Título original: Hypnotisören
Año: 2012
País: Suecia
Dirección: Lasse Hallström
Guión: Paolo Vacirca y Lasse Hallström, basado en una novela de Lars Kepler
Producción: Börje Hansson, Bertil Ohlsson & Peter Possne
Fotografía: Mattias Montero
Música: Oscar Fogerlström
Montaje: Sebastian Amudsen & Thomas Täng
Diseño de producción: Petr Kunc
Dirección artística: Lasse Westfelt
Decorados: Karin Sundvall
Reparto: Tobias Zilliacus, Mikael Persbrandt, Lena Olin, Helena af Sandeberg, Oscar Pettersson, Anna Azcarate, Jonatan Bökman, Jan Waldekranz, Eva Melander, Göran Thorell, Gustav Levin, Tomas Magnusson, Ulf Eklund, Conny Vakare, Emma Mehonic, Mats Andersson, Simon Mezher, Claes Hartelius, Hedvig Lagerkvist, Robert Follin, Annika Gardeskog, Lea Heed, Lars Hjelm, Peter Eklund, Robert Laurén, Andreas Emilsson…
no por ser sueco, vas a hacer cine escandinavo
Realmente da la impresión de que Lasse Hallström pretende aprovechar la buena repercusión internacional que tiene actualmente el trailer psicológico sueco gracias, sobre todo, a las adaptaciones de las novelas de Stieg Larssen. Quizás en un intento de que no se note su estrategia, ha decidido inspirarse en otra novela de índole similar en la que también un asesinato acaba involucrando al protagonista de la película. Pero su intento por engañar al espectador de la misma manera que el asesino despista constantemente a la policía, resulta demasiado torpe y evidente, no consiguiendo ni armar un thriller clásico, ni tampoco un intenso drama en el que una familia se ve involucrada entre las redes de otra psicótica familia, las dos orillas a través de las que transcurre este río que desemboca en un mar de convenciones y estereotipos.
Si bien Lena Olin consigue aportar a su personaje tanto aquella elegancia etérea que caracterizaba su personaje de Sabina en La insoportable levedad del ser (The unbearable lightness of being, 1988, Philip Kaufman) —pintora aquí de nuevo—, también consigue dotarle de la contundencia terrenal de una madre coraje que, hasta ahora, no había interpretado (si no me equivoco). Quien no consigue motivar, al menos no en toda la medida que sería deseable, es Mikael Persbrandt, cuya interpretación no basta para entender a su atormentado personaje, ni tampoco resulta lo suficientemente creíble como padre o esposo.
Desde mi punto de vista, las convenciones formales por las que pretende llevarnos Hallström no hacen más que entorpecer una trama tan excesivamente previsible por un lado, como demasiado sensacionalista por el otro. Quizás tenga alguna secuencia medianamente emocionante, o incluso consigue alterar nuestro sistema nervioso en algún momento, pero nunca consigue mantenernos en ese estado por más de una secuencia.
Y todo esto por no mencionar la gratuidad con la que los personajes sacan sus propias conclusiones de los datos que tienen o la irresponsabilidad con la que se retratan personas perturbadas, como si de poseídos se tratara, más que enfermos mentales. De esta manera, El hipnotista no consigue funcionar ni como thriller escabroso con psicópata perturbado, ni como drama angustioso sobre familia disfuncional. Más que la obra de un cineasta reputado, parece la de un principiante con aspiraciones.
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