Título original: Soul Kitchen
Año: 2009
Nacionalidad: Alemania
Dirección: Fatih Akin
Guión: Fatih Akin & Adam Bousdoukos
Producción: Fatih Akin, Ann-Kristin Homman & Klaus Maeck
Fotografía: Rainer Klausmann
Montaje: Andrew Bird
Diseño de producción: Tamo Kunz
Dirección artística: Seth Turner
Vestuario: Katrin Aschendorf
Reparto: Adam Bousdoukos, Moritz Bleitreu, Birol Únel, Anna Bederke, Pheline Roggan, Lukas Gregorowicz, Dorka Gryllus, Wotan Wilke Möhring, Demir Gökgöl, Monica Bleitreu, Marc Hosemann, Cem Akin, Catrin Striebeck, Hendrik von Bültzingslöwen, Jan Fedder, Julia Wachsmann, Simon Goerts, Maverick Quek, Markus Imboden, Gudrun Egner, Arne Benzing, Piotr Gregorowicz, Hans Ludwiczak, Jan Weichsel, Udo Kier…
sabes aquel que dice que va al médico para que le arreglen la espalda…
Suelo tener una predilección hacia dramas y tragedias, cualquier película que tenga un tono nostálgico y deprimente y, sobre todo, con final infeliz. Por eso me sorprendo tanto cuando me encuentro con un filme que, encajando con el término comedia, no sólo me gusta sino que me encanta. Mucho más cuando incluso podría denominarse (con pinzas, eso sí) comedia romántica. Y todavía más, si cabe, cuando ni siquiera termina mal. No quiero decir con esto que Soul kitchen sea un filme tremendamente divertido o hilarante. No vayamos a confundirnos. Cierto es que mantiene un tono nostálgico y algo pesimista a lo largo de su metraje pero se tata, tan sólo, de un producto entretenido con fondo, eso también. De hecho pudiéramos considerar que Soul kitchen no se trata más que de un descanso que se toma Fatih Akin en una filmografía densa, dramática e intelectual, a través del que pretende, mientras él mismo se lo pasa en grande, hacérnoslo pasar bien a nosotros. Lo que consigue sirviéndose, principalmente, de dos armas: la música y el humor.
Está claro, repasando su filmografía previa, que a Fatih Akin no le faltan recursos para diseñar la banda sonora que precisa para transmitir vitalidad, optimismo y buen rollo. Menos si cabe, si tenemos en cuenta que en sus ratos libres se dedica a pinchar en clubes bajo el seudónimo de DJ Superdjango. Pero es que su capacidad para mezclar ritmos sincopados, influencias étnicas y estilos musicales no tiene nada que envidiar a otros cineastas recordados tanto por sus filmografías, como por los paisajes sonoros que incorporan a nuestras realidades. Además, la música llega en el filme asociada, literalmente, con el buen rollo, el éxito y la prosperidad de los personajes, algo que el espectador desea para todos los desgraciados de esta película. Unos personajes que más parecen sacados de la vida real pues la naturalidad de las caracterizaciones de los actores y la ausencia de estereotipos de belleza impuestos por la cultura publicitaria occidental (siendo todos maravillosamente imperfectos), facilita la empatía con los personajes y la sensación de que puedas reconocerlos entre tus amigos, tus vecinos o los conocidos del bar que frecuentas los fines de semana.
La música pone el tono, pero está claro que el humor, es lo que termina de encandilar de esta propuesta. Ni se trata de una comedia sofisticada en la que se creen situaciones para provocar la risa ni estamos ante un ejemplo de humor intelectual basado en unos personajes inteligentes. Todo lo contrario, se trata de unos personajes viscerales que actúan por instinto, lo que provoca los mejores momentos de la película, como cada una de las intervenciones de Shayn (Birol Ünel), sin duda el único cocinero del mundo que se expresa tal y como se siente hacia los maleducados e irrespetuosos comensales que pagan por el fruto de su trabajo -la broma del gazpacho es impagable y, ninguna duda me cabe, les habrá pasado a muchos cocineros por el mundo. Luego están las situaciones que le ocurren a Zinos Kazantsakis (Adam Bousdoukos), que sin ser realmente graciosas, la acumulación de desdichas, molestias y calamidades que le van aconteciendo y su manera tan estoica de asimilarlas facilitan nuestra simpatía por el personaje, inclinando nuestros deseos en favor de una solución para sus avatares.
Pero, ciertamente, estas dos herramientas no funcionarían si no estuviesen apoyadas en una buena base: la realidad. Cualquier cocinero, camarero o, incluso, gerente de un restaurante entenderá y empalizará a la perfección con las dramáticas situaciones que se presentan, que aunque envueltas en ese tono de ritmo y humor, resultan ser tristemente reales y cotidianas, desde la broma del gazpacho, hasta el ingenioso plato de nouvelle cuisine que montan a partir de productos de tercera categoría -que pretende evidenciar la superficialidad y falsa sofisticación de algunas propuestas culinarias-, la esclavitud de una forma de vida que te obliga a estar constantemente pendiente de tu negocio, el estrés de los cocineros que pasan de esos desesperantes momentos de tranquilidad absoluta a la frenética actividad de las horas puntas en las que todos los comensales llegan a la vez, las dificultades para dirigir un negocio que vive a expensas de los caprichos de un público que puede molestarse tanto si innovas como si le ofreces siempre lo mismo…
Quizás, las relaciones personales queden, en la película, en un segundo plano, avanzando a trompicones y a golpe de ritmo y cuchillo. Quizás algunas situaciones, como que un agente inmobiliario consiga que te realicen una inspección de sanidad sin identificarse, sin presentar una denuncia como es debido y tan sólo con una llamada de teléfono sea un poco fantástica o que unos inspectores de hacienda se presenten en tu local demandando la pasta que debes al fisco sea un tanto desproporcionado, pero ¿quién no tiene que poner de su parte en las comedias, románticas o no, norteamericanas?
Por último señalar la siempre estimulante presencia del inquietante y misterioso Udo Kier, un mítico actor que impregna con su presencia cualquier filme, serie o videoclip al que preste, tan sólo, su imagen.
amen con Udo Kier ji ji ji
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ResponderEliminarThis is a really cool post. I love this kitchen. It is completely the style that would fit me.how to program wayne dalton garage door opener
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