sábado, 27 de noviembre de 2010

Chloe

Título original: Chloe
Año: 2009
País: EE.UU., Canada & Francia


Dirección: Atom Egoyan
Guión: Erin Cressida Wilson, basado en el guión de Anne Fontaine para la película Nathalie
Producción: Jeffrey Clifford, Joe Medjuck, Ivan Reitman, Simone Urdl & Jennifer Weiss
Fotografía: Paul Sarossy
Música: Mychael Danna
Montaje: Susan Shipton
Diseño de producción: Philip Barker
Decorados: Jim Lambie
Vestuario: Debra Hanson
Reparto: Julianne Moore, Liam Neeson, Max Thieriot, R.H. Thomson, Nina Dobrev, Mishu Vellani, Julie Khaner, Laura DeCarteret, Natalie Lisinska, Tiffany Lyndall-Knight, Meghan Heffern, Tamsen McDonough, Kathryn Kriitmaa, Arlene Duncan, Adam Waxman, Krysta Carter, Severn Thompson, Sarah Casselman, Milton Barnes, Dacid Barnes, David Reale, Kathy Maloney, Kyla Tingley, Sean Orr, Paul Essiembre, Rod Wilson, Riley Jones, David Gustav Fraser…



la insoportable levedad de Chloe

Chloe, la última película de Atom Egoyan y la primera integrada dentro de la industria cinematográfica estadounidente, que tras inaugruar la 57 edición del Festival de San Sebastián, se estrena en España con un considerable retraso con respecto a su estreno internacional.

Además de tratarse del remake de una película francesa, Nathalie, la película de Atom Egoyan sigue el mismo patrón que otra de Alfred Hitchcock, Vertigo (1958), que también procede de una idea francesa, que por momentos también parece una versión estilizada del Teorema (1968) de Pier Paolo Pasolini. Aunque Vertigo y Chloe no siguen la misma línea argumental, sí comparten el mismo tema acerca de la realidad subjetiva que puede formarse una persona a partir de la que le dibuja otra, como le sucediera a Scotty cuando seguía a Madeleine por las calles de San Francisco, o también de la que se forman a partir de sus propias intuiciones, que pudiendo ser ciertas, también pueden ser erróneas. No puedo hacer comparaciones con la película francesa de Anne Fontaine, porque no la he visto, pero esto no quiere decir más que muchas veces no hace falta comparar dos películas que parten de la misma idea para establecer cual es mejor o peor, ambas se sitúan en su lugar por su propio peso.

Chloe transcurre en los mimos lugares comunes de las anteriores películas de Atom Egoyan. Los personajes están perdidos en sus propios sentimientos, abocados a tomar decisiones por motivos que desconocen o no quieren reconocer, dejándose llevar por impulsos y emociones que pueden contradecir su propia naturaleza, pero que les permiten experimentar por facetas ocultas de su personalidad. Todos ellos se mueven en unos planos elegantemente construidos, resaltados en el magnífico diseño de producción de Phillip Baker, fotografiados con la exquisita luz de Paul Sarossy y aderezados con la siempre espléndida banda sonora de Mychael Danna, colaboradores todos habituales del cine de Atom Egoyan.

El hecho de trabajar con un guión de Erin Cressida Wilson, ajeno a su universo artístico, y después de haber escrito todos y cada uno de los guiones de sus películas, parece ser el indicador de la inconsistencia de algunas partes de la película. Atom Egoyan siempre ha sido un cineasta que sugiere, que proporciona las piezas justas y necesarias para que el espectador articule el puzle emocional de sus personajes y lo ordene para entender su comportamiento, pero nunca para justificarlos. Por eso sorprende encontrarnos con una historia llena de giros predecibles desde el momento en que Chloe (Amanda Seyfried) y Catherine (Julianne Moore) se encuentran en el tocador de señoras de un restaurante, además de algunas obviedades que no voy a comentar.

No sólo eso, [SPOILER] sino que además la historia se desarrolla utilizando recursos visuales tramposos, cometiendo el mismo error —-desde mi punto de vista—- que cometiera Alfred Hitchcock, pero no en Vertigo, sino en Pánico en la escena (State Fright, 1950), cuando mostrara en un flashback la versión de los hechos desde el punto de vista de un personaje que miente, engañando al protagonista y al espectador. Cierto es que este recurso está bastante extendido hoy en día, lo que facilita que el espectador esté ojo avizor para este tipo de artimañas, pero no por ello deja de ser un giro previsible.

Quizás también la película salga perjudicada por un casting erróneo, en aras de un mayor alcance de público en el que Egoyan renuncia a todos y cada uno de sus actores fetiche que le han seguido a lo largo de su filmografía, incluyendo a su inseparable Arsinée Khanjian, que ha participado en todas y cada una de sus películas. Si Amanda Seyfried sí proporciona el adecuado misterio a su personaje, así como un espontáneo y natural comportamiento obsesivo, no sucede lo mismo con Liam Neeson, que no parece haber invertido mucho tiempo en la preparación de su personaje —-no es excusa que la mayoría de sus apariciones formen parte de los mencionados flashbacks. Pero la que decepciona sobre manera es Julianne Moore, una actriz tan esforzada y empeñada en parecer espontánea y lesbiana, que acaba estando totalmente sobreactuada. Falla por completo el componente químico, las miradas, los gestos, que resultan automáticos y antipáticos, increíbles e inverosímiles, tanto hacia Chloe como hacia su marido, Michael (Liam neeson), o incluso a su propio hijo, Michael (Max Thieriot).

Cierto es que aquellos que no hayan visto una película de Atom Egoyan en su vida puedan encontrar en Chloe un entretenido thriller erótico, por supuesto. Pero los que hayan visto una sola de las estimulantes propuestas de este cineasta, quedarán defraudados y desencantados con una película más hecha para gustar que para estimular.
 
Publicado orioginalmente en EXTRACINE
 

The Kids Are All Right

Título original: The Kids Are All Right
Año: 2010
País: EE.UU.
Dirección: Lisa Chodolenko
Guión: Lisa Chodolenko & Stuart Blumberg

Producción: Gary Gilbert, Philippe Hellmann, Jordan Horowitz, Jeffrey Levy-Hinte, Celine Rattray & Daniela Taplin Lundberg
Fotografía: Igor Jaude-Lillo

Música: Carter Burwell, Nathan Larson & Craig Wedren
Montaje: Jeffrey M. Werner

Diseño de Producción: Julie Berghoff
Dirección Artística: James Connnelly

Vestuario: Mary Claire Hannan
Reparto: Annette Bening, Julianne Moore, Mark Ruffalo, Mia Wasikowska, Josh Hutcherson, Yaya DaCosta, Kunal sharma, Eddie Hassell, Zosia Mamet, Joaquín Garrido, Rebecca Lawrence, Lisa Eisner, Eric Eisner, Sasha Spielberg, James MacDonald, Margo Victor...

los chicos están bien, pero sólo siempre que no haya un heterosexual cerca

The Kids Are All Right es un filme maniqueo y propagandístico en el que, indirectamente, su directora, Lisa Cholodenko, demuestra que el fin no justifica los medios.

Salvo algunas excepciones, siempre he considerado que la mejor representación cinematográfica de un determinado colectivo, tanto minoritario como mayoritario, tanto social, político y religioso como étnico, cultural y sexual, es aquella que realizan los que miran ese colectivo desde fuera, con respeto, pero sin pertenecer plenamente al colectivo. Así como existen numerosos ejemplos de cineastas homosexuales capaces de ofrecer miradas profundas sobre el mundo heterosexual y viceversa, en algunas ocasiones, determinados cineastas militantes del colectivo homosexual caen en el error al que se precipita, desde mi punto de vista, Lisa Cholodenko en The Kids Are All Right, que no es otro que el de la integración forzada de un modelo de familia que, si bien existe, no es exactamente igual que el de la familia heterosexual, y ni mucho menos está tan integrado como se pretende mostrar en la película. Por lo menos no en cualquier comunidad y mucho menos en una estadounidense.

Claro que hay familias homosexuales, tanto masculinas como femeninas, con hijos adoptivos o que hayan obtenido a través de madres de alquiler o bancos de esperma, o incluso a través de un querido amigo. Claro que los hay. Pero de ahí a que vivan su vida como si estuviesen en cualquiera de las populares series televisivas made in USA, hay todo un trecho. De hecho, a veces me pregunto si estoy viendo un episodio perdido de The Brady Bunch en el que una de las hijas, tras declararse lesbiana, haya formado su familia siguiendo el patrón que viera en casa.

Cierto es que las correspondencias que se establecen entre diferentes formatos como la publicidad, el vídeo musical, el videojuego, las series televisivas y el cine enriquece, en muchos casos, la calidad del producto. Pero no es lo mismo ver una serie de televisión realizada como si fuera una película, que un largometraje como si fuera un telefilme. Quizás la intención de la directora utilizando un lenguaje tan básico, directo e insustancial como el televisivo era llegar al público masivo, pero creo que en la ecuación saldrá perdiendo pues el público cinéfilo exigente puede sentirse defraudado, por no decir el colectivo homosexual ante la tergiversación de un modelo familiar del que pueden existir tantas variantes como familias. Por otro lado, no todo el público está abierto a escuchar que las familias disfuncionales existen y pueden convivir con las tradicionales, por mucho que sus intenciones sean buenas, que lo son, con lo que la supuesta lección cívica que podría justificar la realización de la película tal y como está hecha, cae en sombrero roto.


En primer lugar, no sé donde exactamente transcurre la historia. Me consta que no todos los estados de la unión son igual de tolerantes con determinadas situaciones, si fuese, desde luego, en Texas, intuyo que no vivirían con esa candidez y alegría empalagosa que desprenden en cada momento. Dado que Lisa Cholodenko es californiana, y dado que en ocasiones más parecen hippies de una comuna de los años setenta que lesbianas comunes, daré por hecho que allí están. Lo de los hippies y la comuna me lleva al segundo punto, el tiempo, que me parece absolutamente ilusorio, casi podría decir que podrían pertenecer a una de esas utopías almodovarianas en las que un individuo con rastas en el pelo puede atenderte en una tienda de fotografía, una octogenaria presentar el telediario, una modelo atender el teléfono en la consulta del ginecólogo o una monja quedarse embarazada por una drag-queen (que no un travesti)… Mucho me temo que la influencia de Pedro Almodóvar pueda ser perjudicial en algunos casos. ¿No echan de menos que canten Resistiré cuando van en el coche en la secuencia final?

Esta integración a toda costa que propone Lisa Cholodenko acaba por evidenciar la falsedad de su propuesta, sobre todo porque cae en los mismos estereotipos y demonizaciones que si estuviéramos hablando de una película a la inversa, patrocinada por el foro de la familia, en la que seguro se mostraría a los homosexuales como seres viles, demoníacos, despreciables y hasta con cuernos y rabo. De hecho, todos los heterosexuales que aparecen en la película, a excepción de “the kids”, son los malos de la película: el amigo de Laser (Josh Hutcherson) es prácticamente un psicópata en la línea que pueda serlo su propio padre heterosexual; Paul (Mark Ruffalo) es un inestable emocional incapaz de sentar la cabeza y formar una familia; y Jules (Julianne Moore), es sin duda la más mala de la película que teniendo ostras para cenar prefiere caracoles. Y todo esto en favor de la pobre auténtica, genuina y sufridora heroina lesbiana de la película, Nic (Annette Bening), que como cualquier mujer del mundo, es capaz de sacar adelante una familia ella solita, vamos, como cualquier mujer heterosexual divorciada o soltera o que le haya dado la gana tener descendencia contando con la mínima aportación masculina.


La cosa no queda ahí, la base de la relación entre Jules y Paul aflora de una manera completamente sexista al sugerir ese tremendo y machista pensamiento que supone que a toda lesbiana lo que le hace falta es un buen rabo. ¡Por favor! Y esto después de haber visto que mientras ellas practican sexo ven películas pornográficas gays, o sea, en las que nadie como marisco ni sale ostra, almeja o mejillón alguno. Por no mencionar estereotipos absurdos y antiguos como que una pareja de lesbianas pase la tarde viendo National Geographic Channel. Hay que entender que este no es un hecho casual, si lo hibiera sido la directora lo habría puntualizado, pero al no hacerlo se entiende que hacen lo que cualqueir otra tarde. La última vez que vi a alguien en una película ver un canal documental con ese candor fue en Carretera perdida (Lost Highway, 1997, David Lynch), y no era precisamente un buen augurio sobre los personajes y la situación. Era muy inquietante.


Que conste que no quiero decir que el conflicto que se plantea en la película no pueda suceder. Repito. Ni que las situaciones que comento no puedan darse en la vida real. Más que un problema de verosimilitud, estaría hablando de un problema de representación pues no me creo a ni una sola de las lesbianas que aparece en The Kids Are All Right, que son dos. Ni Annette Bening ni Julianne Moore son capaces de que me las crea como lesbianas en un solo fotograma de esta película. Montgomery Clift besaba con mucha más credibilidad a Elizabeth Taylor en Un lugar en el sol (A Place in the Sun, 1951, George Stevens), o Rock Hudson a Doris Day en cualquiera de sus películas, o Cary Grant a cualqieira de sus partenaires, por no hablar de Greta Garbo, Barbara Stanwick o Jodie Foster. No es cuestión de que el actor o la actriz tenga que tener la misma opción sexual que los personajes que interpretan, tan sólo tienen que parecerlo. Baste como ejemplo Philadelphia (1993, Jonathan Demme), otra película que también se plegara a las necesidades del mainstream, pero que ni su director dejara de lado la verosimilitud de las situaciones, ni sus protagonistas tuvieran problemas de credibilidad a la hora de representar roles homosexuales.

Ninguna de las dos protagonistas de The Kids Are All Right besa con sentimiento, tampoco basta con sentarse con las piernas abiertas y cortarse el pelo, en el caso de Benning, o de rescatar el vestuario que luciera en El mundo perdido: Jurassic Park (The Lost World: Jurassic Park, 1993, Steven Spielberg), en el caso de Moore, que parece, no ya repetir, sino aumentar las dosis de sobreactuación de las que me quejaba en Chloe (2009, Atom Egoyan). Tan sólo Mark Ruffalo resulta convincente en todo momento, cuando mira, cuando besa, cuando trata de ejercer de padre, cuando corta con su chati, cuando mete la pata, cuando pide perdón. Siempre. Asimismo resultan convincentes Mia Wasikowska y Josh Hutcherson, tampoco mucho más, pero por lo menos resultan naturales entre el sobrado e inutil esfuerzo de sus madres.


Partiendo de la base que acabo de exponer, el encomiable objetivo pretendido por The Kids Are All Right, que no es otro que establecer que una pareja de homosexuales lesbianas puede sacar una familia adelante —-algo que no dudo, en absoluto—-, se diluye quedando totalmente en evidencia y sólo podrá gustar e interesar a aquellos que entren en la sala de cine convencidos de la premisa y dispuestos pagar por ver televisión en pantalla grande.

Publicado originalmente en EXTRACINE

sábado, 13 de noviembre de 2010

Scott Pilgrim Vs. the World


Título original: Scott Pilgrim vs. the World
Año: 2010
País: EE.UU., Reino Unido & Canadá

Dirección: Edgar Wright
Guión: Michael Bacall & Edgar Wright
Producción: Eric Gitter, Nira Park, Marc Platt & Edgar Wright
Fotografía: Bill Pope
Música: Nigel Godrich
Montaje: Jonathan Amos & Paul Machliss
Diseño de producción: Marcus Rowland
Dirección artística: Nigel Churcher
Decorados: Odetta Stoddard
Vestuario: Laura Jean Shannon
Reparto: Michael Cera, Alison Pill, Mark Webber, Johnny Simmons, Ellen Wong, Kieran Culkin, Brie Larson, Anna Kendrick, Autrey Plaza, Mary Elizabeth Winstead, Ben Lewis, Nelson Franklin, Kristina Pesic, Ingrid Haas, Marlee Otto, Will Bowes, Celine Lepage, Mark LeRoy, Kerr Hewitt, Chantelle Chung, Matt Watts, Eric Knudsen, Maurie W. Kaufmann, Abigail Chu, Satya Bhabha, Christine Watson, Chris Evans, Don McKellar, Emily Kassie, Jung-Yul Kim, Mae Whitman, Tennessee Thomas, Brandon Routh, Jason Schwartzman, Feita Saito, Shota saito, Michael Lazarovitch, John Patrick Amedori, Joe Dinicol, Craig Strickland, Bill Hader

en el enfrentamiento de Scott Pilgrim contra el mundo: ganamos todos


Muchas expectativas se habían creado con respecto a Scott Pilgrim vs. the World, la película basada en la novela gráfica de Bryan Lee O’Malley y dirigida por Edgar Wright, que parece no va a defraudar a nadie.

Si ya la novela gráfica aglutinaba múltiples referencias a la cultura popular contemporánea como los cómics, la música y los videojuegos, la película no sólo hace referencias, sino que asimila todas las características y estéticas de esas mismas referencias para integrarlas en el relato a la perfección y para mayor disfrute del espectador, algo que consigue ya desde el fabuloso prólogo y la secuencia de créditos, que permiten que el espectador se ubique perfectamente en el tono en el que se va a desarrollar toda la película.

Asimismo, todos y cada uno de los componentes del reparto saben ajustarse a unos personajes que nunca caen en el cliché ni el estereotipo, interpretados en un registro exaltado, pero verosímil. Además de los dos protagonistas, Michael Cera y Mary Elizabeth Winstead, resalta la divertida intervención de Ellen Wong, tal y como si fuera la personificación real de un manga.


Director de la deliciosa Zombies Party (Shaun of the Dead, 2004), Edgar Wright utiliza todos y cada uno de los recursos audiovisuales a su disposición para dotar de un energético ritmo a su relato. Aprovecha a la perfección la estética de los videojuegos, particularmente la de los de lucha, que nunca, salvo homenajes como los efectuados en la famosa secuencia de Oldeuboi (Oldboy, 2003, Park Chan-wook) , han tenido una adaptación que merezca realmente la pena, ni siquiera la que hiciera Paul W. S. Anderson en la ingenua Mortal Komat (1995).

Aunque la película sea una coproducción entre los Estados Unidos, Canadá y el Reino Unido, y por mucho que se haya vendido como una película de Hollywood, no lo es. Gran parte del acierto de la película es, precisamente, que sus artífices no son estadounidenses, cosa que salta a la vista y se desprende de la estupenda selección musical de la película cuyo montaje no está realizado de una manera dependiente de las imágenes, como sucede, por ejemplo en la comentadísima Kick-Ass (2010, Matthew Vaughn), sino que se le da la importancia que merece en cada momento.

No puedo decir que Scott Pilgrim Vs. the World sea el no va más del cine contemporáneo, pero sí puedo decir que es tremendamente divertida y entretenida de comienzo a fin y que supone una inyección de energía, vitalidad y optimismo que se agradece.

Publicado originalmente en EXTRACINE

viernes, 12 de noviembre de 2010

Di Di Hollywood


Título original: Di Di Hollywood
Año: 2010
País: España

Dirección: Bigas Luna
Guión: Bigas Luna & Carmen Chaves Gastado
Producción: Beatriz Bodegas, Bigas Luna & Pedro Pastor
Fotografía: Albert Pascual
Montaje: Regino Hernández & Jaume Martí
Dirección artística: Rafa Jannone
Vestuario: Ana Herce
Reparto: Elsa Pataky, Ana de la Reguera, Peter Coyote, Paul Sculfor, Giovanna Zacarías, Flora Martínez, Peter Vives Newey, Luis Hacha, Entela Belishova, Ana Soriano, Michael Cooper…

de donde no hay no se puede sacar


Di Di Hollywood, la película de Bigas Luna sobre el ascenso al estrellato de una actriz española en el mercado estadounidense —-pretendidamente basada en la de Penélope Cruz—-, carece, no sólo del supuesto glamour que parecía querer insinuar en su tráiler, sino de todo sentido y coherencia alguna.

La relación de amor-odio que, personalmente, he mantenido con la carrera cinematográfica de Bigas Luna me ha llevado a apreciar por encima de toda su obra, la que está ligada al productor Pepón Coromina, desde Bilbao hasta Angustia. Pero con la pérdida de su primer productor, su filmografía deambula hacia una deliberada actitud de autoafirmación de un supuesto estilo personal basado en la obviedad y la vulgaridad que, salvo algunos filmes simpáticos, como Jamón, jamón, me aleja de su filmografía hasta que llega Yo soy la Juani, una historia obvia y vulgar que casa a la perfección con ese estilo tan directo e inmediato que parece ha seducido al cineasta catalán.

Pero Diana no es Juani —-ni, desde luego, Elsa Pataky es Verónica Echegui—-y, aunque en un principio la idea era continuar la historia donde la dejara Juani, en el momento en que Verónica Echegui rechaza repetir su personaje, Bigas Luna y su guionista, Carmen Chaves Gastado —-la que fuera guionista de la anterior—- debieran haber hecho algo más que esperdigar unos chascarrillos con la intención de relacionar el ascenso estelar de Di Di con Pe. No creo que nadie se tome en serio la crítica sobre el meteórico ascenso de Penélope Cruz en el cine de Hollywood, pareciendo más bien una parodia sobre los métodos empleados, precisamente, por la Pataky para alcanzar popularidad, que no una carrera como actriz, que todavía no tiene realmente.


"No quiero acabar en la peluquería"

La película está repleta de errores, comenzando por la razón que les lleva a escoger a Elsa Pataky que no ha sido por considerarla una gran actriz —-que no lo es—-, sino por ser la mujer que estadísticamente excita a la mayoría de los españoles —-porque guapa, la chica, sí es. Pero igual de aletoria que es la elección principal, lo son muchas de las decisiones que se toman en la película, como la de ir a Miami, que se entendería si fuera cubana, pero parece de Alicante; sobran las secuencias de sexo, no aportan nada, no tienen importancia en el desarrollo de la historia, la infelicidad del personaje parece también una decisión forzada, pues no se muestran los motivos de su depresión; descubrir que su pareja, impuesta para conseguir publicidad por su agente, sea gay, no tiene la mayor importancia, no entiendo la reacción del personaje; ¿y lo que tardan en “cargarse” a su amiga cuando estaba claro como iba a terminar desde el primer plano en el que aparece? Por no mencionar la pobreza de los diálogos.


Ese tío es un cabrón, Mary

Lo que parece no tener arreglo es la lamentable relación de Peter Coyote con el cine español, si ya su primera incursión, en la peor de las películas de Pedro Almodóvar, Kika, fuera nefasta, no sólo por la baja calidad de la película, sino por la horrible relación que mantuviera con el director manchego, no parece ser que Di Di Hollywood sea una mejor colaboración, por lo menos en la parte artística, dado que hasta el momento no ha trascendido nada sobre su relación con Bigas Luna.

No sólo es una cuestión de baja calidad artística, sino de una mala decisión a la hora de ubicar la historia de Diana Díaz en la actualidad, pues más bien corresponde a las aspiraciones de cualquier actriz de los años cuarenta o cincuenta, la época de la decadencia del cine clásico y el final del star system.

Publicado originalmente en EXTRACINE

Rompecabezas


Título original: Rompecabezas
Año: 2009
País: Francia & Argentina

Dirección: Natalia Smirnoff
Guión: Natalia Smirnoff
Producción: Carolina Dhainaut, Gabriel Pastore, Luis A. Sarton & Natalia Smirnoff
Fotografía: Bárbara álvarez
Música: Alejandro Franov
Montaje: Natacha Urruty
Dirección artística: Maria Eugenia Sueiro
Vestuario: Julio Suárez
Reparto: María Onetto, Gabriel Goity, Arturo Gotees, Henny Trayles, Felipe Villanueva, Julián Doregger, Nora Zinsky, Marcenla Guerty, Mirta Wons…

tocar, sentir, jugar, emocionar, saborear...


Presente en las secciones oficiales de los últimos festivales de Berlín y San Sebastián, más que un Rompecabezas, la película de Natalia Smirnoff es un delicioso caramelo para saborear hasta el último plano.

Rompecabezas es una película que se disfruta con los sentidos y, sobre todo, con los sentimientos. Te seduce desde la intimista y cálida luz de Bárbara Álvarez, que realza la ternura, la emoción y el sentimiento de los personajes, hasta esos encuadres con una perspectiva totalmente intimista propuesta por Natalia Smirnoff, constante y deliberadamente pegada a sus personajes, casi acechándoles, dejando el espacio mínimo para que respiren, y mostrando sólo lo que necesita para la comprensión y el desarrollo de la historia, suguriendo más que mostrando; pasando por la banda sonora compuesta por Alejandro Franov que con ese aire oriental y minimalista que aporta emoción y sensibilidad sin sobresalir por encima de los demás elementos.

El fascinante relato de Natalia Smirnoff parece tener intención de plantear un despertar femenino ante la sumisión familiar, tanto de marido como de hijos, pero no una ruptura, porque, en realidad, María del Carmen se siente realizada con su contribución a la estabilidad de la familia. Lo que sí defiende, sin duda, es la reivindicación de su labor y, sobre todo, la necesidad individual de evasión, de experimentación, de apertura a otras sensaciones y emociones que no se encuentran en el entorno familiar, la libertad personal.

Estupendamente flanqueada por Gabriel Goity y Arturo Goetz, sobresale especial y particularmente la soberbia interpretación de María Onetto, que no necesita ni de grandes artificios ni de grandes acontecimientos para emocionar al espectador. Desde el primer plano hasta el último nos guía con ternura entre las piezas de su rompecabezas personal.

Ópera prima de Natalia Smirnoff, Rompecabezas es un filme del que cuanto menos se diga, más justicia se le hace para que el espectador pueda descubrir y experimentar por sí mismo la emoción de las cosas sencillas, de los placeres pequeños.

Publicado originalmente en EXTRACINE

lunes, 8 de noviembre de 2010

Stone

Título original: Stone
Año: 2010
País: EE.UU.


Dirección: John Curran
Guión: Angus MacLachlan
Producción: David Mann & Jordan Schur
Fotografía: Maryse Alberti
Montaje: Alexandre de Franceschi
Diseño de producción: Tim Grimes
Dirección artística: Kerry Sanders
Decorados: James V. Kent
Vestuario: Victoria Farrell
Reparto: Robert De Niro, Edward Norton, Mila Jovovich, Frances Conroy, Enver Gjokaj, Pepper Binkley, Sandra Love Aldridge, Greg Trzaskoma, Rachel Loiselle, Kylie Tarnopol, Bailey Tarnopol, Madison Tarnopol, Peter Lewis, Sarab Kamoo, Richard Murphy, Richard Goteri, Ron Lyons, David A. Hendricks, Wayne David Parker, Madeline Loiselle, Linda Boston, Jan Cartwright, Wallace Bridges, James Oscar Lee, Marcus Sailor, Brian Peters, David Strohschein, Jason Waugh, Lamont Bell, John Bostic, Jordyn Thomas, Rory Mallon, Trudy Mason, Sammy A. Publes, Tevis R. Marcum, Jonathan Stanley, Rod McIntosh, Jane Burkey, Connie Cowper, Bonnie Clevering, John 'Punch' Lewis, Chris Nolte, Tobiasz Daszkiewicz, Troy Coulon, Mike Shreeman, Thomas D. Mahard, Kitty Joy Schur, Tom Lowell, Banzai Vitale…

epifanía dominical

El mayor atractivo que propone Stone es, sin duda, el duelo interpretativo de dos generaciones tan distantes como las que representan Robert De Niro y Edward Norton. Un duelo que, si bien no defrauda, no consigue hacer de la última película de John Curran un producto de interés, por muy espectacular que fuera su tráiler.


El discurso del guión escrito por Agnus MacLachlan se apoya en cuatro personajes, de los que los dos masculinos están mucho más y mejor perfilados que los femeninos, de los que tan sólo se ofrece un perfil superficial y distorsionado, y que además forman dos parejas de lo más pintoresco: la formada por Jack (Robert De niro) y Madylyn (Frances Conroy) responde al tópico del matrimonio “clásico” cristiano en el que la mujer está total y completamente sometida a la voluntad del marido, encarcelada en vida por un maltratador psicológico, tal y como se muestra sin ningún tipo de pudor ni concesiones en la primera secuencia de la película, la mejor y la única realmente interesante de toda la película: la formada por Stone (Edward Norton) y Lulcetta (Milla Jovovich) es todo lo contrario, la exaltación de la perversión y el libertinaje en una pareja que no sabe distinguir entre el bien y el mal.


La evolución de estos personajes transcurre por cuatro caminos que tan sólo se encuentran en el plano físico, nunca en el psicológico, pues ninguno de ellos parece escuchar en todo momento al otro, a pesar de que el trabajo de Jack sea, precisamente, escuchar a Stone, y tampoco entre las dos parejas, cuyos cónyuges evolucionan por separado, nunca juntos, a pesar de que repiten la mayoría de sus actos de manera sistemática y conjunta. Y si los personajes llegan a la epifanía espiritual es siempre por causalidad, nunca por experimentación, de manera que cualquier filosofía, religión o cuento chino les hubiera valido para alcanzar el nirvana. Amén de la manipulación a las que nos somete guionista y director en una película que no acaba de encontrar el equilibrio entre la estructura de thriller psicológico con giro final (que nunca llega) o drama intimista (que nunca intima).


No se nos muestran ni los motivos por los que los personajes actúan de la manera que lo hacen, ni el beneficio que les reporta continuar con la vida que llevan. Y si en el caso de los personajes masculinos podemos llegar a ver algunos hechos que determinan su comportamiento, no será así en los personajes femeninos, que parecen actuar por instinto de supervivencia. Mucho menos en el caso de la esposa sumisa interpretada por Frances Conroy, que muchos recordarán de la estupenda serie de televisión A dos metros bajo tierra (Six Feet Under, 2001-2005, Allan Ball), de la que tendremos que rascar en miradas y movimientos para entender el lugar en el que se encuentra, sin llegar realmente a sacar nada en claro.


El único aliciente que tiene el espectador para contemplar la evolución de estos “pecadores” es la magnífica voluntad que ponen los cuatro actores protagonistas, que casi llegan a hacer interesantes los apuntes que el guionista no supo desarrollar, y que consiguen que no abandonemos la butaca de la sala del cine con su carisma y profesionalidad. Destaca la pareja de la tercera edad, mucho más resolutiva e interesante que la joven, y ciertamente Milla Jovovivh es mejor modelo que actriz, o por lo menos mejor actriz en las películas de acción–reacción como la comenatada recientemente Resident Evil: Ultratumba (Resident Evil: Afterlife, 2010, Paul W. S. Anderson), que en las de plano–contraplano.


John Curran no merece nota en Stone, ni siqueira un aprobado. Quizás los paisajes y la ambientación de El velo pintado (The Painted Veil, 2006) sirvieran para distraer nuestra atención sobre su nula capacidad para la dirección, pero en Stone, se hace más que evidente que no sólo no es capaz de contar una historia, sino que ni siquiera sabe hacerla entretenida. La única idea interesante de todo el relato, la que se intuye que mueve a guionista y director, es la que nos dice que son nuestros actos los que nos encarcelan, los que nos convierten en lo que somos, se platea con tal torpeza que nos obliga a hablar de un existencialismo de saldo en un discurso insólita y aburridamente pretencioso.
 
Publicado originalmente en EXTRACINE
 

martes, 2 de noviembre de 2010

Monsters


Título original: Monsters
Año: 2010
País: Reino Unido

Dirección: Gareth Edwards
Guión: Gareth Edwards
Producción: Allan Niblo & James Richardson
Fotografía: Gareth Edwards
Música: Jon Hopkins
Montaje: Colin Goudie
Diseño de producción: Gareth Edwards
Reparto: Whitney Able, Scout McNairy, Kevin Kane…

están en(tre) nosotros


Es cierto que la intensa campaña de promoción de Monsters, premiada en el pasado festival de Sitges por sus efectos especiales, puede insinuar que sea un tipo de película parecida a District 9; pero también es cierto que, al poco de comenzar la proyección, Gareth Edwards, deja perfectamente claro que su discurso no transcurre por el mismo camino.
Más que una película de ciencia-ficción, Monsters se acerca más a la parábola, y en este sentido sí guarda un nexo común con la película de Neill Blomkamp, en la que los monstruos equivalen a inmigrantes y la zona infectada a la frontera de México con los Estados Unidos. Donde una y otra difieren es en la manera de desarrollar su discurso, optando Gareth Edwards por una especie de road-movie intimista en la que Samantha (Whitney Able) y Andrew (Scoot McNairy) acaban por descubrirnos que los verdaderos monstruos son los que están al otro lado de la frontera.
No coincido con otras voces con respecto al estilo documental, pues tan sólo lo sería la primera secuencia, y siendo más apropiado encuadrarla dentro del reportaje televisivo, pues trata de proporcionar ese tipo de información sesgada que recibimos a través de los noticiarios de los sucesos que ocurren en otros países. De hecho, la fotografía de toda la película está cuidada al detalle, siendo responsabilidad del propio director, Gareth Edwards, quien es también el autor del guión.
La creciente incertidumbre con que van ocurriendo los pequeños sucesos en el viaje de la pareja protagonista no sólo son suficientes, sino que me estimulan para mantener mi atención hasta la secuencia final en la que interpreto se nos quiere decir que monstruos y humanos, inmigrantes y nacionales, tienen en común muchas más cosas de las que parece, salvo que desconocen la cultura del otro, lo que les lleva a colocar barreras, rechazarlos e impedirles que se mezclen con ellos, con nosotros.
Ayuda mucho para la verosimilitud del relato, que estando en México hablen en español cuando se dirigen a los mexicanos, quizás sea porque estamos en una producción británica, y no estadounidense, por lo que cuidan estos pequeños detalles que proporcionan autenticidad y verosimilitud.
Insisto, entiendo que algunos se sientan defraudados en un principio, pero yo por lo menos, quedé cautivado y muy emocionado con el resultado final.
Publicado originalmente en EXTRACINE

¿quienes somos realmente los monstruos?

(...) Monsters es cine intimista en el que los extraterrestres son una alegoría sobre aquellos seres humanos que no viven en el lugar en que les vio nacer: los inmigrantes, y ante los que actitudes de países súper poderosos levantan barreras físicas, sociales y culturales que les llevan a la marginación y a un ostracismo que les acaba convirtiendo en seres tan extraños y terroríficos como estos extraterrestres. Siempre me ha parecido muy significativo que en inglés, la misma palabra que se utiliza para designar a los extranjeros, los que vienen de fuera, "alien", se haya popularizado para referirse también a los extraterrestres.

Monsters es una metáfora sobre la alienación de la vida contemporánea en la que impera una razón deshumanizada frente a la que no hay sitio para los sentimientos. Muestra de ello es el periodismo que practica el protagonista y que saca beneficio de guerras y desastres, pero que no es más que la consecuencia de nuestra neurótica y desequilibrada sociedad, que no prestaría atención a la fotografía de un niño feliz y sonriente, sino que sólo le interesa el sensacionalismo, las desgracias ajenas y las tragedias mundiales que puedan reivindicar la suerte que tiene de vivir cómo y donde lo hace.

Monsters es una fascinante road movie que enfrenta a dos personajes opuestos: Scoot McNairy (Andrew Kaulder), un reportero estadounidense con esa típica arrogancia que le hace pensar que es obligatorio que alguien hable inglés fuera de su país, un oportunista, un mercenario de la información inmunizado ante las miserias ajenas, pero que se ve obligado a custodiar a la hija de su jefe, Whitney Able (Samantha Wynden). (...)

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