martes, 27 de julio de 2010

The blind side


Título original: The Blind Side
Año: 2009
Nacionalidad: EE.UU.
Dirección: John Lee Hancock
Guión: John Lee Hancock, basado en una novela de Michael Lewis
Producción: Broderick Johnson, Andrew A. Kosove & Gil Netter
Fotografía: Alar Kivilo
Música: Carter Burwell
Montaje: Mark Livolsi
Diseño de Producción: Michael Corenblith
Dirección Artística: Thomas Minton
Decorados: Susan Benjamin
Vestuario: Daniel Orlandi
Reparto: Sandra Bullock, Tim McGraw, Quinton Aaron, Jae Head, Lily Collins, Ray McKinnon, Kim Dickens, Adriane Lenox, Kathy Bates, Catherine Dyer, Andy Stahl, Tom Nowocki, Libby Whittemore, Brian Hollan, Melody Weintraub, Sharon Morris, Omar J. Dorsey, Paul Amadi …
la rubia que no era tonta (o la rubia de bote)

Me encantaría saber quién es el responsable del monumental retraso del estreno de The Blind Side en España, más que nada porque, según se ha hecho eco la Red, se ha debido a la decisión de uno de sus productores que consideraba que en España no tendría éxito una película cuya trama gira entorno al fútbol americano, y me encantaría poder discutir el tema de la película con él.

Huyendo de la etiqueta “basada en una historia real”, aunque lo sea, The Blind Site cuenta la historia personal de Michael Oher (Quinton Aaron), acogido por una acomodada familia republicana, que le ofrece desinteresadamente cobijo, ropa, comida, educación y futuro. Otra cosa es que Michael Oher decida, muy bien orientado por su familia de acogida, encaminar su camino profesional a través del fútbol americano, dadas sus cualidades y aptitudes físicas, algo que si bien ocupa una buena parte del metraje, no es, para nada el tema central de la película.

Una película que, a priori, cuenta con algunos ingredientes que, más que ayudar, parecen intentar evitar que —por lo menos un servidor— la vea al tratarse de un director republicano hablando de republicanos, John Lee Hancock; con una de las actrices que más detesto del panorama americano, Sandra Bullcok; a la que encima van y le dan un Oscar; pero entonces, ¿cómo es que me ha parecido una espectacular demostración de autocrítica para un republicano, una verdadera y auténtica interpretación sobresaliente de la actriz de Virginia y una espectacular historia de superación sin dramas ni tragedias, que demuestra una pericia inusual en el cine norteamericano? Menos mal que no se va a poder decir de mi que tenga prejuicios y soy capaz de sentarme en la butaca del cine, rendirme a la evidencia y dejarme emocionar por esta espectacular muestra de cine independiente, que cuenta una historia tan local, que demuestra que cuanto más personal sea el tema que se desarrolla en una historia más universal resulta, interesando a mayor número de público.

John Lee Hancock demuestra con The Blind Side, no solo que sabe escribir una historia interesante —como ya demostrara en los guiones que escribiera para Clint Eastwood, Un mundo perfecto (A Perfect World, 1993) y Medianoche en el jardín del bien y del mal (Midnight in the Garden of Good and Evil, 1997)—, sino que sabe traducirla en imágenes con habilidad, ya no estética, sino cinematográfica. La cinta va de lo particular a lo general, centrándose en Michael Oher, para acabar con su familia de acogida y todo lo que representa, pero además, debido a la cerrada personalidad y al fuerte instinto de protección de Michael, nos lo presenta en tercera persona, conociéndole siempre a través de los demás. Nunca en primera persona, o casi. Será su padre de acogida, el mecánico, que con el pretexto de llevar a su hijo a un colegio en el que le puedan darle una educación a la que no puede acceder en su barrio de origen nos presentará por primera vez a Michael; será una de sus profesoras la primera que nos abrirá las puertas a su interior con su tierno poema; y será a través de la familia Tuohy y la especial relación que establece con cada uno de sus miembros, como llegaremos, finalmente, a conocer verdaderamente a Michael. Hasta que éste se pronuncia por sí mismo en la secuencia que enlaza con el flashforward inicial, donde sí habla por sí mismo. En primera persona.

Ciertamente desconozco las inclinaciones políticas de John Lee Hancock, pero la sutilidad con la que prepara su discurso crítico contra el sector republicano de la sociedad americana me hace intuir que se trata de una crítica constructiva, más dirigida a los que son cómo él, de la misma manera que Leigh le dice a sus amigas que siente vergüenza ajena por su comportamiento ante el hecho de que haya acogido a Michael en su casa y de que no se hayan acercado a otros barrios de la ciudad, demostrando que el racismo permanece instalado en lo más profundo de la sociedad norteamericana, particularmente en la republicana. Si bien es cierto que igual Leigh tampoco hubiera permitido que Michael subiera en su coche, por mucho que llueva y sólo lleve puesta una camiseta, si le hubiera visto en su propio barrio o si no fuera al mismo colegio que sus hijos, algo que el director se preocupa en aclarar para no dejar dudas.

Esta crítica política es tan efectiva, precisamente, por lo desapercibida que pasa hasta volver a encontrarnos con el flashforward del principio. Podemos percibirla en los títulos de crédito, en el viaje desde el barrio marginal al barrio en el que está el colegio; en el espectacular chiste que protagoniza Leigh cuando pregunta a una trabajadora social quién es el responsable del funcionamiento de las oficinas, a lo que esta le señala una contundente fotografía de un sonriente George W. Bush; y la espectacular presentación de Miss Sue —maravillosa, contundente y efectiva, como siempre, Kathy Bates—, que prefiere aclarar su tendencia política antes de ser contratada; concluyendo y adquiriendo toda su verdadera dimensión en el interrogatorio al que la Investigadora Granger (Sharon Morris) somete a Michael, aflorando ahí, al igual que lo hace en la vida real, la presión silenciosa a la que todos estamos sometidos en la vida real por los medios de comunicación y la clase política, sean cuales sena nuestros gobiernos y nuestras inclinaciones políticas (por eso algunos nos alarmamos tanto ante algunas demostraciones artísticas que asimilan, sin saberlo —o sí— ciertos discursos o ideologías disfrazadas de mero entretenimiento).

De hecho, y dejando claro que me rindo ante la interpretación de Sandra Bullock, la propia Academia de Cine Norteamericana vuelve a cometer el mismo pecado que lo que critica la película, premiando a la blanca, a la rubia, a la cheerleader, antes que al negro, al de color, al marginado. Que para nada quiero decir que ella no lo merezca, pero me parece muy sintomático que ni siquiera merezca la nominación a tenor de la magnífica interpretación que ofrece en la película el trabajo de Quinton Aaron. Quizás el cupo de nominaciones de color estaba cubierto ya este año con las que recayeron en Precious (Precious: Based on the Novel ‘Push’ by Sapphire, 2009, Lee Daniels) o Invictus (2009, Clint Eastwood).

Me siento obligado a señalar, también, que el discurso de la película, coherente con la calidad humana de sus protagonistas que superan cualquier vicisitud a base de bondad, no se dedica a retratar a nadie con condescendencia y, ni mucho menos, juzgándole de antemano. Me parece muy significativo para ilustrar esto la manera en la que es mostrada la madre biológica de Michael (Adriane Lenox), que no se muestra como una desalmada delincuente que no piensa en nadie más que en sí misma, sino como una pobre yonkie que ha sido incapaz de luchar contra la drogadicción, una persona que no ha sabido tomar las decisiones adecuadas ni encontrar el camino correcto por sí misma, o no ha recibido la ayuda necesaria y que sí es consciente de que ha obrado mal, aunque sea incapaz de remediarlo. En The Blind Side no hay ni buenos ni malos, cada uno actúa según su instinto, según sus propias posibilidades, influido por aquello que le ha formado como persona, que le ha hecho tal y como es, siendo la bondad la mejor arma para combatir el racismo, la indiferencia y las provocaciones externas. Me emociona especialmente el momento en que Leigh le pregunta a Michael cómo ha conseguido salir de ahí —refiriéndose al barrio en el que vive su madre biológica—, cómo ha conseguido superar lo que otros parecen no poder. La respuesta la dejo para el que vea la película.

El sentimiento de entusiasmo y emoción al finalizar la película es tal, que casi no me importa que incluyan fotografías de los personajes reales. Casi. Más que nada porque por mucho que la historia —esta o cualquier otra— esté basada en una historia real siempre se cuenta desde un punto de vista concreto, incluso aunque fuera contada por el propio protagonista, siempre realzaría o eludiría lo que considerase oportuno, con lo cual siempre estaríamos hablando de subjetividad. Pero ya digo que no me importa.

Publicado originalmente en EXTRACINE

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