miércoles, 31 de marzo de 2010

Hollywood contra Franco


Título original: Hollywood contra Franco
Año: 2008
Nacionalidad: España
Dirección: Oriol Porta
Guión: Isabel Andrés, Oriol Porta & Llorenç Soler
Producción: Lisa Berger & Cristina Mora
Fotografía: David García
Música: Carles Pedragosa
Montaje: David Gutiérrez Camps
Reparto: Walter Bernstein, Moe Fishman, Román Gubern, Arthur Laurents, Patrick McGilligan, Susan Sarandon, Lluís Soler...
otros daños colaterales de la guerra civil española
"Hay que recordar" decía Carlos Galván en El viaje a ninguna parte (1986, Fernando Fernán Gómez). Una pequeña frase que no sólo es necesaria, sino además vital, porque muchas de las nuevas generaciones no son conscientes de la importancia internacional que tuvo una guerra como la nuestra, ni de las consecuencias que tal acontecimiento supuso, ya no en las vidas de los españoles, sino en las de el resto de Europa. Asimismo también es necesario recordar un periodo tan oscuro y deplorable como fuera el de la Caza de Brujas iniciada por el senador Joseph McCarthy, al terminar la Segunda Guerra Mundial.
El primer acierto de Hollywood contra Franco es que, salvo la espléndida presencia de Román Gubern -incluido no sólo por sus excelsos conocimientos cinematográficos sino por su vinculación personal con el propio protagonista- defiende sus argumentos a través de actores, cineastas y guionistas internacionales, más que nada porque seguimos siendo un pueblo que considera que lo que viene de fuera es mejor. Un complejo consecuencia de la oscuridad que reina en la posguerra española y la larga dictadura de los vencedores de la contienda. No me cabe ninguna duda de que los oídos españoles son más abiertos a escuchar estas reivindicaciones de voces extranjeras, Pareciera que el inglés le da la credibilidad necesaria para aquellos que siguen teniendo prejuicios contra el pensamiento del otro, sobretodo cuando el otro habla en su misma lengua. 
El segundo acierto es centrarse en las experiencias vitales del guionista Alvah Bessie. Una apasionante vida en la que la valiente decisión de apoyar y ayudar a los que consideraba tenían la razón y representaban el progreso y la democracia, le pasaría factura posteriormente en su propio país. La historia de Alvah Bessie muestra la ironía de un sistema para el que lo que es malo un día puede ser bueno otro y viceversa, y que la diplomacia y las necesidades políticas suelen tener muy mala memoria, para capitalistas y para comunistas, para la democracia y para la dictadura.
Y precisamente la diplomacia constituye el mayor desatino de la película. Pareciera que el documental quisiera quedar bien con el público o, cuanto menos, no soliviantar la memoria colectiva. Personalmente no tengo ninguna duda sobre los personajes que aparecen a lo largo del documental y puedo ubicarlos en un lado o en otro, en una época o en otra, pero si he empezado reivindicando la necesidad de un documental como este para refrescar las memorias, habría que refrescarlas del todo. Si aparece la fotografía de un actor que denunció a otro sólo por que pensaba de diferente manera, ¿porqué no haber puesto, al menos, el nombre del actor? Y con los actores todavía se les puede reconocer, pero no así a guionistas, productores y directores que pasan desapercibidos entre acusaciones y puñaladas traperas. Al documento le falta un punto de valentía para mostrar a los que estaban de un lado o de otro, ¿quienes acusaron a sus colegas de comunistas durante la caza de brujas? ¿quienes se quedaron sin trabajo debiendo exiliarse en Europa? y, lo peor de todo, ¿quienes sucumbieron a la presión y acabaron suicidándose? Para el público no especializado, deja incompleto un tema tan quisquilloso como el que se trata, fomenta la especulación y permite que cierto sector del público continúe asumiendo que está viendo un documental que se limita a reflexionar y a sacar conjeturas sobre ideas y teorías.
También adolece de falta de documentación gráfica, pues algunas de las secuencias se repiten y demasiadas veces, y aunque las historias y anécdotas que se cuentan sean realmente interesantes, visualmente se demanda algo más de vitalidad. 
En cualquier caso, una película interesante para el interesado en un periodo que sigue permaneciendo parcialmente oculto para españoles y para norteamericanos, para los de la izquierda y para los de la derecha, para ellos y para nosotros, para los de antes y para los de ahora. Y no es un anuncio de coca-cola.




The lovely bones


Título original: The lovely bones
Año: 2009
Nacionalidad: EE. UU., Gran Bretraña & Nueva Zelanda
Dirección: Peter Jackson
Guión: Fran Walsh, Philippa Boyens & Peter Jackson, basado en una novela de Alice Sebold
Producción: Carolynne Cunningham, Peter Jackson, Aimée Payronnet & Fran Walsh
Fotografía: Andrew Lesnie
Música: Brian Eno
Montaje: Jabez Olssen
Diseño de producción: Naomi Shohan
Dirección artístico: Jules Cook & Chris Shriver
Decorados: George DeTitta Jr. & Meg Everist
Vestuario: Nancy Steiner
Reparto: Rachel Weisz, Mark Wahlberg, Stanley Tucci, Saoirse Ronan, Susan Sarandon, Jake Abel, Michael Imperioli, Reece Ritchie, Thomas McCarthy, Rose McIver, Nikki SooHoo, Amanda Michalka, Carolyn Dando, Andrew James Allen, Charlie Saxton, Anna George, Christian Thomas Ashdale, Robyn Malcolm, Stink Fisher, Stefania Owen, Bravo, Bruce Kirkpatrick, Steven Moreti, Evelyn Lennon...
criaturas infernales
No me cabe ninguna duda de que la culpa es mía. La culpa es mía por ver el trailer de The lovely bones y acordarme de aquella maravillosa película de Peter Jackson,  Criaturas celestiales (Heavenly creatures, 1994). Una película con unas soñadoras adolescentes que llegaban a asesinar a la madre de una de ellas, consiguiendo Jackson que el espectador se identificara, plena y totalmente, con las protagonistas asesinas. Aunque la atrocidad de su acto llegase con una desagradable fuerza visual. Aunque el espectador tuviese plena conciencia de que esos hechos no eran justificables ni defendibles. A pesar de todo, era difícil evitar la empatía con las emociones, con la vitalidad y la energía desbordantes de una apasionada amistad que les lleva a terrenos vedados. 
En realidad el filme que nos ocupa empieza bien, Susie Salmon es una simpática e inteligente adolescente -interpretada por una espléndida Saoirse Ronan- que acaba asesinada, en una escalofriante secuencia, por su vecino de la acera de enfrente. Una vez muerta no consigue encontrar el camino hacia la luz y se queda en medio de dos mundos junto a su nueva amiga, Holly Golightly -un maravilloso acierto de la película al que da vida Nikki SooHoo. A partir de aquí la película comienza a dar tumbos sin ton ni son, lo que empieza como un thriller psicológico se convierte en un drama familiar, que con la irrupción del personaje de la abuela (Susan Sarandon) acaba en una comedia desenfrenada (sin gracia para mi), que además tiene secuencias onírico-fantásticas y momentos extrasensoriales y absolutamente todo lo que quepa en la batidora que demanda el personal mundial.
La culpa es mía por no recordar que la historia del cine nos tiene acostumbrados a la completa alienación de cineastas en cuanto pisan suelo norteamericano, o en cuanto pasan de la producción independiente a la industrial, o en cuanto dejan de hacer lo que ellos quieren hacer para hacer lo que creen que los demás quieren ver. Pero es que uno siempre se deja seducir por el recuerdo de filmes como Mal gusto (Bad tate, 1987), Tu madre se ha comido a mi perro (Braindead, 1992), Criaturas celestiales (Heavenly creatures, 1994) o incluso la curiosa The frighteners (1996)… Rastros que nunca he podido encontrar en nigua de las películas basadas en las novelas de J. R. R. Tolkien, ni mucho menos en la absolutamente prescindible e innecesaria King Kong (2005), curiosamente los títulos realizados bajo la tutela y seguridad de la omnipresente y magnánima industria norteamericana. 
Por otra parte es justo señalar las cosas buenas de la película, aparte de las ya mencionadas Saoirse y Nikki, debo añadir la magnífica interpretación de Rose McIver haciendo de la hermana de Susie, Lindsey Salmon… y ahí se queda el reconocimiento interpretativo porque Susan Sarandon está espantosamente exagerada sobreactuada -y mira que cuesta decir esto de Susan-, a no ser que la peluca le pesara demasiado no comprendo su interpretación; Stanley Tucci, da más de lo mismo, más parece una caricatura que un personaje, pero vamos, en la línea de la anterior; a Rachel Weisz no la entiendo mucho, no sé si está en la película o pasaba por allí; y de Mark Wahlberg, mejor ni hablamos porque sólo se me ocurre un adjetivo para su interpretación: patética, sobre todo cuando hace que llora.
La parte técnica tampoco ayuda mucho, el vestuario, la dirección artística, chromas y efectos especiales tienen algo así como un aprobado alto, no creo que se merezca el notable, sería demasiado, al fin y al cabo maquillaje y peluquería estarían dentro del apartado artístico y queda probado con lo de Susan y Stanly, pues como que no. Lo verdaderamente insoportable es ese montaje vertiginoso, como si estuviéramos en una película de acción, que no deja que te sientas a gusto con los personajes, que te distrae, más que ayudarte a entrar en la película, que resulta cansino de tanto movimiento y cambio y... Aquí entiendo que el señor Jackson tendrá mucha responsabilidad, no se lo vamos a dejar todo al principiante Jabez Olssen, que, a pesar de haber participado como ayudante de montaje en la etapa norteamericana de Jackson, es este su primer filme como montador jefe. 
En cualquier caso, todos estos puntos negativos los resalto porque esa excesiva utilización de recursos estéticos distraen con el discurso principal de la historia que, aunque tarde, florece en la última parte de la película y que va más dirigido a las familias que han tenido perdidas similares a la que, involuntariamente, deja Susie Salmon en su familia que al manido discurso del ojo por ojo. El mensaje de Susie trata de tranquilizar a sus seres queridos, para que puedan reanudar sus vidas, para que recuerden lo mejor que tienen de ella, para que miren al futuro y no se queden anclados en un pasado que, lamentablemente, ya no tiene arreglo. No es que no tenga interés en que su asesino sea capturado o en que vuelva o no a aterrorizar a otras niñas y castigar a sus familias. En todo caso, está más preocupada por las posibles futuras víctimas inocentes, para que estén alerta y no se dejen engañar ni engatusar con falsos lobos vestidos de corderos, para que se mantengan alerta en todo momento, para que no se distraigan de sus objetivos ni se salgan del camino y sean tan imprudentes e ingenuas como lo fue ella. 
También es cierto que vuelve a ser muy complaciente en el momento en que padre y hermana, con sólo mirar a su vecino, son capaces de leer en su mirada que él es el asesino de Susie,  Complaciente, manipulador y tratando de quedar bien con el gran público, se encarga de imponer una ridícula secuencia, a modo de justicia poética, para subsanar que la familia de Susie no haya podido resarcirse a gusto. Yo, por lo menos, tampoco me quedé a gusto, pero ni con el final, ni con todo lo demás.

domingo, 28 de marzo de 2010

An education

Título original: An education
Año: 2009
Nacionalidad: Gran Bretraña
Dirección: Lone Scherfilg
Guión: Nick Hornby, basado en las memorias de Lynn Barber
Producción: Finola Dwyer & Amanda Posey
Fotografía: John de Borman
Música: Paul Englishby
Montaje: Barney Pilling
Diseño de producción: Andrew McAlpine
Dirección artístico: Ben Smith
Decorados: Anna Lynch-Robinson
Vestuario: Odile Dicks-Mireaux
Reparto: Carey Mulligan, Olivia Williams, Alfred Molina, Cara Seymour, William Melling, Connor Catchpole, Matthew Beard, Peter Sarsgaard, Amanda Fairbank-Hynes, Ellie Kendrick, Dominic Cooper, Rosamund Pike, Nick Sampson, Kate Duchêne, Bel Parker, Emma Thopson, Luis Soto, Olenka Wrzesniewski, Bryony Wadsworth, Ashley Taylor-Rhys, Sally Hawkins, James Norton...
masculino/a sobre femenino/a o/a viceversa/o
An education es una película que se plantea a sí misma tal y como la define su título: como una asignatura pendiente, una lección de vida. Una película oportuna y necesaria en una cinematografía como la británica. Resulta curioso que un país como Gran Bretaña, que ha tenido reina en lugar de rey durante los últimos 59 años -por no mencionar la retahíla de reinas que ha tenido a lo largo de su historia- y una dama de hierro al mando dede Gobierno durante 11 años, tenga en la actualidad un problema tan alarmante como el de las madres (y padres) adolescentes, que hacen que la flamante corona inglesa más parezca el sombrero de frutas de Carmen Miranda. ¿Quién iba a pensar que la cuna de la lengua inglesa con escritoras tan modernas y adelantadas a su tiempo como Emily Brontë, Jane Austen, Mary Shelley o Virginia Woolf iba a necesitar denunciar la baja educación y visión de futuro de sus vástagos a estas alturas? Aunque por otro lado, la cinematografía británica de los años treinta ya quedara marcada por aquella primera versión de la obra de George Bernard ShawPygmalion (1938, Anthony Asquith & Leslie Howard), que sería luego adaptada y actualizada década tras década en películas como My fiar lady (1964, George Cukor), Educando a Rita (Educating Rita, 1983, Lewis Gilbert), Pretty woman (1990, Garry Marshall), o Doctor Doolitle (1998, Betty Thomas) evidenciando que la educación es una lacra que no forma parte de una época, sino de toda la cultura británica al completo. Aunque claro, las mismas versiones cinematográficas se ponen solas en evidencia pues cada nueva revisión va dirigida a un púbico con menor capacidad intelectual.
Dirigida con discreción por la danesa Lone Scherfig, responsable de títulos como Italiano para principiantes (Italiensk for begyndere, 2000) y Wilbur se quiere suicidar (Wilbur wants to kill himself, 2002), An education es una película que entra bien desde el principio, aunque algunos personajes estén excesivamente caricaturizados -la padre estricto es exageradamente estricto, la rubia tonta es descaradamente tonta y la profesora fea es innecesariamente fea- cualquiera puede identificarse con el dilema de Jenny, sea hombre o mujer, sea hijo o hija, sea padre o madre. Sin embargo el hecho de que esté basada en una historia real -la de la periodista Lynn Barber -conocida en su pueblo-, dirigida y producida por mujeres y protagonizada casi enteramente por personajes femeninos parece volverse en contra de lo que tradicionalmente ha sido la lucha entre sexos y la reivindicación de los valores femeninos. 
Primero: no hace falta profundizar mucho para constatar que aunque la protagonista absoluta sea Jenny, el resto de personajes femeninos están supeditados a los masculinos: la madre de Jenny al padre, la rubia a su novio -que es quien juega un papel importante-, y la profesora y la directora ni siquiera tienen el status de personajes, tan sólo entran en escena cuando son necesarias para la evolución de la historia. 
Segundo: Jenny -o Lynn, da lo mismo- no es una mujer moderna ni adelantara a su tiempo como cualquiera de las escritoras mencionadas anteriormente, es una típica adolescente de su tiempo cuyos sueños no llegan a la rebeldía, tan sólo ha dejarse llevar una vez consiga la libertad que proporciona el acceso a la Universidad, fumar cuanto quiera, leer lo que le plazca y vestirse de negro son sus mayores necesidades. No veo en ella inquietudes intelectuales ni laborales, ni reivindica la emancipación de la mujer ni nada de nada. De hecho, tal y como plantea su propio padre, si en lugar de haberse encontrado con David en este momento lo hubiera hecho estando en la Universidad, claramente la habría abandonado como tenía planeado su padre. De otra manera no puedo entender que Jenny -o Lynn- se arroje con esa levedad y velocidad en los brazos de su amado, más que modelo de mujer debería ser tomada como ejemplo de boba, pues si la casualidad no hubiera descubierto a su príncipe azul. No me extrañaría nada que si Jenny -o Lynn- hubiera vivido en la época actual fuese una de tantas adolescentes que hacen el test de cómo habría sería tu hijo si lo tuvieras con Robert Pattinson o cualquier otro de los miembros de la saga crepuscular.
Tercero (y a lo que iba): el discurso de An education bien pudiera quedar resumido en una lucha entre la razón y el sentimiento. La razón estaría representada por el agobiante padre que lo tiene todo estudiado y planeado por el bien de su hija y el sentimiento por Jenny, por razones obvias. Esto sólo vendría a evidenciar que las mujeres implicadas en la realización del proyecto (incluida Lynn) tengan un pensamiento más masculino que femenino pues aquí quien gana es la razón, el padre, el género masculino. Quizá Lynn y sus colegas no parecen percatarse del fondo que subyace en su discurso e incluso afean y degradan físicamente a los personajes femeninos intelectuales, como la profesora, que bien pudiéramos pensar que más que fea sea lesbiana justificando el hecho de que permanezca soltera y que el único objetivo para sacrificarse estudiando sea poder ganarte la vida sin depender de un hombre y poder leer lo que le da la gana -como el padre de Sabrina Fairchild (Audrey Hepburn) en Sabrina (1954, Billy Wilder), que se hace chófer porque es una profesión que le da mucho tiempo para leer-, y la directora, una réplica femenina de su propio padre, cuyos argumentos juegan claramente en su contra. Estos dos personajes, destinados a convencer a Jenny -y en su día a Lynn- de que debe finalizar sus estudios, no sólo no la convencen sino que la reafirman en su idea de abandonarlos -yo habría hecho lo mismo que Jenny en su lugar. Sólo la experiencia abre los ojos a Jenny, luego me pregunto si la película ¿no irá más dirigida a los peligros de la educación estricta y severa? ¿no irá más dirigida a padres y madres que ha adolescentes en edad de procrear y formar otra endeble familia? En un caso o en el otro, me sigue pareciendo más efectiva Mary Poppins (1964, Robert Stevenson), la película y el personaje.
Cierto es que podría verse como una película que intenta adocenar a las adolescentes (de sexo femenino) para que se dejen de romanticismo y sentimentalismo o, por lo menos, que lo posterguen hasta su graduación… Pero en ese caso creo que la película está mal planteada. Consigue el efecto contrario.
En cualquier caso, An education sigue siendo una experiencia estimulante pues, en conjunto, es una obra notable repleta de espléndidas interpretaciones. Yo finalmente me quedo con las de Alfred Molina, que consigue aportar simpatía y compasión por un personaje testarudo y algo antipático, y la de Rosamund Pike, que consigue dotar a su estereotipo de rubia de una ingenuidad adorable; aparte de las espléndidas interpretaciones del duo protagonista, Carey Milligan, que mantiene con convicción y soltura el peso de toda la película, y Peter Sarsgaard, que pasito a pasito se está labrando una sólida carrera como actor versátil y flexible. El apartado técnico mantiene una notable coherencia en cuanto a la fotografía, la dirección artística y un cuidado vestuario que nos sumergen absolutamente en la década de los sesenta sin sentir, como en otras aproximaciones a la misma época, que estamos en una fiesta de disfraces.

viernes, 26 de marzo de 2010

Paranoid Park

Título original: Paranoid park
Año: 2007
Nacionalidad: Francia & EE. UU.
Dirección: Gus Van Sant
Guión: Gus Van Sant, basado en una novela de Blake Nelson
Producción: David Allen Cress, Charles Gillibert, Nathanaël Karmitz & Neil Kopp
Fotografía: Christopher Doyle & Rain Li
Montaje: Gus Van Sant
Dirección artística: John Pearson-Denning
Decorados: Sean Fong
Vestuario: Chapin Simpson
Reparto: Gabe Nevins, Daniel Liu, Jake Miller, Taylor Momsen, Luren McKinney, Scott Patrick Green, John Michael Burrowes, Grace Carter, Jay 'Smay' Williamson, Christopher Doyle, Dillon Hines, Emma Nevins, Brad Peterson, Winfred Jackson, Joe Schweitzer, Oliver Garnier, Mubarak Ra'oof, Eric Anderson, Jeremy Anderson, Addison Owen, Richard Miller, Emily Galash, Esther Vaca, Jordy Weimer...
sensaciones de un adolescente
La filmografía de Gus Van Sant tiende a reincidir en el universo del adolescente: el adolescente ilegal mexicano de quien se enamora el propietario de una tienda de comestibles de Portland en Mala noche (1985), la  pandilla de adolescentes chaperos que viven en su propio campo de sueños en My own private Idaho (1991), los adolescentes seducidos por Suzanne Stone en Todo por un sueño (To die for, 1995), el Jamal Wallace de Descubriendo a Forrester (Finding Forrester, 2000) o el variado grupo de adolescentes que pueblan Elephant (2003). Desde su primera mirada, en 1985, hasta esta que tratamos, cada época aparece renovada y actualizada encontrando una radical diferencia de forma entre los adolescentes de, por ejemplo, My own private Idaho y los de Paranoid Park, pero no de fondo, como si los adolescentes de todas estas épocas compartiesen siempre un mismo estado de ánimo.
Para que lleguemos al fondo de Alex y entendamos su punto de vista, Gus Van Sant propone un acercamiento en primera persona. Alex es un adolescente que vive la vida en solitario, en su mundo interior. Apenas se comunica con su familia, desmembrada y alienada por una sociedad que no les deja tiempo para pasar con sus hijos -además de que, como marca la estadística, están divorciados- lo que le permite vivir la vida a su aire, sin responsabilidades, o tan sólo con aquellas que él quiere asumir. Alex se desenvuelve de manera independiente con sus amigos, con su tribu, su verdadera familia, constituyendo el skate no sólo su pasatiempo sino su religión, su forma de vida. Aparentemente Alex transmite seguridad, una seguridad proporcionada por las señas de identidad de la tribu que facilitan la confianza en el otro por el mero reconocimiento de esas señales: la forma de vestir, la música, los gestos, los gustos… Pero en el fondo, quizás Alex no sea lo que aparenta. Alex es también un adolescente conformista, que sale con una novia que no le gusta demasiado, una actitud que denota una baja autoestima, al igual que su interés por agradar a sus nuevas amistades que le conducirán, indirectamente, a un terreno desconocido que forzará la pérdida de su inocencia a causa de un trágico accidente involuntario. 
Uno de los grandes aciertos de la película es el uso del tiempo: del interno y del externo, una herramienta que Gus Van Sant utiliza con destreza para que acercarnos a Alex. Y es que Alex parecer vivir las cosas emocionalmente deprisa pero físicamente despacio. Una combinación perfectamente plasmada en la pantalla con el sencillo recurso de utilizar la imagen ralentizada y acompañarla de una vertiginosa música -ya utilizó este recurso anteriormente, aunque sólo como apunte en Todo por un sueño, por ejemplo. Esta sensación temporal, que parece inherente a todo adolescente, más allá del lugar y época en que se encuentre, me parece, ciertamente, fascinante. 
El tiempo externo está fragmentado y desordenado, la acción está presentada a base de saltos adelante y atrás que deberemos ordenar hasta obtener el conjunto global de la historia. Es como si a Alex le costase asumir sus actos y necesitase estímulos externos para tomar conciencia de ellos como escuchar una noticia en la televisión o ver una fotografía. De hecho recibe estos estímulos porque le llegan directamente, se refieren a él mismo, a su vida a su problema, porque en otros momentos de la película la televisión se hace eco de otras noticias, otros acontecimientos, pero estos tienen lugar en países y lugares lejanos que no afectan en el día a día de Álex, a quien sólo afectan la familia, la escuela, sus amigos, su tribu, su parque, sus propios problemas. Nuevamente otra característica intrínseca de todo adolescente, de aquí y de allá, de ahora y de antes.
La historia no tiene pues ni la menor importancia, el objetivo consiste acceder y entender el estado de ánimo de una edad de la vida, la más difícil, la que inicia un viaje sin retorno desde la infancia hacia la edad adulta. Un viaje que, en el caso de Álex, se truncará traumático y cuesta arriba. De cualquier manera, parece que Álex saca provecho de estas experiencias pues afronta y termina esa relación que no le satisface para comenzar una nueva, afronta y asume su responsabilidad en el desgraciado incidente que termina en muerte y termina controlando esa angustia existencial, siguiendo los consejos de su nueva compañera, para transformarla en creatividad.