viernes, 31 de diciembre de 2010

Déjame entrar


Título original: Let Me In
Año: 2010
País: Reino Unido & EE.UU.

Dirección: Matt Reeves
Guión: Matt Reeves, basado en un guión de John Ajvide Lindqvist, basado en su propia novela
Producción: alexander Yves Brunner, Gay East, Donna Gigliotti, Carl Molinder, John Nordling, Simon Oakes & Nigel Sinclair
Fotografía: Greig Fraser
Música: Michael Giacchino
Montaje: Stan Fraser
Diseño de producción: Ford Wheeler
Dirección artística: Guy Barnes
Decorados: Wendy Ozols-Barnes
Vestuario: Melissa Bruning
Reparto: Kodi Smit-McPhee, Chloe Moretz, Richard Jenkins, Cara Buono, Elias Koteas, sasha Barrese, Dylan Kenin, Chris Browning, Ritchie Coster, Dylan Minnette, Jimmy 'Jax' Pinchak, Nicolai Dorian, Rebekah Wiggins, Seth Adkins, Ashton Moio, Brett DelBuono, Gwendolyn Apple, Colin Moretz, Rowbie Orsatti, Brenda Wehle, Galen Hutchinson, Dean Satriano, Rachel Hroncich, Deborah L. Mazor, Frank Bond, Kayla Anderson, Tobin Espeset, Ben Bode, Juliet Lopez, Jon Kristian Moore…

si lo sé atranco la puerta

Fascinado, igual que casi todos los mortales, por la sugerente y estimulante película sueca Déjame entrar (Lat den rätte komma in, 2008), Matt Reeves se embarca en realizar su remake estadounidense, Let Me In, tan sólo 2 años después, fracasando estrepitosamente, por muy buena campaña de promoción que hayan realizado.

No es que considere que su película sea un fracaso, lo que pasa es que teniendo un precedente tan impactante como la película dirigida por Tomas Alfredson, uno espera que se ofrezca algo más, si no en forma, por lo menos en contenido. Más que nada porque el propio guionista, que también es el director, se ha encargado de ir diciendo por ahí que su película es una nueva versión del libro, más que un remake de la película sueca. Como si a John Ajvide Lindqvist, guionista de la sueca y autor de la novela, se le hubiese pasado algo por alto.

Lo primero que hace Matt Reeves es cambiarle el nombre al personaje, Abby (Chloe Moretz) en lugar de Eli (Lina Leandersson). También lo hace con Owen (Kodi Smit-McPhee) en lugar de Oskar (Kåre Hedebrant), pero este tiene menor importancia. Si el señor Reeves hubiera leido con detenimiento la novela habría llegado a la conclusión de que el nombre “Eli”, está escogido, precisamente por su ambiguedad ---podría ser de chico o de chica---, pero definitivamente porque es el diminutivo de “Elyah”, cuyo significado en ebreo es “Dios es exaltado”. Por no hablar del aspecto de su Abby con su precioso pelo y sus falditas, cuando en la sueca, en favor de mantener esa ambigüedad del personaje ---originariamente un varón---, viste siempre en pantalones, llevando una encantadora maraña de pelo que incrementa la sensación asexual del personaje.

No es que yo me empeñe en realizar una comparación con la sueca, es que Matt Reeves no aporta absolutamente nada, tan sólo incluye un flashforward que no tiene ningún sentido dramático ni explicativo, buscando un efecto que enganche al espectador esperando la resolución de la misma secuencia dentro de la película. Por el contrario, se limita a repetir el mismo argumento de la sueca, pero utilizando la obviedad cuando aquella sugiere, y tergiversando el discurso temático pues cuando aquella aportaba dimensión psicológica a los personajes, esta se limita a buscar el efecto visual. Y lo peor de todo es que la sueca sigue siendo mucho más interesante. Espectacular, si me apuran, comparada con la estadounidense. Porque tanto cualquiera de los asesinatos y muertes, como las secuencias relacionadas con el bulliyng, la relación de Oskar con su entorno o la evolución de la relación de Eli y Oskar, es mucho más espectacular visualmente, quizás más estática, pero definitivamente más impresionante que la estadounidense.

Ni siquiera Chloe Moretz consigue cautivar al espectador, esperemos no nos hayamos dejado llevar por la arrolladora personalidad de su personaje en Kick-Ass (2010, Matthew Vaughn) y coronarla como la revelación del año para que luego no sea capaz de sostener la corona. Tampoco Kodi Smit-McPhee logra superar a su precedente, pues una de las cualidades de la versión sueca es la empatía que consigue por parte del espectador, logrando que se interesara por la existencia de Oskar como personaje, más allá de sus actos, siendo atribuidos al efecto de su desmembrada vida familiar y al acoso sufrido en la escuela. Desvaneciéndose esta empatía en el caso de Owen, que parece más un bicho raro que otra cosa.

Sólo una secuencia me parece relevante, precisamente la única que no está en la película sueca, aquella en la que el acompañante de Abby —-que no su padre—- es sorprendido en la parte de atrás de un coche cuando se disponía a su recolecta de sangre diaria, provocando su desprendimiento por un barranco y concluyendo con la mutilación que le lleva al hospital. Por cierto, era Richard Jenkins ¿verdad? Qué desperdicio. También participa Elias Koteas. Otro desperdicio.

Como suele ser habitual en este tipo de comparaciones, nunca llueve a gusto de todos, siendo para algunos más interesante la versión estadounidense. Sólo puedo decir que si no has visto la película sueca y ves esta, tienes que ver la otra, aunque esta no te haya gustado. De verdad. Y si, por el contrario, has visto la película sueca y te gustó, no te molestes. Acabarás enfadado. Y no es broma.


Publicada originalmente en EXTRACINE


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