Título original: No habrá paz para los malvados
Año: 2011
País: España
Dirección: Enrique Urbizu
Guión: Enrique Urbizu & Michel Gaztambide
Producción: Rick Benattar, Andrew J. Curtis & Jonathan English
Fotografía: David Eggby
Música: Lorne Balfe
Montaje: Peter amundson & Robyn Owen
Diseño de producción: Joseph C. Nemec III
Dirección artística: Malcolm Stone
Decorados: Peter Walpole
Vestuario: Beatrix Aruna Pasztor
Reparto: Olga Alamán, Juanjo Artero, María Blanco-Fafián, Paloma Bloyd, Pere Brasó, Nadia Casado, Héctor Claramunt, Carolina Clemente, José Coronado, Luis del Valle, Ricardo Dávila, Karim El-Kerem, Christian Esquivel, Eduard Farelo, Bernabé Fernández, Miguel Guardiola, Chani Martín, Helena Olalla, Julia Perillán, Javier Pinto, Chema Ruiz, Nasser Saleh, Rodolfo Sancho, Juan Pablo Shuk, Alex Spijksma, Pedro Mari Sánchez…
no habrá paz para nadie
Pocos medios se han hecho eco de que la reivindicación de Enrique Urbizu, con su flamante No habrá paz para los malvados, en la última edición de los premios Goya, también sirve para celebrar a una generación de profesionales cinematográficos procedentes del país vasco. Todos ellos surgieran a principios de la década de los noventa colaborando con directores como Julio Medem, Juanma Bajo Ulloa o Álex de la Iglesia, de sobra conocidos no sólo en España, sino fuera de ella.
Uno de los primeros premios que se entregaba era el que iba destinado a su montador, Pablo Blanco, en el que es su segundo Goya después de Airbag (1997, Juanma Bajo Ulloa) y tres nominaciones más por filmes como Asaltar los cielos (1999, José Luis López-Linares y Javier Rioyo), La madre muerta (1993, Juanma Bajo Ulloa) y Acción mutante (1993, Álex de la Iglesia). Estamos hablando de un profesional que comenzaba en el cine con sólo 17 años en los que entró a trabajar en los estudios Cinearte como auxiliar de producción. Tras conocer de cerca los diferentes procesos técnicos que intervenían en la elaboración de una película se decidió por dedicarse en el montaje cuando le ofrecieron integrarse en el oficio. Una decisión de la que nunca se ha arrepentido y en cuyo aprendizaje pasó por todas las etapas: meritorio, auxiliar, ayudante, montador de sonido y finalmente de imagen.
Si comenzaba su carera trabajando en proyectos alimenticios, sería su aportación a las óperas primas de Juanma Bajo Ulloa y Álex de la Iglesia, Alas de mariposa (1991) y Acción mutante respectivamente, las que marcarían el inicio de su carrera cinematográfica. Aparte de los títulos por los que ha estado nominado, destacan en su filmografía sus colaboraciones con cineastas como Agustí Villaronga - 99.9 (1997)-, Miguel Alabadalejo -Manolito Gafotas (1999), Rencor (2002), Cachorro (2004), Volando voy (2006), Nacidas para sufrir (2009)-, Mariano Barroso -Los lobos de Washington (1999), Kasbah (2000)- o Karra Elejalde -Año Mariano (2000, Karra Elejalde y Fernando Gillén Cuervo), Torapia (2004).
Su colaboración con Enrique Urbizu se remonta a 1994 y se extiende a lo largo de cinco largometrajes: Como ser infeliz y disfrutarlo (1994), Cuernos de mujer (1995), Cachito (1996), La vida mancha (2003) y la película por la que ha sido premiado con un Goya por segunda vez en su carrera; y una TV-Movie, Adivina quién soy (2006), que formaba parte de la serie de televisión Películas para no dormir. Su aportación a la película demuestra su capacidad para manejar el tiempo, marcando un ritmo pausado pero constante, que permite al espectador explorar lo que está sucediendo y estimular su imaginación con lo que podría suceder.
Sí que es el primer Goya para Michel Gaztambide, guionista de la película en colaboración de Urbizu, que ya había sido nominado sólo una vez por su trabajo para la ópera prima de Julio Medem, Vacas. Aunque nacido en Francia, Gaztambide se cría en el País Vasco donde viendo y analizando películas con otros aficionados como él, aprendió de manera autodidacta, hasta que llegó a sus manos un guión de Federico Fellini, que le llevó a aprender cómo se escribía un texto cinematográfico. Poeta, además de guionista, su primer guión cinematográfico, Chatarra (1991, Félix Rotaeta), era en realidad una poesía escrita en forma de guión, con la que ganó un concurso en Bilbao. Después llegó Julio Medem y se convirtió en uno de los mejores guionistas del panorama contemporáneo español.
Defensor del oficio de guionista por encima de su carácter artístico, la filmografía de Gaztambide es breve, pero intensa, siendo su colaboración con Enrique Urbizu la que mejores frutos ha dado a través de títulos como La caja 507 (2002), La vida mancha o esta tercera colaboración. Y son precisamente estas tres películas las que marcan la diferencia como guionista de Gaztambide con sus colegas contemporáneos, siendo capaz de contar la vida de un personaje anónimo como si de un thriler se tratara.
Esta es, precisamente, una de las principales características de la premiada película de Urbizu, que si comienza como una película policíaca, acaba siendo una crónica social de la nueva realidad social de los españoles en la primera década del siglo XXI, que si en los Estados Unidos estuviera marcada por los atentados del 11-S, en España lo está por los del 11-M. Tanto Urbizu como Gaztambide se adelantan incluso a sucesos que se han producido con posterioridad al estreno de la película, al fijar la atención sobre jueces que utilizan sus influencias para conseguir sus objetivos personales.
El mayor acierto de toda la película es contar la historia desde el punto de vista de un policía corrupto como Santos Trinidad, magníficamente interpretado por José Coronado en la que tampoco es su primera colaboración con el cineasta vasco, sino la tercera, siendo nominado al Goya al mejor actor de reparto por La caja 507. No es justo dejar de lado las magníficas aportaciones de otros componentes del relato como Juanjo Artero y Helena Miguel, o las pequeñas aportaciones de Rodolfo Sancho y Pedro Maria Sánchez, sin las que no sería posible completar el magnífico resultado de No habrá paz para los malvados.
Mientras sigue la pista a una joven desaparecida, Santos Trinidad provoca un tiroteo del que no quiere dejar testigo alguno. En su búsqueda por este cabo suelto se tropieza con una red terrorista que planea un atentado a gran escala. En este periplo por el lado oscuro iremos conociendo datos del pasado del policía que si no sirven para perdonar ni justificar sus actos, sí que nos ayudan a comprender las causas de ese gran deterioro físico y moral después de una trayectoria intachable. Quizás el mismo deterioro que la sociedad ha experimentado en la última década hacia los poderes ejecutivos y judiciales.
Uno de los mayores aciertos de No habrá paz para los malvados es que propone, pero no responde. Permite que sea el espectador quien decida, no sólo sobre los actos de Santos Trinidad, sino por la resolución que este ejecuta al conocer lo que se propone este grupo de terroristas. A nuevas amenazas, nuevos héroes, parece ser la solución de Enrique Urbizu ante los cambios recientes de la sociedad española. Una sociedad que si ya conocía de primera mano la lacra del terrorismo, parece ahora vivir en un constante estado de terror al haberse convertido en objetivo del terrorismo internacional y quedar en entredicho la labor de aquellos que se supone deberían estar de parte de ciudadano y del inocente.
Si el texto de Urbizu y Gaztambide está lleno de matices que obligan al espectador no sólo a sacar sus propias conclusiones de los actos y sucesos que presencia, sino sobre las relaciones y excretos que se esconden detrás de muchos de los personajes de la película, también su aproximación visual sencilla y manteniéndose siempre en un contexto realista, permite que el espectador viva con emoción y expectación las diferentes líneas de investigación que se abren, permitiendo que se identifique con muchos personajes de la película, impotentes ante situaciones que no pudieron prever y que no pueden controlar. En estos tiempos en los que los medios de comunicación son capaces de salvar o condenar como si del circo romano se tratara a una persona o colectivo, No habrá paz para los malvados incide más que nunca en ese dicho popular que sostiene que “ni los buenos son tan buenos, ni los malos son tan malos”.
Publicado originalmente en EXTRACINE
Pues que quieres que te diga Luis a mi está película me parece lo más sobrevalorado del cine español en tiempos...Lo único que me parece salvable, y claro era facil por las caracteristicas, el papel de Coronado. En cuanto al guión me parece que toda esa trama terrorista está metida con calzador y fatal contada. Otra cosa es que quieren reconocer la carrera y trayectoria de un director o un equipo en concreto pero eso se hace en los Goyas Honoríficos. En cualquier caso a mi y ya se que no eres de la misma opinión me parece muchísimo más interesante como film "La piel que habito" jeje...Besos!!!
ResponderEliminarQué escándalo!!
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