Título original: The Descendants
Año: 2011
País: EE. UU.
Dirección: Alexander Payne
Guión: Alexander Payne, Nat Fixon & Jim Rash
Producción: Jim Burke, Alexander Payne & Jim Taylor
Fotografía: Phedon Papamichael
Montaje: Kevin Tent
Diseño de producción: Jane Ann Stewart
Dirección artística: T.K. Kirkpatrick
Decorados: Matt Callahan
Vestuario: Wendy Chuck
Reparto: George Clooney, Shailene Woodley, Amara Miller, Nick Krause, Patricia Hastie, Grace A. Cruz, Kim Gennaula, Karen Kuioka Hironaga, Carmen Kaichi, Kaui Hart Hemmings, Beau Bridges, Matt Corboy, Matt Esecson, Michael Ontkean, Stanton Johnston, Jon McManus, Hugh Foster, Tiare R. Finney, Tom McTigue, Milt Kogan, Mary Birdsong, Rob Huebel, Laird John Hamilton, Aileen 'Boo' Arnold, Esther Kang, Melissa Kim, Robert Foster, Barbara L. Southern, Celia Kenney, Matthew Reese, Zoel Turnbull, Matthew Lillard, Judy Greer, Linda Rose Herman, Scott Rose Morgan, Darryl K. Gonzales, Koko Kanealii, Romey 'Keola' Yokotake…
paseo descendente por el amor y las tierras
La última película dirigida por Alexander Payne, The Descendants, parte como una de las favoritas en los premios Oscar, con sus cinco nominaciones y después de haber recogido el Globo de Oro a la mejor película dramática, así como al mejor actor protagonista para George Clooney. Demasiadas expectativas para tan pocas pretensiones diría yo. Algunos pensarán que es una cuestión de prejuicios, por estar hablando de George Clooney, que no es santo de mi devoción, pero que sabe estar a la altura cuando es necesario. Tampoco es que no me haya gustado la película, pero dista mucho de haberme entusiasmado. Quizás sea cuestión de la manera en la que se elogia la película, para que sólo me parezca un filme poco más que entretenido y un tanto previsible. Trataré de explicarme.
Lo que me ha parecido más interesante de The Descendants es su guión. El punto concreto desde el que parte la historia, conociendo el personaje de la madre a través de una anáfora, siempre a partir de los demás personajes. Cómo se desmorona el núcleo familiar a partir del accidente que deja a la madre en un coma y, sobre todo, la manera en la que se abren nuevos caminos entre padre e hijas que antes estaban distanciados por las convenciones típicas de esas familias que hacen todo por sus vástagos, aunque sólo sepan quienes son porque lo pone en el libro de familia. Pero lo más interesante es cómo a partir del mismo incidente se abre también una linea argumental que envuelve a toda la familia, así como, indirectamente a toda la sociedad en la que viven puesto que son propietarios de una basta zona que tienen planeado convertir en un lujoso complejo turístico.
Lo malo es que, si bien los personajes están perfectamente trazados y podemos encontrarnos con situaciones más o menos cómicas, interesantes y emotivas, resulta bastante lamentable que desde la segunda y tercera secuencia sepamos exactamente cómo va a terminar la película en sus dos líneas argumentales. La que se refiere directamente al personaje de George Clooney y sus hijas porque se lo dice claramente el médico que atiende a su esposa, y la que envuelve a toda la familia porque se deduce inmediatamente de la conversación (forzada) que mantiene Matt King con la madre de la compañera de clase de su hija, cuando obliga a esta a pedirle perdón, antes incluso de que nos hayan puesto en conocimiento de esa otra línea argumental.
Probablemente el fallo se deba a que, aparte de Alexander Payne, los otros dos guionistas responsables del texto, Nat Faxon y Jim Rash, son a su vez actores. Si por un lado no me cabe ninguna duda de que se han esforzado mucho en los personajes, a la visa está que todos y cada uno de los intérpretes de la película están más o menos estupendos, pero en lo que respecta a las acciones y cómo se desarrolla la trama todo resulta tan previsible como un telefilme de sobremesa cualquiera. Con el inconveniente de que resulta excesivamente largo y que contiene demasiadas canciones hawaianas insoportables -aquí no hay más o menos.
Si al menos Alexander Payne hubiera tenido la gentileza de hacer una aproximación visual, no digo llamativa, pero sí algo más elaborada, quizás me habría resultado algo más estimulante el visitando de The Descendants. Pero el director se limita a mostrar en plano a la persona que habla, para insertar a continuación el contraplano de la que responde. A esto le añadimos unas bonitas panorámicas del exuberante paisaje de Hawai, un par de planos subacuáticos y algún primer plano de un personaje soltando la lagrimita y ya tenemos un melodrama sencillo y exótico, a la par que facilito y digerible para todos los gustos y edades.
Si no fuera porque estoy hablando de Alexander Payne quizás me hubiera dado lo mismo, o hasta habría sido menos tolerante. Pero si ubicamos The Descendants dentro del contexto de su filmografía, detrás de Entre copas (Sideways, 2004), que estaba precedida por About Schmidt (2002), sin duda estamos hablando de un director que pareciera que consigue más logros cuanto menos se esfuerza. De entrada, ni siquiera estuvo nominado como guionista o director de la película que protagonizara Jack Nicholson, aunque por lo menos tuvieran el detalle de nominarle a él y a la maravillosa Kathy Bates. Después no sólo estaría nominado por Sideways, que pareciéndome una película interesante, tampoco es el no va más y, sin duda, me parece inferior que la precedente, aunque encima se llevó el Oscar al mejor guión, que sí que me parecía lo más destacable de la película. Y ahora repite de nuevo la operación con The Descendants en lo que parece que va a tener un resultado todavía mejor -aunque todavía está por ver.
Con lo que respecta a las interpretaciones, qué puedo decir. George Clooney no está mal, pero, sinceramente, le he visto mejor en otras ocasiones. Que aquí aguanta el plano más tiempo y utiliza colirio en alguna de las secuencias, de acuerdo, pero no me parece una interpretación tan loable. Si acaso justito. Desde luego hay dos momentos que no entiendo: la carrerita a lo película de Charles Chaplin que se echa una vez se entera de que su esposa le ha sido infiel y la otra carrerita que se echa una vez que encuentra a la familia del pavo con el que le ha estado engañando. Auténticos momentos slapstick en un contexto que me saca de la película. Sin embargo, quien sí me merece todos los elogios, ni siquiera es su hija mayor, Shailene Woodley, que lleva tanto peso en la película como Clooney, sino la hija pequeña, Amara Miller, que transmite a la perfección la confusión característica de su edad y del resultado de no conocer toda la información de lo que sucede a su alrededor. Claramente 2011 fue un año tremendamente fecundo en interpretaciones infantiles.
También me parece que este personaje es uno de los que mejor construidos están, junto con el amigo de la hermana mayor, porque en el caso de esta última, me parece que está demasiado preparada para explicarle a su padre (y al espectador) aquello que ni guionistas y ni director supieron o pudieron explicar de una manera visual. ¿Y no es una contradicción que no sepan contar la historia con imágenes cuando son precisamente los espacios y los sentimientos lo más importante de The Descendants?
Publicado originalmente en EXTRACINE
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