sábado, 27 de noviembre de 2010

The Kids Are All Right

Título original: The Kids Are All Right
Año: 2010
País: EE.UU.
Dirección: Lisa Chodolenko
Guión: Lisa Chodolenko & Stuart Blumberg

Producción: Gary Gilbert, Philippe Hellmann, Jordan Horowitz, Jeffrey Levy-Hinte, Celine Rattray & Daniela Taplin Lundberg
Fotografía: Igor Jaude-Lillo

Música: Carter Burwell, Nathan Larson & Craig Wedren
Montaje: Jeffrey M. Werner

Diseño de Producción: Julie Berghoff
Dirección Artística: James Connnelly

Vestuario: Mary Claire Hannan
Reparto: Annette Bening, Julianne Moore, Mark Ruffalo, Mia Wasikowska, Josh Hutcherson, Yaya DaCosta, Kunal sharma, Eddie Hassell, Zosia Mamet, Joaquín Garrido, Rebecca Lawrence, Lisa Eisner, Eric Eisner, Sasha Spielberg, James MacDonald, Margo Victor...

los chicos están bien, pero sólo siempre que no haya un heterosexual cerca

The Kids Are All Right es un filme maniqueo y propagandístico en el que, indirectamente, su directora, Lisa Cholodenko, demuestra que el fin no justifica los medios.

Salvo algunas excepciones, siempre he considerado que la mejor representación cinematográfica de un determinado colectivo, tanto minoritario como mayoritario, tanto social, político y religioso como étnico, cultural y sexual, es aquella que realizan los que miran ese colectivo desde fuera, con respeto, pero sin pertenecer plenamente al colectivo. Así como existen numerosos ejemplos de cineastas homosexuales capaces de ofrecer miradas profundas sobre el mundo heterosexual y viceversa, en algunas ocasiones, determinados cineastas militantes del colectivo homosexual caen en el error al que se precipita, desde mi punto de vista, Lisa Cholodenko en The Kids Are All Right, que no es otro que el de la integración forzada de un modelo de familia que, si bien existe, no es exactamente igual que el de la familia heterosexual, y ni mucho menos está tan integrado como se pretende mostrar en la película. Por lo menos no en cualquier comunidad y mucho menos en una estadounidense.

Claro que hay familias homosexuales, tanto masculinas como femeninas, con hijos adoptivos o que hayan obtenido a través de madres de alquiler o bancos de esperma, o incluso a través de un querido amigo. Claro que los hay. Pero de ahí a que vivan su vida como si estuviesen en cualquiera de las populares series televisivas made in USA, hay todo un trecho. De hecho, a veces me pregunto si estoy viendo un episodio perdido de The Brady Bunch en el que una de las hijas, tras declararse lesbiana, haya formado su familia siguiendo el patrón que viera en casa.

Cierto es que las correspondencias que se establecen entre diferentes formatos como la publicidad, el vídeo musical, el videojuego, las series televisivas y el cine enriquece, en muchos casos, la calidad del producto. Pero no es lo mismo ver una serie de televisión realizada como si fuera una película, que un largometraje como si fuera un telefilme. Quizás la intención de la directora utilizando un lenguaje tan básico, directo e insustancial como el televisivo era llegar al público masivo, pero creo que en la ecuación saldrá perdiendo pues el público cinéfilo exigente puede sentirse defraudado, por no decir el colectivo homosexual ante la tergiversación de un modelo familiar del que pueden existir tantas variantes como familias. Por otro lado, no todo el público está abierto a escuchar que las familias disfuncionales existen y pueden convivir con las tradicionales, por mucho que sus intenciones sean buenas, que lo son, con lo que la supuesta lección cívica que podría justificar la realización de la película tal y como está hecha, cae en sombrero roto.


En primer lugar, no sé donde exactamente transcurre la historia. Me consta que no todos los estados de la unión son igual de tolerantes con determinadas situaciones, si fuese, desde luego, en Texas, intuyo que no vivirían con esa candidez y alegría empalagosa que desprenden en cada momento. Dado que Lisa Cholodenko es californiana, y dado que en ocasiones más parecen hippies de una comuna de los años setenta que lesbianas comunes, daré por hecho que allí están. Lo de los hippies y la comuna me lleva al segundo punto, el tiempo, que me parece absolutamente ilusorio, casi podría decir que podrían pertenecer a una de esas utopías almodovarianas en las que un individuo con rastas en el pelo puede atenderte en una tienda de fotografía, una octogenaria presentar el telediario, una modelo atender el teléfono en la consulta del ginecólogo o una monja quedarse embarazada por una drag-queen (que no un travesti)… Mucho me temo que la influencia de Pedro Almodóvar pueda ser perjudicial en algunos casos. ¿No echan de menos que canten Resistiré cuando van en el coche en la secuencia final?

Esta integración a toda costa que propone Lisa Cholodenko acaba por evidenciar la falsedad de su propuesta, sobre todo porque cae en los mismos estereotipos y demonizaciones que si estuviéramos hablando de una película a la inversa, patrocinada por el foro de la familia, en la que seguro se mostraría a los homosexuales como seres viles, demoníacos, despreciables y hasta con cuernos y rabo. De hecho, todos los heterosexuales que aparecen en la película, a excepción de “the kids”, son los malos de la película: el amigo de Laser (Josh Hutcherson) es prácticamente un psicópata en la línea que pueda serlo su propio padre heterosexual; Paul (Mark Ruffalo) es un inestable emocional incapaz de sentar la cabeza y formar una familia; y Jules (Julianne Moore), es sin duda la más mala de la película que teniendo ostras para cenar prefiere caracoles. Y todo esto en favor de la pobre auténtica, genuina y sufridora heroina lesbiana de la película, Nic (Annette Bening), que como cualquier mujer del mundo, es capaz de sacar adelante una familia ella solita, vamos, como cualquier mujer heterosexual divorciada o soltera o que le haya dado la gana tener descendencia contando con la mínima aportación masculina.


La cosa no queda ahí, la base de la relación entre Jules y Paul aflora de una manera completamente sexista al sugerir ese tremendo y machista pensamiento que supone que a toda lesbiana lo que le hace falta es un buen rabo. ¡Por favor! Y esto después de haber visto que mientras ellas practican sexo ven películas pornográficas gays, o sea, en las que nadie como marisco ni sale ostra, almeja o mejillón alguno. Por no mencionar estereotipos absurdos y antiguos como que una pareja de lesbianas pase la tarde viendo National Geographic Channel. Hay que entender que este no es un hecho casual, si lo hibiera sido la directora lo habría puntualizado, pero al no hacerlo se entiende que hacen lo que cualqueir otra tarde. La última vez que vi a alguien en una película ver un canal documental con ese candor fue en Carretera perdida (Lost Highway, 1997, David Lynch), y no era precisamente un buen augurio sobre los personajes y la situación. Era muy inquietante.


Que conste que no quiero decir que el conflicto que se plantea en la película no pueda suceder. Repito. Ni que las situaciones que comento no puedan darse en la vida real. Más que un problema de verosimilitud, estaría hablando de un problema de representación pues no me creo a ni una sola de las lesbianas que aparece en The Kids Are All Right, que son dos. Ni Annette Bening ni Julianne Moore son capaces de que me las crea como lesbianas en un solo fotograma de esta película. Montgomery Clift besaba con mucha más credibilidad a Elizabeth Taylor en Un lugar en el sol (A Place in the Sun, 1951, George Stevens), o Rock Hudson a Doris Day en cualquiera de sus películas, o Cary Grant a cualqieira de sus partenaires, por no hablar de Greta Garbo, Barbara Stanwick o Jodie Foster. No es cuestión de que el actor o la actriz tenga que tener la misma opción sexual que los personajes que interpretan, tan sólo tienen que parecerlo. Baste como ejemplo Philadelphia (1993, Jonathan Demme), otra película que también se plegara a las necesidades del mainstream, pero que ni su director dejara de lado la verosimilitud de las situaciones, ni sus protagonistas tuvieran problemas de credibilidad a la hora de representar roles homosexuales.

Ninguna de las dos protagonistas de The Kids Are All Right besa con sentimiento, tampoco basta con sentarse con las piernas abiertas y cortarse el pelo, en el caso de Benning, o de rescatar el vestuario que luciera en El mundo perdido: Jurassic Park (The Lost World: Jurassic Park, 1993, Steven Spielberg), en el caso de Moore, que parece, no ya repetir, sino aumentar las dosis de sobreactuación de las que me quejaba en Chloe (2009, Atom Egoyan). Tan sólo Mark Ruffalo resulta convincente en todo momento, cuando mira, cuando besa, cuando trata de ejercer de padre, cuando corta con su chati, cuando mete la pata, cuando pide perdón. Siempre. Asimismo resultan convincentes Mia Wasikowska y Josh Hutcherson, tampoco mucho más, pero por lo menos resultan naturales entre el sobrado e inutil esfuerzo de sus madres.


Partiendo de la base que acabo de exponer, el encomiable objetivo pretendido por The Kids Are All Right, que no es otro que establecer que una pareja de homosexuales lesbianas puede sacar una familia adelante —-algo que no dudo, en absoluto—-, se diluye quedando totalmente en evidencia y sólo podrá gustar e interesar a aquellos que entren en la sala de cine convencidos de la premisa y dispuestos pagar por ver televisión en pantalla grande.

Publicado originalmente en EXTRACINE

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