Título original: Sanctum
Año: 2011
País: EE.UU. & Australia
Dirección: Alister Grierson
Guión: John Garvin & Andrew Wight, basado en un relato de Andrew Wight
Producción: Ben Browning, James Cameron, Ryan Kavanaugh, Michael Maher, Peter Rawlinson & Andrew Wight
Fotografía: Jules O'Loughlin
Música: David Hirschfelder
Montaje: Mark Warner
Diseño de producción: Nicholas McCallum
Dirección artística: Jenny O'Connell
Reparto: Richard Roxburgh, Ioan Gruffudd, Rgys Wakefield, Alice Parkinson, Dan Wyllie, Christopher Baker, Nicole Downs, Allison Cratchley, Cramer Cain, Andrew Hansen, John Garvin, Sean Dennehy, Nea Diap…
una cueva sin entresijos que desvelar
Lo más probable es que una película como Sanctum, segunda película dirigida por Alister Grierson, nunca se hubiera llegado a estrenar en salas de cine si no fuera porque entre uno de los seis productores que la producen, figura el nombre del inefable James Cameron. Y no lo digo porque la mediocridad de la película, sino tan sólo porque es más apropiada, por sus características, para un pase televisivo que para uno cinematográfico.
Sanctum se centra en la relación de Frank (Richard Roxburgh), consagrado a la exploración de cuevas y lugares en los que el hombre no ha pisado nunca, con su hijo Josh (Rhys Wakefield), que no comparte con su padre la fascinación por la naturaleza escondida. Sin duda lo único interesante de una película bastante imprevisible, pero no porque los giros de guión sean imprevisibles, todo lo contrario, sino porque uno esperaría que algún momento surgiera algún tipo de ser, maligno o benigno, al estilo de Abyss (The Abyss, 1989, James Cameron), de entre las cuevas en las que padre e hijo, quedan atrapados a causa de una tormenta, junto con otros miembros de la expedición.
Si por un lado los actores no tienen mucho que rascar del texto proporcionado por John Gavin —-en su primer trabajo “cinematográfico”—- y Andrew Wight —-habitual productor de documentales subacuáticos—-, que condenan a sus personajes a un insoportable estereotipo, lo cierto es que tampoco es que el elenco de protagonistas pudiera sacar mucho mejor partido de un texto mejor. ¿Cómo no se les habría ocurrido hacer una bonita metáfora del origen de la vida teniendo a su disposición una cueva que bien podría considerarse el mismísimo útero de la naturaleza?
Tampoco contribuye la torpeza de David Hirschfelder, habitual compositor del mejor cine exportado de las antípodas, pero que pincha aquí debido a una apropiación indebida de los minimalistas acordes de Philip Glass, con los que no consigue más que enturbiar las aguas en las que se mueven los personajes de Sanctum. Quizás hubiera sido mucho más honesto insertar directamente alguna obra de Philip Glass y completar la banda sonora con una sencilla música de ambiente. El único trabajo que merece realmente la pena ser resaltado de toda la película, quizás sea la fotografía de Jules O’Loughlin, colaborador del director en su primera película, Kokoda (2006), que consigue sacar el máximo partido a las cuevas y recovecos de un paraje realmente espectacular.
Echa el freno si lo que esperas es ver una aventura subacuática, pues en Sactum no encontrarás como espectador, más que la misma frustración que tienen sus protagonistas cuando una roca les cierra el paso al exterior en una historia que, al parecer, también está basada en una historia real. Con lo que más me divertí en toda la película fue con la especulación de que, en una futura edición de un programa como Supervivientes, llegaran a someter a sus concursantes a una prueba similar a la que se vive en Sanctum, siendo obligado que, por supuesto, quien no consiguiera salir a la superficie, se quedara condenado eternamente a vivir o morir encerrados en la cueva. Quizás así nos libraríamos de tanta caspa que puebla la televisión.
Publicado originalmente en EXTRACINE
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