mariano Ozores, Ramón Fernández, Roberto Bodegasy Pedro Lazaga con mención especial para Luis García Berlanga, y con los temas e influencias del cine contemporáneo español, aquel que emerge de la mano de la democracia y la movida, representado por el de Pedro Almodóvar. No debe ser gratuito que encontremos en el reparto presencias tan estimulantes como las de Josele Román, presente en múltiples títulos del primer grupo y que interviene en algún título del manchego, o la de una irreconocible Marta Fernández Muro, digna portavoz del cine de la movida al aparecer también en filmes de Fernando Colomo y en el emblemático Arrebato (1979,) de Iván Zulueta, además de haber realizado el mismo papel de madre-hija junto a María Elena Floresen uno de los primeros títulos de Almodóvar. No puedo evitar resaltar la siempre estimulante, aunque breve, presencia deMariola Fuentes, una fresca y versátil actriz que también comparte con las anteriores su capacidad para moverse de registros modernos y petardos para Félix Sabroso y Dunia Ayaso, a los más naturales y realistas como los que representa en obras deLaura Mañá, Miguel Albaladejo y Pedro Almodóvar.




Los argumentos del cine de Albaladejo están repletos de personajes que plantean problemas sociales incómodos -para algunos-, como hiciera en
Cachorro (2004) o Volando voy (2005), o que nos conducen a la empatía con aquellos personajes cuyos objetivos no son, a priori, nobles, como sucediera en Rencor (2001), la misma Volando voy, o la que nos ocupa, Nacidas para sufrir. Todo esto sumado a su poderosa destreza para la dirección de actores y su habilidad para convertir la tragedia en comedia y lo cómico en dramático, hacen de Miguel Albaladejo uno de los más sólidos representantes del panorama cinematográfico español contemporáneo.
Todas estas virtudes están perfectamente representadas en Nacidas para sufrir, empezando por esa inocente apariencia de filme tradicional, casi familiar, que nos hace cuestionarnos si estamos asistiendo a una proyección de cine o a la última sesión televisiva de Cine de Barrio, que nos lleva a plantearnos si hubiéramos debido aprovechar para venir al cine con nuestra madre, uniendo así lazos familiares. Y ciertamente así debiera haber sido, pues este ingenuo envoltorio no es más que una excusa que oculta una clara y directa, pero  constructiva, crítica al matrimonio como institución religiosa, que no social, aprovechando para arremeter contra la iglesia católica y la familia cristiana y denunciar la hipocresía de todos aquellos grupos y asociaciones que promueven la homofobia, niegan el matrimonio homosexual y se escandalizan con la posibilidad de la adopción por parejas del mismo sexo.
Con un ritmo tranquilo, que favorece la reflexión y te induce a sacar tus conclusiones de la  misma mano de los personajes, muchas de las situaciones se resuelven de una manera aleatoria y casual a través de un inteligente guión, que aunque pueda parecer previsible, sólo lo es en función de las necesidades cómicas de su director y aprovechando la complicidad del espectador para determinados giros dramáticos, que nos obliga a tomar partido por los personajes, y provoca la explosión de carcajadas simpáticas y espontáneas, como el momento en el que visitan la residencia de ancianos y la tía Flora hace un fabuloso despliegue de los encantos de una auténtica y genuina pasiva agresiva que siempre dice todo lo contrario de lo que realmente quiere decir.
Apoyado en una maravillosa pareja protagonista compuesta por la actriz teatral, Petra Martínez, que se estrena en el medio cinematográfico (¿será nominada el año que viene en la categoría de actriz revelación?), que compone a la perfección su personaje de mala-buena y pasiva agresiva, egoísta y manipuladora que se gana por completo al espectador con esa falsa bondad tan reconocible en cualquiera de nuestra vecinas. No se queda atrás la inconmensurable interpretación de Adriana Ozores, habitual del cine del alicantino, que compone un fabuloso personaje de sumisa y tradicional “ama de casa”, con todas las lecturas imaginables. Fiel también a los suyos, agradecemos esa brevísima presencia de Geli Albaladejo, que todavía recordamos de su famoso episodio en aquel Ataque verbal (1999).
La ausencia absoluta de sexualidad permite que el filme quede abierto para que sea el espectador el que especule sobre el alcance de la amistad de esta entrañable pareja. Una relación que recuerda, inevitablemente, aquella bíblica relación de Ruth y Noemí en la que suegra y nuera se declaran y prometen amor y fidelidad eternos: "Donde tu vayas, yo iré; donde tu vivas, yo viviré; tu pueblo es mi pueblo, y tu Dios es mi Dios; donde tú mueras, yo moriré y allí me enterrarán. Juro hoy solemnemente ante Dios que sólo la muerte nos ha de separar". Cinematográficamente se empareja con otra sugerente historia de “amistad” femenina como la que mantienen Jasmin y Brenda en Bagdad cafe (Out of Rosenheim, 1987, Percy Adlon). El que quiera entender que entienda y el que no, que por lo menos, se divierta.


Fuente: Cultura Lesbiana 

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