Título original: Micmacs à tire-larigot
Año: 2009
País: Francia
Dirección: Jean-Pierre Jeunet
Guión: Guillaume Laurant & Jean-Pierre Jeunet
Producción: Frédéric Brillion, Jean-Pierre Jeunet & Gilles legrand
Fotografía: Tetsuo Nagata
Música: Raphaël Beau
Montaje: Hervé Schneid
Diseño de producción: Aline Bonetto
Vestuario: Madeline Fontaine
Reparto: Dany Boon, André Dussollier, Nicolas Marié, Jean-Pierre Marielle, Yolande Moreau, Julie Ferrier, Omar Sy, Dominique Pinon, Michel Crémadès, Marie- Julie Baup, Urbain Cancelier, Patrick Paroux, Jean-Pierre Becker, Stéphane Butet, hilippe Girard, Doudou Masta, Emy évy, Eric Naggar, Arsène Mosca, Manon Le Moal, Félicité N'Gijol, Bernanrd Bastareaud, Tony Gaultier, Stéphanie Gesnel, Noé Boon, Pascal Parisat, Cendrine Orcier, Rachel Berger, Dominique Bettenfeld, Gérald Weingand, Yamine Dib, Domitille Bioret, Juliette Armanet, Youssef Hajdi, Myriam Rpustan, Joseph Hernandez, Elisabeth Calejon, Louis-Marie Audubert, Lara Guirao, Florian Goutiéras, Gabriel Hallali, Christine Kay, Alix Poisson, Thérèse Roussel, Michel Francini, Arnaud Mailard, Marc Stusay, Laurent Mendy, Alain Raymond, Philippe Pillavoine, Laurentine Milebo, Régis Romele, Juliette Wiatr, Pascale Lievyn, Cid Freer, Jocelyne Sand, Valérie Moinet, Julianna Kovacs, Guy Lamûre, Jean-Michel Larqué, Pierre Étaix, Christine Kelly, Yannick Mahé, Julia Gunthel, Agathe Natanson…
nostalgia antidigital, antibelicismo para ingenuos
Tras un largo período sin dirigir desde Largo domingo de noviazgo (Un long dimanche de fiançailles, 2004), el cineasta francés Jean-Pierre Jeunet presenta Micmacs à tire-larigot. Su enésima vuelta de tuerca sobre un personal (y reiterativo) universo en lo que él mismo ha denominado un cruce entre Delicatessen (1991, Mar Caro & Jean-Pierre Jeunet) y Amelie (Le fabuleux destin d’Amélie Poulain, 2001, Jean-Pierre Jeunet). Una comparación de la que su sexta película, cuarta sin la colaboración de su antiguo colaborador Marc Caro, sale mal parada por sí misma.
Si en Delicatessen, los cineastas franceses crearan una deliciosa fantasía post-apocalíptica con un encantadora estética retro futurista, en Le fabuleux destin d’Amélie Poulain se perdía el post-apocalismo y el futurismo para conservar la fantasía y el gusto por lo retro, que conservaba única y exclusivamente a través de la mirada distorsionada de su perturbada, pero tierna protagonista, que ya vivía en una reconocible época actual. Mismo tiempo en el que se ubica a los personajes de Micmacs à tire-larigot, con el inconveniente que el contraste con los demás personajes, que se mueven en una realidad no distorsionada, no hacen más que potenciar la idea de que en Francia los tarados campan a sus anchas.
Porque donde Amélie Poulain (Audrey Tautou) resultaba encantadora comiendo sus fresas de sus deditos, Bazil (Dany Boon), resulta tremendamente repugnante y grotesco comiendo sus quesitos. Ante la duda del cirujano que opera a Bazil tras recibir un balazo en la cabeza, que se debate entre extraer la bala con el riesgo de que su paciente pueda convertirse en un retrasado, y dejarla a sabiendas de que el día más inesperado puede causarle la muerte, a un servidor le dan ganas de traspasar la pantalla para gritarle que le quite la bala y corra el riesgo, porque total, ya está un completo tarado.
Las inclusión de bromas de carácter slapstick, la influencia visual de los cómics o las caricaturas que se ofrecen de muchos de los personajes no hacen más que distraer al espectador en los pocos buenos momentos que pueda tener la película, que los tiene. Precisamente pareciera que esos momentos fueran el auténtico origen de una película infantil, más que ingenua o naïf, enlazados para formar una historia que, encima, tiene pretensiones antibelicistas y en favor de la desmilitarizaron. Ideas nobles y románticas, pero que no consiguen dotar de personalidad a esta colección de gags que estarían más cercanos a las payasadas de Jerry Lewis —-que se dedicaba a hacer el idiota, mientras el resto del reparto pretendía que era una persona normal—-, que a las deliciosas desventuras de Charles Chaplin, que sí lograba encajar su discurso pacifista, ético y moral en sus obras.
Aunque sea un actor que no suele gustarme, lo cierto es que Dany Boon consigue encajar a la perfección en este particular universo, perfectamente dominado por actores como Dominique Pinon, que ha participado en casi todas las películas de Jean-Pierre Jeunet. También es cierto que la fotografía de Tetsuo Nagata y el diseño de producción de Aline Bonetto, colaboradora habitual de Jeunet desde Le fabuleux destin d’Amélie Poulan, son, como es habitual, absolutamente deliciosos. Con la salvedad en el último caso pareciera haber síntomas de una esquizofrenia estética, pues se nota excesivamente, en determinados planos, el punto en el que comienza el trabajo de dirección artística, como por ejemplo en los edificios propiedad de los constructores de armas, que tienen un tratamiento visual, completamente diferente a los edificios próximos, marcando la diferencia entre lo que, dentro de la misma película, pertenece al universo Jeunet y lo que no.
Puede que la película resulte encantadora para los admiradores incondicionales de Jean-Pierre Jeunet, pero si eres un espectador que espera que le conquisten con cada nueva película, intuyo que acabarás saturado, y hasta enervado, con las tonterías de la película. Precisamente “tonterías” era como se llamó en España a uno de los primeros cortometrajes del cineasta, Foutaises (1989), en el que se limitaba a ensamblar, sin más pretensiones, esas pequeñas bromas que tanto le gustan y que si pueden resultar graciosas en una obra de quince minutos, no resultan igual de divertidas en una obra de ciento quince.
Publicado originalmente en EXTRACINE
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